11/S, el repunte de la guerra

18/09/2015
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EUA, terrorismo y nueva política de seguridad nacional

Los autoatentados, el derribo de las Torres Gemelas

Frente a la unipolaridad, la multipolaridad ruso-china

 

A partir del 11 de septiembre de 2001 el mundo cambió. Para mal, porque los estadounidenses con George W. Bush en la presidencia y la asistencia de los halcones —su gabinete “de guerra”—, relanzaron un novedoso paradigma de relaciones internacionales basado en el resguardo de su “seguridad nacional”, so pretexto de los atentados “terroristas” a las Torres Gemelas de Nueva York inculpando a la organización Al Qaeda que dirigió el “enemigo público número uno”, Osama bin Laden, antes “socio” y aliado entrenado por la CIA.

 

Más pronto que tarde, como las “armas de destrucción masiva” en poder de Sadam Hussein, que Colin Powell intentó mostrar ante el Consejo de Seguridad de la ONU con un tubo de ensayo del tamaño del dedo meñique —que “podía contener Ántrax”—, resultaron tan falsas como los atentados demostrados como autoatentados por gran cantidad de investigadores independientes y científicos de las más diversas especialidades, que no encontraron rastro alguno de los presuntos “avionazos”, como sí probaron la presencia de explosivos mediante los cuales cortaron los castillos de acero de las Torres (Ver tan solo las “115 mentiras sobre los atentados del 11 de septiembre”, del profesor David Ray Griffin, en: http://bit.ly/1W5Sdgj; o “la más grande conspiración de nuestra época” en: http://bit.ly/1FQpsL0), hasta destruirlas como se miró en televisión: cayeron cual edificio que se derrumba verticalmente.

 

Geopolítica de la fuerza y contra el mundo: “O están con nosotros o con los terroristas”, dijo Bush aquél 21 de septiembre del mismo año, y agregaría: “Un ataque contra uno es un ataque contra todos”. Por lo mismo, el ataque al enemigo sería apenas el comienzo: “Nuestra guerra contra el terror comienza con Al Qaeda, pero no termina allí. No terminará hasta que cada grupo terrorista de alcance mundial haya sido encontrado, detenido y vencido”, con dirección Hussein, presidente iraquí a quien culparían de apoyar terroristas para apoderarse de sus reservas de petróleo.

 

Geopolítica inaugurada paradigmáticamente tras la caída del bloque soviético y el Muro de Berlín que dejaron sin el pretexto del enemigo enfrente vigente durante todo el periodo de la “guerra fría”, y que se sostuvo como confrontación ideológica anticomunista contra la ex URSS y sus aliados. Surgió la tesis del unilateralismo y el fundamentalismo religioso como base de las diferencias religiosas y raciales, de aquellos que no “piensan como nosotros”, los enemigos promotores del “terrorismo global”. Gran patraña, para meter al mundo en una espiral de violencia desde entonces a la fecha.

 

Engaños de la propaganda imperial dirigidas desde la Casa Blanca, con Bush y secretarios como Condolezza Rice, Paul Wolfowitz, Colin Powell, Donald Rumsfeld y Dick Cheney, prestos a lanzarse contra el mundo y así cambiar a la postre los ejes de la política de “seguridad nacional” estadounidense y de la geopolítica global.

 

Por eso el 11/S no se olvida, porque el imperio gringo inauguró una etapa de cinismo, de asesinatos sin cuartel —Hussein fue juzgado, encontrado culpable y colgado por una corte “a modo”— y de apoderamiento de las reservas energéticas del mundo. Geopolítica que continúa desde entonces, y por ello la “cargada” persigue a todos aquéllos países que poseen grandes reservas y son del interés de las corporaciones multinacionales de la energía, texanas en primer lugar (la casa de los Bush), pero también británicas.

 

Como igualmente se recordará aquél 11 de septiembre de 1973, cuando en Chile una horda de militares “vendidos, traidores y asesinos”, convencidos desde la CIA y pagados por la Embajada de Estados Unidos, en tiempos que la secretaría de Estado era ocupada por Henry Kissinger, orquestaron y operaron la estrategia criminal para desaparecer del mapa mediante golpe de Estado, al presidente democráticamente electo pero declarado socialista Salvador Allende.

 

Fueron los tiempos de las dictaduras militares, donde Augusto Pinochet emergió como uno de los tantos generales asesinos de civiles, vendido a intereses extranjeros, un traidor a un presidente que lo encumbró a la más alta cartera militar, que solo se entrega a personal de confianza. Un antecedente de la criminalidad imperial estadounidense, pero en Latinoamérica y contra los proyectos locales propios, que utilizó en la década de los 60 y 70 para “erradicar al comunismo” de estas tierras, e imponer sus políticas imperiales rapaces contra los pueblos apoyándose o bien en gobernantes comprados o de plano simples traidores.

 

Pero EUA no contó con el desgaste de sus propias guerras. Más pronto que tarde se descubrieron sus ardides imperiales al invadir Irak o allanar Afganistán, puesto que Bush y su séquito le apostaron a quedarse con el control de sendos jugosos negocios: el petróleo y los sembradíos de amapola para el opio, de ambos países. Y no solo eso, también ha contribuido el contrapeso que pronto, en el terreno de la geopolítica representó Rusia y en la economía mundial el socialcapitalismo chino. Es decir, que el resurgimiento de ambos países, de la mano de los BRICS, lenta pero paulatinamente le han retirado a los presidentes estadounidenses la pretendida unipolaridad y hegemonía global. ¡Bienvenida la multipolaridad!

 

Con todo y, afirman algunos especialistas, el aliado del imperio gringo, el lobby sionista-estadounidense, el más poderoso del EUA tenía lista la ofensiva estratégica contra el mundo, incluso antes del 11/S. Mas el autoatentado les cayó como anillo al dedo.

 

Ahí estaban, en el lobby mencionado: Rumsfeld y Wolfowitz, secretario y subsecretario de Defensa, respectivamente; Cheney, vicepresidente; Richard Perle, Defense Policy Board; Douglas Feith, departamento de la defensa; James Woolsey, exdirector de la CIA; David Wurmser, departamento de Estado; William Kristol, director de The Weekly Standard; Michael Ledeen, vínculo de Oliver North con los israelitas en el caso irán-contras; Elliot Abrams, consejo de Seguridad Nacional; Lewis Libby, jefe del estado mayor del vicepresidente Cheney; Fred Ikle, Defense Policy Board; Zalmay Khalizad, Casa Blanca; Dov Zakheim, departamento de defensa; Peter Rodman, departamento de defensa; Richard Armitage, departamento de Estado; Norman Podhoretz, portavoz de los neoconservadores; David Frum, escritor de discursos de Bush; John Bolton, departamento de Estado; Frank Gaffney, director del Center for Security Policy; Joshua Muravchik, American Entreprice Institute; Martin Peretz, director de The New Republic; LeonWieseltier, The New Republic; ex representante de Nueva York, Stephan Solaz. (Ver: “Resistencia y militarización en la fase actual de la globalización neoliberal”, en Villegas Dávalos Raúl, et all, La devastación imperial del mundo, p.p. 231-232).

 

Con nombre y apellido, nada queda para las llamadas teorías de la conspiración, en estos casos. Un simple parte de guerra, con el uso de la todavía poderosa maquinaria militar-industrial que se consolidó durante la guerra fría. Por eso pretenden recrearla en estos días, pero los apostados dirigentes ruso y chino no muerden el anzuelo. Al fin que sus propias herramientas, el internet y las redes sociales que le son afines, se han colocado como anteojos que permiten ver al “rey que va desnudo” por el mundo con el disfraz de Rambo. La unipolaridad y la guerra se desinflan, como las burbujas que crean la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, y arrastran a las otrora poderosas economías igualmente al desastre.

 

*Correo: sgonzalez@reportemexico.com.mx. Twitter: @sal_briceo.

https://www.alainet.org/es/articulo/172467
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