Lo más difícil es transformar

10/06/2012
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…cuando Marcos proclama que las palabras son sus armas, no debemos ni afirmar
jubilosamente que nos encontramos ante unas ´política del significante´ verdaderamente
posmoderna, ni tampoco caer en humoradas cínicas sobre lo verzado que están los
Zapatistas en la movilización del poder fetichizante del logos”.
SLAVOJ ZIZEK: Órganos sin cuerpo, p. 228

Una cosa es querer transformar la realidad (la que sea) y otra algo distinta es transformar efectivamente. Una cosa es la voluntad política que intenta cambios y otra bien diferente es lograr cambios verdaderos (radicales o reformas) ¿A qué viene esta dificultad históricamente constatable? Este asunto está relacionado con muchos factores “endemoniados” que conviene mirar con atención. Veamos.

La primera cuestión que se escapa frecuentemente es la necesidad esencial de conocer cómo funciona el poder, cómo se instalan y se reproducen las relaciones de dominación en todas las esferas de la sociedad. Cuando hablamos de cambios sociales, de proyectos políticos emancipatorios, de ideales de transformación de sociedades expoliadas por toda clase de lacras y aberraciones, entonces las cosas se ponen serias y las dificultades se agigantan. Las relaciones sociales dominantes (la explotación, la coerción, la hegemonía) no están allí para transformarse. Los intereses, los grupos y clases sociales dominantes, sus prácticas y discursos, están allí para reproducirse, para asegurar la continuidad del sistema, para garantizar que los cambios no lleguen. Si no se entiende esto, no se entiende nada.

La segunda cuestión clave es saber medir la correlación de fuerzas que puede darse en ciertas coyunturas y administrar esta fuerza en sentido progresivo, es decir, saber lo que se puede y lo que no se puede en esos marcos políticos prestablecidos (ganar una elecciones, por ejemplo). La gestión del cambio en el ámbito socio-político no es una operación de laboratorio donde unos gerenciólogos ensayan con flechitas y bolitas alguna receta de reingeniería. Aquí es vital hacerse de un programa estratégico (una carta de navegación) que oriente hacia adelante cada iniciativa, cada experiencia exitosa, cada nueva conquista. De esa acumulación de fuerzas dependen las posibilidades reales de avanzar, profundizar, expandir los cambios en curso.

La tercera regla de oro es justamente el arte de viabilizar los cambios, de posibilitar transformaciones al menor costo político (no tiene gracia enfrentar una guerra civil por el cambio de flechado de una avenida). Los cambios que las izquierdas intentan en todo el mudo tienen siempre el mismo tipo de obstáculos, sin excepción: el poder establecido, los intereses instalados, las clases y grupos que se baten en defensa de esos intereses, todo el aparato institucional del Estado, la cultura dominante, la mentalidad ideológica incrustada en la población; costumbres, hábitos y creencias (sobre todo, religiosas) que juegan siempre en sentido regresivo. Cuando decimos transformaciones, hablamos precisamente de acciones contra ese status quo. Sería muy ingenuo creer que allí se van a producir cambios automáticos, sin luchas, contradicciones y antagonismo.

La responsabilidad de construir consensos viabilizadores es fundamental, abrir caminos cuando el juego está trancado no es una simple “concesión al enemigo”; retroceder, zigzaguear, contornear cada situación es parte del arte de la política. Quienes están al frente de estos procesos son los primeros interesados en asegurar condiciones de gobernanza para poder avanzar. Eso quiere decir que no se puede hacer cualquier cosa ni de cualquier manera. Significa también que las apelaciones retóricas (la “revolución”, el “socialismo”, etc.) tienen que ajustarse realistamente (como Hollande en Francia) a las condiciones de la coyuntura, a lo que una cierta inteligencia política valora como viable.

La interpretación del momento político que vivimos da lugar a muchos errores, controversias y divisiones. Eso es casi inevitable. Lo que no debería generar dudas es que sin viabilidad no habrá ningún cambio.

https://www.alainet.org/es/articulo/158606
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