Cuando ALAI daba sus primeros pasos…

27/04/2017
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Agradezco mucho a los compañeros de ALAI por esta iniciativa de recordar el 40 aniversario de la creación de la Agencia Latinoamericana de Información, y también porque me obligó a ordenar un poco los recuerdos de hace cuatro décadas, a pensar y analizar cómo Montreal -ciudad relativamente pequeña en esos tiempos y que ni siquiera es capital de la provincia de Quebec-, llegó a ser a partir de los 70 una importante caja de resonancia regional de los movimientos contra la guerra en Vietnam, contra la dictadura de los Duvalier en Haití, contra el golpe de Estado en Chile, y contra las dictaduras que pululaban en toda Suramérica, y luego sede de redes de solidaridad con las luchas de los pueblos de Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Honduras.

 

Linda casualidad, porque mientras esto escribo me llegó el artículo de Manuel Yepe, LA GUERRA DE VIETNAM Y LOS ESTADOUNIDENSES, donde habla precisamente de la fuerte movilización en Estados Unidos para poner fin a esa guerra imperialista, y menciona a Jane Fonda, y sonrío porque minutos antes, recordando uno de los actos contra la guerra imperialista en Vietnam en un auditorio de la Universidad de Quebec en Montreal donde había numerosos jóvenes desertores estadounidenses, me veo dándole la mano a la oradora Jane Fonda al final del acto y (como periodista al fin) fotografiándola junto a mi “hermano” vietnamita Quy Vinh Duong, uno de esos infatigables luchadores por la paz que tanto contribuyeron a que Vietnam ganara en América del Norte la principal batalla política de esa infame guerra imperialista.

 

¿Qué “química” socio-política puede explicar que Montreal haya sido tan relevante en cuestiones de solidaridad internacional en ese período? ¿Qué había en esa ciudad que interesara a agencias de prensa que se dirigían hacia Latinoamérica? Me pregunto esto para responder a la creación de ALAI en 1977 (la de Prensa Latina Canadá en 1975 la conozco muy bien, junto al cofundador y amigo Bob Rutka), y de la corresponsalía de IPS en 1979.

 

En 1977 la oficinita que Bob y yo teníamos en Prensa Latina Canadá se encontraba en el edificio del 1010 de la avenida Saint-Catherine Oeste, y la de la recién nacida ALAI estaba en el 1224 de la misma avenida, si mal no recuerdo.

 

Tampoco recuerdo, e hice esfuerzos, cuándo y cómo me enteré de la existencia de ALAI, pero un día en 1977 encontré y conocí al periodista uruguayo Gustavo Dans (uno de los co-fundadores), y fui a visitar la oficina de ALAI, donde vi al (entonces muy joven) investigador ecuatoriano Osvaldo León, y a una muy joven periodista Sally Burch, todos ellos rodeados de pilas de folders, de periódicos y boletines (news-letters, como se los llamaba en esa poca), de papeles, la materia prima de los periodistas en esa época.

 

Recuerdo que varias veces intercambiamos información, y que el 13 de febrero de 1980, gracias a los contactos que el periodista salvadoreño Víctor Regalado había hecho en El Salvador, hicimos conjuntamente dos entrevistas telefónicas con Monseñor Oscar Arnulfo Romero (http://www.alainet.org/es/active/63770): la primera quedó registrada en la publicación de ALAI y de la segunda, el 23 de marzo y pocas horas antes de que lo asesinaran, desgraciadamente solo quedaron referencias, pero no una copia dura.

 

Montreal, “ciudad abierta”

 

No voy a entrar en la historia de Quebec, de la “revolución tranquila” que puso fin a la “gran tiniebla”, el sistema de control social cuasi-teocrático de la Iglesia católica y los conservadores, y que también puso en tela de juicio el poder económico de la minoría angloparlante. Tampoco de la Expo-67 que tanto influyó en la sociedad montrealense ni de la sensación de “liberación” que se sentía en 1970 cuando llegué a Montreal. No, pero todo eso – y el hecho de que en 1977 era primer ministro de Quebec el ex corresponsal de guerra y excelente periodista René Lévesque, quien había educado a muchos quebequenses con sus análisis de problemas internacionales o domésticos en su programa de TV “Point de Mire”, y que escribía en el Journal Le Jour (publicado entre 1974 y agosto de 1976), el único periódico de Norteamérica que recibía el servicio de PL, puede explicar esa “química” socio-política que se produjo esencialmente en Montreal.

 

 Es cierto que Montreal era ya una ciudad cosmopolita, con algunos excelentes periodistas conocedores de la realidad latinoamericana y caribeña, que a veces nos pedían los cables de Prensa Latina y que sin duda se beneficiaron con el nacimiento de ALAI , como el gran amigo Clément Trudel de Le Devoir y el valiente Pierre St-Germain de La Presse, entre otros más.

 

Montreal, ciudad donde históricamente han cohabitado angloparlantes y francoparlantes, era también la caja de resonancia de la “cuestión nacional”, de la lucha entre el independentismo quebequense y el federalismo canadiense, como demostró la crisis de octubre de 1970 creada por las acciones violentas del Frente de Liberación de Quebec y la excesiva reacción del gobierno de Ottawa, con la ocupación militar de la ciudad.

 

En los 70 estábamos, asimismo, en el último pico histórico de la lucha de clases en América del Norte, y en Montreal existían las tres centrales sindicales de Quebec (FTQ, CEQ y CSN) con una importante capacidad de movilización y audaces dirigentes. Uno de ellos, Michel Chartrand, jugó un papel esencial en la creación y apoyo de los movimientos de solidaridad con los pueblos de NuestrAmérica.

 

Fue en respuesta al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, lo recuerdo muy bien, que Michel Chartrand nos reunió en la sede del Consejo Central de la CSN para organizar la solidaridad con el pueblo chileno, y ahí estábamos algunos suramericanos, haitianos y quebequenses de diferentes grupos, entre ellos algunos de los primeros religiosos –curas y monjas- que habían logrado salir y evitar una muerte segura. Fue ahí donde este marxista irreductible comenzó una larga y magnífica relación de amistad y de trabajo solidario con esos cristianos -curas y monjas- quebequenses que habían estado en la vanguardia de la Teología de la Liberación en Chile y que retornaban a Quebec.

 

En efecto, el golpe de Estado contra el Presidente Salvador Allende y más tarde las luchas revolucionarias en Centroamérica, permitieron que salieran a la luz los “nichos” de curas y monjas (y algunos obispos) que por su estrecha relación con Latinoamérica habían adoptado la Teología de la Liberación dentro de la Iglesia Católica y algunas de sus organizaciones, como Desarrollo y Paz, lo que ya en septiembre de 1973 había hecho posible construir en pocos días el movimiento de solidaridad con el pueblo chileno, socorrer a muchos compañeros de todas las fuerzas de izquierda para sacarlos de Chile, y lanzar una potente denuncia de la dictadura de Augusto Pinochet. Y es a partir de ahí que fueron fortalecidos o creados diversos organismos de solidaridad y de apoyo a las luchas de liberación de los pueblos en NuestrAmérica.

 

Por todo eso me parece que ALAI nace (y se hace posible a largo plazo) cuando las diversas fuerzas de izquierda, siguiendo el ejemplo cubano, comienzan el proceso de descartar o combatir los prejuicios o falsas ortodoxias que separaban a los revolucionarios, reflejando la realidad de que desde hacía tiempo en muchos países combatían juntos marxistas y cristianos, porque compartían la idea central de defender los intereses del pueblo trabajador frente a las dictaduras y el imperialismo.

 

La mudanza de ALAI a Ecuador fue sin duda un acierto porque es en NuestrAmérica donde se ha logrado con éxito esa conjunción de las diferentes fuerzas sociales que componen nuestros pueblos, como los largamente ignorados y empobrecidos pueblos originarios y otras clases o grupos marginados por las realidades económicas y sociales, con proyectos políticos y sociales a veces limitados pero sin duda importantes en la estratégica lucha de reducir la pobreza, fortalecer las sociedades por medio de acciones comunes y programas sociales, y sentar objetivos locales y nacionales emancipadores.

 

Y me parece que ALAI fue logrando convertirse en ese “foro” en el cual participan periodistas, intelectuales, organizaciones sociales, y donde lo importante es presentar hechos, ideas, análisis, opiniones y propuestas sobre cómo defender los intereses legítimos de nuestros pueblos frente al imperialismo y sus lacayos locales, y por supuesto frente a las formas de capitalismo cuyas raíces ocupan la mayor parte del “sector privado” de la economía y dominan vastos terrenos de los aparatos e instituciones estatales. Un foro donde vemos que se busca cómo avanzar social y políticamente hacia objetivos compartidos pero respetando las diferencias, sean culturales, étnicas o de género.

 

En fin, buen aniversario y gracias por haberme hecho pensar y revivir en la memoria a los compañeros y compañeras con quienes compartimos ese pasado, y sigan haciendo camino.

 

- Alberto Rabilotta es periodista argentino-canadiense.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/185106
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