Egipto sin ilusiones

02/07/2015
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Desde los dulces y difíciles años del presidente Gamal Abdel Nasser, Egipto no se había ilusionado tanto de un hombre como hasta la aparición del general Abdul Fatah al-Sissi, que obedeciendo a las nuevas olas de protestas decide poner fin al mandato del primer presidente constitucional que había tenido el país en su larguísima historia. En julio de 2013 el entonces general y presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas derroca a Mohamed Mursi.

 

Al-Sissi emergido de las fuerzas armadas tras las largas protestas y los centenares de muertos que provocaron la caída del presidente Hosni Mubarak, tras treinta años en el poder, en el marco de la Primavera Árabe que desde comienzos de 2011 viene incendiando los mapas del Magreb y Medio Oriente.

 

Con la asunción de Mursi en junio de 2012 a la presidencia, el general al-Sissi fue nombrado Comandante en jefe del Ejército, Presidente del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y Ministro de Defensa y de Producción Militar.

 

Es importante señalar que las Fuerza Armadas egipcias, después de las israelíes son las que más asistencia técnica y crediticia tiene de parte de los Estados Unidos en la región. Esta situación se viene dando desde los años del presidente Anwar Sadat, quién asumió la presidencia tras la muerte de Nasser en 1971, y que rápidamente abandonó los principios de su antecesor, para asociarse no solo a los intereses occidentales sino también a los israelíes. El ejército es prácticamente un estado dentro de Egipto, con un poder de recursos desproporcionado para la realidad del resto del país, lo que generó una casta brutamente corrupta.

 

Habían pasados pocos meses desde la asunción del presidente Mursi, cuando comienza a acrecentarse las políticas y acciones integristas en el campo social al tiempo que en lo económico el nuevo gobierno toma rumbos extremadamente neoliberales que provoca desocupación inflación y obviamente aumento de la pobreza

 

La sociedad egipcia descubre que había quedado en una encerrona tan o más aguda que durante los años de Mubarak, por un lado el extremismo religioso de los Hermanos Musulmanes y por el otro el extremismo económico de FMI y el Banco Mundial.

 

En menos de un año Mursi, que creyó hasta último momento que los Estados Unidos jugaban para él, se había consumido todo su crédito político, que apenas le sirvió para mantenerse en el poder un par de semanas, entre el inició de una nueva insubordinación popular y el derrocamiento encabezado por el General al-Sissi.

 

El jefe del ejército se convertía en el nuevo Rais, en el nuevo hombre fuerte de país, en pocos meses había adquirió un enorme prestigio personal que se tradujo en un inmenso caudal político, lo que lo llevará a un contundente triunfo electoral en mayo de 2013.

 

Desde su asunción se manejó con mano fuerte respecto al extremismo religioso. Su gobierno impulsó miles de juicio contra Hermanos Musulmanes (al-Ikhwan al-Muslimeen) una asociación fundada en 1928, que bajo el manto de la solidaridad con el apoyo de Gran Bretaña, se convertía en un antitodo, contra los posibles movimientos marxistas que podrían darse en la región. Su cruenta historia de fanatismo cuenta con dos frustrado atentado contra el Coronel Nasser en 1954 y 1965, el atentado que le costó la vida al presidente Sadat en 1980 y el atentado que Mubarak sufrió en la capital de Sudán, Addis-Abeba en 1995. De gran influencia en todo el Medio Oriente los Hermanos Musulmanes fueron el modelo de Osama Bin Laden a la hora de crear al-Qaeda. El actual heredero de Bin Laden, Aymán al-Zawahirí, inició su carrera política en los Hermanos Musulmanes.

 

Sin duda los Hermanos Musulmanes son el enemigo jurado del nuevo gobierno, desde la caída de Mursi han sido asesinados más de tres mil miembros de la organización y cuarenta mil de ellos detenidos.

 

El presidente al-Sissi, rápidamente está perdiendo su prestigio en la sociedad civil y no ha sabido resolver la grave crisis económica que vive el país. Egipto se encuentra cada vez más sujeto a la asistencia económica que recibe de Arabia Saudita y Qatar, mientras Washington le esta haciendo pagar a al-Sissi, sus primeras posturas políticas que parecían alejarlo de Washington y lo asemejaban en mucho al Coronel Nasser.

 

Es por la debilidad económica que al-Sissi, quien se había opuesto abiertamente a la moción de Mursi de encarar una acción directa contra el gobierno de Bashar al-Asad  en Siria, e incluso prohibió a naves de guerra norteamericanas el uso del canal de Suez en agosto de 2013, en momentos que el presidente Obama estaba dispuesto a bombardear Siria, con la excusa del uso de armas químicas contra población civil en el barrio damasquí de al-Ghuta donde había muerto cerca de mil trecientos habitantes.

 

Hoy al-Sissi, ha quedado desdibujado local e internacionalmente y parece no tener como presidente el nervio político que mostró como jefe del ejército.

 

Mansamente Egipto se anotó en la lista de países que siguieron a Arabia Saudita en la alianza contra Yemen, que esta provocando un nuevo genocidio en el sur de la península arábiga. El Cairo solo envío a algunas naves que se posicionaron en el golfo de Adén, sin tener demasiada injerencia, pero queriendo demostrar que esta dispuesto a ser un vecino confiable.

 

Marismas en el desierto

 

Atado de manos por la cuestión económica, el presidente al-Sissi no atina a resolver la crisis con una población de casi ochenta y siete millones de habitantes, su taza de desocupación alcanza al 44.5%.

 

El  turismo que fue históricamente uno de los pilares de su economía, se encuentra muy debilitado, fundamentalmente por la violencia que se vive en el país desde 2011. El resto de la fuentes de ingresos como las remesas de expatriados, las exportaciones de  gas, petróleo y algodón, también se encuentran muy deprimidas. Lo único que ha mantenido márgenes constantes son los ingresos por el peaje del canal de Suez.

 

La violencia salafista es la que ha ahogado literalmente al turismo, los ingresos por esta verdadera industrial llegaron a representar el 11 % del Producto Bruto Interno y ocupaba un 12% de la mano de obra, con casi quince millones de visitantes al año y dejaban unos once mil millones de euros. A partir de 2011 la media anual comenzó a bajar y nunca superó los diez millones, por lo que los ingresos cayeron hasta un 40%.

 

El comienzo de 2015 generó esperanzas en el rubro, en el primer trimestre, el turismo había aumentado un 7% respecto al mismo periodo de 2014, y las previsiones del Ministerio de Turismo apuntaban a que durante el año llegarían casi trece millones de visitantes, pero los nuevos ataques a núcleos turísticos sin duda desbarataron esa proyecciones.

 

 Para los grupos salafistas que actúan en el país, desde siempre el turismo ha si un gran objetivo de ataque, el atentado más recordado ha sido el de Luxor en noviembre de 1997 cuando un comando de al-Gama'a al-Islamiyya (Grupo Islámico) asesinó a sesenta y dos personas, en su mayoría turistas, en el sitio arqueológico de Deir el- Bahari en Luxor a orillas del Nilo.

 

 Los ataques a turistas si bien nunca alcanzaron esa escala, han sido una constante. A mediados de junio último un ataque suicida en el templo de Karnak, en Luxor, hirió a cuatro personas. Solo una semana antes, dos policías habían muerto en un ataque cercano a las pirámides de Giza.

 

La actividad terrorista vinculada al islamismo fundamentalista está dando una dura batalla al gobierno de al-Sissi, y en estos últimos meses se viene incrementado.

 

Los salafistas saben que no es necesario provocar grandes atentados para ahuyentar al turismo del país, con pequeñas operaciones, en sitios muy específicos para alcanzar coberturas mediáticas es suficiente.

 

La Guerra Santa contra al-Sissi

 

La guerra que el Presidente al-Sissi ha iniciado contra los Hermanos Musulmanes y el resto de las organizaciones vinculadas al extremismo islámico ha actuado como revulsivo para estas organizaciones.

 

Desde la caída de Mursi, como hemos dicho más arriba, más de tres mil miembros de Hermanos Musulmanes fueron asesinados y cerca de cuarenta mil detenidos, a espera de juicios cuyas condenas incluyen la pena de muerte tal como sucede con el mismísimo ex presidente Mohamed Mursi. El ex presidente había sido condenado el veintiuno de abril a veinte años de prisión junto a otros importantes miembros de los Hermanos Musulmanes, por instigar a sus seguidores a atacar, detener y torturar a los opositores que manifestaban contra Mursi, frente al palacio presidencial de Ittihadiya en diciembre de 2012 y en un nuevo juicio el sábado 16 de mayo por participar de “la mayor conspiración de la historia del país”  que provocó la fuga masiva de la prisión de Wadi Natrum, en el norte del país, de donde huyeron cerca de once mil doscientos condenados, durante las revueltas contra Hosni Mubarak a principios de 2011.

 

En la mañana del veintiocho de junio último el fiscal general de Egipto, Hisham Barakat, sufrió un atentado con un coche bomba estacionado en una calle por donde pasaría el fiscal y que fue detonado por control remoto, en el barrio de Heliópolis a las afueras del Cairo, junto a Barakat una veintena de personas resultaron heridas, la mayoría miembros de la comitiva con que se movía. Barakat, es la víctima de mayor importancia que se ha cobrado la violencia que se sucedió tras golpe de Estado. Si bien nadie se adjudicó el atentado, se sospecha de los Hermanos Musulmanes.

 

En mayo,  tres jueces habían sido asesinados por ráfagas de ametralladoras en la ciudad de al-Arish, en el norte de la península del Sinaí, epicentro de los movimientos salafistas que actúan en el país. La banda salafista Wilaya Sina se adjudicó las muertes, en venganza por los seis miembros que en domingo anterior habían sido enjuiciados y ejecutados tras por atacar a soldados y policías, en la región del Sinaí.

 

Algunos grupos salafistas, que ya operaban en la región del Sinaí, con una importante capacidad operativa y que ya habían atacado importantes contingentes de la policía y el ejército egipcio han jurado lealtad al Estado Islámico. El más importante de ellos es Ansar Bait al-Maqdis, que pasó a denominarse Wilayat Sina (Provincia del Sinaí). Este grupo terrorista ya había amenazado en mayo contra miembros del poder judicial, por considerarlos responsable de la represión contra los grupos salafistas tras el golpe militar.

 

El primer día de julio más de cien personas entre efectivos del ejército, policías y civiles, murieron en diferentes atentados suicidas y ataques a puestos de control en el norte de la península del Sinaí.


Uno de los ataques fue perpetrado por un suicida que hizo estallar un coche bomba en un puesto de control en la zona de Abu Rifai, en Sheij Zaued. Según las fuentes cerca de setenta salafistas atacaron cinco puestos de seguridad incluyendo la comisaría de al-Arish, en el norte del Sinaí, la respuesta a los ataques habría producido cuarenta bajas entre los terroristas.
Fuentes cercanas a los terroristas el desplazamiento de los miembros del califato involucró quince posiciones militares en la misma zona y habrían muerto más de sesenta militares. El presidente al-Sissi, ha declarado el norte de la península zona de exclusión.

 

La última acción de estas características se había dado en Sheij Zuweid en enero, cuando, en un ataque coordinado a distintos puestos de control del ejército murieron cerca de cincuenta soldados a manos de la banda Ansar Bait al-Maqdis, entonces leal a al-Qaeda. Tras esos ataques el gobierno egipcio había asegurado que estaba muy cerca de acabar con la insurgencia en la zona.

 

A manera precautoria después de los ataques del día primero, la policía cairota lanzó un operativo en el barrio Seis de Octubre, al oeste de la capital, donde se produjo  la muerte de nueve hombres, uno de ellos Nasser al-Hafi, un importante abogado de los Hermanos Musulmanes. Según las autoridades las víctimas estaban armadas, al tiempo que los Hermanos Musulmanes lo niegan.

 

El presidente Abdel Fatah al-Sissi, como buen militar que es, sabe que tiene una guerra a punto de encenderse a sus pies. Su país está casi rodeado por el Estado Islámico, la degrada Libia, al oeste ha sido prácticamente tomada por los hombres del Califa Ibrahim, en la vasta península del Sinaí, al este, los hombres del califato ahora llamados Wilayat Sina están expandiendo sus acciones y la presencia de los Hermanos Musulmanes en todo el país, principalmente en las poblaciones del interior, pone a Egipto al borde de un guerra civil. Al-Sissi sin duda por estos días debe estar recordando con mucha angustia y pocas ilusiones al Coronel libio Muammar Gaddafi y a su colega sirio Bashar al-Assad.  

 

- Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC. Colabora con “Revista Hamartia”, Rebelión:http://www.rebelion.org/; “El Correo de la Diáspora argentina: http://www.elcorreo.eu.org ; y: América Latina en Movimiento: http://www.alainet.org/

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