Paz comunitaria y Juntas de Acción Comunal

27/04/2016
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Cada día nos acercamos más a la firma del acuerdo general para la terminación del conflicto en Colombia. Sin embargo, el escepticismo por parte de amplios sectores urbanos hacia dicha negociación es notorio.

 

Aunque Santos es el único responsable de un sinnúmero de errores durante ese proceso, como el de jugar ambiguamente con la Unidad Nacional y cierto sector del uribismo para asegurar una gobernabilidad inocua, el desacuerdo latente en torno a los diálogos de La Habana obedece, en gran parte, a factores más de tipo emocional y a un sabotaje premeditado, que a consideraciones racionales.

 

El rechazo a las negociaciones en curso tiene implícita la defensa de los intereses de la cúpula militar, la cual se ha encargado de crea un imaginario de "todo o nada", de "terrorismo vs patriotismo" dirigido a azuzar los ánimos del 98.72% de soldados regulares de las FFMM que proceden de los estratos 0 al 3 (http://bit.ly/1dGKhkm ), un conglomerado lo suficientemente poderoso para extender su escenario de influencia a familiares y amigos cercanos.

 

El estamento militar han tenido claro para que sirve cabalgar sobre el caballo de batalla de la guerra, y la subsecuente lucha contra las “far”, alimentando el descontento en un tejido social activo que participa con más vehemencia en lo político que otros sectores. Con su visión apocalíptica y visceral, han logrado permear con éxito la base principal de la pirámide participativa en Colombia: las Juntas de Acción Comunal (JAC).

 

Creadas en 1953, las JAC fueron hasta 1991 el espacio deliberativo más codiciado de la política nacional por su arraigo popular y por la generosa asignación presupuestal de la cual gozaban -lo que desafortunadamente las convirtió en fortín “politiquero” por excelencia-. Con la entrada en vigencia de las Juntas Administradoras Locales (Ley 136 de 1994), éste órgano ha visto diezmado su protagonismo en las últimas dos décadas.

 

A pesar de los traspiés sufridos, las JAC aún siguen siendo el músculo participativo más sólido y numeroso; sus 6 millones de afiliados y 50.000 juntas diseminadas a lo largo y ancho del territorio nacional, son el instrumento más efectivo para fortalecer los procesos de veeduría ciudadana y la socialización de planes de desarrollo locales con las comunidades. 

 

Y es precisamente en las JAC donde el uribismo, y su legión de beneficiarios y correligionarios, ha logrado insertar, con un éxito superlativo, su discurso contra el proceso de paz, logrando propagar sus tesis individualistas y parroquiales, colmadas de“todo vales” por doquier.

 

El tejido comunitario, susceptible a la defensa de lo público, lo social y lo colectivo, ha sido diezmado, no solo en las áreas rurales sino en las mismas urbes por el séquito uribista civil y su ala armada -paramilitares, militares en retiro y redes de informantes- en los últimos 10 años, sembrando a su paso la semilla del odio y el antagonismo mediante masacres, torturas y asesinatos.

 

Por ello las JAC, y las elecciones que tuvieron lugar el pasado domingo 24 de abril, son de suma importancia; la nueva correlación de fuerzas posterior a este proceso, definirá la ruta de acción, tejida desde la base, para recuperar la confianza en los estratos menos favorecidos hacia el proceso de diálogo llevado a cabo entre el Gobierno Nacional y las FARC, a través de la “construcción de la paz comunitaria”: un escenario de diálogo y reconocimiento entre posiciones encontradas donde visiones de país, y sociedad distintas, convergen sin recurrir a la cobardía bélica; un espacio de defensa de la democracia por encima de la barbarie.

 

Son las JAC donde la fuerza participativa de las personas del común nutrirá con sus aportes el proceso de implementación y verificación de lo pactado en el post-acuerdo en zonas de influencia de la insurgencia; son las JAC en donde las capas urbanas, permeadas por quienes quieren la confrontación perpetua, pueden desminar sus corazones y sumarse al clamor mayoritario de la sociedad por el fin de la guerra. 

 

La simple y anhelada firma del acuerdo, es la transición deseada hacia las transformaciones sociales, culturales y económicas de hondo calado que la sociedad precisa para cimentar una paz estable y duradera en la Colombia del siglo XXI.

 

Twitter: @pineda0ruiz

 

* Felipe Pineda Ruiz, publicista, investigador social, colaborador de la Fundación Democracia Hoy. Miembro de la plataforma política Somos Ciudadanos. Editor de www.democraciaenlared.com 

 

Fuente: http://www.democraciaenlared.com/2016/04/paz-comunitaria-y-juntas-de-accion.html


 

https://www.alainet.org/es/articulo/177062
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