El TLC: una panacea?

16/10/2011
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“Colombia está demasiado obsesionada con el TLC y poco obsesionada con la productividad”.
Andrés Oppenheimer
 
Lo que mal empieza mal termina
 
Tan pronto trascendió la noticia sobre la ratificación del Tratado de Libre Comercio (TLC) sucrito entre los gobiernos de Colombia y EEUU hace casi seis años, se reanudó el debate en torno a sus costos y beneficios para el país. De nada sirvió la celeridad que le imprimió el ex presidente Uribe a la negociación del mismo, apremiando al equipo negociador encabezado por el actual director del DNP Hernando José Gómez, para firmarlos “rapidito”. Dice el adagio popular que de la carrera no queda sino el cansancio y en este caso la ligereza con la que se negoció le significó al país aceptar ciertas imposiciones de parte de los negociadores de EEUU. Es el caso del desmonte por parte de Colombia de todas las salvaguardias al sector agropecuario, particularmente el Sistema Andino de Franjas de Precios (SAFP), al tiempo que los EEUU se negó sistemáticamente a hacer lo propio con los subsidios y ayudas de los cuales son objetos sus excedentes agrícolas y pecuarios para la exportación. A ello se refiere el ministro de Agricultura y Desarrol Rural Juan Camilo Restrepo, cuando afirma que “se cometieron ingenuidades negociando los capítulos agrícolas de los TLC”[1].
 
Además, el Gobierno colombiano comenzó a ceder antes de sentarse a negociar y en efecto, cediendo a las presiones de las multinacionales farmacéuticas expidió el Decreto 2582 de 2002, mediante el cual se amplió el período de protección a los medicamentos de marca y se retrasa la entrada al mercado de los genéricos. Y claro, esta norma, contraria por lo demás a la normativa andina que cobijaba a Colombia, sirvió de piso a la posterior negociación del capítulo de propiedad intelectual. Ello redundará en unos mayores costos para el Sistema Nacional de Salud, agravando su crisis financiera, con el perjuicio que una vez entre en vigencia el TLC Estados Unidos el Gobierno ya no podrá la Superintendencia de Salud intervenir y regular la política de precios de los medicamentos como lo viene haciendo para controlar la especulación y las trapisondas de la industria farmacéutica y las EPS con los mismos. Como lo denuncia la analista Helena Villamizar "la inclusión de la figura de expropiación y menoscabo constituye uno de los compromisos más lesivos, al facultar a los inversionistas extranjeros a demandar al Estado colombiano ante tribunales de arbitramentos privados cuando sientan afectadas sus ganancias o expectativas razonables de ganancia por cualquier norma o medida"[2].
 
Con razón el Comité Consultivo para Políticas y Negociaciones de Comercio de los EEUU conceptuó que “el tratado con Colombia satisface o supera los logros acordados en otros tratados recientes, incluyendo los suscritos con Perú, Centro América y República Dominicana”[3]. Por su parte la Comisión de Medios y Arbitrios del Congreso de EEUU considera que "el mercado de Colombia tiene el mayor potencial de la región para el sector privado de EEUU"[4]. Comisión de Medios y Arbitrios del Congreso de EEUU. Es muy diciente que sea el propio embajador de Colombia en Washington Gabriel Silva, en su afán de lograr disuadir a los parlamentarios estadounidenses renuentes a su ratificación, les hace ver que "Estados Unidos está perdiendo puestos de trabajo todos los días por no tener ese tratado con Colombia"[5].
 
¡No estamos preparados!
 
No es de extrañar, entonces, la reacción del ministro Restrepo, al advertir que “no estamos preparados, nos falta mucho…Se hace imperativo que los sectores comiencen a trabajar de forma rápida con el fin de competir o mitigar los efectos del tratado”[6]. Eso ya lo sabíamos, al cierre de las negociaciones en febrero de 2006, el presidente de la SAC Rafael Mejía no dudó en señalar que “el sector del campo fue el gran damnificado”[7]. Entre tanto el presidente de Fedegan José FelixLafaurie, le cantó la tabla al Gobierno y no se atemorizó al decirle que “el TLC no es moral ni políticamente defensable”[8]. La suerte estaba echada. Quedaba en evidencia que con la entrada en vigor de este Tratado, contrariamente a lo que sostenía el Gobierno, habrían ganadores y perdedores y a éste sector le había tocado las de perder. Para calmar la molestia del gremio de los agricultores se pasó por el Congreso la Ley 1133 de 2007 “mediante el cual se crea e implementa el programa Agro Ingreso Seguro”. Se trataba de invertir la suma de $500.000 millones anualmente, destinados a “proteger los ingresos de los productores que resulten afectados, ante las distorsiones derivadas de los mercados externos y a mejorar la competitividad de todo el sector agropecuario nacional, con ocasión de la internacionalización de la economía”. Es bien sabido que tales recursos se desviaron y en lugar de favorecer la economía campesina, que será la que llevará la peor parte, fueron a parar a los bolsillos de los más pudientes.
 
Afirma el ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry, haciendo gala de sus dotes de voluntarismo que “nadie lo obliga a uno a hacer malos negocios…Siempre uno debe estar preparado para hacer buenos negocios. ¿En qué? Ya lo dirá el futuro, lo dirán las intenciones de comercio y las intenciones de inversión[9]. Claro, que “nadie lo obliga a uno a hacer malos negocios” y que “uno siempre debe estar preparado para hacer buenos negocios”. Pero así de claro es también que un Tratado es un compromiso para las partes y las obliga a ceñirse a él así sea un mal negocio por haber sido mal negociado. Uno “debe” estar “preparado para hacer buenos negocios”, pero ¿qué tal si no lo está como lo pone de manifiesto su colega de gabinete?. Ante la preocupación manifestada por voceros de los diferentes gremios empresariales y no sólo de estos, sino de otro de sus colegas, el Ministro de Transporte, quien habló de la “herencia vergonzosa”[10] de las concesiones viales contratadas en la pasada administración, como él mismo dice “a la topa tolondra”[11], nos sale el ministro Echeverry con el cuento que “hay que ser benevolentes con lo que el país ha hecho en los últimos años”[12] para añadir que, a pesar de ello él cree que“siempre estamos preparados para más comercio y más negocios[13].
 
Y este, el de la infraestructura es el mayor obstáculo para que el país sea competitivo y de ello se quejan todos los productores, así los industriales como: los agricultores, mineros y petroleros, todos los sectores. De las cinco locomotoras para el crecimiento identificadas como tales en el Plan de Desarrollo Prosperidad para Todos de la actual administración (infraestructura, vivienda, minería, agricultura e innovación), una de ellas, la infraestructura, que es la que sirve de rieles para que las demás se muevan, un año largo después sigue sin arrancar. Se sabía que, como lo afirma Marco Llinás, vicepresidente del Consejo Privado de Competitividad, “con o sin tratado con EEUU, si no hacíamos la tarea de arreglar la casa por dentro, no podríamos aprovechar el libre comercio[14]. No obstante cinco años después de firmado el TLC con Estados Unidos y más de siete desde que se inició la negociación del mismo, se perdió ese tiempo precioso para prepararse y de esa manera poder aprovechar la oportunidad que ofrece el TLC. Porque es claro, como lo dijo en su momento el ex ministro de Comercio Jorge Humberto Botero, que “el acuerdo con EEUU abre oportunidades, pero no las garantiza[15]. Casualmente, cuando el Congreso de EEUU por fin le da luz verde a la ratificación del TLC con Colombia sorprende al país con 20 de sus carreteras cerradas y muchas otras con paso restringido. Una de las regiones más pujantes del país y con más promisorias posibilidades como lo es Santander, está aislada del resto del país.
 
El orondo Ministro de Hacienda no se da por enterado de estas falencias y sale a decir que “la mejor forma de aprender a nadar es echarse al agua, de manera que bienvenido el ´piscinazo´”[16]. El primero en ripostarle fue el Ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, augurando que “esa ducha fría que les va a llegar con los TLC no se convierta en una neumonía para nuestro sector[17]. Como bien lo dijo El Espectador, “hay que atreverse a dar saltos. El problema es que éstos no pueden ser al vacío; no se prende a nadar con los brazos amarrados…sin un manejo adecuado pueden diluirse las ventajas, por los efectos catastróficos para algunos sectores muy importantes de la economía nacional”[18]. No le salió bien la metáfora al ministro Echeverry, pues quien está tratando de aprender a nadar no lo va a hacer en una piscina olímpica para clavados, sin exponerse a perecer en el intento. Además, no se puede confundir un trampolín con el cadalso, que es al que invita el despistado Ministro.
 
Desaplicados con la tarea
 
Sólo ahora, cuando se anuncia la ratificación del TLC con EEUU y ambos países se aprestan a su implementación es cuando se vuelve el Gobierno acordar de la Agenda Interna para la Productividad y la Competitividad (AIPC), en la que se comprometió el país hace ya más de seis años, pero de la que sólo se acuerda cuando se habla del TLC para volver nuevamente la olvida. Ahora se habla nuevamente de “desempolvar la Agenda Interna para encarar el TLC”[19]. Pero, ocurre que, como dijo el ex secretario del Tesoro de EEUU Lawrence Summers, recientemente en su intervención en Expo gestión, la competitividad no es una especie de switch que se puede prender y apagar sin consecuencias. La competitividad es una tarea de largo aliento y la clave de la misma está en persistir, en sostener el esfuerzo, porque no se trata sólo de mejorar sino mejor a un ritmo mayor del de los países que nos aventajan. Y de esto sí que estamos lejos, como se denota en el más reciente Informe del Foro Económico Mundial, en el cual el país queda muy mal rankeado. En materia de infraestructura Colombia se raja prácticamente en todas las asignaturas particularmente: en la calidad de las vías carreteables con una calificación de 2.9, sobre 7 ocupa el puesto 108 entre 142 países de la muestra, y el panorama es más desolador en vía férreas, recibiendo una calificación de 1.7, ocupando el puesto 99. En cuanto a puertos, obtuvo 3.4, ubicándose en el puesto 109. Sólo muestra una mejora en la dotación en infraestructura aeroportuaria, obteniendo una calificación de 4.1 y ascendió al puesto 94. Colombia a duras penas sí obtuvo como nota promedio en infraestructura 3.7. Estas precariedades en materia de infraestructura sitúan a Colombia muy por debajo de sus pares en el grupo CIVETS[20], del cual tanto nos ufanamos de hacer parte.
 
No sé de dónde saca el ministro de Comercio, Industria y Turismo (MCIT), Sergio Díaz-Granados que con el TLC el PIB de la economía colombiana va a crecer un punto adicional, que se van a triplicar las exportaciones a EEUU (llevándolas de los US $17.000 millones del año anterior a US $50.000 millones en sólo cinco años) y que se van a crear más de 380.000 nuevos empleos[21]. En primer lugar, nadie se explica cómo si la economía mexicana, no obstante contar con un Tratado de Libre Comercio con EEUU (NAFTA, por sus siglas en inglés) desde enero de 1994, en los últimos quince años, su PIB ha crecido por debajo del promedio del crecimiento del PIB de Latinoamérica, ahora la economía colombiana por el sólo hecho de poner en marcha el TLC con EEUU, va a crecer a un ritmo mayor. Éste es un verdadero espejismo, como lo es la pretensión de triplicar las exportaciones a ese país por cuenta del TLC, lo cual lo despeja un estudio del DNP que estima que el TLC con EEUU las exportaciones crecerán un magro 6.4% mientras las importaciones crecerán el 12%. El resultado de éste estudio lo corrobora otro de la Comisión de Comercio Internacional con base en Estados Unidos, según el cual “gracias al TLC las exportaciones estadounidenses a Colombia podrían aumentar en un 10%, cerca de US $1.100 millones y las importaciones en unos US $487 millones”[22]. Y ello es explicable, porque como lo anota el consultor empresarial Jorge Alberto Velásquez, “una cosa son los acuerdos comerciales y otra la posibilidad de aprovecharlos: en Chile y México participamos únicamente con el 1.1% (US $907 millones) y 0.2% (US $638 millones), respectivamente, de sus importaciones totales. Firmamos acuerdos, pero no contamos con producción para exportar, ni la generamos[23]. Esta es la verdad verdadera. En cuanto al empleo, es consabido que a pesar del repunte que han tenido las exportaciones, sin TLC y del aumento de la producción la tasa de desempleo no cede. Con el TLC no van a cambiar las cosas, mientras no se cambie el modelo económico de crecimiento sin empleo que predomina en Colombia, en ello no nos podemos hacer ilusiones. Muy seguramente generará más empleo en EEUU del que se va a generar aquí, en donde lo que vamos a tener es destrucción de empleo en el campo.
 
Entre falacias y espejismos
 
No es cierto, como se afirma en la página Web del MCIT que ahora que tiene TLC con Canadá y Suiza “es la primera vez que Colombia puede ingresar sus productos, sin restricciones arancelarias, a países desarrollados”, ahora que tiene libre comercio con Canadá y Suiza…”. Como tampoco es cierto que, como lo sostiene el director del DNP y coordinador del equipo negociador colombiano del TLC con EEUU Hernando José Gómez, “Las micro, pequeñas y medianas empresas se benefician por la disminución de costos de maquinaria, equipo, insumos y materia prima importada de Estados Unidos por la eliminación inmediata de la gran mayoría de los aranceles…En efecto será un incremento de competitividad que debe redundar en mayores exportaciones y mayor capacidad para preservar el mercado interno…puede generar 500.000 empleos en los próximos cinco años”[24]. De hecho Colombia ha venido desgravando la importación de maquinarias, equipos e insumos importados unilateralmente (Decretos 4114 y 4115 de 2010), sin esperar siquiera negociarlo con los demás países. No sobra advertir que ello le representa un importante costo fiscal al país, el cual se acrecentará con la entrada en vigencia del TLC con EEUU. Según ANIF “se ha estimado que, cuando quiera que entre a regir el TLC con los EEUU, ello representará un sacrificio fiscal del orden de los $645.000 millones en el primer año, cifra equivalente al 0.2% del PIB, según las propias cifras del Marco Fiscal de Mediano Plazo presentado (!Oh paradoja!) en el año 2006"[25]. Éste es otro de los beneficios del TLC del cual no se habla, ¿será por aquello de que en casa del ahorcado no se menciona la soga?
 
- Amylkar D. Acosta M. es Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y ex presidente de la Sociedad Colombiana de Ciencias Económicas.
 


[1] El Espectador. Octubre, 11 de 2011
[2] El Nuevo Siglo. Junio, 19 de 2011
[3]Ver Web del USTR de los EEUU
[5] El Tiempo. Noviembre,21 de 2010
[6] El Nuevo Siglo. Octubre, 11 de 2011
[7] El Nuevo Siglo. Febrero, 28 de 2006
[8] Portafolio. Febrero, 16 de 2006
[9] El Nuevo Siglo. Octubre, 11 de 2011
[10] RCN Radio. Agosto, 9 de 2011
[11]Ídem
[12] El Espectador. Octubre, 11 de 2011
[13]Ídem
[14] Portafolio. Octubre, 13 de 2011
[15] La República. Mayo, 17 de 2004
[16] El Nuevo Siglo. Octubre, 11 de 2011
[17]Idem
[18] El Espectador. Octubre, 12 de 2011
[19] El Tiempo. Octubre, 14 de 2011
[20]Amylkar D. Acosta. El fantasma de la recesión. Agosto, 24 de 2011
[21] Caracol – Radio. Octubre, 14 de 2011
[22] Portafolio. Octubre, 13 de 2011
[23] Portafolio. Octubre, 14 de 2011
[24] Portafolio. Octubre, 13 de 2011
[25] ANIF. Informe Semanal. Octubre, 4 de 2010
https://www.alainet.org/es/articulo/153344

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