La libertad de prensa es un bien para uso exclusivo de la burguesía y de los imperialistas

14/07/2016
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El mundo de la burguesía está en estado de conmoción profunda. El gerente de un banco estatal cometió la imprudencia de reaccionar en contra de unas publicaciones de La Nación. El periódico criticó de manera obviamente escandalosa las gestiones de los jerarcas del Banco Nacional de Costa Rica y su gerente, en represalia, decidió no pagarle más por la llamada “pauta publicitaria”. Se arrepintió pero el arrepentimiento fue tardío, porque los accionistas del periódico pusieron el grito al cielo y fueron escuchados por los celestiales burgueses que nos explotan y obviamente por el supremo administrador de sus negocios o milagros, el Presidente Luis Guillermo Solís.

 

El tal gerente seguramente será despedido, puesto que tan alta posición no puede ser ejercida por quien ignore que La Nación es intocable. La Nación es la voz omnipotente de los oligarcas y del imperialismo. El que ataca a La Nación ataca al sistema y, en consecuencia, es enemigo de una democracia, que es burguesa y antipopular hasta los tuétanos. Así es que el gerente de marras le dio un tapahocicos a la princesa de las mentiras y falsedades. Y esto es grave, tanto que el Presidente que prometió ser mariscal de la lucha contra corrupción, salió en defensa de una falsa libertad de prensa. Falsa porque la realidad es que están defendiendo un jugoso negocio, el suyo y el de todos los explotadores.

 

¿Cuántos costarricenses tienen derecho a expresarse en La Nación? Seguramente la cúspide del uno por ciento. Para los demás no existe la libertad de decir lo se piensa. Para hacerlo deben pagar muchos miles de colones por un pequeño espacio.

 

Recuerdo que en una ocasión me recibieron un texto para publicar y obviamente también el pago. Al día siguiente me llamó Guido Fernández y con buen modo, como sabía hacerlo, me devolvió el texto y el dinero. Guido había sido mi compañero de Liceo y, además, vecino, no se sintió muy bien en aquella ocasión, pero lo cierto es que no hubo publicación, es decir, no hubo libertad de prensa para un ciudadano por el hecho de pensar distinto y concretamente por ser comunista.

 

En otra ocasión me solicitaron un artículo sobre el “muro de Berlín” y por supuesto lo escribí y se lo hice llegar a Julio Rodríguez. Lo publicaron con cambios inconsultos, me enojé mucho pero fue mayor mi indignación cuando me comunicaron que podía “pasar por el cheque”. Hablé con Julio Rodríguez y le exigí que publicara sin modificaciones lo que yo había escrito. Resultado cero, y el cheque se los dejé para que se lo metieran en el mejor sitio de la libertad de prensa.

 

En un momento aciago para nosotros se produjo un doloroso acontecimiento, la división del Partido Vanguardia Popular. A los comunistas no se nos pasa el dolor de aquel acontecimiento, que fue utilizado por La Nación para atizar lo que debió ser apaciguado. Decenas de notas sobre el tema fueron publicados por este periódico, utilizando no sé a cuales informantes para avivar el fuego de la discordia. Guardo debidamente empastada una colección de esas publicaciones. Los ataques principales los dirigieron contra Humberto Vargas Carbonell, el que esto escribe, a quien calificaron con gravísimas acusaciones. En alguna ocasión hablé con Enrique Benavides que bajo ciertas circunstancias hablaba con sinceridad y me dijo algunas cosas de cómo se habían planificado esas acusaciones. Esto asuntos los tengo escritos y por eso no es necesario continuar. Lo cierto es que para La Nación terminé siendo un agente de la KGB; no se me podía insultar más groseramente. La Nación me agredió y me insultó haciendo uso de una falsa libertad de prensa.

 

Agrego: los ataques de La Nación me honran y enaltecen, puesto que he demostrado que soy y he sido comunista en las buenas y en las malas.

 

Finalmente, si la “libertad de prensa” depende de la “pauta publicitaria” entonces debe distribuirse equitativamente entre todos los medios de información, incluyendo las emisoras, televisoras y los periódicos locales. Si se sigue la lógica de La Nación cualquier exclusión significa un atentado contra la libre expresión del pensamiento. Pero esta tesis no será una aceptada ni por el Gobierno ni por La Nación.

 

Alguna vez haré una referencia a la prensa prohibida, a los periodistas perseguidos, a las publicaciones clandestinas y a la clausura del SEMANARIO ADELANTE y al asalto armado de la imprenta Elena en 1962.

https://www.alainet.org/es/articulo/178840
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