Doce artículos para el debate militante

Ideas para la lucha

20/12/2016
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Este texto reúne 12 artículos publicados en Venezuela en 2004, que he modificados levemente en 2016. Fueron escritos sin un orden predeterminado y he preferido mantener ese orden para facilitar el intercambio con mis primeros lectores. Recomiendo empezar su lectura por el que más les atraiga e ir luego leyendo los restantes. Y, como es imposible desarrollar todas las facetas de una idea en sólo dos páginas, solo una lectura de todo el material permitirá a mis lectoras/es entender plenamente lo expuesto en cada artículo. Lleva una introducción del líder estadounidense Steve Williams y una bibliografía de mis publicaciones acerca de los temas aquí abordados.

 

Índice

 

Introducción. 2

 

[1] ¿Estallidos sociales o revoluciones? El papel del instrumento político... 5

 

[2] No imponer sino convencer. No importa el número sino la calidad de la militancia. 7

 

[3] Ponerse a disposición de los movimientos populares, no suplantarlos. 8

 

[4] ¿Hay que rechazar el centralismo burocrático y practicar solo consenso? 10

 

[5] Las minorías pueden tener la razón. 11

 

[6] Necesidad de articular la izquierda política y la izquierda social. 13

 

[7] Razones del escepticismo popular respecto a la política y a los políticos. 15

 

[8] La izquierda debe evitar que La derecha fije el calendario de sus luchas. 16

 

[9] Respetar las diferencias y flexibilizar la militancia. 18

 

[10] Estrategia para construir la unidad de la izquierda. 19

 

[11] Consultas populares: espacios de convergencia. 21

 

[12] No confundir los deseos con la realidad. Evitar autoengañarse. 23

 

Bibliografía de la autora sobre el tema. 24

 

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Introducción  

 

Por Steve Williams*

 

1. “Ideas para la lucha” deben ser lectura obligada para todas y todos los organizadores, militantes políticos y aspirantes a revolucionarios en estas épocas preocupantes y estimulantes.

 

2. Llamar a la puerta de personas que no conocemos. Facilitar lugares de encuentro donde personas desconocidas se reúnan para compartir sus problemas y encontrar juntas soluciones. Hacer campañas y ponerse de acuerdo con otras personas para realizar acciones con el fin de exigir cambios. Ayudar a las personas a descubrir su propio poder. Evaluar todo este trabajo y hacer todo de nuevo. Éste es el trabajo de un organizador, y eso es el lo que he hecho durante más de 20 años en la ciudad de San Francisco.

 

3. Día y noche he trabajado para reunir a personas de la clase obrera, personas de color, mujeres e inmigrantes con el fin de luchar juntos a favor de su liberación, la liberación de otras personas y de mí mismo. He hecho esto movido por una visión, por un sueño que toda persona puede tener para iluminar el camino hacia la construcción de una alternativa a la tiranía del capitalismo, la supremacía blanca, el heteropatriarcalismo y la política imperial de los Estados Unidos.

 

4. Por el camino, he trabajado con compañeros talentosos y comprometidos, he aprendido de ellos y nuestros esfuerzos han logrado muchas victorias importantes como el logro de transporte público gratis para personas jóvenes, protección laboral para las trabajadoras domésticas, incremento del salario para los beneficiarios de la asistencia social y los trabajadores de bajos salario. Ninguna de estas victorias se logró fácilmente. La oposición luchó contra nosotros constantemente y ganamos sólo porque muchas personas valientes y audaces se decidieron a actuar unidas. Durante las pasadas dos décadas, ha habido similares esfuerzo organizativos que han llevado adelante luchas y logrado éxito en muchos lugares del planeta.

 

5. Es esencial que reconozcamos y celebremos victorias como éstas que fueron hechas realidad por una generación de organizadores/as y militantes políticos/as. Pero los últimos años han demostrado claramente que las peleas locales a favor de la justicia y la rendición de cuentas son solamente una parte pequeña de una pelea vasta y mundial contra el violento ataque neoliberal. Cientos de miles de personas alrededor del mundo han tomado parte en las sublevaciones populares que han cambiado el panorama en que vivimos y luchamos. Desde el Medio Oriente a las calles y las cuadras de Europa, los barrios y poblaciones marginales de América Latina, cada día más personas han encontrado su ubicación legítima en el escenario de la historia. Incluso en el mismo centro imperial de los Estados Unidos, las personas se han tomado las calles y han inspirado a otras alrededor del mundo. Más recientemente, el Movimiento por la vida de los negros/as ha declarado contundentemente que la vida de los negros/as importa. Estas sublevaciones han transformado el paisaje político y han activado una nueva generación de militantes políticos.

 

6. Todos estos desarrollos son bienvenidos y han generado mucha emoción entre aquellos de nosotros que todavía anhelamos un mundo arraigado en la solidaridad, la justicia, y el amor. Pero debemos ser cuidadosos y evitar el triunfalismo, la idea infundada de que nuestro éxito está a la vuelta de la esquina, que el futuro ha sido escrito y que necesariamente nosotros seremos los ganadores. Sean cuales sean nuestras victorias, no podemos dejar de ver que la marea de cambio político se ha estado movilizando rápidamente y despiadadamente contra nosotros en los pasados veinte años. Nuestras derrotas y reveses —demasiado numerosos para hacer una lista en esta introducción breve— han impuesto por todos lados restricciones a la naturaleza de nuestra resistencia. Hemos tenido que luchar no solo contra el ascenso del bloque neoliberal y el derecho reaccionario, sino también contra nuestro propio pesimismo, el pesimismo que la hegemonía capitalista se saborea creando y alimentando.

 

7. No ayuda que, con la derrota de los experimentos socialista del siglo XX, dos generaciones de organizadores y militantes hayan alcanzado la madurez políticamente con pocas opciones alternativas visibles y viables al imperialismo y al neoliberalismo. La lucha contra del enemigo, tan complicada como lo ha sido, no ha sido más difícil que nuestra pelea interna contra la preocupante idea de que lo único que nos queda es una resistencia noble pero sin esperanzas. He pasado demasiadas horas desvelado perseguido por el miedo de que la victoria no sea sino un sueño inalcanzable.

 

8. El peligro de esta noción insidiosa es enorme. Sin una clara convicción de que otro mundo es efectivamente posible, nos resignamos demasiado fácilmente a la idea de que es suficiente “realizar una buena lucha”. Nos eximimos de la responsabilidad de encontrar las maneras de caminar hacia adelante. Perdonamos nuestra propia práctica mezquina y descuidada, de la misma manera como perdonamos a nuestras compañeras y compañeros. Perdemos todo incentivo para realizar una reflexión rigurosa y una evaluación sobre nuestro trabajo. Dejamos de luchar por conseguir la mejor actuación y la excelencia. La duda toma el control: “¿qué sentido tiene lo que hacemos?”

 

9. “Ideas para la lucha” es un antídoto muy necesario contra ese pesimismo. Marta Harnecker insiste en que la victoria es posible, pero sólo si las y los organizadores de los movimientos sociales y las y los militantes políticos afilan el borde revolucionario de su trabajo a través de una reflexión y una evaluación rigurosa. Paulo Freire llamó praxis a esta combinación de teoría y práctica, de aprender y hacer. Argumentó que eso era decisivo para cualquier movimiento revolucionario exitoso. Cuando observó en Pedagogía del oprimido: “La revolución no se consigue con verbalismo ni activismo, sino con praxis, esto es, con la reflexión y la acción dirigida a transformar las estructuras”.

 

10. Demasiado a menudo, las y los organizadores de movimientos y las y los militantes políticos tienen excesiva confianza acerca de los posibles resultados de su trabajo. Prometemos lealtad ciega a concepciones que imaginamos han sido aquellas con las que habrían operado las anteriores generaciones de militantes. Al no ser capaces de captar la naturaleza de las actuales condiciones o de medir nuestros resultados contra nuestros pronósticos, dejamos el aprendizaje y el perfeccionamiento del proceso al azar y debilitamos nuestra capacidad de aprovechar las oportunidades que ofrece esta coyuntura. “Ideas para la lucha” demanda que pongamos el aprendizaje basado en la práctica como centro de nuestra orientación. Es un desafío serio que surge del respeto que Harnecker tiene por las y los activistas de los movimientos, a quienes ve como generadores de nuevas ideas. Demuele las paredes de la torre de marfil y considera a las y los organizadores de los movimientos sociales no solo como activistas sino también como intelectuales.

 

11. Una noción especialmente provocadora que Harnecker rescata de su compromiso con los movimientos en América Latina es la relación entre instrumento político y “protagonismo”, una concepción de la práctica basada en de la democracia que asevera que todas las personas pueden y deber ser protagonistas de su propia historia, construyendo activamente su propio destino y, al mismo tiempo, dando forma al mundo que las rodea junto al resto de las comunidades. El énfasis que pone Harnecker en la exploración del papel de los instrumentos políticos en promover el protagonismo de la gente, nos han impulsado a mí y a muchos de mis compañeros a reexaminar y redefinir tanto nuestra práctica como nuestras nociones de la política y del movimiento político.

 

12. De la misma manera que los mejores de nuestros movimientos, “Ideas para la lucha” sobrepasa los límites nacionales y representa una recopilación de las mejores prácticas y de los experimentos más prometedores de los movimientos sociales alrededor del mundo. Nos ayuda a escapar a un peligroso parroquianismo que puede impedirnos aprovechar la sabiduría que puede encontrarse en la forma en que actúan los activistas de diferentes comunidades. El texto no provee exámenes históricos profundos acerca de dónde y cuándo aparecieron esas ideas o prácticas. En lugar de eso, Harnecker trata de hacer lo más útil posible las “Ideas” para organizadores y militantes de primera línea, sistematizando las experiencias y las lecciones de varios movimientos y presentándolas como un conjunto apremiante y coherente de consideraciones y recomendaciones adecuado a nuestros tiempos. Pero allí se encuentran presentes los gérmenes a partir de los cuales los organizadores y militantes pueden explorar las organizaciones y movimientos que dieron origen a estas ideas.

 

13. En “Ideas para la lucha”, Harnecker responde a las preguntas claves que se han generado durante décadas, incluso durante siglos, de debate, pero lo hace desde nuevos ángulos que nos conducen a considerar nuevas prácticas. Por ejemplo, al enfatizar tanto la importancia del protagonismo popular como la necesidad del liderazgo político, Harnecker empieza a levantar un puente entre las y los militantes que se sienten más identificados con la tradición comunista y aquellos que están en una posición anti-autoritaria o de tendencia anarquista.

 

14. No todas las personas aceptarán todo lo que Harnecker propone. El consenso universal no es su objetivo. En lugar de eso, ofrece ideas claves sobre las características comunes y las necesidades de los movimientos sociales y luego invita a que sean las y los organizadores y militantes —jóvenes y viejos— quienes generen y brinden sus propias valoraciones y recetas creando una interacción entre la acción, la reflexión y el compromiso dentro de cada movimiento y entre ellos. Este tipo de reflexión crítica es esencial si queremos pasar de nuestro trabajo de resistencia en los márgenes a construir un movimiento revolucionario capaz de transformar el mundo en que vivimos.

 

15. Estamos en un punto crítico de la historia. Los riesgos son altos y van en aumento en la grave situación en la que se encuentran las personas y el planeta. Las oportunidades para la liberación socialista están apareciendo como forma de reaccionar ante la barbarie. Harnecker insiste en que la calidad de nuestro trabajo de organización y de construcción de movimientos es importante. La oposición está renovándose y refinándose, mejora constantemente e innova. Nuestro éxito requiere de la excelencia. No es suficiente que nos esforcemos —como Mao una vez advirtió—: “tenemos que atrevernos a ganar.”

 

16. La victoria a esta escala requerirá de muchas ideas para la lucha. Éstas que Marta Harnecker comparte aquí son un gran punto de partida para empezar.

 

17. Espero que “Ideas para la lucha” sea la chispa que permita organizar grupos de lectura y discusión y nuevos experimentos desde abajo en esa línea. Este folleto que está en tus manos (o en tu pantalla) es solamente un punto de partida. Estoy ávido de ver los nuevos medios de comunicación que los movimientos y las organizaciones crearán para hacer llegar sus ideas para la lucha (artículos, libros, canciones, afiches, videos), porque esas ideas, forjadas en el fuego de la práctica y la reflexión colectiva, serán las herramientas con las que construyamos el mundo del mañana, el mundo por el que estamos peleando cada día.

 

*Steve Williams es cofundador y secretario nacional de LeftRoots (www.LeftRoots.net), una organización de los movimientos sociales de izquierda en los Estados Unidos, que desarrolla una estrategia para la liberación socialista que crece y se fortalece a partir de las luchas más avanzadas.

 

 [1] ¿Estallidos sociales o revoluciones? El papel del instrumento político

 

1. Los recientes y menos recientes estallidos sociales que se han producido en América latina y el mundo—, han demostrado fehacientemente que no basta la iniciativa creadora de las masas para lograr la victoria sobre el régimen imperante.

 

2. Masas urbanas y campesinas empobrecidas se han sublevado y sin una conducción definida se han tomado carreteras, pueblos, barrios, han asaltado centros de abastecimiento, han logrado tomar parlamentos, pero, a pesar de haber logrado la movilización de cientos de miles de personas, ni su masividad ni su combatividad permitieron pasar de los estallidos sociales a la revolución . Han logrado derribar presidentes, pero no han sido capaces de conquistar el poder para iniciar un proceso de transformaciones sociales profundas.

 

3. La historia de las revoluciones triunfantes, por el contrario, ratifica en forma porfiada lo que se puede lograr cuando existe un instrumento político capaz, en primer lugar, de levantar un programa alternativo de carácter nacional que permita canalizar la lucha de los diversos actores sociales hacia un objetivo común; que ayude a articularlos entre sí y que sea capaz de promover la elaboración de los pasos a seguir de acuerdo a un análisis de la correlación de fuerzas existente. Solo así se podrán lanzar las acciones en el momento y el lugar más oportuno, buscando siempre el eslabón más débil de la cadena enemiga.

 

4. Esta instancia política es como el pistón en una locomotora, que empuja hacia el motor el vapor contenido en la caldera en el momento decisivo haciendo que se convierta en fuerza impulsora, evitando así que se desperdicie. Por supuesto que, como dice Trotsky, lo que mueve las cosas no es el pistón o la caldera, sino el vapor.

 

5. Para que la acción política sea eficaz, para que las actividades de protesta, de resistencia y de lucha logren cambiar realmente las cosas, para que los estallidos sociales desemboquen en revoluciones, para que las revoluciones se consoliden, se requiere una instancia política que ayude a superar la dispersión y atomización del pueblo explotado y oprimido creando espacios de encuentro para aquellos que tienen diferencias pero luchan contra un enemigo común; que sea capaz de potenciar las luchas existentes y promover otras orientando las acciones en base a un análisis de la totalidad de la dinámica política; que sirva de instrumento articulador de las múltiples expresiones de resistencia y de lucha.

 

6. Reconocemos que el terreno no es fértil para escuchar estas ideas. Hay muchos que no aceptan siquiera discutirlas. Y adoptan esta actitud porque las asocian a las prácticas políticas antidemocráticas, autoritarias, burocráticas, manipuladoras que han caracterizado a muchos partidos de izquierda.

 

7. Yo creo que es fundamental superar este bloqueo subjetivo y entender que cuando hablo de un instrumento político, no se trata de cualquier instrumento político. Se trata de un instrumento político adecuado a los nuevos tiempos; un instrumento que tenemos que construir entre todos.

 

8. Pero para crear o remodelar el nuevo instrumento político hay que cambiar primero la cultura política de la izquierda y su visión de la política. Esta no puede reducirse a las disputas políticas institucionales por el control del parlamento, de los gobiernos locales; por ganar un proyecto de ley o unas elecciones. En esta forma de concebir la política, los sectores populares y sus luchas son los grandes ignorados. La política tampoco puede limitarse al arte de lo posible.

 

9. Para la izquierda la política debe ser el arte de hacer posible lo imposible. Y no se trata de una declaración voluntarista. Se trata de entender la política como el arte de construir fuerza social y política capaz de cambiar la correlación de fuerzas a favor del movimiento popular de tal modo de poder hacer posible en el futuro lo que hoy aparece como imposible.

 

10. Hay que pensar la política como el arte de construir fuerzas. Hay que superar el antiguo y arraigado error de pretender construir fuerza política sin construir fuerza social.

 

11. Por desgracia, entre nuestros militantes hay todavía mucha verborrea revolucionaria; mucho radicalismo en los pronunciamientos. Estoy convencida de que la única forma de poder radicalizar las cosas es mediante la construcción de fuerzas. A los que se llenan la boca de exigencias de radicalización hay que preguntarles: ¿qué están haciendo ustedes por construir la fuerza social y política que permita hacer avanzar el proceso?

 

12 Pero esta construcción de fuerzas no se produce espontáneamente, espontáneamente. Así solo se producen los estallidos sociales. Se requiere de un instrumento político capaz de construir conscientemente las fuerzas que se requieren.

 

13. Y yo imagino este instrumento político como una organización capaz de levantar un proyecto nacional que permita aglutinar y sirva de brújula a todos los sectores que se oponen al neoliberalismo. Como una instancia volcada hacia la sociedad, que respete la autonomía de los movimientos sociales y renuncie a manipularlos, y cuyos militantes y dirigentes sean verdaderos pedagogos populares, capaces de potenciar toda la sabiduría que existe en el pueblo —tanto la que proviene de sus tradiciones culturales y de lucha, como la que adquiere en su diario bregar por la subsistencia— a través de la fusión de estos conocimientos con los más globales que la organización política pueda aportar. Como una instancia orientadora y articuladora al servicio de los movimientos sociales.◄

 

[2] No imponer sino convencer. No importa el número sino la calidad de la militancia

 

1. Los movimientos populares y, en general, los diferentes actores sociales que hoy están en las principales trincheras de lucha por construir una sociedad alternativa a la sociedad capitalista tanto a nivel internacional como en sus propios países rechazan, con razón, las conductas hegemonistas. No aceptan que se intente imponer en forma autoritaria la dirección desde arriba; que se pretenda conducir al movimiento por órdenes por muy correctas que éstas sean.

 

2. Una actitud hegemonista, en lugar de sumar fuerzas produce el efecto contrario. Por una parte, crea malestar en las otras organizaciones: éstas se sienten manipuladas y obligadas a aceptar decisiones en las que no han tenido participación alguna, y por otra, reduce el campo de los aliados, ya que una organización que asume una posición de este tipo es incapaz de captar los reales intereses de todos los sectores populares y crea en muchos de ellos desconfianza y escepticismo.

 

3. Pero luchar contra el hegemonismo no significa renunciar a luchar por ganar la hegemonía que no es otra cosa que tratar de conquistar, de persuadir a los demás de lo correcto de nuestros criterios y de lo válidas que son nuestras propuestas.

 

4. Para ganar la hegemonía no se requiere inicialmente ser muchos. Hay ejemplos históricos que demuestran que un pequeño grupo con ideas claras, que analiza correctamente la correlación de fuerzas en pugna, que elabora una estrategia y una táctica correcta, y está dotado de una gran pasión y decisión por poner sus ideas en práctica, puede transformarse en corto plazo en un gran movimiento que mueve a miles de miles de personas.

 

5. Más importante que crear un poderoso partido con un gran número de militantes es levantar un proyecto político que refleje las aspiraciones más sentidas del pueblo y, por eso mismo, conquiste su mente y su corazón. Lo importante es que su política sea respaldada por las masas, que concite consenso en la mayoría de la sociedad.

 

6. Hay partidos que se vanaglorian del gran número de militantes que tienen, pero, de hecho, solo conducen a sus afiliados. Lo central no es, entonces, que el partido sea grande o pequeño, lo que interesa es que la mayoría de la gente se sienta identificada con sus propuestas.

 

7. En lugar de imponer e instrumentalizar, hay que convencer y sumar a todos los que se sientan atraídos por el proyecto que se pretende realizar. Y solo se suma si se respeta a los demás, si se es capaz de compartir responsabilidades con otras fuerzas.

 

8. Hoy, sectores importantes de la izquierda han llegado a la comprensión de que su hegemonía será mayor cuando logren que más gente siga sus propuestas, aunque éstas no aparezcan bajo su sello. Hay que abandonar la antigua práctica equivocada de pretender cobrar derechos de autor a las organizaciones que osan levantar sus banderas.

 

9. Si se logra conquistar para esas ideas a un número importante de líderes naturales, se asegura con ello que sus ideas lleguen en forma más efectiva a los distintos movimientos populares. Es importante también conquistar para el proyecto a personalidades destacadas en el ámbito nacional, porque ellas son formadoras de opinión pública y serán eficaces instrumentos para divulgar las propuestas y conquistar nuevas adhesiones.

 

10. Pensamos que una buena manera de medir la hegemonía alcanzada por una organización es examinar cuántos líderes naturales y personalidades han asumido sus ideas y, en general, cuántas personas se sienten identificadas con ellas.

 

11. El grado de hegemonía alcanzado por una organización política no puede medirse entonces por la cantidad de cargos que se logre conquistar. Lo fundamental es que quienes están en cargos de dirección en las diversas organizaciones y movimientos hagan suyas e implementen las propuestas elaboradas por esa organización, aunque no sean militantes de ella.

 

12. Una prueba de la consecuencia de una agrupación política que se declara no hegemonista es justamente ser capaz de proponer para los diferentes cargos a los mejores hombres y mujeres, sean estos de su propio partido o sean independientes o de otros partidos. De las figuras que la izquierda sea capaz de levantar dependerá en gran medida la credibilidad que el pueblo tenga en su proyecto.

 

13. Por supuesto que esto es más fácil de decir que de practicar. Suele ocurrir que cuando una organización es fuerte ésta tienda a subvalorar el aporte que puedan hacer otras organizaciones y que tienda a imponer sus ideas. Es más fácil hacer esto que arriesgarse al desafío que significa ganar la conciencia de la gente. Mientras más cargos se tiene, más atento hay que estar de no caer en afanes hegemonistas.

 

14. Por otra parte, el concepto de hegemonía es un concepto dinámico, la hegemonía no se gana de una vez y para siempre. Mantenerla es un proceso que tiene que ser recreado permanentemente. La vida sigue su curso, aparecen nuevos problemas, y con ellos nuevos retos.◄

 

[3] Ponerse a disposición de los movimientos populares, no suplantarlos

 

1. Hemos dicho en un artículo anterior que la política es el arte de construir la fuerza social y política que permita cambiar la correlación de fuerzas para hacer posible en el futuro lo que aparece como imposible en lo inmediato. Pero, para lograr construir fuerza social es necesario que las organizaciones políticas expresen un gran respeto por el movimiento popular; que contribuyan a su desarrollo autónomo, dejando atrás todo intento de manipulación. Deben partir de la base de que ellas no son las únicas que tienen ideas y propuestas y que, por el contrario, el movimiento popular tiene mucho que ofrecerles, porque en su práctica cotidiana de lucha va también aprendiendo, descubriendo caminos, encontrando respuestas, inventando métodos, que pueden ser muy enriquecedores.

 

2. Tienen que sacarse de la cabeza que solo ellas generan ideas creadoras, novedosas, revolucionarias, transformadoras. Y por ello su papel no es solo hacerse eco de las reivindicaciones y demandas que vienen de los movimientos sociales, sino que también deben estar dispuestas a recoger ideas y conceptos que irán a enriquecer su propio arsenal conceptual.

 

3. Tanto los dirigentes políticos como sociales deben abandonar el método de llegar con esquemas o respuestas preelaboradas. Hay que luchar por eliminar todo verticalismo que anule la iniciativa de la gente. El papel de los dirigentes debe ser el de contribuir con sus ideas y experiencias a hacer crecer y a fortalecer al movimiento popular y no el de suplantarlo.

 

4. Su función es empujar al movimiento de masas, o quizá más que empujar, facilitar las condiciones para que éste pueda desplegar su capacidad de enfrentarse contra quienes lo oprimen y explotan. Pero solo se puede empujar si se trabaja hombro a hombro en las luchas locales, regionales, nacionales e internacionales del pueblo.

 

5. La relación de las organizaciones políticas con los movimientos populares debería ser, entonces, un circuito en dos direcciones: de la organización política al movimiento social y de éste a la organización política. Por desgracia, todavía suele funcionar solo el primer sentido.

 

6. Hay que aprender a escuchar y hablar con la gente; hay que poner oído atento a todas las soluciones que el propio pueblo gesta para defender sus conquistar o para luchar por sus reivindicaciones y, a partir de toda la información que se recoja, debemos ser capaces de hacer un diagnóstico correcto de su estado de ánimo, y captar aquello que puede unir y generar acción, combatiendo el pensamiento pesimista, derrotista que también existe.

 

7. Donde sea posible debemos incorporar a las bases al proceso de toma de decisiones, eso quiere decir que hay que abrir espacios a la participación popular, pero la participación popular no es algo que se pueda decretar desde arriba. Solo si se parte de las motivaciones de la gente, solo si se le hace descubrir a ella misma la necesidad de realizar determinadas tareas, solo si se gana su conciencia y su corazón, estas personas estarán dispuestas a comprometerse plenamente con las acciones que emprendan.

 

8. Solo entonces, las orientaciones que se lancen no se sentirán como directivas externas al movimiento y permitirán construir un proceso organizativo capaz de llevar a incorporarse a la lucha, sino a todo el pueblo, al menos a una parte importante de éste. A partir de ahí, se podrá ir ganando a los sectores más pesimistas. Cuando estos últimos sectores sientan que los objetivos por los que se lucha no solo son necesarios, sino que es posible conseguirlos -- como decía el Che --, se unirán a la lucha.

 

9. Cuando la gente compruebe que son sus ideas, sus iniciativas, las que están siendo implementadas, se sentirá protagonista de los hechos, y su capacidad de lucha crecerá enormemente.

 

10. De lo dicho hasta aquí se deduce que los cuadros políticos y sociales que necesitamos para cumplir estas tareas no deben ser cuadros con mentalidad militar. Hoy no se trata de conducir a un ejército, lo que no quiere decir que en algunas coyunturas críticas, pueda y deba hacerse un viraje en este sentido. Tampoco demagogos populistas, porque no se trata de conducir a un rebaño de ovejas. Los cuadros políticos deben ser fundamentalmente -- cómo ya decíamos -- pedagogos populares, capaces de despertar y valorar las ideas e iniciativas que surgen en el propio movimiento popular.

 

11. Por desgracia, muchos de los actuales dirigentes se educaron en la escuela de conducir a las masas por órdenes y no es fácil de cambiar ese estilo de un día para otro. Por eso no quiero crear una sensación de excesivo optimismo. La correcta relación de los dirigentes con las bases está lejos de estar resuelta.◄

 

[4] ¿Hay que rechazar el centralismo burocrático y practicar solo el consenso?

 

1. Los partidos de izquierda fueron durante mucho tiempo muy autoritarios. Lo que se practicaba habitualmente era un centralismo burocrático muy influido por las prácticas del socialismo soviético. La mayor parte de los criterios, tareas, iniciativas, líneas de acción eran decididos por la cúpula partidaria, sin conocimiento ni debate con la militancia, limitándose ésta a acatar órdenes que nunca discutía y muchas veces no comprendía. Una actitud de este tipo aparece como cada vez más intolerable para la mayoría de la gente.

 

2. Pero al luchar contra esta desviación centralista burocrática se debe evitar caer en desviaciones de ultrademocratismo, que llevan a que se gaste más tiempo en discutir que en actuar, porque todo, aún lo innecesario, se somete a discusiones que muchas veces esterilizan toda acción concreta.

 

3. Al criticar la desviación burocrática del centralismo, se ha tendido en estos últimos tiempos a rechazar todo tipo de dirección central.

 

4. Se habla de la necesidad de organizar grupos a todos los niveles de la sociedad y de que esto grupos apliquen una estricta democracia interna —ideas que evidentemente compartimos—. Lo que no compartimos es que se afirme que no hay que esforzarse por tratar de darles una organicidad común. En pro de la democracia, la flexibilidad, y el deseo de dar la batalla en muy diferentes frentes, se rechazan los esfuerzos por determinar las prioridades estratégicas y por pretender unificar su acción.

 

5. Para algunos el único método aceptable es el del consenso. Se argumenta que con él se busca no imponer decisiones sino lograr interpretar a todos. Pero este método, que busca el acuerdo de todos y que parece ser más democrático, a veces es mucho más antidemocrático, porque otorga derecho a veto a una minoría al extremo que una sola persona u organización puede impedir que se llegue a implementar acuerdos que cuentan con un apoyo inmensamente mayoritario.

 

6. Por otra parte, la complejidad de los problemas, la amplitud de la organización y los tiempos de la política —que obligan a tomar decisiones rápidas en determinadas coyunturas— hacen casi imposible la utilización de la vía del consenso en muchas ocasiones.

 

7. Creo que no se puede pensar en eficacia política sin conducción unificada que defina las acciones a realizar en los distintos momentos de la lucha y para lograr esta definición es preciso que se dé una discusión amplia, donde todos opinen, pero donde finalmente se adopten acuerdos que todos deben cumplir.

 

8. Para lograr una acción coordinada, los organismos inferiores deben tomar en cuenta en sus decisiones las indicaciones que hagan los organismos superiores y aquéllos cuyas posiciones han quedado en minoría deben someterse en la acción a la línea que triunfa, desarrollando junto a los demás miembros las tareas que se desprenden de ella.

 

9. Esta combinación de una amplia discusión democrática en los distintos niveles de la organización y una dirección central única, basada en los acuerdos a los que se llegó por consenso o por votación mayoritaria, es lo que se llama centralismo democrático.

 

10. Se trata de una combinación dialéctica: en períodos políticos complicados, de auge revolucionario o de guerra, no queda otra solución que acentuar el polo centralista; en períodos de calma, donde el ritmo de los acontecimientos es más lento, debe acentuarse el polo democrático.

 

11. Personalmente no veo cómo se puede concebir una acción política exitosa si no se logra una acción unificada en las cuestiones esenciales. Y para lograr este resultado, si no se ha logrado el consenso, no creo que exista otro método que el del centralismo democrático.

 

12. Solo una correcta combinación de centralismo y democracia torna eficaces las decisiones que se adoptan, porque cuando la militancia ha participado en la discusión y toma de decisiones, se siente más comprometida a poner en práctica las decisiones adoptadas.

 

13. Y esto se traduce en sentido de responsabilidad, en orden en el trabajo, en aptitud para resolver problemas, en coraje para expresar opiniones, para criticar defectos, así como en el control ejercido, con esmero de camarada, sobre los organismos superiores.

 

14. Una vida democrática insuficiente impide desplegar toda la iniciativa creadora de los militantes, con la consiguiente baja de su rendimiento político.

 

15. Lo que hay que evitar cuando se aplica el método del centralismo democrático, es pretender usar las mayorías estrechas para tratar de aplastar a quienes quedan en minoría. Los movimientos sociales y políticos más maduros consideran que no tiene sentido imponer una medida adoptada por una mayoría estrecha. Estiman que, si no es la gran mayoría de sus militantes la que está convencida de las medidas a adoptar, es preferible esperar que la gente vaya madurando y llegue a convencerse por sí misma de lo correcto de esa medida. Eso evita las nefastas divisiones internas que suelen aquejar a los movimientos y partidos de izquierda y previene que se cometan errores de gran envergadura.◄

 

[5] Las minorías pueden tener la razón

 

1. El centralismo democrático, como método aplicado por las organizaciones revolucionarias, implica tanto el sometimiento de la minoría a la mayoría como el respeto de la mayoría hacia la minoría.

 

2. La minoría no debe ser aplastada ni marginada, debe ser respetada. Tampoco significa una sumisión total de la minoría a la mayoría. La primera debe someterse a las tareas planteadas por la segunda en cada coyuntura política concreta, pero no debe renunciar a sus planteamientos políticos, teóricos, ideológicos. Por el contrario, tiene el deber de seguir luchando por defenderlos hasta convencer o ser convencida.

 

3. Y ¿por qué la minoría debe seguir defendiendo sus posiciones y no claudicar ante las posiciones mayoritarias? Porque la minoría puede tener la razón , porque su análisis de la realidad puede ser más cercano a los hechos debido a que ha sido capaz de analizar más correctamente la correlación de fuerzas existente o ha sido más competente en descubrir las verdaderas motivaciones de determinados actores sociales. Por ello, quienes están en posiciones minoritarias en un determinado momento no solo tienen el derecho, sino el deber de defender sus posiciones y de luchar por hacerlas prevalecer en un sano debate interno.

 

4. Y hablamos de un sano debate porque tenemos que partir de la base que nosotros no poseemos toda la verdad, que quienes no opinan como nosotros pueden estar en lo correcto. Por otra parte, no debemos personalizar la discusión, en lugar de ver quién tiene la razón, debemos descubrir qué es lo correcto. Los mejores dirigentes son aquellos que promueven un proceso que permita que el colectivo determine qué es lo correcto.

 

5. Por otra parte, si la mayoría está convencida de que sus planteamientos son correctos no tiene por qué temer el debate de ideas. Por el contrario, debe favorecer su desarrollo y tratar de convencer al grupo minoritario. Si la mayoría evita el debate es probablemente porque se siente débil.

 

6. ¿No será éste el caso de algunas organizaciones políticas de izquierda o movimiento sociales de América Latina? ¿Cuántas escisiones no podrían haberse evitado si se hubiese respetado la expresión de las minorías? En lugar de hacerlo así, muchas veces se ha utilizado todo el peso del aparato burocrático para aniquilarlas, no dejándoles sino una sola salida: la escisión.

 

7. A veces se culpa de divisionista a un grupo por el solo hecho de querer que sus ideas sean respetadas y se le otorgue un espacio para debatirlas. ¿Acaso los verdaderos divisionistas no son aquéllos que provocan la escisión, aquéllos que obligan a los grupos minoritarios a utilizar esa única salida para poder cumplir con su deber de luchar contra las posiciones estimadas incorrectas?

 

8. El tema de las mayorías y minorías puede también estar relacionado con el desajuste o no correspondencia entre representantes y representados. Este fenómeno puede obedecer a distintas razones, entre ellas, a la incapacidad orgánica del grupo que representa a la mayoría real para lograr una mejor representación en los distintos organismos de dicha entidad; a las gestiones burocráticas y métodos deshonestos de la mayoría formal para lograr mantenerse en posiciones de dirección; a la modificación rápida de la conciencia de quienes eligieron a esos representantes debido al desarrollo del proceso revolucionario mismo. Aquéllos que solo días atrás representaban a la mayoría, han dejado de representarla porque la gente ha madurado y ha visto que no eran esos representantes sino otros los que tenían la razón. Esa mayoría pasa, por lo tanto, a constituir solo una mayoría formal. Si se hicieran elecciones nuevamente, otros serían los elegidos.

 

9. La nueva cultura de la izquierda debe reflejarse también en una forma diferente de componer la dirección de la organización política. Durante mucho tiempo se pensó que si una determinada corriente o sector del partido ganaba las elecciones internas en forma mayoritaria, eran los cuadros de esa corriente los que debían ocupar todos los cargos de dirección. De alguna manera primaba entonces la concepción de que era más fácil dirigir una organización si se lograba tener una dirección lo más homogénea posible. Hoy tiende a primar un criterio diferente: una dirección que refleje mejor la correlación interna de fuerzas parece ser más adecuada, porque eso ayuda a que todos los militantes, y no solo los de la corriente mayoritaria, se sienta involucrados en las tareas que esa dirección plantea.

 

10. Pero una dirección plural como la que se propone solo puede ser eficaz si la organización practica una verdadera cultura democrática, porque si no es así, se produce una olla de grillos y la organización se hace ingobernable.

 

11. Por otra parte, una democratización real de la organización política exige una participación más efectiva de los militantes en la elección de sus autoridades: éstas deberían ser elegidas en función de sus posiciones ideológicas y políticas, y no por cuestiones de tipo personal. De ahí la importancia de que estas diferentes posiciones sean conocidas entre la militancia a través de publicaciones internas. También es muy importante velar por una formulación más democrática de las candidaturas y una forma de elección que asegure la secretividad de la votación.

 

12. Finalmente, es importante tener en cuenta que su cultura democrática interna, su tolerancia y la orientación unitaria de su comportamiento ofrecería a los movimientos sociales un ejemplo de práctica a imitar.◄

 

[6] Necesidad de articular la izquierda política y la izquierda social

 

1. Cada vez es más intenso el rechazo de la mayoría de la gente del modelo de globalización que se impone en nuestro continente, por su incapacidad para resolver los problemas más acuciantes de nuestros pueblos. Las políticas neoliberales, implementadas por el gran capital financiero transnacional respaldado por un gran poderío militar y mediático, y cuyo centro hegemónico son los Estados Unidos, no solo no han resuelto estos problemas sino que han agudizado vertiginosamente la miseria y la exclusión social, mientras las riquezas se concentran en cada vez menos manos.

 

2. Entre los primeros que sufren las consecuencias económicas del neoliberalismo están los sectores tradicionales de la clase obrera urbana y rural. Pero sus efectos nefastos no se limitan a ellos sino que afectan a muchos otros sectores sociales como: los pobres y marginados, los estratos medios empobrecidos, la constelación de pequeños y medianos empresarios y comerciantes, el sector de los informales, los productores rurales medianos y pequeños, la mayoría de profesionales, la legión de los desocupados, los cooperativistas, los jubilados, los cuadros subalternos de la policía y del ejército (suboficiales y cuadros que les están subordinados) . Por otra parte, no solo debemos tener presente a los sectores económicamente afectados, sino también a todos los discriminados y oprimidos por el sistema: mujeres, jóvenes, niños, ancianos, indígenas, negros, determinadas creencias religiosas, homosexuales, etcétera.

 

3. El neoliberalismo empobrece a la gran mayoría de la población de nuestros países, los empobrece desde el punto de vista socioeconómico y desde el punto de vista de su subjetividad.

 

4. Algunos de estos sectores se han transformado en poderosos movimientos. Entre ellos están los movimientos de mujeres, de indígenas, de consumidores, los que luchan por los derechos humanos y la protección del medio ambiente.

 

5. Estos movimientos difieren en muchos aspectos del clásico movimiento obrero. Sus plataformas tienen un fuerte acento temático y su convocatoria es policlasista y multigeneracional. Sus modos de organización son menos jerárquicos y más en red que en el pasado y sus formas concretas de acción son muy variadas.

 

6. Aparecen también en el escenario nuevos actores sociales. Es sorprendente, por ejemplo, la capacidad de movilización que han manifestado los jóvenes, organizados fundamentalmente por vía electrónica, con el objetivo de repudiar la actual globalización; resistir a la aplicación de medidas de corte neoliberal, desarrollar poderosísimas manifestaciones contra la guerra y ahora contra ocupación, y difundir experiencias de luchas revolucionarias, rompiendo el cerco informativo al que habían sido siempre sometidas las ideas progresistas y de izquierda.

 

7. Este creciente rechazo se expresa a través de prácticas plurales y alternativas de resistencia y de lucha.

 

8. La consolidación de partidos, frentes o procesos políticos de izquierda que se oponen al neoliberalismo es innegable en varios países. En otros surgen poderosos movimientos sociales, que se transforman en destacados actores políticos, asumiendo la crítica y ocupando las primeras líneas de combate contra la globalización neoliberal.

 

9. Sin embargo, en aquellos países en que domina del modelo neoliberal, a pesar de la profundidad de la crisis que éste provoca; la amplitud y variedad de los sectores afectados que abarcan a la inmensa mayoría de la población; la multiplicidad de las demandas que surgen desde la sociedad y permanecen desatendidas —hechos que producen una situación altamente favorable para la creación de un bloque social antineoliberal muy amplio y con enorme fuerza social—, la mayor parte de las expresiones crecientes de resistencia y de lucha están todavía muy lejos de significar una verdadera amenaza para el sistema.

 

10. Pienso que una de las razones para explicar esto es que junto a las condiciones objetivas favorables para conformar un gran bloque social alternativo al neoliberalismo, se dan condiciones subjetivas muy complicadas, que tienen que ver con un problema de fondo: la dispersión de la propia izquierda.

 

11. Y por ello es que considero de importancia estratégica para una lucha eficaz contra el neoliberalismo la necesidad de articular a los diferentes sectores de la izquierda. Entiendo por izquierda el conjunto de fuerzas que se oponen al sistema capitalista y su lógica del lucro, y luchan por una sociedad alternativa humanista y solidaria, construida a partir de intereses de las clases trabajadoras.

 

12. La izquierda no se reduce, entonces, a la izquierda que milita en partidos u organizaciones políticas de izquierda, sino que incluye a actores y movimientos sociales. Estos son muchas veces más dinámicos y combativos que los primeros pero no militan o rechazan militar en partidos u organizaciones políticas. Entre los primeros hay quienes apuestan a acumular fuerzas por la vía del uso transformador de las instituciones y otros niegan esa opción.

 

13. Para simplificar he decidido denominar izquierda política a los primeros e izquierda social a los segundos, aunque reconozco que esta separación conceptual no se da siempre así en la práctica. De hecho los movimientos sociales más desarrollados adquieren dimensiones socio‑políticas.

 

14. La tarea estratégica sería, repito, articular la izquierda política y social, para, a partir de ella, construir el gran bloque social que necesitamos tanto para lograr instalar gobiernos progresistas, como para, desde allí avanzar en la construcción de una sociedad alternativa al capitalismo. Solo la unión de los esfuerzos militantes de las más diversas expresiones de la izquierda permitirá cumplir a cabalidad esa tarea. Las dificultades de esta empresa y las formas de superarlas serán analizadas en próximos artículos.◄

 

[7] Razones del escepticismo popular respecto a la política y a los políticos

 

1. Decía en un artículo anterior que para luchar eficazmente contra el neoliberalismo es necesario lograr articular a todos los que sufren sus consecuencias, y para conseguir este objetivo debemos empezar por la propia izquierda que en nuestros países suele estar muy dispersa. Pero no son pocos los obstáculos que se nos interponen en esta tarea. Estar conscientes de ellos y preparase para enfrentarlos es el primer paso para poder superarlos.

 

2. Uno de estos obstáculos es el creciente escepticismo popular en relación con la política y los políticos.

 

3. Esto tiene que ver entre otras cosas con las grandes limitaciones que hoy tienen nuestros sistemas democráticos, muy diferentes a los que existían a antes de las dictaduras militares.

 

4. Estos regímenes de democracia tutelada, limitada, restringida, controlada o de baja intensidad limitan drásticamente la capacidad efectiva de las autoridades electas democráticamente. Las principales decisiones son tomadas en órganos de carácter permanente, no electos, y, por lo tanto, no sujetos a cambios producto de los resultados electorales, como el Consejo de Seguridad Nacional, el Banco Central, las instancias económicas asesoras, la Corte Suprema, la Contraloría, el Tribunal Constitucional, etcétera.

 

5. Grupos de profesionales y no de políticos son los que hoy adoptan las decisiones o tienen una influencia decisiva sobre éstas. La aparente neutralidad y despolitización de dichos órganos oculta una nueva manera de hacer política de la clase dominante. Sus decisiones se adoptan al margen de los partidos. Se trata de democracias controladas, cuyos controladores no están sometidos a ningún mecanismo democrático.

 

6. Por otra parte, se han perfeccionado enormemente los mecanismos de fabricación del consenso, monopolizados por las clases dominantes, que condicionan en un alto grado la forma en que la gente percibe la realidad. Solo esto explica que sean los partidos más conservadores, que defienden los intereses de una ínfima minoría de la población, los que hayan logrado transformarse cuantitativamente en partidos de masas y que la base social de apoyo de sus candidatos, al menos en América Latina, hayan sido los sectores sociales más pobres de la periferia de las ciudades y del campo. Felizmente esto ha ido cambiando en las últimas décadas.

 

7. Otros elementos que explican el escepticismo reinante son, por un lado, la apropiación inescrupulosa por parte de la derecha del lenguaje de la izquierda : palabras como reformas, cambios de estructura, preocupación por la pobreza, transición, cuestionamiento del mercado, reconocimiento de la necesidad del papel regulador del estado, forman hoy parte de su discurso habitual; y, por otro, la adopción bastante frecuente por parte de los partidos de izquierda de una práctica política muy poco diferenciada de la práctica habitual de los partidos tradicionales.

 

8. Tenemos que tener muy presente que cada vez más la gente rechaza las prácticas partidarias clientelistas, poco transparentes y corruptas, de aquellos que solo se acercan al pueblo en momentos electorales, que pierden energías en luchas intestinas, de fracciones y pequeñas ambiciones; donde las decisiones son adoptadas por las cúpulas partidarias sin una real consulta con las bases y prima el liderazgo unipersonal sobre el colectivo. Repudia crecientemente los mensajes que se quedan en meras palabras, que no se traducen en actos.

 

9. La gente común y corriente está harta del sistema político tradicional y quiere cosas nuevas, quiere cambios, quiere nuevas formas de hacer política, quiere una política sana, quiere transparencia y participación, quiere recuperar la confianza.

 

10. Esta decepción de la política y los políticos que crece día a día —y que permea también a la izquierda social— no es grave para la derecha, pero para la izquierda sí lo es. La derecha puede perfectamente prescindir de los partidos políticos, como lo demostró durante los períodos dictatoriales, pero la izquierda no puede prescindir de un instrumento político sea éste un partido, un frente político u otra fórmula.

 

11. Otro obstáculo para la unidad de la izquierda es que —luego de la derrota del socialismo soviético, la crisis del estado benefactor impulsado por la socialdemocracia europea y del desarrollismo populista latinoamericano—, ésta tiene grandes dificultades para elaborar una propuesta alternativa al capitalismo —socialista o como se la quiera llamar— rigurosa y creíble, que pueda asumir los datos de la nueva realidad mundial.

 

12. El capitalismo ha revelado su gran capacidad de reciclarse y de usar la nueva revolución tecnológica a su favor; fragmentando a la clase obrera, limitando su poder de negociación, sembrando el pánico de la desocupación, mientras la izquierda se ha quedado muchas veces anclada en el pasado. Existe un exceso de diagnóstico y una ausencia de terapéutica. Solemos navegar políticamente sin brújula.

 

13. La mayor parte de los obstáculos aquí señalados provienen de realidades que se nos imponen desde fuera, pero hay también obstáculos que dificultan los intentos por articular a toda la izquierda que provienen de su propio seno.

 

14. Por una parte, la izquierda partidaria, en las últimas décadas, ha tenido muchas dificultades para trabajar con los movimientos sociales y acercarse a los nuevos actores sociales. Y, por otra, en la izquierda social ha habido una tendencia a descalificar a los partidos y a magnificar su propio papel en la lucha contra la globalización neoliberal, actitud que no ha ayudado a superar la dispersión de la izquierda. Nuestro próximo artículo se abocará a examinar estas cuestiones.◄

 

[8] La izquierda debe evitar que La derecha fije el calendario de sus luchas

 

1. En el artículo anterior decíamos que una gran parte de la izquierda partidaria, en las últimas décadas, ha tenido muchas dificultades para trabajar con los movimientos sociales y acercarse a los nuevos actores sociales. Esto se ha debido, a mi entender, a varios factores.

 

2. Mientras la derecha ha demostrad o una gran iniciativa política, la izquierda suele estar a la defensiva. Mientras la primera usa su control de las instituciones del estado y de los medios de comunicación de masas, y su influencia económica para imponer el nuevo modelo, servil al capital financiero y a los monopolios, precipitando las privatizaciones, la desregulación laboral y todos los demás aspectos del programa económico neoliberal; la fragmentación social y el fomento del antipartidismo, la izquierda partidaria, en cambio, al limitar el trabajo político casi exclusivamente al uso de la institucionalidad vigente, sometiéndose a las reglas del juego del enemigo , casi nunca lo toma por sorpresa. Se cae en el absurdo de que el calendario de las luchas de la izquierda lo fija la derecha.

 

3. ¿Cuántas veces no hemos escuchado quejas de la izquierda contra las condiciones adversas en las que tuvo que dar la contienda electoral, luego de constatar que no ha logrado los resultados electorales esperados en las urnas? Sin embargo, esa misma izquierda muy pocas veces denuncia en su campaña electoral las reglas del juego que se le imponen y plantea como parte de esa campaña una propuesta de reforma electoral. Por el contrario, suele ocurrir que en búsqueda de los votos —en lugar de hacer una campaña educativa, pedagógica, que sirva para que el pueblo crezca en organización y conciencia— utilice las mismas técnicas para vender sus candidatos que las que usan las clases dominantes.

 

4. Por otra parte, las propias reglas del juego impuestas por las clases dominantes dificultan la unidad de la izquierda y fomentan el personalismo. Obligan en algunos países a trabajar por el propio partido en lugar de por un frente más amplio, porque si eso no se hace ese partido tiende a desaparecer del escenario político.

 

5. Y esto determina que, en caso de un fracaso electoral, además de la frustración, el desgaste y el endeudamiento productos de la campaña, el esfuerzo electoral no se traduzca en un crecimiento político de quienes fueron receptores y actores, dejando la amarga sensación de que todo ha sido en vano. Muy distinta sería la situación si la campaña se pensase fundamentalmente desde el ángulo pedagógico, usando el espacio electoral para fortalecer la conciencia y la organización popular. Entonces, aunque los resultados en las urnas no fuesen los mejores, el tiempo y los esfuerzos invertidos en la campaña no serían algo perdido.

 

6. Con razón algunos sostienen que el culto a la institución ha sido el caballo de Troya que el sistema dominante logró introducir en la misma fortaleza de la izquierda transformadora logrando minarla por dentro.

 

7. El trabajo de la militancia se delega progresivamente en las personas que detentan cargos públicos y administrativos. El esfuerzo prioritario deja de ser la acción colectiva para convertirse en la acción parlamentaria o en la presencia mediática.

 

8. La acción militante ha tendido a reducirse a la fecha electoral, pegadas de carteles y algún que otro acto público.

 

9. Y, lo que es peor aún, el financiamiento de los partidos proviene cada vez más de la participación de sus cuadros en las instituciones del estado: parlamento, gobiernos locales, tribunales de control electoral, etcétera; con todo lo que ello entraña de dependencia y de presiones.

 

10. La actividad política de la izquierda no puede reducirse a la conquista de las instituciones, debe estar dirigida a cambiar las instituciones para poder transformar la realidad. Debe crear nuevas correlaciones de fuerzas que permitan realizar los cambios requeridos. Debe entender que no puede construir fuerza política sin construir fuerza social.

 

11. Debe, asimismo, evitar “partidizar” todas las iniciativas y los movimientos sociales con los que se relaciona, por el contrario debe esforzarse por articular sus prácticas en un proyecto político único.

 

12. Por otra parte, a la izquierda partidaria le ha costado mucho abrirse a las nuevas realidades. Muchas veces se ha mantenido aferrada a esquemas conceptuales que le han impedido apreciar la potencialidad de los nuevos sujetos sociales, centrando su mirada exclusivamente en los actores que tradicionalmente se movilizaban como los sindicatos, hoy muy debilitados producto de diferentes factores.

 

13. Por último, una de las mayores dificultades de la izquierda política para trabajar con la izquierda social ha sido la consideración de los movimientos sociales como correas de transmisión del partido. La dirección del movimiento, los cargos en los organismos de dirección, la plataforma de lucha, en fin, todo, se resolvía en las direcciones partidarias y luego se bajaba la línea a seguir por el movimiento social en cuestión, sin que éste pudiese participar en la gestación de ninguno de los asuntos que más le atañían.

 

14. Sintetizando, para que la izquierda partidaria logre acercarse a la izquierda social, es necesario que se renueve ideológicamente, cambie su cultura política y estilos de trabajo, e incorpore a su arsenal las formas de lucha y de resistencia innovadoras implementadas por la izquierda social.◄

 

[9] Respetar las diferencias y flexibilizar la militancia

 

1. Todavía existe en la izquierda una dificultad para trabajar con las diferencias. La tendencia de las organizaciones políticas del pasado, especialmente de los partidos que se autodenominaban partidos de la clase obrera, fue siempre tender a homogeneizar la base social en la que actuaban. Si esta actitud se justificó alguna vez dada la identidad y homogeneidad de la clase obrera de épocas pasadas, en este momento es anacrónica frente a la presencia de una clase obrera muy diferenciada y el surgimiento de otros actores sociales muy diversos entre sí. Hoy se trata cada vez más de la unidad en la diversidad, del respeto a las diferencias étnicas, culturales, de género, y de sentimiento de pertenencia a colectivos específicos.

 

2. Se hace necesario realizar un esfuerzo por encauzar los compromisos militantes partiendo de las potencialidades propias de cada sector y aún de cada persona que está dispuesta a comprometerse en la lucha, sin buscar homogeneizar a los actores. Es importante tener una especial sensibilidad para percibir también todos aquellos puntos de encuentro que puedan permitir levantar, a partir de la consideración de las diferencias, una plataforma de lucha común.

 

3. Este respeto a las diferencias debe reflejarse también en el lenguaje. Es fundamental que se rompa con el viejo estilo de pretender llevar mensajes uniformes a gente con muy distintos intereses. No se puede estar pensando en masas amorfas, lo que existe son individuos, hombres y mujeres que están en distintos lugares, haciendo cosas diferentes y sometidos a influencias ideológicas diferentes; el mensaje tiene que adoptar formas flexibles para llegar a ese hombre y a esa mujer concretos.

 

4. Cuando todos los discursos y los mensajes vienen hechos de la misma tela y se trasmiten de la misma forma y con las mismas palabras, pronunciadas en el mismo tono y por el mismo megáfono; cuando pasan los años y la propaganda y la consigna no cambian, la palabra se devalúa. Esa moneda ya no compra la imaginación de nadie.

 

5. Hay que individualizar el mensaje, pero sin perder de vista los objetivos comunes.

 

6. Por otra parte, es de todos conocidos que durante estos últimos años se ha producido una crisis de militancia bastante generalizada, no solo en los partidos de izquierda sino también en los movimientos sociales y en las comunidades cristianas de base, que no son ajenas a los cambios que ha sufrido el mundo. Sin embargo, junto a esta crisis de militancia, en muchos de nuestros países se ha dado paralelamente un crecimiento de la influencia de la izquierda en la sociedad, y ha aumentado la sensibilidad de izquierda en los sectores populares.

 

7. Esto hace pensar que uno de los factores que podría estar en el origen de esta crisis es el tipo de exigencias que se le plantean a la persona para que ésta se pueda incorporar a una práctica militante organizada. Habría que examinar si la izquierda ha sabido abrir cauces de militancia para hacer fértil esa creciente sensibilidad de izquierda en la sociedad, porque no todas las personas tienen la misma vocación militante ni se sienten inclinadas a militar en forma permanente. Eso fluctúa dependiendo mucho de los momentos políticos que se viven. No estar atentos a ello y exigir una militancia uniforme es autolimitar y debilitar a la organización política.

 

8. Hay, por ejemplo, quienes están dispuestos a militar en un área temática: salud, educación, cultura, y no en un núcleo de su centro de trabajo o en una estructura territorial. Hay otros que se sienten llamados a militar solo en determinadas coyunturas (electorales u otras) y no están dispuestos a hacerlo todo el año, aunque en momentos claves de la lucha política siempre se cuenta con ellos y en su vida cotidiana promueven el proyecto y los valores de la izquierda.

 

9. Tratar de encasillar a las personas dispuestas a militar en una norma única, igual para todos, en una militancia de las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, es dejar fuera a todo este potencial militante .

 

10. Tenemos que crear un tipo de organización que dé cabida a los más diferentes tipos de militancia, donde se admitan diversos grados de formalización. Las estructuras orgánicas deben abandonar su rigidez y flexibilizarse para optimizar este compromiso militante diferenciado, sin que se establezca un valor jerárquico entre los distintos niveles de compromiso.

 

11. Para facilitar esta militancia diferenciada se hace necesario entonces adaptar la estructura y los organismos de base a la naturaleza del medio en que se desenvuelve la actividad militante.◄

 

[ 10 ] Estrategia para construir la unidad de la izquierda

 

1. Me he referido anteriormente a la necesidad de construir la unidad de todas las fuerzas y actores de izquierda para conformar en torno a ella un amplio bloque antineoliberal. Sin embargo, no creo que este objetivo pueda ser logrado de manera voluntarista, creando desde arriba coordinaciones que pueden terminar siendo solo una suma de siglas.

 

2. Pienso que es en la lucha concreta por objetivos comunes donde se puede ir gestando esta unidad. Y por ello me parece que se crearían mejores condiciones para esa articulación si ponemos en práctica una nueva estrategia de lucha anticapitalista.

 

3. Se trata de una estrategia que toma en cuenta las importantes transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales ocurridas en los últimos tiempos en el mundo. Que entiende que las nuevas formas de dominación del capitalismo van mucho más allá del ámbito económico y estatal y que éstas se infiltran en todos los intersticios de la sociedad fundamentalmente a través de los medios de comunicación de masas que invaden indiscriminadamente los hogares de todos los sectores sociales cambiando las condiciones de la lucha .

 

4. Hoy más que antes debemos enfrentar no solo los aparatos de coerción política burgueses sino a los mecanismos e instituciones presentes en la sociedad civil que generan una aceptación popular del orden social capitalista. Las élites capitalistas suelen lograr una significativa hegemonía sobre importantes sectores populares, una dirección cultural sobre la sociedad; tienen capacidad para subordinar ideológicamente a los sectores populares. Como dice Chomsky, la propaganda es a la democracia burguesa lo que la cachiporra al estado totalitario.

 

5. En los países de América Latina donde los gobiernos están en manos de clases conservadoras, nuestro desafío entonces es elaborar una estrategia revolucionaria en condiciones de una democracia burguesa que goza de un nivel suficiente de aceptación por parte de los sectores populares como para poder mantenerse sin tener que recurrir a la represión; es más, hay que partir por reconocer que extensos sectores populares aceptan de buen agrado la conducción capitalista del proceso.

 

6. Por esta razón, la mera propaganda de una sociedad alternativa hoy no basta. La mayor complejidad que asume la dominación, la presencia de importantes factores extra estatales que producen y reproducen la desarticulación popular actual y que pretenden desprestigiar ante la opinión pública el pensamiento y proyecto de la izquierda, exigen que ésta demuestre en la práctica aquello que prédica.

 

7. Para ello, en los territorios y espacios conquistados la izquierda debe desarrollar procesos de construcción popular alternativos al capitalismo, que busquen romper con la lógica del lucro y las relaciones que ella impone, tratando de instalar lógicas solidarias, humanistas.

 

8. Debe impulsar luchas que no se reduzcan a la simple demanda de reivindicaciones económicas -- aunque necesariamente las tiene que incorporar -- sino que avancen en el desarrollo de un proyecto social más global que gesten auténticos grados de poder desde la base.

 

9. Se trata de construir experiencias de democracia popular que sean tangiblemente superiores a la democracia burguesa. Por ejemplo, construir un proyecto de ciudad humanista y solidario en un gobierno local, promoviendo diversas instancias participativas que permitan que el vecino se transforme en un miembro activo de su comunidad. O construir un polo de asentamientos rurales, donde los campesinos puedan establecer diversas formas de colaboración entre ellos, no solo en la producción agrícola, sino en la industrialización y comercialización de sus productos, en la educación de sus hijos y la formación de sus cuadros de acuerdo a un modelo que prefigure la nueva sociedad. O construir una federación estudiantil que defienda una participación democrática de los estudiantes en la gestión de una universidad comprometida con la sociedad, O construir una central sindical que ponga fin a las direcciones burocráticas separadas de las bases, que defienda un sindicalismo socio-político, que supere el mero reivindicacionismo económico, planteándose como objetivo su inserción activa en la transformación social.

 

10. Una estrategia de este tipo facilita enormemente la articulación de todos los sectores de la izquierda, tanto de los militantes de partidos como de los militantes sociales, porque permite hacer un tipo de convocatoria diferente. Para militar no hay que adherir necesariamente a un partido, a un frente, a un movimiento, se puede militar colaborando en la puesta en práctica del proyecto de construcción alternativa.

 

11. Más que una utopía propagandizada que se intenta estérilmente introducir en forma pasiva en la cabeza de los hombres y mujeres del pueblo, como enseñanza iluminista sin una práctica de construcción concreta, se trata de llevar adelante construcciones democráticas populares referenciales que anticipen los rasgos de la nueva sociedad que queremos construir y que, por reflejar prácticas diferentes, tienden a atraer a nuevos sectores.

 

12. Por otra parte, solo a partir de esas prácticas es como mucha gente comienza a entender que para expandir sus proyectos humanistas y solidarios es necesario terminar con el sistema capitalista, que con su lógica del lucro plantea enormes dificultades a cualquier tipo de construcción alternativa.

 

13. Urge, entonces, terminar con el “tacticismo” de los atajos, con el coyunturalismo, con los brotes agitativos pasajeros, y enhebrar una práctica centrada en el impulso de luchas democráticas de base, en la construcción local de formas de poder y de democracia popular, que permita definir el sentido accesorio y la oportunidad de la lucha electoral, u otras formas de lucha. De lo contrario, éstas últimas prácticas no superarán el largo hilo del inmediatismo de los últimos años.

 

14. Pero también urge superar el basismo, el localismo, el apoliticismo, el corporativismo, que limitan la lucha de los sectores populares a horizontes gremiales o luchas económicas.◄

 

[11] Consultas populares: espacios de convergencia

 

1. He sostenido anteriormente la necesidad de conformar un gran bloque social contra el neoliberalismo articulando en un solo haz a todos los afectados por el sistema. Para lograrlo creo es fundamental crear espacios de convergencia de las luchas antineoliberales puntuales en los que, salvaguardando la especificidad de cada actor social o político, se puedan asumir tareas comunes que potencien la lucha.

 

2. En este sentido, a mi entender, un espacio muy interesante en este sentido es el de las consultas populares o plebiscitos. Estos permiten movilizar en una tarea concreta de convencimiento y de educación popular casa por casa, a tanta gente y tantos jóvenes que están despertando a la política, que quieren contribuir a construir un mundo mejor, que muchas veces no saben cómo hacerlo, y que no se sienten dispuestos a militar en la forma tradicional, porque existe en muchos de ellos un rechazo a la política y a los políticos.

 

3. Además, ese trabajo casa por casa los lleva a relacionarse directamente con los sectores populares de escasos recursos y sus penosas condiciones de vida. Y no pocos se radicalizan en contacto con tanta miseria.

 

4. Un reciente ejemplo de esto es el referéndum que tuvo lugar el 8 de diciembre de 2003 en Uruguay para decidir la derogación o ratificación de una ley que permitía la asociación de la petrolera estatal ANCAP -- que mantiene el monopolio de los combustibles desde cuando fue creada en 1931 -- con capitales privados extranjeros. La nueva empresa sería dirigida y gerenciada por el socio extranjero.

 

5. El rechazo a la privatización de la petrolera estatal triunfó ampliamente (62.02% de los votos) y por un porcentaje mayor que el previsto por las encuestas (50,2%).

 

6. Esta ley había sido aprobada en el 2002. Comprobadas las irregularidades cometidas por la nueva dirección de ANCAP, la coalición política de izquierda Frente Amplio y organizaciones sindicales y sociales afines decide impulsar la recolección de firmas para exigir un referéndum en contra de dicha ley. Se requerían alrededor de 700 mil firmas.

 

7. En medio de la recolección de firmas ocurrió la crisis financiera de mediados del 2002, el precio dólar se duplicó en pocos días, hubo gente que perdió los ahorros de toda su vida, muchas cuentas quedaron congeladas, hubo cierre masivo de empresas y la desocupación trepó del 13% máximo histórico al 20%, algo inaguantable para un país como Uruguay. El malestar social se acrecentó. La posibilidad de darle a la consulta popular el carácter simbólico de un acto de rechazo a la política del gobierno fue lo que permitió que la campaña creciera, tomara fuerza y entusiasmara a la gente.

 

8. Aunque los medios de comunicación de masas eran completamente hostiles y trataron de ignorar la existencia de dicha iniciativa, el recorrido hecho por el país en busca de firmas casa por casa pudo más que el bloqueo informativo por ellos implantado. El punto fuerte de la campaña fue, una vez más, el trabajo de base, el mano a mano, el hablar con la gente en sus lugares de residencia y el uso de las modestas radios locales con las que se contaba.

 

9. El peso inicial de la campaña estuvo más en las organizaciones sociales que en el instrumento político, un poco frenado por sus vacilaciones iniciales. Pero cuando el Frente Amplio se incorporó, mostró una vez más su claridad para los debates y el gran potencial de militancia barrial, sindical, y propagandístico.

 

10. La iniciativa tuvo el respaldo de todas las tendencias de la central sindical PIT-CNT; de FUCVAM, la Federación Unitaria de Cooperativas de Ayuda Mutua, que viene desarrollando una movilización de masas importante en todo el país; del movimiento estudiantil (FEUU) que se sumó, aunque con poca fuerza, a la campaña.

 

11. Al principio la derecha asumió la iniciativa en relación con el referéndum, incluso había logrado copar los muros de Montevideo con ataques a Tabaré Vásquez, el próximo candidato presidencial del Frente Amplio, y textos a favor de la Ley. En unas semanas se recuperaron miles de muros y la derecha desapareció de la calle.

 

12. A partir de eso momento (agosto- septiembre del 2003) se empezaron a producir resquebrajamientos en los Partidos Tradicionales: el intendente blanco de Paysandú (ciudad grande del litoral con Argentina, ex centro industrial hoy arruinado) pasó a pronunciarse a favor de derogar la ley. Eso ocurrió con muchos dirigentes locales del interior del país y algunos nacionales de mediano porte.

 

13. Otro ejemplo, por solo hablar de los más recientes, es la consulta sobre el ALCA que tuvo lugar en Argentina en noviembre del 2003 y que logró recoger más de dos millones de votos. Fue organizada por la auto-convocatoria “NO al ALCA”, un espacio amplio y diverso que reúne en Argentina a un conjunto creciente de movimientos y organizaciones sindicales, profesionales, culturales, de mujeres, del campo, ambientales, de derechos humanos, religiosos, políticos, barriales, cooperativistas y empresariales.

 

14. Aunque algunas de estas consultas como éstas no tienen efectos legales, sí suelen lograr importantes efectos políticos. U na prueba de ello son las declaraciones del jefe de Gabinete argentino. Alberto Fernández expresó que el resultado de la consulta debería ser tenido en cuenta por el gobierno a la hora de tomar decisiones sobre el ALCA.

 

15. Esta experiencia posibilitó, por otra parte, que miles de militantes de diversas procedencias participaran juntos para llevar adelante dicha consulta popular. La participación de ese espacio tan amplio y diverso es lo que permitió que la propuesta llegara a distintos sectores del campo popular que habitualmente se encuentran separados entre sí tanto geográficamente como socialmente.◄

 

  [12] No confundir los deseos con la realidad. Evitar autoengañarse

 

1. Por desgracia suele existir mucho subjetivismo en el análisis de la situación política. Suele ocurrir que los dirigentes movidos por su pasión revolucionaria tienden a confundir los deseos con la realidad. No se hace una valoración objetiva de la situación, se tiende a subestimar las posibilidades del enemigo, y, por otro lado, a sobrestimar las posibilidades propias.

 

2. Por otra parte, los dirigentes tienden a confundir el estado de ánimo de la militancia más radical con el estado de ánimo de los sectores populares de base. Existe una tendencia en no pocas direcciones políticas a hacer generalizaciones acerca del estado de ánimo del pueblo a partir de su propia experiencia, de la región o sector social donde éstas funcionan o, en un sentido más general, de lo que perciben quienes las rodean, que siempre son los sectores más radicalizados.

 

3. Es distinta la visión que tienen del país los que trabajan con los sectores más radicalizados, de la que tienen los que realizan su actividad política entre los sectores menos politizados. No tienen la misma visión del país los cuadros revolucionarios que trabajan en un barrio popular combativo, que los que lo hacen con los sectores medios.

 

4. Esto mismo ocurre en los países donde existen zonas de guerra y espacios políticos. Los guerrilleros que viven enfrentamientos reales con el enemigo, que han logrado obtener gracias a sus victorias militares el control de determinadas zonas, tienden a creer que el proceso revolucionario está más avanzado de lo que consideran aquellos militantes que participan en los espacios legales en los grandes centros urbanos, donde el poder ideológico y el control militar del régimen es todavía muy grande.

 

5. La única garantía de no cometer estos errores es asegurar que los dirigentes sean capaces de evaluar la situación, no en función de su estado de ánimo, sino a partir de tomarle el pulso al estado de ánimo del grueso de la gente, al estado de ánimo del enemigo, a la realidad internacional. Una vez hecha esa evaluación es preciso diseñar las líneas de acción que permitan capitalizar toda esa situación.

 

6. Parecería una perogrullada decir que es importante que los dirigentes máximos aprendan a escuchar. Estimamos que esto es fundamental. Sucede, sin embargo, que algunos líderes están tan impregnados de ideas preconcebidas acerca del estado actual de la situación, de cómo están las cosas, de lo que se puede hacer y de lo que no se puede hacer, y en su contacto con los dirigentes intermedios y de base tienden más a trasmitirles su visión de las cosas que a informarse acerca de cuál es el verdadero estado de ánimo de la gente.

 

7. Puede ocurrir entonces que, a la hora de hacer los análisis, se cometan errores, no tanto por falta de información, sino porque ésta, a pesar de haber sido trasmitida correctamente y en tiempo oportuno por la militancia, no haya sido asimilada por la dirección.

 

8. Pero también es importante que los militantes y dirigentes intermedios sean objetivos al entregar la información. Algunas veces éstos desinforman en lugar de informar al proporcionar, por ejemplo, cifras abultadas de determinadas movilizaciones o acciones.

 

9. Es bastante común en política la tendencia a autoengañarse, a falsificar los datos de las movilizaciones, de los mitines, de los paros, de las fuerzas de que dispone cada organización. A decir, por ejemplo, que se ha logrado movilizar a miles cuando solo se ha logrado movilizar a centenas.

 

10. Este enfoque triunfalista es el producto de la errada concepción de que siempre tenemos la razón, que siempre somos los mejores, de que todo lo que hacemos nos da resultado.

 

11. Y no solo ha existido un autoengaño frente a las cifras, sino también en la evaluación de las acciones que nos propusimos llevar a cabo. Si el objetivo era lograr determinada representación parlamentaria y ésta no se lograba, no se reconocía que los votos alcanzados estaban muy por debajo de las expectativas que se habían creado; se buscaba siempre la forma de presentar ese hecho como un triunfo, se decía, por ejemplo, que aumentaron los votos con respecto a la anterior elección. Si se proponía un paro nacional y solo se lograban paros parciales no se reconocía el revés, sino que se hablaba de éxito del paro porque en relación con las acciones anteriores de este tipo se había logrado un aumento de los trabajadores que no asistieron a trabajar, etcétera.

 

12. Si los dirigentes no saben escuchar, para lo cual se requiere de una gran dosis de modestia revolucionaria, y, al mismo tiempo, reciben informaciones falseadas, lo que ocurre es que bajan líneas de acción que —al partir de bases falsas— no se ajustan a las posibilidades reales de los destacamentos con que se cuenta; se preparan batallas que por no estar basadas en la real correlación de fuerzas pueden conducir a significativas derrotas.◄

 

Bibliografía de la autora sobre el tema

1990. Vanguardia y crisis actual o Izquierda y crisis actual. http://www.rebelion.org/docs/92106.pdf

 

Reflexión acerca de la necesidad de una conducción política para que los estallidos revolucionarios no aborten. Comparación entre las tesis leninistas y las reflexiones y aportes de la práctica revolucionaria latinoamericana de los últimos años. Publicado en: Argentina, Ediciones de Gente Sur, 1990; Uruguay, TAE Editorial, 1990; Chile, Brecha, 1990; Nicaragua, Barricada, 1990. Con el título Izquierda y crisis actual: México, Siglo XXI Editores, 1990; Perú, Ediciones Amauta, 1990; Venezuela, Abre Brecha, 1990; Dinamarca, Solidaritet, 1992.

 

1991. Hacia el Siglo XXI, La izquierda se renueva, http://www.rebelion.org/docs/92377.pdf

 

Cuatro ensayos de Marta Harnecker: “Sujeto político y sujeto social de la revolución”; “Momentos en la conformación de la vanguardia”; “Errores de la izquierda en los años 60‑70 y su superación”; y “Ejes del debate actual de la izquierda”. Un ensayo de Isabel Rauber: “Crisis y desafíos de la izquierda”. Contiene además un esquema de análisis de coyuntura de ambas autoras y dos textos extraídos de obras anteriores de Marta Harnecker: “Los cristianos y la revolución” y “La cuestión étnico‑cultural en América Latina”. Publicado en Quito, Ecuador, CEESAL, 1991.

 

1999 . La izquierda en el umbral del Siglo XXI. Haciendo posible lo imposible http://www.rebelion.org/docs/95166.pdf

 

Marta Harnecker reivindica en la izquierda en el umbral del siglo XXI. Haciendo posible lo imposible, los papeles y las responsabilidad de la izquierda revolucionaria en esta nueva hora de América. Reconociendo que se viene de una derrota, ofrece luces de cómo encontrar y mantenerse en un camino revolucionario, con posibilidades de salir triunfante frente a la expansión neoliberal e imperialista de nuevo cuño. Aborda en su primera parte, en forma resumida, los más destacados acontecimientos que ocurren en América Latina desde el triunfo de la revolución cubana hasta fines del Siglo XX; en su segunda parte desarrolla los cambios ocurridos en el mundo desde ese momento hasta hoy: revolución tecnológica; globalización; neoliberalismo y sus consecuencias para el movimiento popular y especialmente para la clase obrera; en la tercera se refiere a la situación de la izquierda frente a esta nueva situación mundial y a sus desafíos actuales. Publicado en: México, Siglo XXI Editores, 1999; España, Siglo XXI Editores, 1ª ed. 1999, 2ª ed. 2000 y 3ª ed. 2000; Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, 2000; Portugal, Campo das Letras Editores, 2000; Brasil, Paz e Terra, 2000; Italia, Sperling and Küpfer Editori, 2001; Canadá (francés), Lantôt Éditeur, 2001; El Salvador, Instituto de Ciencias Políticas y Administrativas Farabundo Martí, 2001; en Venezuela por Editorial Tropykos, 2005.

 

2002. La izquierda después de Seattle http://www.rebelion.org/docs/95169.pdf

 

En la primera parte de éste libro se hace un estudio de ocho experiencias latinoamericanas de lucha contra el neoliberalismo: Chiapas, FMLN en El Salvador; el proceso revolucionario bolivariano en Venezuela; las guerrillas en Colombia; el movimiento indígena y el Pachakutik en Ecuador; el Partido de los Trabajadores de Brasil y el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de ese país. En la segunda parte se desarrollan reflexiones acerca de la necesidad de articular la izquierda política y la izquierda social para conformar un gran frente antineoliberal. Terminado a fines del 2001. Publicado en España por Siglo XXI, 1ª ed. 2002; Chile, Ediciones SurDA, 2002; en Venezuela, bajo el título de América Latina: los desafíos de la Izquierda, por Instituto Municipal de Publicaciones de la Alcaldía de Caracas, 2002.

 

2005. Reconstruyendo la izquierda. http://www.rebelion.org/docs/97076.pdf

 

Este libro recoge reflexiones y secciones completas de varios trabajos de la autora publicados en español desde 1999 hasta mayo de 2006. Se inspira en gran medida en la propia práctica del movimiento revolucionario latinoamericano. Uno de los temas centrales que aborda es el del instrumento político que nos permita responder a los nuevos desafíos que nos plantea el mundo del Siglo XXI. Una herramienta que nos permita construir la fuerza social y política que haga posible los cambios sociales profundos por los que luchamos. Para conseguir este objetivo tenemos que superar las formas orgánicas del pasado, fruto de la copia acrítica del modelo bolchevique de partido, y abandonar la concepción teórica subyacente a ese modelo. Concepción ésta que no toma en cuenta una de las ideas centrales de Marx: la práctica social como la acción que permite que los hombres y las mujeres, al mismo tiempo que transforman las circunstancias que los rodean, se transforman a sí mismos, y con ello logra un desarrollo humano cada vez más pleno. 1ª edición El Viejo Topo-CIM, España, 2006; 2ª edición, Caracas, 2006: Siglo XXI, México, 2008. Existe una edición en inglés.

 

2013. Instrumentos de la política http://www.rebelion.org/docs/161106.pdf

 

Trascripción con pequeñas modificaciones de una charla de aproximadamente 2 horas donde se exponen los siguientes temas: qué entender por política revolucionaria y su diferencia con la política conservadora; la correlación de fuerzas existente en Venezuela en el momento del triunfo y luego de la Constituyente; en el momento del golpe militar y luego de su fracaso; los conceptos de estrategia y táctica; la importancia de tener en cuenta el estado de ánimo de la gente y los conceptos de enemigos, aliados y frente político. Se trata de una síntesis del pensamiento de la autora sobre temas que han sido desarrollados en varios de sus libros. Publicado por Mepla, La Habana, Cuba, enero 2013. En contenido de la charla en formato audiovisual se puede encontrar en http://videosmepla.wordpress.com/ Existe una edición en inglés.

 

2013. Un mundo a construir (nuevos caminos) http://www.rebelion.org/docs/178845.pdf

 

Este libro, es una actualización y ampliación del libro El socialismo del siglo XXI. Inventando para no errar (2010). Está conformado por tres partes: Primera parte: América latina avanza, es un breve recuento de lo que ha sucedido en América latina en estas últimas décadas y cómo se modifica el mapa político. Se refiere a las movilizaciones sociales que explican mucho estos cambios, señala los hechos que indican que ha habido un cambio en la correlación de fuerzas entre los Estados Unidos y nuestra región, y los intentos de recolonización y disciplinamiento que la primera potencia imperial está realizando en nuestro subcontinente. La Segunda parte: Hacia dónde avanzar: El socialismo del siglo XXI pretende explicar en qué consiste este socialismo, qué cosas hay que rescatar del pensamiento original de los clásicos del marxismo, qué nuevas reflexiones han surgido a partir de la práctica en algunos gobiernos de América Latina, cuál es la característica de la transición que estamos viviendo, qué pueden hacer estos gobiernos a pesar de las grandes limitaciones en las que se encuentran insertos, y finalmente, qué criterios debemos tener en cuenta para hacernos un juicio del desempeño de cada uno de ellos. La Tercera parte: El instrumento político para construir una nueva hegemonía aborda el tema de cómo lograr la correlación de fuerzas necesaria que nos permita ir venciendo los obstáculos e ir avanzando en la construcción de la nueva sociedad, y la relación que ello tiene con el tema de la hegemonía. Luego desarrollo el tema del instrumento político: por qué es necesario para la construcción del socialismo del siglo XXI, cuáles deberían ser sus principales tareas, qué tipo de militante y de cultura política necesitamos hoy, sostengo que es fundamental combatir el burocratismo en el que suelen caer dirigentes de los partidos y del gobierno y termino defendiendo la necesidad de la crítica pública para salvar al instrumento político y al gobierno. Publicado por El Viejo Topo, España, junio 2013, se preparan ediciones en Chile, Bolivia, Venezuela, y Estados Unidos.

 

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220638

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/182488
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