Refugiados de Calais, un olvido del Brexit

31/08/2016
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 la jungla de calais mobile
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Mientras el Reino Unido y la Unión Europea resuelven la rencilla matrimonial que los ha llevado al divorcio y dirigentes y tecnócratas sacan punta a sus lápices a la hora de dividir bienes gananciales, a alguien, vaya a saber quién, se le ocurrió recordar que en una remota esquina de Francia, quedaba pendiente un problema que los británicos estaban dejando para que lo solucionen a su gusto París o Bruselas, si se la entiende, esta última, como capital de la Unión Europea.

 

Aunque mirándolo bien no es un problema, sino 10 mil problemas, algunos estiman que el número podría alcanzar a 13 mil los refugiados que habitan la Jungla, como periodísticamente se conoce, al campo de refugiados, levantado por sus propios habitantes, con cartones, chapas, plásticos y maderas. Lo que hace que la Jungla que carece de servicios sanitarios y de las más mínimas condiciones de salubridad no sea un campo de refugiados, sino un bidonville, quizás el más miserable de Europa.

 

La conformación de campamento en la cercanía de la ciudad de Calais, próxima a la entrada del eurotúnel que conecta con la localidad británica de Folkestone, comenzó en los primeros meses del año pasado cuándo los refugiados llegaban escapando de guerras y persecuciones que justamente la Unión Europea,  junto a su socio mayor los Estados Unidos, habían comenzado en 2011.

 

Ya desde mediados de los ochenta, Calais se había convertido en algo así como una sala de preembarque de miles de migrantes que pretendían dar el gran salto sobre el Canal de la Mancha. Fueron los kosovares, que huían de la guerra de los Balcanes, que a lo largo de los noventa llegaron en gran número y se empezaron a acomodar en los depósitos y galpones abandonados a lo largo de la costa.

 

Desde hace años, miles de migrantes se hacinan en las proximidades de la ciudad portuaria de más de 20 mil habitantes, pero las oleadas de 2015 y el cierre de fronteras de Londres, desbordaron todas las previsiones, un promedio de 70 nuevos refugiados llegan cada día a la zona.

 

El entonces primer ministro David Cameron se negó a seguir recibiendo refugiados tras catalogarlos como un manojo de indeseables o swarm of people, como lo dijo en una gira por Vietnam, pateando la pelota a campo francés.

 

El flujo de refugiado comenzó a concentrarse en la boca del túnel, esperando una oportunidad para llegar a las islas británicas, como polizones en trenes y camiones que cruzan en túnel o pagando pequeñas fortunas a patrones de diferentes embarcaciones que hacen el trayecto Calais-Dover.

 

La única respuesta del gobierno francés, hasta ahora, fue la de reprimirlos, mientras que Marian Le Pen, la líder del ultra derechista Frente Nacional, los utilizó como blanco en sus discursos xenófobos durante las campañas electorales para las regionales de diciembre de 2015.

 

 Hasta ahora François “Flamby” Hollande, no encontró mejor solución en febrero último que desalojarlo por la fuerza, con incendio incluido. Aunque la medida no ha reportado grandes éxitos, como el dinosaurio de Augusto Monterroso, los refugiados todavía están allí.

 

En marzo de 2015, finamente se terminó de formar la Jungla, que no solo habitan sirios, sino también: subsaharianos, afganos, pakistaníes, yemeníes, eritreos y etíopes, desbordando las pocas instalaciones locales preparadas para estos menesteres.

 

En ese mismo mes, un informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) denunciaba las condiciones de vida de estos albergues a las que calificaba de “desconocidas en Europa”: con solo tres mil habitantes, contaban con treinta surtidores de agua potable, 60 duchas, 20 sanitarios, escasa alimentación y prácticamente nula asistencia médica. Las instalaciones sanitarias no se han multiplicado a la velocidad con que han aumentado el número de refugiados que hoy se ubican entre 10 y 13 mil personas, que deben chapotear en el barro y sufrir las temperaturas y las lluvias de la región prácticamente a la intemperie.  

 

Durante estos meses, la estrategia del Eliseo para desagotar Calais, fue presionar a Londres para que levante sus restricciones respecto a los refugiados. Algunas ONGs afirman que unos 3 mil de ellos intentan cruzar clandestinamente el Canal de la Mancha, cada día, pagando entre 2 y 6 mil euros a las mafias que controlan el paso desde Calais, con contactos al otro lado.

 

La empresa que administra el eurotúnel asegura que durante 2015 interceptaron cerca de 40 mil personas intentando cruzar el túnel y que todo esto les genera una pérdida de más de 10 millones de euros. Según el Ministerio de Interior británico, un inmigrante es sorprendido cada tres minutos intentando cruzar el túnel. Claro, nunca se sabrá cuántos finalmente lo han logrado.

 

Las soluciones del invierno

 

La nueva Primer Ministro británica Theresa May ha minimizado el impacto de la crisis de refugiados en Europa y toda la política de asilo, aunque la principal causa de la cuestión de Calais se debe a la negativa británica de abrir una vía de negociación respecto a la crisis.

 

Hasta junio de este año, por ejemplo, Londres ha dado asilo solo a 2.563 sirios con condición de refugiados, mientras que otros 2.682 fueron trasladados directamente desde Medio Oriente a Gran Bretaña por un mecanismo de reubicación de personas. El número resulta ínfimo si se lo compara con los 300 mil que acogió Alemania. May solo admite una concesión para niños refugiados en Calais, que tengan familiares en Gran Bretaña.

 

May ya había expresado su posición respecto al asilo en una conferencia del partido conservador en octubre último, donde expresó su pretensión de reducir todavía más el número de las solicitudes de refugiados al tiempo que niega cualquier derecho a indemnizaciones y reclamos de quienes sean aceptados  como refugiados por el Reino. La nueva dama de hierro argumentó que el derecho de Gran Bretaña se basa por ser “el más rico, más afortunado y  más fuerte”, por lo que solo dará asilo a los refugiados “más merecedores”.

 

Aunque Londres habla de que la cooperación respecto a la Jungla se extenderá durante “los próximos años” tras las exigencias francesas de trasladar el campamento a suelo británico, solo se han extremado en hacer inteligencia dentro del campo, para detectar posibles “terroristas”, mientras no existen hechos concretos para regularizar la vida de los refugiados de un lado u otro del Canal.

 

Tal como lo declararon el secretario del Interior Ambar Rudd y su par galo Bernard Cazeneuve: los dos países continuarán trabajando juntos para fortalecer la seguridad en el campo, frente a la delincuencia organizada y proporcionar ayuda, aunque esta última no se especifica cómo se hará.

 

Xavier Bertrand, presidente de la región francesa de Nord-Pas-de-Calais-Picardie, en la que se encuentra Calais, y que apoya a Nicolás Sarkozy para las próximas presidenciales, ha advertido que la crisis humanitaria, podría poner en peligro el tratado de Le Touquet 2003, por el que Reino Unido puede realizar controles fronterizos en territorio francés, para evitar el paso de indocumentados que viajan en camiones o trenes con destino a su territorio.

 

Por su parte, el ex presidente francés Sarkozy, nuevamente candidato para las presidenciales a cumplirse entre abril y mayo de 2017, declaró en un mitin: “Estoy exigiendo la apertura de un centro en Gran Bretaña ya que la Jungla no debe estar en Calais ni en cualquier otro lugar de Francia, los que no tienen derecho a estar aquí debe regresar a su país”. Declamó enfático el pequeño Nicolás, para terminar exigiendo a Londres que haga su trabajo y resuelvan ellos la cuestión de Calais.

 

Quizás alguno de los “humanistas” que viven a ambos lados del Canal de la Mancha encuentre alguna solución, antes que el invierno que está llegando les complique el problema.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/179890
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