ZapArte rebelión: el arte de la independencia

11/10/2017
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Foto: Camille Calderón
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En el estado de Chiapas se encuentran algunos de los paisajes más espectaculares de tal vez todo México, desde densas selvas tropicales hasta barrancos verdes de montaña. También es oficialmente el estado más pobre, con uno de los porcentajes más altos de población indígena, dependiendo a menudo de la agricultura de subsistencia a pequeña escala para sobrevivir. Dentro de este increíblemente diverso estado, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) existe desde hace más de 24 años. Principalmente lucha por los derechos de los indígenas, el zapatismo ha tratado de ofrecer un modelo radicalmente diferente de gobernanza descentralizada, colocándose ideológicamente como una alternativa viviente al capitalismo neoliberal dentro de una lucha global.

 

Este movimiento llegó a tener fama internacional el 1 de enero de 1994, con una insurrección a nivel estatal programada para coincidir exactamente con la implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Estados Unidos, México y Canadá. Entre muchas otras condiciones y bajo la presión del gobierno estadounidense de la época, el TLCAN puso fin a los derechos territoriales comunales mantenidos dentro de la constitución mexicana desde la revolución de 1917, afectando a cerca de 25 millones de campesinos. Tras haber perdido la fe en la asistencia oficial y después de años de agravios del gobierno a las comunidades indígenas, los zapatistas miraron, en cambio, a la sublevación y a la organización autónoma como sus únicas opciones que les quedaban. Muchos miles de chiapanecos recobraron la esperanza y la inspiración tras esta acción, cientos de pueblos se declararon "autónomos", libres del gobierno, pero organizados bajo el paraguas en red del "zapatismo".

 

Aunque predominantemente basado en comunidades rurales e indígenas, el zapatismo encuentra su mayor base de apoyo urbano en San Cristóbal, una ciudad colorida y artística, muy visitada por el turismo mochilero.  Las imágenes zapatistas se pueden encontrar en innumerables bares, cafés y tiendas de todo el centro, pero el movimiento mantiene muchas de sus actividades relativamente privadas por muchas razones, incluyendo el hecho de que están técnicamente en conflicto abierto con el gobierno mexicano. Así que es una rara ocasión que ofrezcan un evento de carácter público, como lo encontramos en el caso del segundo festival anual 'CompArte' que tiene lugar en San Cristóbal.

 

 

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Foto: Camille Calderón

 

En cualquier momento durante el festival se puede apreciar una tarta de payasadas sobre los temas de la migración, el teatro desnudo en torno a las construcciones de género o tocando a Norteño, una banda zapatista. Naturalmente, todas las presentaciones del festival son gratuitas, ya que todos están invitados a participar, a compartir y colaborar en el arte del otro. "Contra el capital y sus muros, todas las artes" es el lema promovido por el festival. Hay talleres de arte para niños, pinturas murales gigantes y círculos colectivos de Jarana, muchas expresiones artísticas de varios países de América Latina y Europa.

 

Los cinco primeros días de eventos se llevan a cabo en el CIDECI o Universidad de la Tierra, una universidad independiente que normalmente alberga conferencias regulares zapatistas y la reunión anual del Congreso Nacional Indígena (CNI), organización oficialmente separada pero inextricablemente ligada al movimiento zapatista. En su consejo anual de este mes de mayo, eligieron a María de Jesús Patricio Martínez, sanadora indígena nahua y madre, como su candidata presidencial para las próximas elecciones de 2018. Ellos están dispuestos a afirmar que no es un intento genuino de ganar poder electoral, sino una oportunidad para desafiar el modelo electoral en sí, proponiendo una estructura horizontal de organización entre las comunidades. "No buscamos administrar el poder, queremos desmantelarlo desde dentro… [nosotros] queremos construir una nueva estructura desde abajo". Muchos ven esto como una oportunidad para que los zapatistas y el Congreso Nacional Indígena desafíen a nivel nacional al gobierno, al que ven como la principal fuente de opresión hacia los grupos indígenas en Chiapas y, de hecho, hacia la población más activa de México.

 

 

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Foto: Camille Calderón

 

Aparte de las luchas por los derechos indígenas, ciertamente, ante las violaciones de derechos humanos, las causas actuales son defendidas por el movimiento de justicia social en México.

Durante el festival, muchas imágenes y lemas recuerdan la masacre de 1997 en Acteal, una aldea zapatista en la que murieron 45 personas, entre ellas mujeres embarazadas y sus hijos no nacidos. Aunque se atribuye oficialmente a una aldea vecina, la mayoría en Chiapas cree que esto ha sido un acto orquestado por el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) de la época, en el cual los principales acusados han evitado el juicio después de presentaciones formales ante la Corte Suprema. Otra campaña de dolor en curso en México son los 43 estudiantes 'desaparecidos' de Ayotzinapa, declarados 'desaparecidos' después de una protesta estudiantil en 2014, con grandes diferencias entre investigaciones formales y externas sobre el papel de los servicios de seguridad oficiales en las muertes. Muchos consideran que este evento es emblemático de la corrupción más amplia que existe en México,  que, según ellos, el gobierno oficialmente legitima y que además apoya a los barones del narcotráfico que perpetúan la violencia y el miedo en todo el país.

 

Uno de los momentos que concita atención en el festival es cuando llega la banda denominada Comparsa que comienza su procesión, con múltiples percusionistas, varios acordeones y una compañía de baile espectacular. Una brigada de baile, cantando distribuye folletos impresos con sus letras políticamente cargadas invitando a que todos se unan al canto. Esto parece resumir el espíritu festivo y el desafío colorido frente a una historia trágica y una amenaza muy presente, donde los periodistas son regularmente asesinados y los activistas encarcelados por protestas públicas.

 

Los dos últimos días del festival tienen lugar en Oventic, un pueblo zapatista en las montañas cerca de San Cristóbal, declarado autónomo en 1994 como uno de los cinco principales 'Caracoles' que conforman la estructura regional zapatista en Chiapas. La atmósfera es marcadamente diferente aquí, presentando teatro y música producida predominantemente por personas de comunidades zapatistas indígenas y rurales.

 

Un voluntario zapatista enmascarado subraya el carácter internacional del festival y del movimiento, afirmando que "todos todos zapatistas, dondequiera que se encuentren, en cualquier país donde vivamos, estamos luchando por la Madre Tierra, contra quienes pretenden explotarla para su propio beneficio". Es este tipo de lenguaje el que a menudo ha captado la atención de los movimientos anticapitalistas internacionales, que ven el movimiento zapatista como un ejemplo vivo del eslogan "otro mundo es posible" que fue relevante en 2001 en torno a las protestas de Seattle contra la globalización.

 

Sin embargo, este mismo internacionalismo constituye la base de las críticas al movimiento zapatista. Algunos afirman que ahora es más una imagen mediática que un movimiento que aborda la realidad de los retos que enfrentan los pueblos de Chiapas. Un estado que se ha vuelto igualmente famoso por el Zapatourism en el que los turistas pueden comprar artesanales recuerdos zapatistas para “apoyar la lucha”.

 

 

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Foto: Camille Calderón

 

Al hablar con los que viven en algunos de los pueblos zapatistas más alejados, la vida cotidiana de la "lucha" está muy lejos de la vibrante semana de arte experimentada por los visitantes durante la duración del festival. En mayo de 2017, el pueblo de Cruzton fue atacado a bala durante varias horas, resultando asesinado un miembro de la comunidad.  Al igual que Acteal, la comunidad cree que el gobierno inició los ataques como una respuesta a su declaración no violenta de autonomía. Un miembro de la comunidad afirma que "nos atacan porque saben [que el movimiento zapatista] es un nuevo amanecer, que desde 1994 el pueblo fue despertando". El ataque recibió casi cero cobertura fuera de los canales zapatistas. [4]

 

Sin embargo, hay un agudo recuerdo de esta represión en Chiapas y, veinticuatro años después de la inicial declaración de autonomía, todavía parece haber una creencia generalizada en las perspectivas del zapatismo para alcanzar un mejor modo de vida. Para vivir por sus ideales, las comunidades zapatistas han sacrificado muchos beneficios financieros que han sido frecuentemente ofrecidos por el gobierno en los últimos años, como una forma de soborno y cooptación. Así es como lo ven muchos en las comunidades.

 

Indudablemente el movimiento zapatista es un símbolo internacional, que logra atraer a una impresionante variedad de visitantes y artistas para el festival CompArte. Es un testimonio de cómo las acciones de un grupo, en una región en particular, pueden tener un impacto global de gran alcance, sirviendo para inspirar a artistas, pensadores y movimientos sociales a nivel internacional. Esta idea de la publicidad internacional parece servir a los zapatistas como una especie de mecanismo de defensa para mantener la conciencia de las comunidades rurales que están en riesgo diario de ataque. Las comunidades que todavía buscan vivir de manera autónoma, funcionan con sistemas escolares independientes, cooperativas de trabajadores y el cultivo comunal de tierras. Los sistemas de organización pretenden descentralizar el poder en cada oportunidad y tienen una creencia profundamente arraigada en la comunidad que trabaja colectivamente como la guardiana de la tierra, arraigada en una historia compartida del cultivo del maíz que se remonta a incontables generaciones. Creencias aparentemente simples, firmemente arraigadas en la tradición ancestral, parecen ofrecer una oposición "radical" y "peligrosa" a la idea de un sistema de comercio global que dependa del acceso ilimitado a la tierra y al trabajo. Creencias aparentemente sencillas que valen la pena compartir a través del arte, la música y el teatro que buscan llegar a nivel internacional a aquellos que apuestan por la posibilidad de otro mundo para todos, construido juntos y desde abajo.

 

Todas las palabras de Josef Dobraszczyk. Todas las fotos de Camille Calderón

 

Notas

 

[1] http://mexicosolidarity.org/programs/alternativeeconomy/zapatismo/en

 

[2] https://intercontinentalcry.org/dismantling-power-zapatista-indigenous-presidential-candidates-vision-transform-mexico/

 

[3] https://www.theatlantic.com/international/archive/2016/04/ayotzinapa-report/479682/

 

[4] http://radiozapatista.org/?p=21877

 

https://www.alainet.org/es/articulo/188534
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