Libertad de cultos vs poderíos y jerarquías

29/02/2016
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Lo que no hace bien es la hegemonía, el privilegio de algunos, la predominancia de unas culturas sobre otras. Eso es dañino; no una estatua.

 

Hay un despertar de la espiritualidad en lo público.

 

Esto es mucho más profundo que estatua sí o estatua no, y si no lo visibilizamos, tal vez nos perdamos el gran desafío que nos interpela para avanzar.

 

Hay una necesidad de la gente de mostrarse tal cual es desde la intimidad de su ser trascendente, desde aquellos valores universales que nos reivindican con la génesis de la vida, de proclamar en qué creemos o incluso en qué no creemos.

 

Siempre es importante intercambiar con respeto por la otredad. Sin fundamentalismos.

 

Pocas cosas hay tan humanas como la sensibilidad espiritual, la fe en lo que no se ve. Eso necesita expresarse y para el que lo siente, es un dolor reprimirlo.

 

Y está bueno compartir lo bueno, adhiéramos o no a esa misma forma de pensar.

 

Desgraciadamente lo malo, también nos involucra como sociedad cuando sucede.

 

Ya que el tema está sobre la mesa por el pedido de colocación de una imagen católica en la rambla, nos parece importante conversar también públicamente sobre estas cuestiones.

 

Escuchar y hablar, puede conducirnos a síntesis interesantes que contemplen sentires plurales, mutuos, gratificantes colectivamente.

 

Es la oportunidad de abordar otras formas de ciudadanía más fraternas e intensas, más democráticas en sus mecanismos cercanos de decidir y conversar socialmente las cuestiones políticas y la multiplicidad de aspectos que éstas abarcan.

 

No improvisemos ni nos apresuremos porque el que se precipita; se precipita.

 

Intentemos mejorar en convivencia sin forzamientos, escuchando las diferentes voces, dando lugar a la diversidad de sentires y saberes, valorizando lo que antes se negó, dando ventajas a los que hayan sido rezagados adrede por acción directa de otros. Diferenciemos para igualar.

 

Son tiempos de ahondar los procesos de interacción humana.

 

Hay sin dudas sobre exposición de algunos credos en el espacio estatal -calles, plazas, pueblos, monumentos, hospitales, patronatos de ciudades, centros de estudio, unidades y reparticiones del ejército nacional, etc.- en detrimento de otras minorías culturales históricamente vulneradas, a las que los gobiernos latinoamericanos dedican acciones afirmativas a fin de ir contra la discriminación negativa estructural.

 

En el siglo 21, seguir arremetiendo sobre la desigualdad es construir castillos de arena.

 

¿Y si hacemos algo plural y no sólo para quienes lo puedan solventar? Tal vez hasta con estudios previos de situación, cuantificación y contextos, así los argumentos tendrán base cierta. Tal vez se imponga una especie de planificación donde no prime el nivel económico o las capacidades organizativas, o a ver quién llega primero hasta que se prohíban porque van a ser demasiados monumentos religiosos. Quienes son ateos podrían hacer un símbolo del ateísmo también.

 

La manifestación del pensamiento religioso es la real expresión de laicidad, porque en tanto se restrinja al ámbito privado, no se ejercita el derecho que tiene base social como presupuesto.

 

El caso es que estas expresiones no pueden quedar libradas al poderío económico y político de las colectividades que los impulsan porque será intrínsecamente injusto.

 

El catolicismo vino a estas latitudes con la invasión colonial que derivó en el capitalismo, y de allí acompaña nuestra historia. Usado tal vez para justificar el vandalismo, la barbarie y el saqueo a las comunidades originarias y africanas esclavizadas. Hoy hay, debido a ello, sobre oferta de símbolos católicos en todo el país, y aún persiste en el imaginario social la idea de que existen poblaciones de diferentes categorías, así como religiones de primera y de segunda. Eso es racismo social y religioso. No genera convivencia, atrasa, no es respeto por la diversidad del ser humano.

 

Me pregunto si quisiéramos poner un Orixá en Tres Cruces qué pasaría.  Siendo que está la cruz  católica y estuvo el Papa.

 

¿Qué cantidad de símbolos africanos e indígenas podrían equilibrar la balanza ante el crimen de lesa humanidad de la llamada “conquista europea”?

 

Qué tal si el gobierno de la ciudad en cada departamento hiciera un sondeo de factibilidades y brindara un espacio común interreligioso y no religioso? No sería -tal vez- menos arbitrario? Así las libertades se ejercerían con justicia social -no primarían influencias políticas o la potestad del dinero- y se plasmaría en los hechos el derecho de culto y sus manifestaciones enunciado nada menos que en el artículo quinto, en una Carta Magna uruguaya que tiene 332!

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/175680
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS