60 años de Bandung: un balance histórico

31/05/2015
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 504: 60 años después: Vigencia del espíritu de Bandung 25/05/2015

A 60 años de la Conferencia de Bandung, contamos con un espacio histórico para poder hacer el balance de lo positivo y negativo que sus decisiones introdujeron en el tejido de las relaciones internacionales y en el derecho internacional.

 

Queda poca duda de que los pasos dados en Bandung, que posteriormente llevaron a la creación del poderoso Movimiento no Alineado, lograron estabilizar la política internacional de entonces, que tendía a desgarrar el mundo entre las esferas de influencia de las dos superpotencias.  Tampoco caben dudas de que sin este influyente “intermediario”, representado por los más destacados países del llamado “Tercer mundo”, la paz mundial, aunque amenazada muchas veces, podría haber terminado en una nueva guerra mundial.

 

Cabe agregar, también, que lo que pasó en Bandung fue un fenómeno completamente natural.  La onda de democratización y liberación nacional que se extendió por el mundo después de la Segunda Guerra Mundial (primero China, después Corea, Indonesia, Vietnam, Egipto, países africanos etc. y, por último, en 1959, Cuba) simplemente no podía dejar de crear su propia organización de consulta y análisis común.  Después de la formalización del Movimiento, este contribuyó a que la onda liberadora continúe su movimiento en Asia, África y América Latina, reforzándose con la liberación de más y más países coloniales o semi-coloniales del más amplio espectro ideológico (es decir, no atado a los intereses de las superpotencias).

 

En este sentido, ¿acaso puede haber algo negativo en la herencia de Bandung?  Desgraciadamente, muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a los juicios unilaterales respecto a la política internacional, que, al ser llevados a la práctica, a menudo brindan resultados poco halagadores.

 

Al hablar de lo negativo, a nuestro entender hay que mencionar el “inmediatismo” en el otorgamiento de la liberación nacional, prescrito en los documentos de Bandung.  A su turno, ese “inmediatismo” se reflejó en la famosa Declaración sobre descolonización, adoptada por la ONU en 1960.  Sin embargo, poca gente reparó que el texto de dicho documento, que llama al otorgamiento “inmediato” de la soberanía estatal a los pueblos de las restantes colonias europeas, de hecho contradice a la misma Carta de la ONU.  Esta última, en sus Capítulos XI, XII y XIII, establece el sistema de tutela bajo el cual el estado-“tutor” (ex-metrópolis) tenía el deber de crear en sus ex-colonias (estados bajo tutela) y bajo la supervisión de la ONU todas las condiciones necesarias (económicas, políticas, culturales etc.) para llevarlas a la independencia.  No está por demás señalar que, después de la Declaración de 1960, esos capítulos de la Carta quedaron sin vigencia.  A mi modo de ver, eso ha tenido una repercusión negativa, cuando las ex-metrópolis de muchos países que todavía no pueden autogobernarse, reciben multitudes de personas que buscan bienestar.  Por otra parte, la independencia precipitada otorgada a esos países, crea a su vez problemas de carácter regional y global: desde conflictos armados e inestabilidad interna con víctimas humanas hasta problemas económicos, hambre, enfermedades, etc.

 

Si tomamos otro principio “santificado” en los documentos de Bandung y en la Declaración de 1960 -el de la “autodeterminación de los pueblos”-, su carácter precipitado se pone de relieve en los últimos conflictos regionales (Kosovo, Osetia del Sur y Abjasia, Nagorno-Karabaj, Transnistria, Crimea y otros).  Ellos se nutren de la evidente contradicción entre los principios de la integridad territorial y el de la “autodeterminación de los pueblos” y representan una factible amenaza a la paz y seguridad internacionales.  ¿De hecho, qué “pueblo” merece “autodeterminación” (¿criterios?)?  ¿Qué cantidad (o ¿cualidad?) de la población de un Estado y según qué normativas puede organizar su propio Estado separado?  Esa situación aquí y allá da espacio a una grosera manipulación política, cuando, por ejemplo, los 1.800 habitantes de las islas Malvinas (Falklands) pueden “autodeterminarse” porque así se le conviene a Occidente, y no los 2,2 millones de los habitantes de Crimea.

 

Con todas esas fallas, las decisiones y principios de Bandung en general todavía han servido mucho, porque prepararon un fundamento para el más importante e impostergable reto de hoy: la formación del mundo multipolar.  En este sentido, a nuestro parecer, merece especial atención el formato de los BRICS – como continuador de la tarea principal del Movimiento No Alineado, que persigue la formación del mundo multicivilizacional: la única razonable garantía de la gobernabilidad del mundo en el presente siglo.

 

En el documento oficial de su política exterior (“El Concepto de la política exterior”, junio 2008), Rusia “atribuye una gran importancia a la (...) gobernabilidad del sistema internacional, que demanda el liderazgo colectivo de los principales estados, representados según el principio geográfico y civilizacional” y en este sentido intenta utilizar instrumentos “informales”, tales, como los BRIC.  En la “Estrategia de la seguridad nacional de Rusia hasta el año 2020” (mayo 2009) el formato de los BRIC también se menciona como aquel, (junto con la ONU, “G-20”, RIC y otros), donde Rusia intenta intensificar la cooperación multilateral.

 

El vivo interés de la población y la prensa rusa respecto a los BRICS es condicionado, en su mayor parte, no por las peripecias sobre la redistribución de los votos en el FMI o en otro organismo.  Su tenor, abierto o encubierto, se sintetiza en las preguntas: ¿podrán o no los países  “emergentes”, juntos o por separado, re-ordenar el sistema internacional (ahora anárquico), usando para ese fin el soft power, que ya han adquirido?  ¿Podrán o no ellos fusionar las principales culturas mundiales para crear bases de un fructífero diálogo de civilizaciones, escapando al monólogo unilateral del Occidente?  Y, por último, ¿podrán ayudar a Rusia y otros pueblos del mundo a buscar sus propios modelos de desarrollo, a encontrarlos sin entregarse, como ha sido muchas veces antes, a los modelos de desarrollo y a políticas ajenas y no-adecuadas?  Parece que, precisamente, esa tarea estaba en frente de los participantes de Bandung, cuando vislumbraron una organización propia, no proclive a los intereses de ninguna de las superpotencias.

 

En este punto, cabe referirse al libro del politólogo norteamericano Joseph Nye, donde, a pesar de mostrar poco entusiasmo respecto a los BRICS, ya reconoce el nuevo formato como una parte integral de la “geometría variable” del orden internacional, compuesto ahora tanto por los estados: EEUU, Japón y países europeos, así como por las organizaciones internacionales, entre ellos, los BRICS.[1]

 

Pero igualmente hay otros que dicen: “Con el fin de la época del dominio de Occidente, la historia de la humanidad no se acaba”.  Como también quienes sostienen que la historia del Occidente ha sido la historia de las guerras[2], y tienen razón.  “Nuevos actores de la historia –dice el politólogo inglés Niall Fergusson–, son civilizaciones y culturas”.  ¿No fue esa verdad la que estimuló el espíritu de los participantes del Bandung?

 

Respecto a los errores cometidos, parece que en el mundo actual, caracterizado por la transitoriedad y elementos de imprevisibilidad, donde hay signos tanto de retroceso hacia políticas neo-imperialistas, como ciertos indicios de cambio, ellos no encontrarán su resolución adecuada si no se incluye en el proceso de toma de decisiones a esas nuevas fuerzas y culturas (inclusive culturas jurídicas), que antes no se las tomó en cuenta.

 

Por lo mismo, sin hablar de los BRICS directamente, a nuestro parecer, es posible hablar de la vigencia en el mundo actual del espíritu inicial de la conferencia de Bandung y de las siguientes conferencias de los No Alineados.  Una cierta dosis de escepticismo respecto a lo anteriormente dicho es totalmente comprensible, pues nadie cede su primacía en cualquier asunto sin dar una batalla, y en la política internacional, tanto más.  Ian Morris prevé en ese sentido un período “lleno de perturbaciones” en las relaciones internacionales, como lo observamos actualmente.[3]  Algunos sienten pavor frente a la “destrucción de la tradición cultural europea”[4].  Sin embargo, solo una orgánica fusión de las culturas y métodos de resolución de conflictos sobre una base verdaderamente multilateral puede conducir a un mundo más seguro y estable.

 

- Dr. Boris F. Martynov es Vice-Director del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de Rusia, Moscú.

 

[1] Nye, Joseph. The Future of Power. N.Y., 2011, p. 213.

[2] Niall Fergusson. Civilização. O Ocidente e os Outros. Porto, 2011, p. 132.

[3] Ian Morris. Why the West Rules – For Now. London, 2011, p. 115.

[4] Niall Fergusson, Op.cit, p. 220

https://www.alainet.org/es/articulo/173683

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