Dilma y el tsunami de la derecha

10/04/2016
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El día 7 de abril, en Brasil se conmemora el Día del Periodista. Cientos de periodistas colmaron el auditorio del sindicato de los periodistas de São Paulo, en un acto político de mucha fuerza para juntarse al clamor nacional de que no habrá golpe, habrá si lucha. En ese sentido aprobaron un manifiesto que ha sido enviado a la presidenta Dilma Rousseff.

 

Hubo consenso de que el país está sumergido en profunda crisis política, que los conglomerados de comunicación actúan como partidos políticos y promotores del golpe para derrumbar el gobierno; que es preciso resistir a la escalada golpista, defender la legalidad, defender el respeto al voto popular que eligió el actual gobierno.

 

Presente al acto, los discursos me llevaron a la siguiente reflexión.

 

Sí, vamos resistir, va haber lucha. ¿Cómo?

 

¿No será un poco tarde para denunciar un golpe que ha sido perpetrado ya hace algún tiempo? Los octogenarios allí presentes se acordarán de que de 1954 hasta los días de hoy la historia de ese país es una sucesión de golpes de Estado. Y que hay harta bibliografía disecando los mecanismos de esos golpes.

 

Yo, personalmente, además de haber sido testigo de golpes y contragolpes en Brasil, como periodista estuve presente también en incontables golpes perpetrados contra gobiernos democráticos de nuestros vecinos y otros países de Nuestra América irredenta. A tal punto que el periodista Newton Carlos, que publicaba columna sobre política internacional en varios periódicos y editaba un suplemento sobre América Latina en el diario Correio da Manhã, y me utilizaba como fuente, decía que yo era de la “izquierda demoledora” pues adonde yo estaba había golpes de Estado. Existe harta literatura sobre todos esos golpes.

 

Lo que me indigna es que, pese a todo eso, parece que no se ha aprendido nada. ¿Cómo es posible que un gobierno se deje acorralar sin nada hacer para frenar la escalada golpista? ¿Dónde están los servicios de inteligencia de ese gobierno? ¿No han visto la marea de dinero despejado por la Federación de los Industriales de São Paulo (Fiesp) y otras instituciones nacionales y extranjeras para financiar a los golpistas e inclusive a las manifestaciones en las calles?

 

La Fiesp, todos sabemos, lejos de representar una burguesía nacional representa hoy un estamento gerencial a servicio del capital transnacional. Toda industria dinámica del país está hoy en manos extranjeras. Perdimos el control sobre los centros de decisión sobre política monetaria y fiscal, sobre los rumbos de la economía y del desarrollo. Es necesario y urgente recuperar el control sobre los centros de decisión.

 

¿Cómo es posible que no se vea respuesta a todo eso? ¿Dónde están los medios de comunicación institucionales, que son muchos, que tiene el gobierno? ¿Por qué no utiliza las grandes redes de televisión en cadena nacional? Es cierto que todas son concesiones del Estado, basta con requisarlas y colocarlas en cadena para defender el gobierno y movilizar a las gentes.

 

Inexplicablemente paralizado y en la defensiva todo el tiempo, ahora el gobierno está en un callejón sin salida. Y peor, logró aislarse casi completamente. ¿Cuántos somos los que estamos dispuestos realmente a resistir, ir a la lucha?

 

El primer paso es asumir el poder y ejercer el poder.

 

Solamente un hecho nuevo podría revertir tal situación. Una acción capaz de arrebatar a las masas populares. Pero parece que no hay voluntad política para cambiar cosa alguna. Solo mantenerse en el poder.

 

La gravedad de la situación me asusta. No es el gobierno de Dilma o del PT que está en riesgo. Más que la democracia y la legalidad lo que está verdaderamente en riesgo es la soberanía del país; es el Estado de Derecho; es el futuro: ¿qué país vamos a dejar para nuestros nietos? País ninguno si no se puede reverter las expectativas y lograr el apoyo de las masas para un Proyecto Nacional.

 

Un poco de historia

 

Ya octogenario, con 60 años de periodismo y política, de 1954 hasta hoy la historia del país ha sido, realmente, una sucesión de golpes de Estado, eterna conspiración para mantener el país en el atraso bajo la hegemonía de una oligarquía mohosa y servil, principalmente servil, sin ninguno espíritu de patria.

 

1954 ha ocurrido el golpe que llevó el presidente Vargas al suicidio; su muerte frustró los golpistas pero no logró estabilizar el país. En 1955 intentaron impedir la toma de posesión del presidente Juscelino Kubitschek pero no lograron y durante su gobierno hubo dos intentos más de golpe. En 1960 tuvimos la farsa electoral que llevó Janio Quadros al poder.

 

En 1961, otro intento de golpe, disfrazado de renuncia del presidente, en ese entonces frustrada por la reacción del gobernador Leonel Brizola, que consiguió arrebatar la nación por la defensa de la legalidad. João Goulart, trabalhista histórico que era vice del presidente depuesto, ha tomado posesión mediatizado por un Parlamentarismo que luego ha sido derrumbado por la voluntad popular manifestada en plebiscito.

 

La derecha no ha dado un minuto de paz para Goulart hasta que con la ayuda de Washington lograron derrumbar el gobierno democrático y popular e implantar una dictadura que, conducida por militares, duró más de dos décadas.

 

Hay harta bibliografía de investigadores que hicieron la biopsia detallada de lo que ha sido la preparación, la conducción y la ejecución del golpe contra el gobierno de Goulart. Más que un golpe, como constató el investigador René Dreiffuz, ha sido la captura del Estado por el capital transnacional. Y Moniz Bandera no dejó duda en sus libros sobre los intereses y participación de Estados Unidos en el golpe. Hoy hay hasta películas con la voz de Kennedy dando señal verde a la CIA para derrumbar a Goulart.

 

El proceso de redemocratización iniciado con la década de 1980, que tuvo su auge con multitudes manifestando en las callas a favor de Elecciones Directas y luego por la Constituyente, no logró consolidarse. Es la realidad. No consiguió avanzar en las cuestiones esenciales como la reforma política, reforma del judicial, reforma tributaria, para no hablar de las cuestiones sociales, como reforma agraria y reforma urbana con saneamiento básico, la atención a la educación y a la salud.

 

No ha alcanzado algo esencial y fundamental que es la captura del Estado como centro de decisión y poder hegemónico para ejecutar un proyecto de nación y una estrategia de desarrollo.

 

Era necesario en ese momento desencadenar una acción cultural para atacar el moho del totalitarismo impreso en el alma del brasilero. Era preciso tener un proyecto nacional y el único que lo tenía era Leonel Brizola y el núcleo de trabalhistas, nacionalistas y socialistas que lo acompañaba. Por eso la dictadura y los medios hicieron de todo para demonizar la figura del líder nacionalista.

 

Frustrada la campaña por la elección directa, tuvimos que aguantar el gobierno del oligarca ultraconservador José Sarney hasta que la Constituyente de 1988 devolvió el poder del voto al pueblo. Y entonces tuvimos otra farsa electoral que en 1989 condujo Fernando Collor de Mello al poder. El “cazador de marajás”, que iba a acabar con la corrupción y salvar el país del comunismo. En realidad se trataba de salvar el pellejo de las oligarquías amenazadas por la candidatura trabalhista nacionalista de Leonel Brizola.

 

Ocurrió que junto a Collor, subió el poder de la mafia del narcotráfico asociada a su principal asesor y coordinador de campaña, Paulo Cesar Faria. Collor cumplió su papel, hizo el Plan Collor de estabilización de la moneda y abrió el mercado brasilero a las transnacionales. Pero, siempre hay un pero. La criatura ya no servía más a los criadores. Entonces armaron el golpe.

 

Brizola ha sido el primero que denunció, en diciembre de 1992, que la derrumbada del presidente era un golpe. Golpe conducido por los medios de comunicación, un parlamento dócil y mayoritariamente pro oligarca, y las manifestaciones populares integradas principalmente por la clase media, inducida por los medios de comunicación, siempre sensible a las denuncias de que es preciso combatir a la corrupción y al desgobierno.

 

Itamar Franco, en su gobierno de transición, no tuvo tiempo ni fuerza política para llevar adelante un plan de gobierno. Quedó con la intención, pero logró realmente algo inusitado y sorprendente que fue la aprobación del Plan Real de estabilización de la moneda.

 

El gobierno entreguista

 

Robando las glorias que cabría a Itamar por el Plan Real, con el apoyo total de los medios de comunicación y de las grandes corporaciones transnacionales, es decir, con todo el dinero del mundo, ha sido elegido Fernando Henrique Cardoso. Y lo que más impresiona, con el apoyo de amplios sectores de académicos e intelectuales. En ese sentido la elección de FHC ha sido otra farsa electoral.

 

Alzado al poder, el sociólogo cumplió cabalmente lo que había teorizado en libros, o sea, la teoría de que un país en desarrollo solo tiene chance de desarrollarse abriendo las piernas al capital transnacional. Y eran tiempos del Consenso de Washington y los medios de comunicación rendidos al pensamiento único. En la cumbre de su silla en el moribundo Ministerio da Cultura, Francisco Wefort, uno de los ideólogos del PT ahora convertido, proclama la muerte de Marx.

 

Han sido 12 años de “fernandato” (1990-2002 – con Fernando Collor y Fernando Henrique) que arruinaron al país. Se impuso hegemónicamente la dictadura del capital financiero y la consolidación de la media como vocero del pensamiento único. Jorge Soros a través de Armínio Fraga gobernando el país. Proceso acelerado de privatización, alienación de las riquezas naturales y destrucción del parque industrial y tecnológico.

 

Y ahí llegamos a las elecciones de 2002. Durante la campaña electoral, en las dos vueltas, lo que se vio ha sido una farsa psicosocial. Ha sido una representación induciendo al logro, con raras excepciones, así mismo en el ámbito de los candidatos sin chance. Las agencias de publicidad transformaron las elecciones en una disputa de marketing mercadológico. Se vendió la ilusión, ningún programa fundado en un proyecto nacional.

 

Pese a eso, saludé en la época: La victoria de las oposiciones y el ascenso de Lula, un obrero al poder, después de 13 años de dictadura del capital financiero, ofrece condiciones para que se abra un nuevo ciclo en la historia de Brasil, caso se mantenga la cohesión de las fuerzas que garantizaron la victoria en octubre. La situación de Brasil no es insoluble caso se cambien los rumbos de la política económica. Pero, no hay que alimentarse de ilusiones. Periodos difíciles tendrán que ser soportados por el pueblo brasileño.

 

Ganaron la elección, ocuparon el palacio de gobierno pero no asumieron el poder real. Y había condiciones para eso, amplio apoyo de amplios sectores de la población cansada de tanto desgobierno de la era del fernandato. La población quería cambios.

 

Sin embargo, lo que se ha visto es que no hubo cambio alguno de rumbo, tan solo cambio de método. En la esencia lo que seguía en vigor era el pensamiento único, la dictadura del capital financiero, la presencia hegemónica de la media corporativa.

 

Era una oportunidad de dar al país un Proyecto Nacional; nacionalizar el pensamiento en los organismos de seguridad del Estado. No se lo hizo. Los servicios de inteligencia de la dictadura así como la Policía Federal y demás órganos de represión, desarrollados, entrenados y equipados por Estados Unidos permanecieron intactos. El pueblo seguía siendo el enemigo a combatir por las fuerzas de seguridad del Estado.

 

Pasados ocho años, la nueva campaña para la sucesión condujo a otra farsa electoral. Los “marqueteros” lograron ganar la elección con Dilma Rousseff pero no conquistaron el poder. De nuevo había condiciones para cambios que era lo que el pueblo quería. Pero no había siquiera voluntad para cambios. La ingobernabilidad era evidente debido a la composición del Congreso Nacional.

 

Y todo eso se repetiría después de cuatro años. Y así llegamos a la situación en que estamos: el gobierno en un callejón sin salida. Un gobierno que a nada gobierna, solamente a la defensiva. No tiene a su favor ni el mismo gobierno, es decir, los servicios de inteligencia, los organismos de defensa y seguridad, un centro de pensamiento y formulación de estrategias. Tiene un sistema de comunicación y no lo utiliza. Tiene el poder de convocar cadenas nacionales de radio y televisión y no lo hace.

 

La derecha y el capital transnacional con los servicios de inteligencia de varios países, en una gigantesca marea ofensiva. Desencadenaron un verdadero tsunami que ni ellos mismos tienen condiciones de detener.

 

Solo una marea popular de mayor dimensión podría detenerlos. Pero es trabajo para muchos años y es necesario una reversión de expectativas de amplio espectro, que recupera un sentimiento de patria, que ponga la universidad a pensar el país y los líderes a formular un proyecto nacional e una estrategia de desarrollo junto con un plan de gobierno con vistas a viabilizar ese proyecto.

 

 

- Cannabrava Filho es periodista y editor de Diálogos del Sur

 

Abril 10, 2016 - Revista Diálogos Del Sur

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/176630

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