La guerra no es el camino

15/08/2016
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El tiempo juega a favor del DAESH, según afirman analistas militares españoles. Y lo seguirá haciendo mientras la respuesta de occidente siga siendo básicamente militar. El origen del problema está en la desintegración de países musulmanes cuyos regímenes autoritarios sujetaban a las tendencias más belicistas del islam. En consecuencia me atrevo a decir que la solución consiste en la diligente reconstrucción política de la región, lo que requiere varias premisas: a) en primer lugar neutralizar a Arabia Saudí y Turquía cuyos regímenes han alimentado decisivamente al DAESH. Erdogan no es la solución es el problema; b) proceder a la reconstrucción con nuevos actores, contando con la colaboración de otros viejos como es el caso del presidente sirio Bashar al-Ásad que a estas alturas es un mal menor; c) en tercer lugar es imprescindible que Estados Unidos, Europa y los países que combaten al DESH, desarrollen un única estrategia alrededor de un plan integral que contemple medidas políticas, sociales, militares y diplomáticas.

 

El primer paso urgente es sin lugar a dudas parar las guerras. El segundo formar gobiernos de concentración nacional que integren a las diferentes facciones y corrientes religiosas, evitando gobiernos sectarios. En tercer lugar hay que fortalecer a la sociedad civil en esos países.

 

El caso de Iraq es paradigmático. Cuando los americanos procedieron a su retirada, el gobierno del primer ministro Nuri al Maliki desbarató el gobierno de unidad en el que participaban chiitas, kurdos y sunitas, e impuso en su lugar un gobierno prácticamente chiita que inició una persecución implacable de poblaciones sunitas. Antiguos miembros del ejército de Sadam Hussein, sunitas que estaban lejos del yihadismo se enrolaron en el DAESH fortaleciéndolo de un modo decisivo. Hoy un porcentaje notable de cuadros de mando del ejército de Sadam nutren el DAESH. Estoy persuadido que la amenaza del islamismo radical es fruto principalmente de los errores de un occidente que no entiende el funcionamiento mental del mundo musulmán y de sus sectarios aliados en el terreno.

 

En Siria la situación es peor. La figura de Bashar al-Ásad divide a las fuerzas occidentales. Estados Unidos y Turquía lo han demonizado sistemáticamente, pero la realidad indica que se deberá contar con él para una solución, política primero, que permita después combatir con éxito al yihadismo que hay en Siria. Lo que es claro que es la actual situación de bloqueo favorece infinitamente al DAESH, pero también a Al-Nusra (Al Qaeda en Siria).

 

Los estados fuertes gobernados por dictadores eran realmente deleznables, pero mantenían un equilibrio que ahora se ha roto reinando el caos. La reconstrucción de la región y de cada país ha de reconocer desde el primer momento que la mayor o menor democracia en los países musulmanes lo han de resolver los musulmanes. Si no se tiene claro esto se cometerán nuevos errores. Ahora bien, ¿cómo pueden ayudar a la reconstrucción los mismos que a bombazo limpio destruyeron los anteriores equilibrios internos de cada país? Occidente necesita ganarse la confianza de sus interlocutores en el terreno.

 

Creo que occidente debe lanzar un mensaje inequívoco de su responsabilidad llevando al trío de las Azores a un tribunal internacional. Bush, Blair y Aznar actuaron ilegalmente en contra de la posición de Naciones Unidas, cometieron crímenes contra la humanidad y han llevado al mundo al borde del precipicio. No, no es una cuestión de venganza, es un asunto de coherencia mínima de un occidente que desea ser un actor central en la reconstrucción de la región hoy en guerra. Quienes dijeron “sin Sadam el mundo será mejor” no sólo engañaron a la sociedad mundial sino que además abrieron la puerta, como reacción, a la creación de organizaciones que practican el terror global que se despliega por oriente y occidente. Un juicio como este sería un mensaje necesario al mundo musulmán de que en occidente hay una capacidad autocrítica.

 

Reconstruir lo destruido con nuevos actores, es muy complicado. Pero es la única oportunidad para hacer que Libia, Siria e Iraq sean países viables y estables. El otro camino es una guerra sin fin. Hay que tener en cuenta que el DAESH no es un ejército regular que defiende trincheras, sino que combina defensa de territorios, con guerrillas, células durmientes, lobos solitarios, combinando todas las posibilidades de ataque. Hoy, una buena parte de su peligro viene de combatientes nacidos en Europa y que se desplazan de un modo más o menos cómodo. De Francia salieron entre 3.000 a 5.000 combatientes, muchos de los cuales están regresando. Realmente es complicado neutralizar a todas estas fuerzas pero, además, hay que decir que DAESH es UNA IDEA, y es muy difícil derrotar una idea. La IDEA de DAESH (el califato) viaja a gran velocidad por internet y logra conversos en los cinco continentes. Este modo de combatir del DAESH requiere de parte de quienes lo combaten algunas condiciones: a) realizar un buen trabajo de inteligencia; b) neutralizar las vías de captación y adoctrinamiento del Estado Islámico; c) cortar sus vías de financiamiento y de flujos logísticos; d) trabajar por eliminar los guetos en las periferias de grandes ciudades como París y Bruselas y garantizar que las administraciones lleguen por igual a todas las poblaciones sea cual sea su origen. Pero para estas cuatro medidas hace falta una coordinación europea de seguridad que hoy no existe, y no parece plausible.

 

Por si fuera poco es una exigencia abordar de manera eficaz el drama de los refugiados. Lo sería en cualquier caso sin amenazas terroristas, sencillamente por obligación moral y de justicia. Pero ahora se presenta como algo urgente para evitar que el cementerio que ya es el Mar Mediterráneo alimente una actitud africana (no sólo árabe) de condena a Europa que pueda ser aprovechada por organizaciones radicales.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/179507
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