Atentados de Paris: Matar al inocente

17/11/2015
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 francois hollande
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Dicen que a la vuelta de un viaje a la Unión Soviética el dramaturgo alemán Bertolt Brecht contestó a un periodista que le pidió una reflexión sobre los fusilamientos que Stalin estaba realizando: “Hay que fusilar, (dicen que dijo) hay que fusilar, cuántos más inocentes sean, más hay que fusilar”. ¿Qué oscura condición les adjudicaría a esos inocentes Bertolt Brecht?

 

Desde hace tiempo, a la luz de los avances tecnológicos y el acceso a los medios de comunicación de manera inmediata de enormes sectores de nuestras sociedades, filósofos, antropólogos, sociólogos, semiólogos y teólogos, entre otras disciplinas tendrían que haber redefinido el término “inocente” que según doña María Moliner y otros de sus colegas coinciden en: “persona que no tiene culpa”. Pero Moliner nada dice sobre cuál es el punto ético que divide a un inocente de un responsable.

 

¿Se podrá tomar cerveza, escuchar rock y cenar con amigos mientras millones de personas están siendo masacradas por la misma nación donde uno está tomando cerveza, escuchando rock y cenando con amigos?

 

Desde que cualquier ciudadano, porta toda la información disponible de los grandes medios noticiosos del mundo en su bolsillo, el amplio espectro de los inocentes, seguramente se habrá reducido en muchos millones de almas. ¿Podrán nuestros pensadores discernir si a los ignorantes y a los despreocupados, se los puede considerar también inocentes?

 

¿Son responsables los ciudadanos de las sociedades probadamente “democráticas” de las acciones de sus gobernantes? Quizás la pregunta la tendrían que contestar alguno de los intelectuales que tanto nos ilustran acerca del sexo de los ángeles, apenas sea enterrado el último de los muertos de este último viernes.

 

Claro habría que especificar que muertos, ¿los de París, o los del Mediterráneo, o los de Pakistán, o los de Afganistán, o los de Siria, de Irak, de Líbano, de Yemen, de Somalia, de Libia, de Mali, de la República Centroafricana, de Burundi, de Sudán del Sur o de Nigeria? ¡Ah! o los de Palestina, que fácil es olvidar de Palestina.

 

Durante el rutilante minuto de silencio que ayer el presidente François “Flanby” Hollande, ejecutó con particular maestría, quien escribe estas líneas lo acompañó con un respetuoso mutis, televisión mediante claro. En esos 60 egregios segundos, no pude evitar preguntarme de donde monsieur le président, sacó las ganas, el tiempo, el coraje y la vergüenza, para permitirse que su ayuda de cámara (¿tendrán ayuda de cámara les présidents?) le entintara su honorable cabellera.

 

En su preocupación por los ciento treinta y pico de muertos inocentes que todavía no se enfrían, en su apuro por llegar al Parlamento, antes de abandonar el espejo: ¿Habrá tenido tiempo, el señor presidente, para echar una rápida y discreta mirada y comprobar que todas sus canas estuvieran perfectamente entintadas?

 

Es difícil entender como en una democracia moderna como la francesa, según dicen, con ríos de sangre empapando las calles, con una crisis de estado monumental se permite que Flanby Hollande, monte una mise-en-scène digna de una cupletista ambiciosa. A la hora de su entrada al Parlamento, los hizo al mismo ritmo que los grandes hombres deben entrar a la Historia. Por un largo pasillo entre una doble fila de entorchados y fregados granaderos, Hollande al paso solemne de la Historia llegó al ante los parlamentarios para hacer de cuenta que rendía cuentas.

 

En ese minuto de silencio por los muertos del viernes a la noche, con aspecto y parcimonia de cantor de tango en decadencia, Hollande habrá tenido tiempo en pergeñar las nuevas muertes que vendrán ahora.

 

A la salida de La Sorbona, donde ejecutó el sonoro minuto de referencia, sus asistentes de comunicación le habrán informado a cuanto alcanzaban sus niveles de popularidad al anunciar que “serían implacables” con los agresores. ¿Alguien le habrá avisado que el cuarto de millón de personas que viven en la ciudad de al-Raqqa en Siria, primer objetivo a bombardear, no son todos miembros del Estado Islámico, al contrario los salafistas son una inmensa minoría, que maltratan y asesinan desde hace casi dos años a ese pueblo y que las bombas lanzadas no sabrán discernir entre buenos y malos o entre culpables e inocentes, claro entre tanto árabe enturbantado es más difícil?

 

Sería bueno saber que bombardeó Hollande y la coalición occidental este último año, porque ahora recién ahora, esta pidiendo tanto a Estados Unidos, como a Rusia, la dirección postal del Califa Ibrahim, con quien tan buenas relaciones tuvo en estos últimos años él y su predecesor la Nicolás Sarkozy.

 

Nicolás Sarkozy, también conocido como Merkozy, por su dependencia de la canciller alemana, haciendo su minuto de silencio, habrá recordado los días del 2005 cuando siendo ministro del Interior del presidente Jacques Chirac, en los barrios periféricos de París como Clichy-sous-Bois, Montfermeil o La Forestiére, los jóvenes de origen africano y árabe, salieron a avisarle a la sociedad que “algo huele a podrido en Dinamarca”, ¿o era Francia? y que Sarkozy sin discutir nada mandó a reprimir republicanamente a esa “escoria”.

 

¿Cuantos de esos jóvenes que los últimos días de fines de 2005, salieron a incendiar autos, estuvieron involucrados en los asesinatos de 2015 y en los que vendrán sin duda?

 

En un momento a partir de 2011, no solo Francia, toda Europa, festejaba en secreto, que miles, no se sabe cuantos, 6 mil o 15 mil, poco importan, de los jóvenes musulmanes habitués de comisarias, que poblaban reformatorios y cárceles, de donde salieron radicalizados, o que estaban condenados a la vergonzosa cola del seguro de desempleo viajaban a Siria para cumplir con su “yihad” ningún negocio cerraba mejor. La “escoria” que se quitaban de encima los europeos, ayudarían a derribar “escorias” mayores como Bashar al-Assad o el coronel Muhammad Gadaffi.

 

Ahora mucha de esa “escoria” ha vuelto y según se ve para hacerse notar. Francia intenta solucionar la cuestión del terrorismo islámico bombardeando Siria, sería mucho más efectivo que bombardeasen el barrio parisino de Barbés, donde se concentra la gran mayoría árabe de toda el área.

 

La implacable Francia.

 

Que Francia es implacable ya lo cuenta la historia, solo por quedarnos en el Siglo XX los 90 mil muertos de Madagascar en el marco de la Revolución Malgache de 1947, con particular cinismo exterminó el movimiento.

 

Ya en Vietnam no tendría tanta suerte, en 1954, en la batalla de Ðiện Biên Phủ, Francia no solo iba a perder la batalla decisiva de la guerra de Indochina, a manos de los guerrilleros del general Võ Nguyên Giáp, sino también iba a perder la península y su tan anhelado título de imperio, del que nunca más tuvo noticias.

 

Quizás por esa deshonra fue implacable a la hora de Argelia, y llevó sus estrategias de combates a los territorios más degradantes que la humanidad pueda recordar. No solo desapariciones forzadas, violaciones, muertes y torturas, de donde iba a salir una escuela que las dictaduras particularmente de América del Sur, llevarían a la perfección.

 

Francia asesinó a más de 45 mil argelinos en esa guerra (1955-1962) donde se destruyeron más de 40 ciudades y hasta llegó a remedar los hornos crematorios nazis, contra poblaciones enteras en las cuevas de Cabilia, una región montañosa al norte de Argelia.

 

El último viernes muchos periodistas, aprovecharon a mostrar su amor a Francia, lamentando hasta las lágrimas el oprobioso atentando, que interrumpía una noche más de felicidad de los jóvenes parisinos. ¿Habrá jóvenes y felicidad en Sanna, por ejemplo, en Mogadiscio, o en Bamako? Tampoco hicieron mención al atentado que apenas un día antes en un barrio del sur de Beirut, dos suicidas provocaron la muerte de 54 vecinos. Claro en cualquier lugar del mundo 130 es más que 54, más si se trata de franceses.

 

Tampoco fueron muy exactos a referirse que había sido el mayor atentado en la historia moderna de la ciudad de Paris, olvidado el detalle del 17 de octubre de 1961, cuando fueron literalmente fusilados más de 200 argelinos, aunque durante todo ese otoño las muertes de argelinos superarían las 400. La manifestación había sido convocada a por el Frente Nacional de Liberación (FNL) contra el toque de queda exclusivo para todos los argelinos que vivían en París.

 

El prefecto de policía Maurice Papon, ordenó a represión a sus esbirros y como se guiaban solo por el aspecto físico, significó que cualquiera que no fuera ario, podía ser blanco de los hombres de Papon. Muchas de las víctimas fueron arrojadas al río Sena, mientras otras se las hicieron pasar como caídas en enfrentamientos armados. Otros fueron concentrados en el Palacio de Deportes y en el Estadio Pierre de Coubertin, donde debieron soportar largas sesiones de tortura.

 

Papon fue recién condenado en 1998 y para el entonces el presidente Charles de Gaulle: “solo fue un asunto secundario”.

 

Francia y Flanby Hollande, se han encontrado con la Historia este último viernes, sería interesante conocer cuán inocente fue ese encuentro.

 

- Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/173663
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