¿Soy o no soy Charlie? Esa es la pregunta

08/01/2015
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Dos elementos distintos unidos por las circunstancias, a) los límites del periodismo y del humor como un epifenómeno importante en el caso que nos ocupa ; b) la utilización de las armas, por no decir la ejecución sumaria en nuestro caso, para acallar las personas que piensan diferente a quienes detienen las armas (personas individuales o grupos organizados).
 
Ambos temas nos ubican en terrenos movedizos, en donde ética y sociología se hermanan para el análisis, sin olvidar los principios de los Derechos Humanos reconocidos internacionalmente por los Estados. Todo esto sin olvidar de cruzar el análisis transversalmente con la óptica de post-colonización y del occcidentalocentrismo.
 
Sobre el primer elemento, el periodismo es un ámbito del pensamiento de una sociedad en sus distintas corrientes. Que estemos de acuerdo o no con las ideas expuestas por esas distintas vertientes, ellas permitirán siempre crear una conciencia colectiva que nos permita vivir en conglomerado humano. Las distintas corrientes de pensamiento nos permiten, como individuos y como sociedad, posicionarnos sobre temas que son peliagudos pero vitales para la convivencia y la gobernanza. Llegado el momento, cuando estamos en un régimen democrático, seremos llamados(a) s a votar por una opción. Es el caso de temas como la laicidad de los Estados, la eutanasia, la legalización del aborto, así como los techos migratorios o los tratados de libre comercio.
 
El humor, que pasa cotidianamente en la prensa por las viñetas y que tiene otros formatos en radio, TV e internet, es la forma al mismo tiempo más simple por corta pero más sofisticada por la creación solicitada, para vehicular un mensaje. Su eficacia es inconmensurable. Permite reaccionar con la risa antes que el pensamiento y la reflexión. Pero obliga a la reflexión y al análisis porque las personas interlocutoras van a estar de acuerdo o en contra de nuestra reacción de empatía o de oposición. Por su eficacia, el humor es odiado y castigado por todos los sistemas políticos totalitarios y fundamentalistas, tanto del Norte como del Sur, tanto de izquierdas como de derechas. La historia humana tiene desgraciadamente ejemplos a raudales.
 
Tanto en el trabajo periodístico como en la producción del humor, flirtear con lo sagrado, divinizado por las estructuras que las diferentes religiones han establecido, es un arma de doble filo. Hay que tener las espaldas sólidas para soportar las consecuencias. Lo que implica un trabajo previo para sopesar la oposición que el medio de expresión está dispuesto a cargar con la opción que fuere. Pero si como público no estamos de acuerdo con el producto de esa opción, podemos discrepar y al límite dejar de consumir el producto del medio.
 
¿Por qué no estamos de acuerdo con la manera de tratar nuestros símbolos religiosos divinizados cuando los mensajes son irreverentes? ¿Qué le quita a nuestro símbolo la risa si nosotros seguimos divinizando el símbolo? El símbolo continuará siendo divinizado por las personas adeptas, sea cual fuere el motivo de risa. Entonces la risa producida por el humor periodístico no quita NADA, sino que hiere nuestra propia convicción o nuestra propia susceptibilidad. Y allí está el problema. ¿Que un medio hiera mi propia convicción/susceptibilidad me otorga el derecho a destruirlo? En una sociedad con leyes, NO. En el mundo de lo arbitrario, ya tenemos la respuesta porque no se pide permiso, se impone.
 
El segundo aspecto es otro tema polémico. El uso de las armas como instrumento político es una opción dentro de lo arbitrario. Es una opción de la desesperación y de la frustración, mezclada probablemente con reminiscencias ancestrales de dolores o cegueras (según dónde la historia y el azar nos hizo nacer) heredadas de las colonizaciones, de la tragedias del tráfico de personas, etc…
 
¿A quién beneficia este asesinato? Con seguridad, a aquellas personas y agrupaciones políticas de todo bando o a Estados guerreros, que tienen visiones estereotipadas y sectarias, que hacen amalgamas de unos cuantos que tomaron esta opción con los pueblos enteros. Recordemos que los polos opuestos se acercan peligrosamente para producir escaladas de horror en donde las políticas de seguridad máxima adquieren proporciones draconianas. ¡Es y será imposible controlarlo todo!
 
¿Cómo puede dialogar un Estado de derecho con agrupaciones que han decidido arbitrariamente usar las armas para aniquilar lo que está contra su pensamiento? Aunque parezca iluso, es con el diálogo intercultural. Una interculturalidad que tome en cuenta la tradición de la sátira francesa para contextualizar una propuesta con la que podemos discrepar. Cuando hay polarizaciones agudas se hace urgente establecer puentes de convergencia. Aunque parezca iluso es con las políticas de integración y de disminución de las disparidades, con las cuales podemos crear vías sobre las cuales caminar todos y todas. Obviamente en los espacios internacionales, las voces mesuradas, despojadas del pensamiento occidentalocéntrico y con conocimiento de causa, tienen la responsabilidad de abrirse paso, para hacer posible que los espacios de diálogo se establezcan y porque las políticas de inclusión y de integración se hagan realidad, tanto en los planos nacional como internacional.
 
Por todo esto, y aunque no comparta la política muchas veces polarizante del Charlie Hebdo, prefiero reír, de mí misma la primera, que llorar mis muertos. Y sí, Je suis Charlie ! Porque no quiero que la arbitrariedad se imponga con el fuego de las balas.
 
Vevey, 09.01.2015
 
 
 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/166673
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