Halloween negro en Nueva York

06/11/2017
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Foto: RT
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El último martes 31 de octubre un terrorista “espontaneo” lanzó una camioneta de alquiler contra un grupo de ciclistas que disfrutaba la tarde soleada en Nueva York, mientras la ciudad festejaba Halloween, poco antes de estrellarse contra un ómnibus de escolares en la esquina la calle West y la calle Chambers, en el barrio de Tribeca.

 

Esta embestida, un nuevo caso de ataque low cost, como ya se ha visto en Niza, Londres, Berlín, (aunque el de Barcelona es similar, no responde a las misma reglas por su estructura organizativa) por la sencillez de su ejecución, parece tan imparable como imprevisible. Solo basta con saber conducir un vehículo, cuanto más grande mejor, y tener la suficiente inconsciencia como para abandonar su vida y lanzarse a producir todo el mal posible, hasta que las leyes de la física o un disparo certero detengan al súbito muyahidín.  La génesis de las razones, para que de buenas a primeras un hombre común pueda convertirse en un integrista fanático, jamás podremos desentrañarla, por más que siquiatras, sicólogos, sociólogos, antropólogos, politólogos  y “yihadologos” de toda laya intente descifrarla.

 

El ataque no solo dejó ocho muertos (5 argentinos, una mujer belga y dos norteamericanos) además de 12 heridos, sino que le ha otorgado una perfecta oportunidad para que el bocazas de Trump vuelva a lanzarse, con impudicia, con el mismo oportunismo que lo convirtió primero en magnate y después en presidente (en perfecto orden de importancia), apenas conocida la identidad del atacante, contra los migrantes como los responsables de todos los males de los Estados Unidos. Y apuntar, entre otras cuestiones,  a la famosa y esperanzadora, para muchos, “lotería de visas para la diversidad”, que consiste en otorgar anualmente a 50 mil ciudadanos provenientes de países con pocos inmigrantes en los Estados Unidos una visa de residencia.   Tan solo con anotarse en la lista y rogar profundamente a Dios, uno de los afortunados puede alcanzarla.

 

El atacante de Halloween, Sayfullo Saipov, de 29 años y nacido en Uzbekistán, había llegado a los Estados Unidos en 2010, justamente beneficiado por esa lotería, y hasta ese martes no había despertado la curiosidad de las autoridades, ya que solo registraba algunas faltas menores de tránsito. Vivió y trabajó en Tampa, Florida y Nueva Jersey con su esposa y sus dos hijas y por estos días trabajaba como conductor de Uber. Algunas personas que lo trataron con anterioridad opinaron que era un hombre normal y solo había sido visto muy esporádicamente en algún mezquita.

 

Como lo aseveró el pensador norteamericano James Petras, a pocas horas del atentado a las Torres: “Yo no sé quien fue, pero sé que a los Estados Unidos, este ataque le viene como anillo al dedo”, podemos repetir una a una las palabras del maestro Petras, acerca de lo oportuno del ataque para las políticas de Trump.

 

La acción de Sayfullo Saipov resultó ser una perfecta jugada a dos bandas para el rozagante presidente, ya que por un lado deja en claro la “peligrosidad” de los inmigrantes vengan de donde viniesen y habilita así la construcción de muros materiales y administrativos  para gente “rara” y por otro justifica sus nuevas políticas exteriores de “lucha contra el terror” como ya está ejecutando en el Sahel, Somalia, Siria, Irak, Yemen, Afganistán, y esto solo por ahora.

 

Trump ya ha exigido al Congreso dar de baja al programa de lotería de visados,  al tiempo que sugirió reactivar Guantánamo, como campo de concentración.

 

Después de embestir con el transporte escolar, Sayfullo Saipov, abandonó la camioneta e inició una espasmódica carrera por la calle West, la principal de esa parte de Manhattan al gritó de Allahu Akbar (Alá es grande) portado varios cuchillos y una “peligrosa” pistola que dispara solo bolas de pintura (pinball) y otra de perdigones, hasta que un policía lo detuvo con un disparó en el abdomen.

 

Pretender que el hecho de que cualquier desequilibrado con barba larga, proveniente de un país con terminación en “istan” que embiste graciosamente gente inocente e intenta huir al gritó de Allahu Akbar, lo convierta en un integrante del Daesh, es tan absurdo como creer que cualquier gordo de anteojos negro, jopo y traje de lentejuelas que pasea por Las Vegas sea Elvis Presley.

 

Terrorismo en serio

 

El terrorismo es una cosa más compleja que el asalto de un espontáneo que o bien pudo ser instigado por algún fundamentalista preparado, un emir, un mullah o un sheik desde alguna mezquita o madrassa o bien ser integrante activo de algunos de los muchos grupos que operan alrededor del mundo; puede ser miembro de alguna célula dormida, que espera ser despertada para lanzarse a la cacería de cruzados y judíos como sucedió en París o Bruselas. O puede ser  un “lobo solitario”, uno de aquellos hombres experimentados en combate, uso de armas, y en la fabricación de explosivos, dispuestos a inmolarse, que actúan por la propia, listos para generar una matanza en la primera oportunidad o cuándo lo crean más conveniente, adscriptos orgánicamente a alguna organización tributaria de al-Qaeda o el Daesh.

 

Un número indeterminado de estos “lobos solitarios” que,  según la agencia de inteligencia que opine,  estarían en el orden de los 400 a los 1500, habría regresado a Europa desde 2015, tras su experiencia en la guerra siria, enmascarados en las olas de refugiados que han llegado y continúan llegando desde Libia y Turquía.

 

Un terrorista orgánico intentará generar el mayor daño posible con la acción más discreta e inesperada.

 

El terrorismo en serio ha dado claras muestras de sus condiciones para el combate en muchísimas oportunidades, como lo demuestran la guerra afgana contra la Unión Soviética (1978-1992),  las guerras de Chechenia (1994-1996), (1999-2009),  la guerra civil de argelina (1991-2002) y más recientemente en Libia, Siria, Irak, Nigeria,  Somalia y Filipinas, donde han enfrentado a ejércitos regulares, prácticamente de igual a igual.

 

Hay ejemplos como el de Mosul, en manos de los terroristas desde 2014 y que se convirtió en el último bastión del Daesh en Irak. Allí prácticamente fueron necesarios entre 9 y 10 meses con el accionar de tropas iraquíes, kurdas, turcas y efectivos sirios, rusos y norteamericanos para liberar la ciudad en su totalidad. Otro ejemplo,  pequeño pero no menos significativo, fue la férrea resistencia de los hombres del grupo Abu-Sayaff, partidarios del Daesh, que tomaron la ciudad filipina de Marawi el 23 de mayo último donde unos 700 muyahidines resistieron durante cuatro meses, los embates de 15 mil hombres del ejército filipino, acompañados de efectivos norteamericanos y australianos al tiempo que fueron acosados por fuego de artillería y bombardeo aéreo.

 

No es particularmente significativo que el atacante de Halloween haya sido de nacionalidad uzbeca,  tal como pasa en muchos países de mayoría musulmana la presencia activa de este tipo de organizaciones no significa que pudieran abrir un frente activo como sucedió en Siria o Irak.

 

El wahabismo uzbeco se propaló por la ex nación soviética apenas a principios de los noventa, ubicándose en el valle de Ferganá, al este de Uzbekistán donde viven unos 12 millones de personas, y que se extiende por Kirguistán y Tayikistán. Fue all,  al amparo de los talibanes afganos, que se funda en 1991 el O'zbekiston islomiy harakati  (OIH) (Movimiento Islámico de Uzbekistán) cuyos líderes serán: el ex soldado soviético, Juma Namangani, muerto en 2001,  y el sheik Tahir Yuldáshev, tras la fundación del movimiento se proclama el gran califato de Mawarah-al-nahr, que abarcaría toda Asia Central. Según la NAK (Comité Nacional Antiterrorista de Rusia) unos 4 mil centroasiáticos han participado junto al Daesh, en Siria e Irak, de los cuales cerca de la mitad serían de Uzbekistán.

 

Esta ex república soviética, laica en su forma, aunque de mayoría sunita, fue gobernada con puño de hierro por Islam Karímov, desde la caída de la URSS hasta su muerte en septiembre de 2016. Ha ahogado en sangre varias insubordinaciones integristas, sin que le tiemble el pulso.

 

Pero las acciones del OIH, han sido muy esporádicas. Las más recientes datan de junio de 2014, en que varios miembros de grupo uzbeco, participaron junto al talibán pakistaní, en el ataque al aeropuerto de la ciudad de Karachi, operación que dejó unos cuarenta muertos. Aunque la acción más difundida en los medios fue el ataque al metro de la ciudad de San Petersburgo, protagonizado por el uzbeco Akbarzhón Dzhalílov, nacido en Kirguistán y con nacionalidad rusa, que se inmoló en abril de este año matando a15 personas.  

 

Tras las derrotas de Siria e Irak, el terrorismo wahabita articula sus acciones de todos los modos posibles, para no perder vigencia entre los miles de jóvenes musulmanes dispuestos a inmolarse por necesidades espirituales o materiales, ya que sus familias son muy bien retribuidas llegado el caso. Aunque para que esto continúe de esta manera, habrá que seguir con mucho cuidado las purgas políticas que en este preciso momento se ejecutan en Arabia Saudita, quien ha creado, animado y financiado el accionar del terrorismo wahabita, como hasta hoy hemos conocido. 

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. 

En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/189052
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