América Latina y la disputa global por recursos naturales:

Estrategias hegemónicas y contra-hegemónicas

18/08/2011
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Recursos naturales y proceso civilizatorio
 
Una de las características más marcantes de nuestro tiempo es la creciente importancia de los recursos naturales en función de su utilización, a partir de los avances científicos y tecnológicos producto de un conocimiento cada vez más profundo de la materia, la naturaleza y la vida. Al mismo tiempo, estos avances científicos convierten a la naturaleza en un campo de su propia aplicación. La relación entre recursos naturales y desarrollo científico adquiere una articulación cada vez mayor. 
 
La apropiación de la naturaleza no está referida únicamente a la apropiación de materias primas, commodities, minerales estratégicos, agua dulce, etc. sino también a la capacidad de producir conocimiento y desarrollo científico y tecnológico a partir de una mayor comprensión de la materia, de la vida, de los ecosistemas y de la bio-genética. Las nuevas ciencias, que han alcanzado enormes avances durante las últimas décadas, son producto de este conocimiento creciente de la naturaleza y del cosmos. Sin embargo, muchas de ellas están aún en sus inicios. Se espera, durante los próximos años, que las investigaciones en marcha produzcan resultados científicos de gran envergadura, capaces, inclusive, de cambiar radicalmente la sociedad humana y su civilización. Estamos frente a la perspectiva no solo de transformaciones profundas de la naturaleza, sino de la inminente creación de nuevas formas de vida en el planeta[1].
 
Este proceso no puede ser entendido, en su dinámica más compleja, fuera de las estructuras de poder económico y político a nivel mundial, regional y local. El desarrollo tecnológico está condicionado y manipulado por estas estructuras de poder, que politizan la naturaleza en función de sus objetivos. La enorme acumulación histórica de conocimiento se convierte en un instrumento de dominación extremamente poderoso. 
 
El sistema mundial basado en la división internacional del trabajo entre las zonas industriales y manufactureras y los países productores de materias primas, minerales estratégicos y productos agrícolas, consolidó el poder hegemónico de los países centrales y su dominio en relación a las zonas periféricas o dependientes y los espacios económicos que ocuparon una posición de semi-periferia. Así, la elaboración industrial de las materias primas que exportaban los países periféricos tendió a ser la menor posible, consolidando y ampliando la dependencia económica, pero también la dependencia científica y tecnológica de estas regiones[2].
 
La elevación drástica de la productividad del trabajo producto de la revolución científico-tecnológica, y una creciente capacidad de acumulación de capital (concentración, centralización y estatización) nos instala frente a un problema esencialmente político: la sustentabilidad del planeta frente a la in-sustentabilidad del capitalismo contemporáneo, a sus formas de acumulación y sus límites para superar la anarquía del mercado y para gestionar el desarrollo de las fuerzas productivas a nivel planetario. 
 
La expansión de las multinacionales, transnacionales y empresas globales conducen a desequilibrios crecientes que desarticulan la economía mundial. El mismo capitalismo que es capaz de producir fuerzas colosales de creación e innovación, necesita destruir dramáticamente aquello que produce y la propia base natural en que produce para garantizar el proceso de acumulación. Esta cuestión nos coloca frente a otro dilema, la necesidad de pensar los ciclos de innovación científico-tecnológica y los ciclos económicos en relación al uso, transformación, apropiación y consumo de los recursos naturales. La forma en que esta relación se encamine, representa una cuestión estratégica para la civilización humana planetaria y para las naciones que la conforman.       Ciertamente, se trata de una confrontación entre dos modelos de desarrollo, uno basado en la planificación y uso sustentable de los recursos naturales orientado a atender las necesidades de la mayoría de los actores sociales y el otro basado en la explotación y expropiación violenta y militarizada de estos recursos y de las fuerzas sociales y los pueblos que los detentan.    
 
La disputa global por recursos naturales de cara a las nuevas ciencias, se desdobla en múltiples dimensiones políticas, económicas y militares. Sin el desarrollo de un pensamiento estratégico que se afirme en el principio de la soberanía y en una visión de futuro de largo plazo, los países latinoamericanos tienen menos condiciones de hacer frente a las enormes presiones generadas por esta situación de disputa, donde está en juego, en última instancia, capacidad de re-organización de proyectos hegemónicos y la emergencia de proyectos contra-hegemónicos. Está claro que este conflicto de intereses tiene como telón de fondo visiones societarias y proyectos civilizatorios en choque.
 
Esta situación nos conduce a una necesaria redefinición de la relación hombre-naturaleza, que se expresa en una nueva visión del mundo y del uso y gestión de sus recursos naturales, al mismo tiempo que recupera una visión humanista que coloca como principal objetivo económico y social el pleno desarrollo del ser humano. 
 
En América Latina este proceso está en marcha, a partir de fuerzas sociales y políticas profundamente comprometidas con la preservación de la naturaleza y el uso de sus recursos en función de los intereses y necesidades de los pueblos, postura que corresponde a una visión civilizatoria de los pueblos originarios del continente. Como ejemplos podemos citar el movimiento indígena que ha demostrado una gran capacidad de movilización y articulación política, las fuerzas progresistas y de izquierda, los ambientalistas y eco-socialistas empeñados en vincular el desarrollo del socialismo a una nueva visión ecológica y de sustentabilidad.
 
Desde otra praxis política, el movimiento indígena latinoamericano se ha constituido en una de las fuerzas sociales más activas y movilizadoras en la lucha por la defensa de la “madre tierra” o “pacha mama” (vocablo quechua), la preservación del medio ambiente y el uso sustentable de los recursos naturales. El significado del “buen vivir” trasciende la visión económica de la tierra como medio de producción, para colocarla en el lugar del espacio territorial donde la vida ocurre, donde se entrelazan la memoria colectiva de los pueblos y la historia de las civilizaciones originarias cuya larga duración todavía continúan marcando la vida cotidiana de las comunidades indígenas y campesinas de América Latina. Así, se establece una relación profunda entre la comunidad y la tierra, entre el hombre y la naturaleza, respaldada por un nuevo constitucionalismo en América Latina, que encuentra en las constituciones plurinacionales de de Ecuador y Bolivia sus ejemplos más avanzados. Estas reconocen la integralidad de los territorios indígenas y el derecho de sus comunidades al uso y aprovechamiento de los recursos naturales de estos territorios, así como el derecho a consulta y participación en la gestión de los mismos.
 
Este marco legal crea condiciones para construir mecanismos de gestión social de los recursos naturales. Lo que seguramente permitirá, también, disminuir enormemente la tensión creada por las prácticas de expulsión de las poblaciones locales, generalmente indígenas, de los territorios productores de recursos naturales. Estos conflictos adquieren una dimensión cada vez más violenta, en un proceso donde la disputa por los recursos naturales se apoya cada vez más en una política de militarización de los territorios[3]
 
La cuestión ecológica y de la soberanía sobre los recursos naturales asumen así, un carácter radical y crean condiciones para una reapropiación social de la naturaleza, dentro del contexto de un proceso civilizatorio que aproxima los pueblos originarios de América Latina a los demás pueblos del mundo, para conformar una civilización planetaria que tendrá que fundarse en una política de desarrollo global y sustentado de la humanidad, incorporando el conocimiento de los varios pueblos y regiones para producir un verdadero conocimiento universal. La gestión social, económica y científica de los recursos naturales asume un rol fundamental en el proceso civilizatorio de la humanidad y en la reestructuración del capitalismo mundial, que desarrolla diferentes estrategias desde el centro, desde las potencias emergentes y desde los países productores de materias primas. 
 
Pensamiento estratégico: hegemonías y emancipaciones
 
La visión estratégica de desarrollo científico de los Estados Unidos para la década en curso, sintetizada en el informe FacingTomorrow’sChallenges: U. S. Geological SurveyScience in thedecade 2007-2017, plantea que la dirección central de la estrategia de ciencia de este país “está basada en la visión de que la complejidad de medición, mapeamiento, comprensión y predicción de la situación y tendencias de los recursos naturales gestionados en los Estados Unidos requieren desarrollar ampliamente un pensamiento y una acción interdisciplinaria, definiendo áreas prioritarias y oportunidades para servir a las necesidades más urgentes de la Nación de cara a los desafíos del siglo XXI”. De esta manera, la estrategia científica se coloca en su exacta dimensión política, orgánicamente articulada a los objetivos estratégicos más generales de este país, orientados a atender sus “necesidades vitales”. 
 
“Para responder a la evolución de las prioridades nacionales, el USGS debe reflexionar y perfeccionar periódicamente su orientación estratégica (…) El surgimiento de una economía mundial afecta la demanda de todos los recursos (…) El uso y la competencia por los recursos naturales en escala global y las amenazas naturales a estos recursos, tiene el potencial de impactar la capacidad de la nación para sustentar su economía, la seguridad nacional, la calidad de vida y el ambiente natural”. (la traducción desde el inglés es nuestra)
Facing Tomorrow Challenges” U.S. Geological Survey Science in decades 2007-2017 (Prólogo)
 
Al igual el documento en su conjunto, el fragmento arriba citado muestra que la estrategia científica se articula al objetivo de garantizar el acceso y el dominio de los Estados Unidos sobre los recursos naturales considerados vitales. Así, se coloca con toda claridad que “la competencia por estos recursos naturales en escala global (…) y las amenazas a estos recursos (…) impactan la capacidad de la Nación, para sustentar su economía, su seguridad nacional, y la calidad de vida de su población”. Es decir:el dominio de los recursos naturales a nivel global constituye una cuestión de seguridad nacional.
 
Esta estrategia científica articulada a la política externa de Estados Unidos, incorpora los ámbitos político, económico y militar con el objetivo de derribar las “amenazas” que pongan en riesgo la “seguridad nacional”. No solo orienta el desarrollo de la ciencia y su permanente innovación, sino que busca producir conocimiento e información para la administración y la gestión del territorio nacional, continental y ultramar, y la política de seguridad nacional de Estados Unidos, estableciendo como uno de los objetivos científicos “asegurar el acceso a suministros apropiados” que, como hemos mostrado en otros trabajos, se encuentran fundamentalmente fuera de su propio territorio Federal, continental o de ultramar[4].
 
Durante la próxima década, el Gobierno Federal, la industria y otros sectores necesitarán una mejor comprensión de la distribución nacional y global, origen, uso y consecuencias del uso de estos recursos para dirigir asuntos relacionados a la seguridad nacional, la gestión de los suministros internos de la nación, la predicción de las necesidades futuras así como anticipar y guiar cambios en los patrones en uso, facilitar la creación de nuevas industrias y asegurar el acceso a suministros apropiados (la traducción del inglés y subrayado es nuestro).
Ibidem, p. 21.
 
Se trata de un proceso complejo que justifica las estrategias orientadas a garantizar el acceso global y a derribar las amenazas para la obtención de los mismos, como muestra de manera más explícita las Estrategias de Seguridad Nacional de 2006 y 2010. La Estrategia de Seguridad Nacional 2010, aprobada por el gobierno Obama, reconoce que “América (es decir, Estados Unidos), como otras naciones, depende de los mercados extranjeros para vender sus exportaciones y mantener el acceso a las materias primas y recursos escasos”. En el mismo documento, justifica el uso unilateral de la fuerza militar para defender los intereses nacionales. Veamos:
 
Estados Unidos debe reservarse el derecho de actuar unilateralmente, si fuera necesario, para defender nuestra nación y nuestros intereses, pero también vamos a tratar de cumplir con las normas que rigen el uso de la fuerza. Al hacerlo, fortalece a aquellos que actúan en consonancia con las normas internacionales, mientras que aísla y debilita a aquellos que no lo hacen (…) Estados Unidos tendrá cuidado al enviar a los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas hacia situaciones de peligro, para asegurar que tengan el liderazgo, capacitación y equipos necesarios para el cumplimiento de su misión.
(U.S. National Security Strategy 2010, p. 22)
 
La articulación de los varios documentos que expresan el pensamiento y los intereses estratégicos de Estados Unidos muestran que, para este país, el acceso y el dominio de los recursos naturales a nivel global constituyen una cuestión de interés y de seguridad nacional, garantizados por un derecho unilateral para usar la fuerza militar en su consecución. Esta política forma parte de una estrategia multidimensional de dominación, que integra “todas las herramientas del poder estadounidense” para conseguir el fortalecimiento de la capacidad nacional como un todo, como muestra la siguiente cita:
 
Fortalecimiento de la Capacidad Nacional- un enfoque global de gobierno:
Para tener éxito, debemos actualizar, equilibrar, e integrar todas las herramientas del poder estadounidense y trabajar con nuestros aliados y socios para que hagan lo mismo. Nuestras fuerzas armadas deben mantener su superioridad convencional y, siempre y cuando existan armas nucleares, nuestra capacidad de disuasión nuclear, sin dejar de mejorar su capacidad para derrotar las amenazas asimétricas, preservar el acceso a los bienes comunes, y fortalecer los socios (…) debemos integrar nuestro enfoque de la seguridad de la patria con nuestro enfoque más amplio de la seguridad nacional.
U.S. National Security Strategy 2010, p. 14)
 
Esta estrategia global que pone en tensión todas las herramientas de poder estadounidense se sustenta en una política hegemónica que incluye “aliados” y “socios” y que va a orientar la política de seguridad nacional, la estrategia científica, la política comercial, las acciones “humanitarias”, la política de propaganda y, ciertamente, la estrategia militar. Analizar la cuestión militar, per se, significa perder de vista la complejidad de intereses geopolíticos que están en juego en cada coyuntura. 
 
El Plan Estratégico del año 2000, elaborado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, establece 16 metas estratégicas vinculadas a siete grandes áreas de interés nacional. Junto a la Estrategia de Seguridad Nacional, este plan define la política externa de Estados Unidos. Mientras la primera articula las prioridades de la Administración en relación a políticas e instrumentos que tienen que ver con las amenazas para la seguridad, la segunda expone una visión global y sistemática de los intereses nacionales que van a establecer las metas y actividades de las agencias gubernamentales estadounidenses en el exterior.[5]
 
Algunas de estas metas estratégicas van a tener implicaciones muy directas en la política hacia América Latina en relación a los objetivos arriba señalados:
 
a.      La meta de estabilidad regional, que busca impedir amenazas a los intereses vitales de Estados Unidos. Evidentemente, esta meta orienta la política hacia países de la región que están profundizando procesos de transformación social y de afirmación de una política de soberanía sobre sus recursos naturales y que son considerados “amenazas a los intereses vitales” de Estados Unidos. Es el caso particular de Venezuela, Ecuador y Bolivia, que son vistos como “países desestabilizadores” en la región.[6]
b.      La apertura de los mercados externos para aumentar el comercio y liberar el flujo de bienes, servicios y capital, que se expresa claramente en los esfuerzos de Estados Unidos para establecer Tratados de Libre Comercio bilaterales con los países de América Latina, que estipulan cláusulas concretas para permitir a éste el acceso a recursos naturales de la región, considerados estratégicos. El TLCAN firmado con México, por ejemplo, se amplía hacia la integración energética que resolverá la crisis de Estados Unidos en esta materia y hacia la integración de políticas y acciones de seguridad a partir de criterios del Comando Conjunto de Estados Unidos[7].
c.      Reducir la entrada de drogas ilegales en Estados Unidos y el terrorismo. Con este objetivo se justifican los desplazamientos militares en América Latina, y el ingreso de militares estadounidenses en territorios nacionales para realizar ejercicios militares en zonas de conflicto social, operaciones e inteligencia, etc.
d.      Asistencia humanitaria. El Comando Sur de Estados Unidos viene realizando en la región ejercicios militares de carácter humanitario, denominados “Nuevos Horizontes”, que significa el ingreso de contingentes de 300 a 500 militares estadounidenses para permanecer en los países de destino periodos largos, que puede llegar a un año. En 2008 este ejercicio se llevó a cabo en el Perú, un año después de la firma del Tratado de Libre Comercio entre los dos países, operando en zonas de alto conflicto social y político, como el VRAE (Valle del Río Vilcanota y Apurímac). En 2006 este ejercicio se realizó en Honduras, dos años antes del golpe de Estado.
 
No es ninguna novedad que los principales objetivos de despliegue hegemónico en el ámbito económico, político, cultural y militar sean esencialmente de dos tipos: o bien se trata de recursos, de riquezas y mercados, o bien de obstáculos, resistencias e insurgencias. La disputa por los recursos naturales adquiere una dimensión cada vez más violenta y cruel. La hegemonía americana se sustenta en una política militar de guerra. Esta es, al mismo tiempo, su principal fuerza y su principal debilidad, en la medida en que el enorme crecimiento de la estructura militar que Estados Unidos despliega en el mundo para mantener una guerra “no localizada” es económicamente insustentable. Su pensamiento estratégico, se aleja paulatinamente de las condiciones económicas y materiales que este país tiene para ponerlo en práctica.
 
Una de las principales amenazas para este proyecto hegemónico en la región es la capacidad creciente de América Latina para recuperar la soberanía sobre sus recursos naturales, minerales estratégicos, petróleo y gas, reservas de agua dulce, bio-diversidad, ecosistemas y florestas. Esta soberanía asume un sentido más profundo cuando se desdobla en soberanía política, económica e inclusive en relación a sus visiones de futuro y modelos de desarrollo, basados en la recuperación de un legado histórico y civilizatorio, como en el caso de los países andinos, donde el movimiento indígena ha desarrollado una alta capacidad de movilización y presión política. Los proyectos de integración regional en América Latina están marcados, en mayor o menor medida, por un espíritu anti-colonial y por una afirmación de des-colonialidad del poder, de la cultura, de la ciencia, de la tecnología y del saber.
 
A cada pensamiento hegemónico se le opone un pensamiento contra-hegemónico. Frente al pensamiento estratégico analizado líneas arriba, América Latina necesita también desarrollar un pensamiento estratégico que sea capaz de articular una política científica y tecnológica como base no para la apropiación de los recursos naturales de otras regiones, sino para defender la soberanía de sus propias riquezas naturales. Tal vez sea éste uno de los principales desafíos de los proyectos de integración regional en curso.
 
MonicaBruckmann es socióloga, doctora en ciencia política, profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Federal de Río de Janeiro. E-mail: mbruckmann@terra.com.br
 

Publicado en América Latina en Movimiento, Ajustes y desbarajustes, No 466
junio de 2011




[1] La creación de una nueva bacteria sintética anunciada en mayo de 2010 por el científico Craig Venter, abre una nueva era en la investigación científica sobre genoma y la capacidad de la ciencia de crear artificialmente nuevos micro organismos para los fines más diversos. 
[2] Ver: SANTOS, Theotonio dos. A politização da natureza e o imperativo tecnológico. GREMIMT, Serie 1, N° 7, 2002, 7 p.
[3] Al respecto existe una amplia bibliografía. Ver: BRUCKMANN, Monica. Ou inventamos ou erramos: A nova conjuntura latino-americana e o pensamento crítico. Disponible en: http://www.uff.br/dcp/wp-content/uploads/2011/01/Tese-de-2011-Monica-Bruckmann.pdf
[4] Ver: BRUCKMANN, Monica. Recursos naturales y la geopolítica de la integración sudamericana. Disponible en http://www.rebelion.org/admin/editor2.php?ID=127270
 
[5]AYERBE, 2009, p. 52.
[6] Entre los muchos ejemplos disponibles, véase las declaraciones de la Secretaria de Estado Hillary Clinton el 11 de diciembre de 2009, en relación a Bolivia y Venezuela y sobre la posición en relación a Honduras. Disponible en la BBC News, con el título de Hillary Clinton warnsLatinAmerica off closeIranties (http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:KlgrVJ-JpvYJ:www.bbc.co.uk/2/hi/8409081.stm+hillary+clinton+declariones+sobre+venezuela&cd=2&hl=pt-BR&ct=clnk&gl=br )
[7] Sobre este tema Ana Esther Ceceña sostiene que, a través de TLCAN, las riquezas de México quedan legítimamente encadenadas a los intereses estratégicos de Estados Unidos (CECEÑA, 2008, cap. 4).
https://www.alainet.org/es/articulo/152005

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