La elección del Estado de México: ¿el Waterloo del PRI?

02/05/2017
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Desde que Carlos Riva Palacio tomara las riendas del Estado de México en 1929, la maquinaria priísta en la entidad ni siquiera había llegado a sentir la amenaza de una derrota electoral, hasta hoy. A escasas semanas de los comicios, la contienda se ha cerrado entre el priísta Alfredo Del Mazo III y la morenista Delfina Gómez, lo cual parece delatar los ánimos sociales de cara a la sucesión presidencial de 2018.

 

Del Mazo: la corrupción y clasismo del Grupo Atlacomulco.

 

En un proceso interno marcado por su rispidez, EPN logró arrebatarle al siempre suspirante presidencial Eruviel Ávila la candidatura más importante para el PRI después de la Presidencial: la del EdoMéx. Sin embargo, en el pecado llevó implícita la penitencia: el ungido, Alfredo Del Mazo III, carga consigo la negra sombra de su primo, el primer priísta del país.

 

Pero hablando específicamente de las condiciones del personaje, Del Mazo III no posee grandes atributos que lo conviertan en un candidato altamente rentable. Su aspecto físico, una de sus mayores virtudes en la era de las campañas - producto, remite inmediatamente al controvertido ocupante de Los Pinos, cuyos escándalos de corrupción e impunidad lo tienen con los índices de popularidad más bajos que cualquier mandatario haya registrado en más de 20 años. Pero no sólo es el peinado y los rasgos, también el comúnmente conocido pedigrí: en un estado sumergido en la pobreza, violencia y corrupción, pertenecer en línea directa al grupo de potentados responsables de la actual tragedia no parece un hecho digno de presumirse.

 

Incluso, más allá de cualquier medición, se nota a leguas que el priísta sencillamente no logra conectar porque su figura irradia desprecio clasista en lugar de emociones positivas con las cuales puedan sentirse representados al menos aspiracionalmente sus electores, caso que recuerda la campaña presidencial de Francisco Labastida en 2000. Como señaló entre líneas y de forma irónica Sabina Berman (El Universal, 9/04/2017), el equipo de Del Mazo III demuestra un marcado acento clasista al intentar responder al descrédito que arrastra por ser un júnior de la política. Su mismo slogan así lo demuestra pues lanzar una frase alusiva al machismo como “Fuerte y con todo” en la entidad que presenta más casos de feminicidios a nivel nacional podría considerarse hasta un despropósito.

 

En contraparte, su mayor fortaleza está en la estructura. Si hay un lugar en el país donde la maquinaría política del PRI es fuerte y aceitada es el Estado de México, hecho reconocido por el propio Del Mazo III al llamar al PRI mexiquense “el mejor PRI de todo el país”. Lo es porque al control cuasi monopólico de la estructura por el Grupo Atlacomulco se suman un ejército de operadores de tierra, el acceso pleno a los programas sociales y el dominio de un sinfín de marrulerías y artimañas electorales. Además, por supuesto, del incondicional respaldo del gobierno federal que en semanas recientes no ha parado de entregar dádivas, anunciar programas y presumir logros de gobierno haciendo uso descarado del presupuesto público.

 

Sin embargo, incluso en su mayor fuerte existen notables muestras de resquebrajamiento. A diferencia de otros procesos internos de alta complejidad, en el actual parece que ya con la campaña en marcha la cicatrización no ha tenido lugar. Muestra de ello son las constantes pugnas al interior de la campaña para hacerse de su control, principalmente entre los grupos liderados por Luis Videgaray y Eruviel Ávila que ha provocado cambios en todas las áreas, siendo el más notable la salida de Enrique Jacob de la coordinación general (La Política Online México, 21/03/2017).

 

Delfina: entre la esperanza del cambio y los errores de comunicación

 

En el otro lado (literal) de la contienda está la candidata de Morena, Delfina Gómez. Contrario a lo que muchos analistas han afirmado, el gran crecimiento que ha mostrado no se debe exclusivamente al arrastre de Andrés Manuel López Obrador, ni siquiera a la actual condición adversa por la que atraviesa la entidad. Aceptar la anterior aseveración implicaría quitarle méritos al perfil de la ex alcaldesa de Texcoco, cuyas virtudes se multiplican por el simple hecho de compararse frontalmente con el júnior priísta.

 

En mi opinión, Delfina ha logrado crecer porque su historia de vida (hija de un albañil que no ha utilizado los cargos públicos para enriquecerse pues sigue habitando la misma casa humilde de toda la vida) logra generar entre la ciudadanía un sentimiento de pertenencia e identificación. Ella no es una política más, es como nosotros, una de los nuestros, que es el mensaje intrínseco que ha explotado su equipo de campaña al difundir su historia, se complementa con una personalidad que irradia simpatía, sencillez y ternura. Ver a Delfina pararse en un templete y sonreír incrédulamente ante cientos de personas que se congregan a aplaudirla durante sus actos de campaña hace recordar a la maestra bonachona y dedicada que todos tuvimos en algún momento de nuestras vidas, con toda la carga afectiva que ello implica. Su personalidad política la resume Héctor de Mauleón al afirmar que el principal atractivo de Delfina es el calor de sus palabras, sus ganas de cambiar las cosas y la forma en que da voz a los olvidados, todo condensado cuando le preguntaron su opinión sobre las burlas que ha hecho Felipe Calderón a su manera de hablar: “No me sorprende. La priísta Carolina Monroy dijo alguna vez que ni siquiera conocía mi voz. Y eso que fui diputada y subí varias veces a tribuna. Así son ellos. Siempre nos han despreciado. Si no oyeron mi voz siendo diputada ¿cree usted que oyen las voces de los ciudadanos? Esas voces les parecen algo de lo que se pueden burlar.” (El Universal, 01/05/2017).

 

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para la morenista que al no ser política profesional ha sufrido con la comunicación. Por ejemplo, sus discursos después de algunas frases de acercamiento se vuelven sosos y vagos, perdiendo espacios inmejorables para emocionar a los asistentes y convertirlos en voluntarios activos de su campaña.

 

Otro de los aspectos básicos que demuestran yerros comunicativos es su slogan “La esperanza se vota”, pues en un país con una cultura democrática tan poco arraigada la palabra votar puede asociarse más con desechar que con elegir. Es decir, al no pensar en el receptor del mensaje, la campaña podría estar comunicando a no pocos sectores sociales “La esperanza se desecha”. Además, en los dos debates se ha carecido de firmeza y preparación (comenzando con su imagen) para responder señalamientos, fijar posicionamientos o explicar claramente propuestas de campaña. En otras palabras, no ha tenido reflejos políticos para encarar escenarios conflictivos ni explotar las vulnerabilidades de sus contrincantes.

 

Y pese a todo, su principal problema está en la estructura del partido. Al ser uno de reciente creación, Morena no cuenta con la estructura suficiente en los puntos estratégicos del estado que le permitan traducir los resultados positivos de las encuestas en votos. Como lo señala Francisco Ortiz Pinchetti (Sin Embargo, 28/04/2017), las recientes “fotografías instantáneas” sobre preferencias electorales son reflejo de una intención momentánea, pero de ninguna manera pueden traducirse en votos reales, con todo y que las tendencias le favorecen. Sin estructura adecuada, es muy probable que se termine imponiendo la estrategia del PRI: dividir al voto de castigo e impulsar el abstencionismo. (Cursivas en original).

 

¿El Waterloo del PRI?

 

Pese a lo complejo que pueda resultar el razonamiento, en política se puede ganar perdiendo o perder ganando, caso de la elección del Estado de México. Parafraseando a Oscar González, candidato del PT a esa gubernatura, existen muchos intereses puestos en estos comicios que en casi todos los escenarios ponen a los mexiquenses en segundo lugar: EPN necesita ganar para conservar todo viso de poder de cara a su sucesión; Eruviel busca mantener sus aspiraciones presidenciales entregando el único triunfo que realmente importa a Los Pinos; los presidenciales del PAN Ricardo Anaya, Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle juegan en varias bandas tratando de minar a sus adversarios internos mientras ganan terreno para sí; López Obrador aprovecha los promocionales y giras también para promoverse de cara a 2018… Pero si bien todos están involucrados, no todos se juegan lo mismo.

 

Para el PRI la elección será una encrucijada. Si pierde el más importante de sus bastiones históricos es muy probable que se dé una desbandada en favor de AMLO y lleguen tan debilitados a la sucesión presidencial que ni siquiera les alcance para sentarse a negociar las condiciones de su hasta hoy previsible derrota presidencial. Pero si apoyados en el dinero y toda la marrullería electoral que los ha caracterizado durante décadas logran arrebatar el triunfo, la credibilidad de las instituciones político electorales quedarían tan dañadas que llegaríamos a la sucesión sin árbitro, hecho que no necesariamente les favorece.

Un escenario en el cual perderían ganando.

 

En el otro extremo está Morena y Delfina Gómez. Aunque sus primeros lugares en los sondeos no se traduzcan al final en votos o el PRI se termine imponiendo con marrullerías, el simple hecho de cerrar la contienda debe representar una victoria táctica al estilo Veracruz con Cuitláhuac García, porque servirá al partido para posicionar temas y avanzar en la conformación de la estructura de la que hoy carece.

 

Es decir, ganar perdiendo.

https://www.alainet.org/es/articulo/185204
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