Convergencia de voluntades y esfuerzos

22/09/2017
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  • Opinión
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Foto: RT
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A las víctimas fatales y los damnificados por los sismos del 7 y 19 de septiembre; a Víctor Martínez Olivé 22 años después.

 

La herencia más nociva del modelo económico dominante en los últimos 35 años y su envoltura ideológica no se localiza en el desmantelamiento del Estado y el remate de los bienes nacionales, en una suerte de subasta con los dados cargados a favor de los socios del presidente en turno, desde Miguel de la Madrid hasta Enrique Peña.

 

No. Se localiza en la destrucción de los profundos, extendidos y antiguos lazos comunitarios y de solidaridad entretejidos por muchas generaciones de la sociedad para dar paso al individualismo más atroz, incluso frente a la familia y los amigos –el escalón más alto de la relación humana–, en aras de la competencia económica y la ganancia fácil así sea ilícita, lo que abrió paso a la mezquindad y la descomposición social que experimenta el país en forma alarmante y que hicieron de la vida humana –proceso irrepetible y por ello el más valioso–, algo intrascendente.

 

El sismo del 19 de septiembre en la capital del país sobre todo, pero también Puebla y Morelos (Jojutla) desató energías de la sociedad civil no vistas justamente hace 32 años durante el sismo de 8.1 grados en la escala de Richter, frente a un gobierno “encabezado” por De la Madrid Hurtado que se pasmó por la devastación y ante la que sólo atinó a sacar al Ejército a las calles para tareas de vigilancia. El hecho de que la cifra de muertos fluctúe entre 5 mil (Ramón Aguirre Velázquez, jefe del Departamento del Distrito Federal) y 40 mil (Servicio Sismológico Nacional, Milenio, 21-IX), dan cuenta de la incompetencia presidencial que fue sustituida por una sociedad civil que emergió como nunca y permitió rescatar de los escombros a 4 mil mexicanos con vida.

 

Nada que ver, por fortuna, los trágicos saldos de 1985 con los de 2017, en buena medida por las previsiones impulsadas por las autoridades y el aprendizaje ciudadano; también porque a pesar de las prácticas corruptas del ilimitado auge inmobiliario fueron respetadas las normas en cuanto a seguridad y solidez de las construcciones. Asimismo porque la Ciudad de México cuenta en su haber con una mayor y más experimentada organización independiente de la sociedad para solidarizarse con sus integrantes en desgracia y mejor capacidad para afrontar los daños de los terremotos.

 

Las evidencias muestran una multiplicación de las tareas de ayuda, salvamento, curación y abasto en una concertación de voluntades y esfuerzos con las autoridades capitalinas y federales, destacadamente el Ejército, la Marina y la Policía Federal. Y esto nada tiene que ver con “militarizar” el auxilio gubernamental obligatorio y el ciudadano que se da por decisión voluntaria.

 

Organismos no gubernamentales, institutos políticos, dependencias públicas y empresas privadas confluyen en un formidable esfuerzo colectivo que pasa por el salvamento de vidas, la atención de los heridos, la recuperación de los cuerpos de los fallecidos y el auxilio a los damnificados. ¡Extraordinario! Mas por supuesto que no exento del afán de maquillar la imagen y los negocios, por ejemplo, de Ricardo Salinas Pliego y Olegario Vázquez Raña, enriquecidos al amparo del poder público.

 

Ante la emergencia de salvar vidas, curar a los heridos y proteger a damnificados que todo lo perdieron, las visiones políticas y proyectos partidistas pasan a un segundo plano, por supuesto que las enormes diferencias no se cancelan, sino que se dirimen en otros espacios, formas y momentos.

 

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