La complejidad del racismo en Guatemala desde el dispositivo sexo-raza

02/08/2017
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El racismo genera un sistema de violencias tanto subjetivas como estructurales. Después de casi medio milenio, este sistema permanece vigente a través de la implantación de un orden colonial que estratifica violenta y jerárquicamente los cuerpos en Guatemala. Seguimos a Judith Butler cuando menciona que el sujeto se constituye, o al menos en parte, por la violencia. En este sentido, nuestras subjetividades se producen, también en parte, mediante el racismo. Las violencias estructurales subjetivan de diversos modos dependiendo de la racialización y generización de los sujetos; de ahí que mujeres, indios y negros, identificados así por el dispositivo colonial, sean los más expuestos a la precarización y a la vulnerabilidad.

 

Es importante recordar que el racismo no opera solo. Se articula con otros dispositivos de producción de subjetividades como el heteropatriarcado y el capitalismo. El enmarañamiento de estos dispositivos ha sido fundamental para la consolidación del colonialismo, sistema que perdura hasta la actualidad a través de la diferenciación sustancialista de los cuerpos.

 

En las últimas semanas, se ha hablado sobre racismo y “racismo al revés” en referencia a la portada de la revista Look Magazine y de la denuncia de CODISRA contra María Chula en medios como la prensa, las redes sociales y en la cotidianidad en la que fluyen las conversaciones. Algunas de estas intervenciones han intentado profundizar sobre la complejidad del racismo. Sin embargo, otras son superficiales, violentas y poco o nada argumentadas. Muchas de estas opiniones sobre los dos casos que llamaron la atención últimamente, no alcanzan a analizar lo complejo de estos problemas; o en algunos casos, se limitan a la perspectiva identitaria. La mayoría de estas se han centrado en la dimensión lingüística del racismo reproduciendo la lógica simplista de la corrección política. Cabe resaltar el impacto innegable e inmediato que el racismo –en sus múltiples modos de agenciar– tiene en la subjetividad sobre quien se ejerce al remover costras de siglos de herida colonial y rememorar violencias ancestrales y presentes. Recordemos el agenciamiento del racismo en la historia reciente del país conduciendo al genocidio y al actual capitalismo extractivo que se sostiene, material y simbólicamente, a través de la acumulación por despojos.

 

Curiosamente estos casos se han concentrado, además, en la función social de la feminidad, sea esta racializada o dominante. La historia del uso de los cuerpos está poblada de violencias sobre cuerpos tanto racializados como generizados. En este sentido, estos dos casos dan cuenta, no solo de la violencia racial, sino también de la violencia machista en el uso y abuso diferenciado de cuerpos de mujeres que han sido históricamente racializadas y expropiadas.

 

Para algunos estudiosos, la categoría de la raza es muy real, posee mucha materialidad, mientras que para otros también es una ficción política. En nuestro caso, seguimos a Donna Haraway cuando postula que al igual que “la naturaleza, la raza es el tipo de categoría sobre el que nadie permanece neutral, indemne, ni con seguridad sobre dónde pisa, si es que hay dónde pisar”. Y en el sentido en que esta articulación sexo-raza-naturaleza posee la capacidad de producción semiótico-material, consideramos que la subjetividad racializada y generizada responde a una producción performativa y biopolítica. Es decir, que las concepciones que se han construido sobre la naturaleza son similares a las que se han construido sobre la raza y el sexo. Se ha producido un ordenamiento entre cultura y naturaleza. El sexo y la raza parecieran pertenecer al orden natural mientras que el género y la etnia al cultural. Sin embargo, al pensar que la naturaleza responde a un conjunto de tecnologías que regulan la producción de sí, la raza y el sexo también son regulados por tecnologías que los producen como verdades legitimadas por esta concepción de naturaleza. En este sentido, las categorías naturaleza, sexo y raza parecen carecer de una ontología “pura”; sin embargo, se sostienen por su capacidad de generar sujetos jerárquicamente diferenciados.

 

Hay quienes afirman que el racismo opera diferencialmente dependiendo del grupo social que lo ejerce. Sin embargo, recordemos que es un dispositivo en el que las subjetividades y los deseos parecen estar constituidos por los modos en que este opera y hace operar. Consideramos que el orden colonial, al generar un mundo de sensibilidad, se sostiene a través de una demanda de pertenencia a este mundo. Y a partir de ahí, se hacen efectivas las ideas de mejoramiento racial y blanqueamiento en la historia pasada y presente de Guatemala.

 

Nuestra experiencia en Jutiapa, Quetzaltenango y Guatemala, tres departamentos en donde desde hace varios años investigamos la articulación del racismo y la sexualidad en el ámbito educativo, nos ha mostrado con frecuencia la diseminación del multiculturalismo que presenta el racismo como una patología que demanda una cura inmediata. Es decir, busca una especie de mundo inmediato post racial y post género, logrado por la mera inoculación de conciencia multicultural. En este sentido, el racismo se simplifica en medidas que apuntan a la corrección política y al ámbito punitivo, erigiéndose así una autoridad moral que distingue a racistas y no racistas dentro de la lógica binaria de pecadores y redimidos. Este ideal de cura, orientado a un mundo inmediato post racial y post género, reproduce la metafísica de identificación y de construcción de esencias identitarias neutralizando siglos de luchas indígenas, campesinas y de mujeres que han estado socavando permanentemente ese orden colonial.

 

Nuestra investigación permite decir que el deseo por la blancura, como capital simbólico, deviene ideal regulatorio que dirige el deseo, el afecto, la presentación de sí mismo y la reproducción racializada-generizada-capacitista de la especie humana. Todo esto pareciera darse a partir de complejos procesos de subjetivación en los que las personas se esfuerzan por corresponder con el ideal de blanqueamiento de la piel, del saber y de la emotividad; produciendo prácticas, arquitecturas, cuerpos, ciudades, barrios, condominios, artes, saberes…, en un solo sintagma, “modos de vida” profilácticos.

 

Sin intenciones de concluir, invitamos a acercarse a los estudios sobre racismo a nivel local y global, teniendo en cuenta que el racismo es un sistema-mundo, no exclusivo de un país. Proponemos aproximarse a la colección que AVANCSO ha publicado desde hace varios años en donde se analiza el racismo en Guatemala. Este acercamiento podría permitir una visión amplia de lo complejo del racismo articulado con otros sistemas de opresión. Con esto lo que intentamos es participar en el debate, sin llegar a callejones sin salida, sin generar nuevas dicotomías sustancialistas ni reproducir la lógica de extremos absolutos.

 

Guatemala, julio del 2017.

 

 

- Área de Estudios sobre Imaginarios Sociales - AVANCSO

 

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