Turquía: La bien pagá…

30/11/2015
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 erdogan turquia
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La leyenda cuenta que alguna vez el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt sentenció sobre el dictador nicaragüense Anastacio Somoza: “Tal vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, sin ninguna duda en más de una oficina de la Casa Blanca, el Pentágono o el Departamento de Estado, alguien habrá parafraseado a Roosevelt, refiriéndose al actual presidente turco Recep Tayyip Erodgan.

 

Desde su ingreso a la OTAN, en 1952, fundamentalmente por las necesidades geoestratégicas de los Estados Unidos, en el marco de la guerra fría, y en pago del millar de soldados turcos muertos en Corea, Turquía ha cumplido como el más leal de los servidores a los intereses de occidente en su región. Pero nunca han sido más descaradas y serviles sus operaciones como desde el inició de la guerra contra Siria, a principios de 2011.

 

El odio de Turquía por la familia al-Assad se inicia ya con el gobierno de Hafez, padre de Bashar, pero se incentivó mucho más desde que el joven presidente sirio decidió no traicionar los lineamientos de Hafez y quizás profundizarlos, con el afianzamiento de las relaciones con la República Islámica de Irán, la defensa de la causa Palestina; su alianza fundamental con el Hezbollah libanés, además de las aceitadas e históricas relaciones con Rusia que cuenta con la importante base naval de Tartus y con China, con quien mantiene un importante flujo comercial. Y finalmente, además de un dato no poco importante, la familia al-Assad es de confesión alawita, una rama minoritaria del chiísmo, al tiempo que Turquía es sunita. Turquía, si bien en teoría es laica, por su necesidad de ingresar a la Unión Europea, cuenta con una importante presencia en sus estamentos gubernamentales de los Hermanos Musulmanes, vinculados con el wahaabismo, la versión más atrabiliaria del Islam, la “religión” oficial de Arabia Saudita y el basamento filosófico de organizaciones como al-Qaeda o Estado Islámico.

 

Esta multitud de factores fueron más que suficientes para poner a Bashar al-Assad, en el punto de mira de la Primavera Árabe, que, para los intereses de las potencias occidentales como de Ankara, también sirvió (¡oh casualidad!) para operar contra otro de los más díscolos dirigentes del mundo árabe: el coronel Muhammad Gaddafi.

 

Desde el comienzo mismo de la guerra contra Bashar al-Assad (hay que recordar que Turquía y Siria comparten una frontera de unos 850 kilómetros) Ankara no solo permitió el ingreso a territorio sirio de combatientes: la gran mayoría de los musulmanes europeos lo hicieron a través de pasos turcos, así como también de muchos combatientes provenientes de naciones caucásicas como: Azerbaiyán, Georgia, Chechenia, Osetia del Norte o Daguestán. Turquía facilitó, además, el paso de armamento para los terroristas y se convirtió prácticamente en un santuario de los hombres del Ejército Libre Sirio, el Frente al-Nusra (al-Qaeda) o el Estado Islámico, cuando necesitan restablecerse en territorio turco, no muy lejos de la frontera siria, donde funcionan campamentos y hospitales de los terroristas, con personal sanitario israelí.

 

Durante los largos y trágicos meses del sitio por parte de Estado Islámico a la ciudad kurda/siria de Kobane, de unos 62 mil habitantes y muy próxima a la frontera con Turquía, Ankara ignoró los pedidos desesperados tanto de kurdos turcos, como iraquíes para que se les permita ayudar a sus hermanos de Kobane, con armamento, víveres y combatientes.

 

Cuándo la presión internacional obligó a Erdogan a abrir sus fronteras para que los peshmergas, pudieran ingresar a Siria por Turquía, el sitio sobre Kobane ya llevaba varios meses y la ciudad estaba a punto de caer, la batalla se extendió por varios meses más, lo que prácticamente demolió toda la infraestructura y la mayoría de las viviendas, mientras la cantidad de muertos continúa siendo un misterio.

 

Erdogan, además, utilizó el santuario nacionalista turco que significa la tumba de Suleiman Shah, tío del fundador del Imperio Otomano, Osman I. Según algunas filtraciones, se supo que la voluntad de Ankara era la recuperación del mausoleo que desde hace más de dos años se encuentra en manos de Estado Islámico, para ingresar a Siria y establecer un nuevo frente de guerra contra Bashar al-Assad. Si bien la tumba se encuentra en territorio sirio, existe un acuerdo para que simbólicamente sea una posesión turca, por lo que se mantenía una dotación permanente de 24 soldados turcos, hasta su caída a manos de Estado Islámico.

 

La extorsión turca

 

Uno de los tantos beneficios de los que Ankara ha empezado a sacar de la guerra en Siria es la administración del flujo de refugiados tanto sirios como de otros países de Medio Oriente, de Afganistán, Pakistán e incluso más lejanos como Bangladesh.

 

La reciente crisis migratoria, que todavía sacude a Europa (casi 900 mil refugiados ingresaron solo este año) ha sido solo un botón de muestra de la capacidad de extorsión de Erdogan.

 

Turquía pretende, desde hace años, pertenecer a la Unión Europea, pero esa puerta está sellada para Ankara, fundamentalmente por dos motivos: el primero, es su inmodificable fe musulmana; el segundo, más difícil de cambiar que el primera, es el alto nivel de corrupción de sus gobernantes y la constante violación a los derechos humanos de su población y particularmente de los kurdos que representan casi 25 millones de almas.

 

Ankara sostiene una guerra intermitente desde 1984 contra la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en la que se estima hay más de 60 mil muertos civiles kurdos y un número que sobrepasaría los 80 mil desaparecidos. El máximo líder del PKK , Abdullah Öcalan, condenado a cadena perpetua, cumple su pena en la cárcel de la isla de Imrali, en el mar de Mármara, prácticamente en absoluta soledad.

 

Sobre la cuestión de refugiados, el domingo 29, una minicumbre entre la Unión Europea y Turquía, llevada a cabo en Bélgica, se acaba de cerrar con un gran éxito para Erdogan, lo que deja bien claro dos cosas: la capacidad extorsiva de Turquía y el grado de debilidad frente al conflicto de refugiados de la Unión Europea.

 

De ahora en adelante, Erdogan recibirá 3 mil millones de euros (ya estaba recibiendo 1800) para que impida que los cerca de 4 millones de refugiados que hoy habitan en suelo turco puedan llegar a Europa; además el “acuerdo” permitirá a los ciudadanos turcos a viajar a Europa sin visa, y también se reiniciaran los trámites para entrada definitiva de Turquía a la Unión Europea.

 

El gesto exultante del Primer Ministro turco Ahmet Davutoglu, tras la reunión de Bruselas, habla bien claro del éxito de la negociación, que poco y nada dice acerca de cómo esos 3 mil millones de euros beneficiará a los refugiados, ya que la “administración” queda en manos del estado turco. No hay que ser adivino para sospechar que de ahora los campos de refugiados en Turquía se parecerán mucho más a los campos de concentración, que impedirán el libre movimiento de sus “inquilinos”.

 

La cuestión de la eliminación de la visas para ciudadanos turcos abre una peligrosa brecha para que “lobos solitarios”, sean o no de nacionalidad turca, se filtren para cometer atentados como los del viernes 13 en París.

 

No hay que olvidar el doble atentado en Ankara que dejó por lo menos 95 muertos y 256 heridos, en octubre último, y el atentado en la ciudad de Suruç , el 20 de julio , que dejó otros 35 muertos, que se cree fueron ejecutados por suicidas de Estado Islámico, si bien nunca se ha sabido la identidad de los atacantes, serían turcos cooptados por Estado Islámico.

 

Moscú no cree en lágrimas

 

El encuentro de Bruselas tuvo un objetivo todavía mayor que la solución del conflicto de refugiados, y es el de, de alguna manera, buscar alguna vía de negociación para que Ankara, pueda “solucionar” la crisis que abrió con Moscú, tras el derribo del Su-24 ruso que operaba en espacio aéreo sirio, en misiones contra Estado Islámico. El “incidente”, más allá de la destrucción de la nave y la muerte de uno de sus dos tripulantes, provocó pánico en muchas cancillerías occidentales: se sabe la virulencia del presidente Vladimir Putin, a la hora de contestar este tipo de agravios.

 

Tanto Ángela Merkel y François Hollande salieron rápidamente a contener la furia de Putin, que solo por ahora se limitaría a sanciones económicas y burocráticas contra Turquía.

 

Los acuerdos de la OTAN son muy taxativos en que si una nación miembro es agredida se deba responder en bloque, Turquía, a la hora del derribo, sin duda tenía muy presente ese renglón. El ataque turco que Putin definió como una “cuchillada por la espalda” sin duda responde al enfado de la familia Erdogan, que a partir del conflicto sirio ha esta construyendo una monumental fortuna con el blanqueo del petróleo tanto sirio como iraquí, que el Estado Islámico esta robando para sostener su guerra.

 

El hijo de Erdogan, Bilal, dueño de varias empresas de transporte naval, como la BMZ Ltd. habría firmado un contrato para exportar el petróleo del EI a países asiáticos. Sus empresas contarían con amarraderos exclusivos para que los buques cisterna que trasladan el crudo robado, sean cargados y puedan partir si controles.

 

Las incursiones rusas en territorio sirio, desde hace ya más de un mes, está devastando el negocio del petróleo del Estados Islámico, una de las fuentes fundamentales de sustentación, unos 50 millones de dólares al mes, junto a los aportes de las monarquía del golfo y algunas otras “fundaciones” de Occidente.

 

Recep Tayyip Erodgan y su Partido de la Justicia y del Desarrollo, que acaban de imponerse en las elecciones legislativas de principios de noviembre legitiman un gobierno espurio por donde se lo mire, sin que a Occidente en general y particularmente Estados Unidos les interese demasiado el detalle, mientras Erdogan continúe siendo su hijo de puta.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/173934
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