Las multitudes y algo más en la en la revolución socialista latinoamericana ¿y ahora qué?

06/07/2016
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Introducción: el problema

 

Desde que en A. Latina se enarboló la bandera de la superación del capitalismo en un nuevo orden socialista que se encaminara hacia una comunidad fraterna (comunista) en la que cada uno aporte según su capacidad y reciba según su necesidad, muy diversas formaciones políticas (en el sentido amplio, o sea, definiéndose o no como Partidos), han defendido la tesis de que esa tarea sería “obra de las masas organizadas”; y muchas agregaron la especificación de que esas masas serían “conducidas por el proletariado”; llegando a este punto la mayoría de esas organizaciones, a pesar de su tamaño minúsculo, no vacilaban en proclamarse, a su vez, como “vanguardia de ese proletariado”. Cuando se interroga los documentos y declaraciones de tales agrupaciones acerca de cómo se daría ese cambio histórico protagonizado por las masas, lo que brota como respuesta es un  manojo de vaguedades que van desde la organización de una gran huelga general que daría al traste con el “poder burgués” e instauraría un nuevo gobierno orientado hacia el socialismo y el comunismo, hasta propuestas electorales que se han repetido incesantemente y han fracasado de la misma manera (con aparentes excepciones de las que nos ocuparemos más adelante).

 

Así sucede que transcurrido un siglo desde la Revolución Rusa, en A. Latina sólo Cuba ha logrado construir una sociedad abocada a la superación efectiva del capitalismo rumbo al socialismo y el comunismo; ello no obsta para que en 2016 la “vía de las masas” sea de más en más preconizada, incluso por ex-integrantes de fuerzas guerrilleras reconvertidos a las lides políticas legales en el marco de la “democracia burguesa”. La gran duda que se debe plantear y que hacemos nuestra es: ¿en qué se basan las esperanzas de todos esos esforzados militantes al apostar en una vía que incesantemente ha conducido al fracaso y ha mantenido al capitalismo en plena salud (más allá de sus cíclicas e inevitables crisis)? Por nuestra parte no vemos ningún motivo que avale esa apuesta, y creemos que sigue siendo imperioso pensar-realizar otras alternativas. En estas líneas pretendemos simplemente introducir esa necesaria reflexión.

 

El caso de Cuba (y Nicaragua)

 

Lo que sigue es un sumarísimo resumen y análisis, que sometemos a la apreciación crítica y a las ampliaciones que se impongan. Aunque algunos de los propios dirigentes cubanos (con la excepción del Che) después de convertidos al “marxismo-leninismo” intentaron reinterpretar su propia historia a la luz de los cánones de la “vía de las masas”, los fríos hechos no permiten esa trasmutación.

 

Es sabido que en Cuba había hasta 1953 un Partido Comunista relativamente fuerte, en especial en los años 1930,  un  movimiento sindical combativo de extracción obrera y campesina, y un activo movimiento estudiantil (en los que había corrientes que en mayor o menor grado se decían inspiradas por el socialismo); más lo que partió por primera vez a la historia cubana en dos en el contexto del siglo XX fue una acción que nada tenía que ver con la “vía de las masas” defendida por unos y otros de los protagonistas antes citados; nos referimos al asalto al cuartel Moncada (y por cierto, simultáneamente a otro, que por ser de menor tamaño, queda en la sombra de los relatos). Esa acción, conducida por Fidel Castro estaba destinada a provocar un levante masivo en Santiago de Cuba que promoviese, a su vez, un cambio de Gobierno a nivel nacional; ahora bien, cuando  después de encarcelado Fidel enumera las razones de su lucha (en su célebre discurso de autodefensa “La Historia me absolverá”), lo que se ve allí es ciertamente una denuncia brillante de las injusticias y tropelías a la que estaba sometido el pueblo humilde, y una acusación sin tregua de la corrupción y decadencia de las elites cubanas dominantes, pero en todo el discurso brilla por su ausencia la palabra “socialismo”.

 

Cuando la presión popular y el sentimiento de seguridad del gobierno cubano de turno llevan a la liberación de Fidel y sus compañeros de aventura en el Moncada, Castro decide partir al exilio mexicano para intentar desde allí una nueva acometida. Es allí donde organiza a los 82 expedicionarios del pequeño yate “Granma”, que llegará a las costas del oriente cubano en diciembre de 1956; nótese que otra vez se eligió ese lugar porque pensaba Fidel en un levante urbano en Santiago de Cuba, que, sumado a la presencia-acción de los expedicionarios, llevase al cambio nacional moralizador que había defendido en su alegato de autodefensa; no obstante el levantamiento urbano fracasará y los expedicionarios, reducidos a una docena tras los primeros choques contra las fuerzas dictatoriales, se ven obligados (no era esa su opción original) a refugiarse en las montañas de Sierra Maestra para iniciar una guerra rural de guerrillas.  Lo que siguió después es harto conocido.

 

Consolidándose en ese teatro de operaciones, la guerrilla concitó un creciente apoyo rural y urbano, y luego se expandió en varios frentes guerrilleros que en posición ofensiva lograron expulsar o neutralizar a las fuerzas de Batista en la mitad de la isla comprendida entre Santiago de Cuba y Santa Clara (conquistada bajo la dirección del Che); ante esta última caída Batista se dio por perdido y se fue a  los EEUU, al tiempo que las fuerzas rebeldes entraban victoriosas a La Habana el 1 de enero de 1959. (Nótese que en plena ofensiva guerrillera, en 1958, en Cuba se habían celebrado elecciones “normales” de las que participaron gentes que se decían de izquierda, y, aún, socialistas).

 

Allí se instaura primero un nuevo gobierno que tiene en la Presidencia a un señor liberal, para nada seducido por la perspectiva socialista; menos aun cuando rompiendo una vieja tradición de los politiqueros (latinoamericanos y del mundo) Fidel decide cumplir con las promesas contraídas con el campesinado que lo había apoyado en la Sierra, e inicia la Reforma Agraria.

 

 Entonces aquellos de sus apoyadores que nunca habían soñado salirse del capitalismo puro y duro que había conocido Cuba hasta entonces, lo abandonan masivamente, al tiempo que los EEUU que hasta allí lo habían visto con desconfianza pero sin hostilidad abierta, le declaran la guerra; guerra que primero tiene como formas el sabotaje, el apoyo a bandas contrarrevolucionarias armadas y a manifestaciones políticas “pacíficas”, y que en abril de 1961, en Playa Girón pasó a la agresión directa, entrenando y armando, embarcando y apoyando con aviones y fuerza naval de retaguardia  a los 1.500 mercenarios que protagonizaron aquél desembarque (derrotado en 72 horas por las fuerzas de la Revolución, frustrando el plan yanqui de proclamar un gobierno cubano en el área que pudieran ocupar los mercenarios); entonces los EEUU pierden los estribos definitivamente con Cuba, y la Revolución cubana replica no sólo nacionalizando todas las empresas norteamericanas (que además de ser muchas, controlaban entre otros el principal rubro económico cubano, a saber, el azúcar y sus ingenios), sino proclamando a los cuatro vientos que Cuba elegía el socialismo.

 

Entonces Cuba se granjeó el apoyo de la URSS (la potencia que en la época dividía el poder mundial con los EEUU) y se ganó un fundamental aliado para frenar los ímpetus avasalladores del imperialismo yanqui (distante sólo 100 millas de las costas cubanas que le eran más próximas). Pero esa alianza no le supuso a Cuba adoptar la tesis soviética de la “transición pacífica al socialismo” mediante el movimiento de masas y la estrategia electoral. Por el contrario, en la “crisis de los misiles” de 1962 Cuba defendió la idea de que la URSS no retirase de la Isla a las ojivas nucleares que apuntaban a los EEUU y le servían de capital defensa (cosa que, no obstante, Kruschev acabó haciendo, al parecer a cambio de la retirada de misiles de la OTAN emplazados en  Turquía); y, simultáneamente, Cuba fue el epicentro de otra visión que tuvo su resumen en el libro firmado por Regis Debray e intitulado “Revolución en la Revolución” (del que se dice que fue en verdad escrito, o por lo menos co-escrito por Fidel Castro), que planteaba ideas defendidas por el Che y que en la época inspiraron movimientos guerrilleros en casi todos los países de A. Latina; esa teoría fue bautizada (también peyorativamente) como “foquismo” y se resumía (groseramente) en lo siguiente: en las condiciones latinoamericanas la única posibilidad para derribar del poder a la oligarquía aliada a los EEUU e instaurar un gobierno socialista con rumbo comunista, consiste en organizar una guerrilla rural que, funcionando como un “pequeño motor”, ayuda a encender el “gran motor” de masas organizadas y que adhiriendo al esfuerzo armado permiten llegar al fin deseado.

 

Es en nombre de esa teoría, que era también suya, que Guevara parte hacia Bolivia, teniendo en mente la idea de irradiar desde allí diversos “pequeños motores” que se instalarían en países vecinos (incluso en su Argentina natal, quizá con su propia presencia personal). Más los apoyos bolivianos no cumplieron lo prometido (empezando por el Partido Comunista local que, presionado por los soviéticos, reclamó inicialmente la dirección de la guerrilla, para abandonarla después a su suerte cuando esa dirección le fue negada por Guevara), la guerrilla fue descubierta y combatida mucho antes de lo previsto en una zona casi desierta que ni siquiera era la que había elegido para operar, los EEUU pusieron toda la capacidad operativa que venían acumulando en Vietnam al servicio de la oligarquía boliviana y de su representante (un General, para variar) de turno, y la guerrilla boliviana fue masacrada en poco más de un año de penosa y heroica lucha (que terminó con el asesinato del Che, capturado herido pero con vida en su último combate en octubre de 1967).   

 

Ese trágico final no amilanó a muchos movimientos guerrilleros latinoamericanos, sino que, por el contrario, les sirvió de heroico ejemplo, y la guerrilla floreció con un tipo diferenciado de accionar incluso en un contexto expresamente negado por el Che, a saber los espacios urbanos del Uruguay (en el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros). Pero uno tras otros esos movimientos fueron derrotados (por falta de una fuerte articulación con movimientos masivos de apoyo y combate simultáneo), hasta que también mordió el polvo el MLN-T, derrotado militarmente en 1972-1973 (cuando se instauró formalmente el Golpe de Estado que en Uruguay duraría hasta 1985).

 

En esas circunstancias Cuba revisa sus posiciones en dos ámbitos fundamentales: por un lado adopta en lo interno más elementos del modelo soviético en la construcción del socialismo, y, por otro, vuelca su apoyo en A. Latina a los respectivos Partidos Comunistas (haciendo una excepción del boliviano), poniendo en segundo plano su relación con los maltrechos movimientos guerrilleros (a los que, sin embargo, nunca dejó de prestar su ayuda solidaria, por la que fuimos personalmente beneficiados en nuestra obligada estadía cubana de aquellos años, y por la que siempre seremos gratos a la Revolución y el pueblo de Cuba). No obstante, una causa irrumpió como una excepción en ese segundo viraje: la de Nicaragua.

 

Opuesto a la tiranía hereditaria de los Somoza, allí un veterano movimiento guerrillero comenzó a contar no sólo con un fuerte apoyo de Cuba (en voluntarios no cubanos que llegaban con su armamento), sino  también con la ayuda de otros Gobiernos de la región (ayuda muy activa, en el caso de Panamá, y más bien pasiva en el de Costa Rica); y con esos decisivos apoyos el Frente Sandinista de Liberación Nacional emula la marcha cubana hacia la capital y en ella entra triunfante en julio de 1979, desalojando del poder al último Somoza.

 

 Entonces se pensó que se repetiría allí la experiencia cubana, a saber la de la instalación de un Gobierno revolucionario que con gran apoyo popular, y aunque sufriendo todas las agresiones imaginables por parte del imperialismo norteamericano, caminaría hacia el socialismo de horizonte comunista.

 

De hecho por lo menos una parte de la dirigencia lo intentó. Pero la “guerra de los contras” armada y mantenida por los EEUU desde países vecinos (en especial Honduras) tuvo una amplitud y contundencia mucho mayor que la enfrentada por Cuba; al mismo tiempo divergencias y debilidades de varios dirigentes (que llegaron incluso a la corrupción y/o el autoritarismo más desenfrenado) fueron empañando aquél horizonte, y mermando el apoyo de un pueblo sometido a crudas condiciones de vida y al martilleo de los “contras”.

 

Así, tras 11 años de gobierno, el sandinismo se creyó obligado a jugarse el todo o nada en una elección de la que salió derrotado en manos de una representante de una familia ex-aliada (los Chamorro), que representaba una clara opción burguesa-liberal y de reconciliación con el imperio yanqui. Tras las conocidas peripecias de gobiernos derechistas incapaces y corruptos, el Frente Sandinista regresa al gobierno por vía electoral en 2006, y allí se mantiene desde entonces (tras una reelección de Ortega en 2011), pero ya sin los arrobos y esperanzas socialistas-comunistas con las que había accedido por primera vez a posiciones de mando.

 

Otros compañeros mejor informados habrán de detallar lo que sucedió y sucede en la Nicaragua sandinista. Por nuestra parte terminamos nuestra breve reseña de la trayectoria cubana señalando que con la caída de la URSS (ocurrida en 1991) y privada de ese apoyo, la Isla fue sometida a condiciones de penuria económica que hubieran derribado a cualquier gobierno; adoptó entonces la política del Período Especial en Tiempos de Paz, que básicamente fue una estrategia de máximo racionamiento para poder sobrevivir sin  renuncias a sus sueños socialistas; así, si se comió poco, ningún hospital ni escuela cerró, y los cubanos continuaron teniendo una salud y educación universal y gratuita (ejemplo incluso para la OMS y la UNICEF); en esas condiciones Cuba inicia también una serie de reformas, con idas y vueltas, que tomarán cuerpo sistemático en los llamados Lineamientos Económicos aprobados por el VI Congreso del Partido Comunista Cubano en abril de 2011 (y ratificados en el VII Congreso, de abril de 2016) y cuya espina dorsal podemos tratar de resumir (groseramente) como sigue: permanecen nacionalizados y bajo gestión partidaria y estatal los sectores clave de la economía y la vida social (con excepción del gran Turismo, gran palanca económica cuyo control es compartido por el Estado y algunas multinacionales, en especial de origen español) pero se abren puertas para la actividad capitalista-privada en los sectores y actividades consideradas menores (como la pequeña restauración  y el pequeño turismo, por ejemplo), y una menor pero muy importante para tratar de superar la escasez crónica en productos alimenticios, como lo es la pequeña propiedad campesina (privada, familiar o cooperativa).

 

Si hemos planteado (Israel Semino & López Velasco 2014), a la luz del pensamiento del Che, diversos reparos a esos Lineamientos, la historia habrá de  decir si a la postre esos cambios llevan a una profundización y mejora del socialismo cubano acercándolo al comunismo (o sea a la superación de la alienación humana, la reconciliación ecológica entre los seres humanos y el resto de la naturaleza, y la vivencia cotidiana de la consigna “de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, preservando los equilibrios ecológicos”), o si tales cambios acaban por traer de vuelta al capitalismo  puro y duro. Por ahora lo que nos permitimos enfatizar es la idea de que, ni en el caso de Cuba ni en el de Nicaragua, la conquista de un Gobierno claramente orientado (por lo menos en su discurso) hacia el socialismo de horizonte comunista se dio por la “vía de las masas” mediante acumulación pacífica progresiva y culminación huelguística y/o electoral. En uno y otro caso lo que llevó al triunfo fue el “foquismo” guevariano.     

 

¿Algunas excepciones?

 

Veamos ahora, y de una forma aún más somera que la usada para los casos cubano y nicaragüense, los casos de otros Gobiernos latinoamericanos que en estos últimos años en mayor o menor grado han levantado la bandera del socialismo. Nos referimos a Chile y a aquellos que han defendido el “socialismo del siglo XXI”, expresión acuñada y divulgada por Hugo Chávez a partir de 2005.

 

- Chile –

 

Cuando llegamos a Chile a fines de 1972 el gobierno de Allende mostraba todas sus luces y deficiencias; estas últimas dieron pie al triunfo terrorista de la oligarquía apoyada por EEUU en el Golpe de setiembre de 1973; en otro trabajo hemos reseñando muy brevemente esas vivencias (López Velasco 2007). El gobierno de Allende había sido fruto de la única experiencia parcialmente victoriosa en A. latina de la clásica “vía de las masas”, ya que Allende era un viejo político que había hecho su carrera en sucesivas disputas electorales (sin que ello le impidiese mediar en el rescate de algunos de los sobrevivientes cubanos de la guerrilla boliviana del Che, lo que aumentó su prestigio a los ojos de muchos); a duras penas, y gracias a un descuido del sistema electoral montado por la oligarquía chilena, Allende logra hacerse con la Presidencia con tan sólo el 33% de los sufragios (y tras sortear el asesinato del entonces Comandante en Jefe del Ejército, asesinado a manos de la derecha, con la intención de frustrar la asunción de Allende); así, desde el principio sufrió la hostilidad de una mayoría parlamentaria opositora, y cuando nacionalizó el cobre (principal fuente de divisas de Chile) y algunas empresas, y se dispuso a ampliar la reforma agraria iniciada por el democristiano Frei, azuzó la cólera de la oligarquía local y del imperio yanqui. Decenas de miles de personas apoyaban a Allende en manifestaciones callejeras, mientras la oligarquía y el gobierno de EEUU maduraban el Golpe; hay que decir que Allende había promovido en sus últimos tiempos a la jefatura de las Fuerzas Armadas a un tal Augusto Pinochet, que lo había acompañado en una visita oficial a Cuba. La oligarquía y el imperio yanqui se dieron como plazo de espera dos eventos: unas elecciones parlamentarias y el intento mini-golpista del general Viaux, que rodeó con sus tanques al Palacio de gobierno (la Casa de la Moneda); sucede que en esas elecciones Allende subió hasta el 42% y Viaux fue neutralizado por la intervención apaciguadora de Pinochet. Entonces la oligarquía y el imperio decidieron que llegaba el momento del gran Golpe, para que Chile no volviera a soñar con el socialismo en muchas décadas.

 

En ese entretiempo, Allende intentó negociar con la principal fuerza de la derecha (el Partido Demócrata Cristiano), que prefirió el campo golpista, y medio obligado y medio convencido proclamó una Ley de control de armas, que de hecho impedía que las fuerzas populares dispuestas a resistir y a avanzar hacia el socialismo haciendo valer la fuerza militar, tuvieran las mínimas condiciones de armarse. Muchas batidas ocurrieron en los cinturones obreros para retirar de allí las eventuales armas existentes. Y llegó el 11 de setiembre de 1973, cuando amparado en una maniobras UNITAS coordinadas por EEUU (los archivos desclasificados por ese país hablan a las claras de la participación activa de su presidente y de Henry Kissinger en la gestación y realización de esa infamia)  las fuerzas golpistas arrasaron con la vida de decenas de miles de chilenos (por muerte inmediata o posterior al Golpe), empezando por la de Allende; a propósito, para la gran Historia, poco importa si fue directamente asesinado, o si heroicamente se suicidó para cumplir con la promesa pública que había hecho de que “a mí de la Moneda sólo me sacan con los pies para adelante”.

 

Ocurrida la desgracia, muchas voces, incluyendo diversas de la supuesta izquierda, salieron a decir que Allende había sido demasiado “radical” en sus ansias transformadoras; su intento de negociación postrero con el PDC y la Ley de armas prueban lo contario; y si fuera cierta aquella tesis, entonces mejor hubiera sido dejar gobernar al PDC. De hecho lo que le faltó a Allende fue una fuerza militar popular capaz de neutralizar por dentro y vencer en el combate directo, si fuera preciso, al ejército chileno que se comportó como lo que era: un instrumento del dominio de la oligarquía y del imperio yanqui.

 

Pasados más de 40 años del Golpe hay que decir que sus designios infelizmente por ahora se han cumplido; la vieja izquierda de los tiempos de Allende entró mayoritariamente en sucesivas componendas que hicieron de Chile un país citado como modelo por los neoliberales, y donde la perspectiva de un Gobierno que recupere la bandera socialista orientada al comunismo parece muy distante (a no ser por las sucesivas e insistentes manifestaciones juveniles, basadas en reivindicaciones educativas, y las del pueblo mapuche). La moral de la historia chilena es que la “vía de las masas” pudo excepcionalmente lograr por sí sola un débil y fugaz acceso al gobierno de un Presidente que se decía socialista, pero mostró su trágica limitación a la hora de afianzarse en el proceso de cambios hacia el socialismo, por la sencilla razón de que no construyó una fuerza militar capaz de vencer al ejército oligárquico-imperial.

 

-Venezuela-

 

Aquellos que creen que el proceso bolivariano se inicia tras el triunfo electoral de Hugo Chávez a fines de 1998, que lo lleva a la Presidencia de Venezuela, en un episodio que parece consagrar la “vía de las masas” en su versión electoral, deben preguntarse de dónde provino el apoyo popular a Chávez. Y la respuesta es simple: del intento de Golpe de Estado que Chávez encabezó en 1992 al mando de algunas centenas de militares y contados civiles; en un país descreyente de los Partidos tradicionales (incluyendo a los de la llamada izquierda) y hambreado por las medidas impuestas por el FMI que generaron el “Caracazo” en 1989, Chávez encontró terreno fértil para el levantamiento que programaba desde años antes. El intento de Golpe fue rápidamente neutralizado por la cúpula militar y el gobierno de turno, y Chávez y sus compañeros de aventura fueron condenados a prisión.

 

Pero la clase dominante venezolana se sentía segura y los mismos fueron liberados tan sólo dos años después. Es entonces cuando comienza la campaña electoral chavista. Y aquí queremos anotar un punto que nos parece fundamental: además de cualquier contenido programático (y en el caso del Chávez de aquella época el discurso era simplemente moralizador, reformista y soberanista-bolivariano, a tal punto que el propio Chávez dijo públicamente que en sus primeros tiempos de gobierno llegó a pensar que la “tercera vía” defendida por Tony Blair podría ser una alternativa válida), lo que atrajo el mayoritario apoyo popular fue la actitud de jugarse la vida en nombre de una idea (ni más ni menos que lo que había ocurrido con Fidel, con Ortega, y, en otras circunstancias, con el Mujica que habiendo pasado por el MLN-T logrará los votos necesarios para llegar a la Presidencia en Uruguay); y ese es un  factor ético-psicológico que para nada tienen en cuenta los defensores de la “vía de las masas”, que siguen confiando en el “programa ideal” y disputándose en base a citas de Marx, Lenin, Trotsky o Mao, como varitas mágicas para lograr el ansiado Gobierno; ahora bien, esa conducta de jugarse la vida sólo es visible para las mayorías cuando las personas y organizaciones rompen y van más allá del orden electoral-legal vigente; o sea, precisamente cuando queda superado el orden en el que eternamente se limitan a jugar sus bazas los adeptos de la “vía de las masas”.   Ese factor ético-psicológico es el que le dio la victoria a Chávez (apoyado también en su inmenso carisma y conocimiento-práctica de los usos populares, por ejemplo del trato llano y del cancionero llanero), a pesar de que fue un derrotado en su intentona militar (y volvió a serlo en el Golpe que lo apartó tres días del poder en 2002, cuando prefirió rendirse a los golpistas que llegaron al Palacio de Miraflores a arrestarlo, para ser rescatado dos días después por unidades militares leales, del lugar donde estaba detenido); en la victoria o en la derrota ese factor decisivo está ausente en la conducta no rupturista (y no militar) de la “vía de las masas”.

 

Muerto Chávez y puesto en su lugar en reñidísima elección Nicolás Maduro (ex-dirigente sindical del transporte, o sea, oriundo de la “vía de las masas”), Venezuela se encuentra hoy (sumergida en una gran crisis de escasez y seguridad ciudadana, originada en gran parte en el desplome de los precios del petróleo, que representa la casi totalidad de sus ingresos) ante un momento crucial que tiene como alternativas o la profundización de los cambios hacia el socialismo de horizonte comunista (por ejemplo, socializando todos los grandes medios de producción y distribución) o retornar al más puro y duro capitalismo. Ahora bien, resulta claro que si algo mantiene al chavismo en el Gobierno hasta ahora, además y junto a un innegable apoyo en sectores populares que, a pesar de la escasez y la violencia, se han visto beneficiados por las políticas sociales bolivarianas, es el hecho de que hay una Fuerza Armada Nacional Bolivariana dirigida en su casi totalidad por ex-camaradas y/o discípulos directos de Chávez, que le dan sustentación a Maduro; sin ese decisivo factor (que en Venezuela se conoce como la “unión cívico-militar”) Maduro habría caído hace rato ante la brutal guerra que le libra la oligarquía y el imperio yanqui-OTAN; (y conste que no está descartado que, a  pesar de ese apoyo, Maduro y el chavismo puedan caer, o en un eventual referendo revocatorio, o en elecciones presidenciales “normales” programadas para fines de 2018, para no hablar de una intervención militar foránea realizada directamente por EEUU y/o a través de la OEA).

 

- Bolivia -

 

Muchos podrían decir que la llegada a la presidencia del ex-dirigente cocalero Evo Morales en 2006 constituye un claro triunfo de la “vía de las masas”; pero esas personas olvidan que tras innúmeras marchas y manifestaciones en las que a lo largo de los años se fue gestando el Movimiento al Socialismo (el MAS de Evo), el momento clave de su llegada a la Presidencia se da en medio a una masiva ocupación-corte de carreteras vitales que paralizaba al país, y, suceso tan o más significativo aún, descartando una segunda vuelta electoral (pues Evo no había logrado la mayoría necesaria para ser ungido sin ella) exigida por la legislación entonces vigente; fue la amenaza directa de los mineros armados con dinamita y la furia incontrolable de los campesinos e indígenas que ocupaban esas carreteras, cercando a La Paz, las que obligaron a dispensar esa segunda vuelta y a entronizar a Evo en la Presidencia; esas circunstancias nada tienen pues que ver con la clásica “vía de las masas” electoralista y/o del sindicalismo pacífico. Y cuando Evo recién asumido el cargo presidencial se dispuso a reformar la Constitución y los legisladores de turno, representando a la oligarquía y el imperio yanqui pero también a algunos sectores que se habían dicho de izquierda, intentaron impedirlo, una vez más esa fuerza impositiva de masas en parte armadas y dispuestas a saltearse el orden legal vigente, fue la que hizo posible que la reforma aconteciese, proclamando a Bolivia como Estado Plurinacional (dándole en el texto amplios poderes de autogestión y cogestión a las comunidades indígenas).

 

Es en ese marco en el que Evo está implementando su particular visión-proyecto del “socialismo del siglo XXI”, habiendo vencido todas las contiendas electorales, salvo la más reciente que preveía su reelección indefinida, sin duda a causa de su progresiva ruptura con la Central Obrera Boliviana e importantes sectores del movimiento indígena-campesino que lo apoyó (lo que sitúa la discusión en otro nivel, que no abordaremos aquí, y que dice respecto a los cambios efectivos o no que Bolivia está haciendo hacia el socialismo con horizonte comunista, rescatando/actualizando el viejo comunismo indígena para unirlo al del Che, y en la manera de conducción personalista o no, que ese proceso está conociendo hoy). En todo caso, reitero, lo que queda claro es que el ejemplo boliviano no avala a la “vía de masas” entendida como acumulación progresiva-pacífica-electoralista.     

 

- Ecuador -

 

El caso ecuatoriano aparece como una mezcla de elementos propios a Venezuela y de Bolivia; se parece a Venezuela el descrédito total de los viejos Partidos (que se traducía en Gobiernos que duraban poco y nada) antes de la llegada de Correa por vía electoral a la Presidencia, y se parece a Bolivia la gran fuerza con la que movimientos indígenas muy organizados y sin miedo de salirse de los cauces legales vigentes, impulsaron esa candidatura.

 

Después la historia se hace más confusa; Correa se proclama adepto del “socialismo del siglo XXI” al tiempo que rompe (en especial por no cumplir con promesas de autogobierno y autogestión indígena en sus territorios) con gran parte del movimiento indígena que lo llevó al gobierno; simultáneamente habla de un “capitalismo avanzado” y critica como soñadores a los que luchan por una economía ecológicamente sostenible; por fin, en medio a esas contradicciones naufraga su proyecto de nueva reelección; el futuro inmediato de Ecuador es una incógnita, pues no se sabe qué rumbos tomará la llamada “Revolución Ciudadana” privada de la presidencia correíta (por más que lo suceda un supuesto correligionario suyo). Hay que recordar que en medio de esa trayectoria Correa tuvo que superar un supuesto Golpe acaudillado por fuerzas policiales (lo que plantea una vez más la cuestión de la necesidad de una fuerza militar alternativa a las heredadas del viejo Estado oligárquico, cuando de veras se quiere caminar hacia el socialismo con horizonte comunista, ecomunitarista; ahora bien la “vía de las masas” ni se plantea esa cuestión).  

 

Buscando alternativas a esta altura de los acontecimientos

 

Tras la breve reseña anterior, la pregunta que brota naturalmente es ¿qué hacer hoy en A. Latina para caminar hacia el socialismo con horizonte comunista, o sea, más ampliamente, en perspectiva ecomunitarista? (ver López Velasco 2009 y 2010).

 

La pregunta es más acuciante cuando en Brasil se ha hundido (tras una alianza con sectores de la derecha más rancia y corrupta, y habiendo incurrido casi todos los Partidos en una corrupción generalizada) el gobierno dirigido por un Partido de los Trabajadores, que antes de su llegada al gobierno nacional (en 2003), se decía socialista; más allá de la corrupción y las medidas neoliberales adoptadas por el PT, en especial en el transcurso de su tercer gobierno, la estrategia que adoptó de aliarse a sectores derechistas para tener mayoría parlamentaria se ha agotado tras el “impeachment” de Dilma, y la izquierda socialista brasileña tiene ante sí nada menos que la tarea de reinventarse y reinventar la democracia en perspectiva participativa y ecomunitarista; la mencionada pregunta se repite cuando en Uruguay fuerzas que se decían socialistas e integran los tres gobiernos sucesivos del Frente Amplio desde 2005 se ven muy cuestionadas no sólo por la derecha tradicional que no ceja en su vieja prédica capitalista y proyanqui, sino también por sectores del movimiento obrero (que critican cómo los impuestos se ceban en los asalariados y no tocan al gran capital, y cuestionan la supervivencia de bajos salarios y jubilaciones), y del pequeño movimiento campesino muy reforzado por movimientos de nuevo tipo que asumen la causa ambientalista como su principal bandera (aunque cuentan en sus  filas a militantes que proclaman sin ambages al capitalismo como su verdadero y definitivo enemigo), y critican el hecho de que en los gobiernos del FA la tierra uruguaya siga dominada por latifundios y se haya extranjerizado de más en más, en especial en manos de multinacionales, y se hayan adoptado prácticas agroindustriales devastadoras y/o contaminantes en grado extremo; ver Israel Semino & López Velasco 2014); en la última elección presidencial la pequeña ventaja que dio la victoria al FA resultó del hecho de que el porcentaje de electores que haría la diferencia juzgó que el candidato de la derecha tradicional eliminaría diversas políticas sociales inauguradas por el FA; ahora bien, nada garantiza, en momentos de ajustes neoliberales, que ese reflejo se mantendrá en la próxima elección; y la mencionada pregunta redobla en intensidad cuando en Colombia las FARC, tras un esfuerzo guerrillero de casi 50 años (por cierto no desprovisto de puntos oscuros, como lo es el nexo con el narcotráfico), han firmado un acuerdo inicial de paz con el gobierno que representa a una fracción de la misma oligarquía que traicionó a Bolívar; en ese marco las FARC tratan de crear condiciones mínimas de seguridad para que sus huestes no sean masacradas cuando vuelvan a la vida civil, como le aconteció al M19 en circunstancia similar hace dos décadas.

 

Para la pregunta clave sobre el qué hacer ahora no tenemos una repuesta clara y única, pero la experiencia histórica antes muy brevemente resumida nos permite trazar una directriz. Ella consiste en proclamar que no será por una huelga general insurreccional ni por la acumulación de fuerzas gradual, pacífica y electoral que se abrirán las puertas de la transición al socialismo en perspectiva ecomunitarista; y menos aún si las mismas no van por lo menos acompañadas (por no decir guiadas-inspiradas) de la construcción de una fuerza popular militar capaz de derrotar a las fuerzas armadas institucionales que responden a la oligarquía y al imperio yanqui-OTAN.

 

El reverso de esa misma idea nos dice que la experiencia latinoamericana ha mostrado que los pueblos que emprenden el rumbo socialista se organizan no sólo en torno a programas que les prometan una vida más digna, soberana y mejor, sino también y especialmente, en torno a líderes que ponen el pellejo en la lucha por sus ideas, saliéndose del orden burgués/legal vigente. Una y otra idea, a pesar de genéricas, no son poca cosa ante la perplejidad, la confusión y la rutina reinantes en el momento histórico actual.

 

La dimensión comunicacional

 

Las herramientas tecnológicas hoy existentes han puesto aún más de manifiesto un hecho crucial en la lucha por el socialismo en A. Latina, a saber, el de que el poder oligárquico-imperial no sólo se mantiene en nuestros países por las vías económico-político-jurídico-militares, sino también a través de la industria cultural de masas y el papel que en ella juega la gran prensa privada.

 

Esta última, coordinada a nivel continental, se encarga de repetir una y otra vez a cada día que el capitalismo es el “fin de la historia” y que el socialismo fracasó y es imposible; su mayor eficiencia radica hoy en las plataformas de radios y TV’s, pues ellas alcanzan diariamente el corazón mismo de todos los hogares latinoamericanos, incluso los de los iletrados.

 

Ante esa evidencia la alternativa socialista con perspectiva ecomunitarista debe plantearse el desafío comunicacional como un reto de primera importancia (ver López Velasco 2013); en los días que corren, para los letrados las redes sociales son una herramienta que por lo menos en parte logra neutralizar la guerra mediática oligárquico-imperial; pero es imperioso que las organizaciones socialistas se planteen crear/controlar plataformas de radio y TV’s abiertas, capaces de llegar a todos los rincones, y especialmente a los hogares iletrados.

 

Cuba y Venezuela, cada una a su modo, dieron significativos pasos en ese sentido, pero llama la atención el hecho de que gobiernos llamados “progresistas” como los de Brasil y Uruguay, a pesar de mantenerse por tres períodos consecutivos en posiciones de mando, no hayan querido-sabido crear esas plataformas; y el precio que se paga es muy caro, pues se sabe que fueron las grandes redes de TV privadas las que impulsaron y casi que impusieron el “impeachment” de Dilma. Ahora bien, las grandes plataformas antes mencionadas deben completarse-coordinarse con todos los medios comunitarios que se puedan crear para la comunicación diaria o periódica, escrita, oral y audiovisual, incluyendo el uso de las posibilidades brindadas por internet.  

 

Bibliografía

 

Israel Semino, Maria Josefina & López Velasco, Sirio (2014). “Los Lineamientos de Cuba a la luz de la crítica del Che a la economía de la URSS”; y “Movimientos agroambientalistas en Uruguay: una mirada ecomunitarista”, in Confieso que sigo soñando, Baltgráfica, Montevideo, 2014; disponibles también en diversos sitios de internet.

 

López Velasco, Sirio (2007). Alias Roberto: diario ideológico de una generación, Baltgráfica, Montevideo.

 

López Velasco, Sirio (2009). Ética ecomunitarista, UASLP, San Luis Potosí, México.

 

López Velasco, Sirio (2010). El socialismo del siglo XXI en perspectiva ecomunitarista, UASLP, San Luis Potosí, México

 

López Velasco, Sirio (2013). La TV para el socialismo del siglo XXI. Ideas ecomunitaristas, Ed. 13, Quito, Ecuador

 

lopesirio@hotmail.com

 

 

 

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/178627
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