Nueva crisis alimentaria?

07/09/2015
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Dado que las energías alternativas todavía necesitan enormes subsidios como para ser viables en los países en vías de desarrollo, la práctica del fracking ( especie de panacea universal que resolverá los problemas energéticos de la Humanidad) es todavía incipiente y suscita recelos medioambientales y la inercia de los activos petroleros no permitirá que las grandes compañías abandonen sus equipos e infraestructura actuales, se deduce que la economía mundial seguirá gravitando sobre la dependencia del petróleo en la próxima década.

 

La Agencia Internacional de la Energía (AIE), en un reciente informe titulado “Perspectivas mundiales de inversión en energía”, advierte que será necesario invertir 48 billones $ hasta el 2035 para cubrir las crecientes necesidades energéticas mundiales, pero el estancamiento del precio del crudo en el bienio 2008-2010 ( 80 $) y el abrupto desplome del precio en el 2015 (hasta los 40 $), imposibilitará a los países productores conseguir precios competitivos que permitirían la necesaria inversión en infraestructuras energéticas y búsqueda de nuevas explotaciones por lo que no sería descartable un posible estrangulamiento de la producción mundial del crudo en el horizonte del 2.020, al concatenarse la recuperación económica de EEUU y la UE con factores geopolíticos desestabilizadores.

 

Así, el cambio de patrones de consumo de los países emergentes debido al aumento espectacular de la clases medias y su poder adquisitivo ha provocado un brutal incremento del consumo de materias primas y productos elaborados por parte de dichos países (especialmente China e India con espectaculares crecimientos de dos dígitos de los PIB anuales en el último decenio). Si a ello le sumamos la intervención de los brokers especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo (al no poder revertirlas en el precio final del producto dados sus altos costes de producción) y el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo, pues según la FAO, desde el 2005 el índice de precios de cereales habría aumentado al doble y el número de desnutridos crónicos en el mundo rozaría en la actualidad los 925 millones de personas.

 

El economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The Associated Press, ha señalado que para alimentar la población mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. Mención especial merece Egipto, país en el que un tercio de sus 80 millones de habitantes vivirían en el umbral de la pobreza y que se ve obligado a destinar ocho millones de toneladas de trigo anuales ( de los que 6 millones serían importadas), para producir el pan subsidiado, imprescindible para evitar las revueltas sociales del 2007 y lastrado por un desarrollo económico suicida, caracterizado por el crecimiento desmesurado de macrourbes y megacomplejos turísticos y la consiguiente reducción de la superficie destinada al cultivo agrícola por lo que es urgente que revise sus políticas agrícolas y retorne a la arcana costumbre de disponer de reservas propias de granos para situaciones de emergencia.

 

Todo ello, originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo hasta niveles del 2008 (rondando los 150 $) que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas, lo que aunado con inusuales sequías e inundaciones en los tradicionales graneros mundiales y la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de dichos países para asegurar su autoabastecimiento, terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial que afectaría especialmente a las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Bolivia, Egipto, Mongolia, Corea del Norte, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la inanición de los 1.000 millones actuales a los 2.000 millones estimados por los analistas.

 

- Germán Gorraiz López es Analista internacional 

https://www.alainet.org/es/articulo/172231
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