Perderemos soberanía sobre nuestras semillas?

03/07/2011
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Aprobada la Ley de Revolución Productiva Comunitaria y abierta la puerta para el ingreso de las transnacionales propietarias de las semillas transgénicas, no es difícil deducir que se apunta a una pérdida de la soberanía sobre nuestras semillas, porque eso es lo que buscan las multinacionales.
 
Un ejemplo trágico ocurrió en Chile. Las noticias de ese país dicen que los senadores, sin consultar a la ciudadanía, aprobaron vender todas las semillas chilenas a la Monsanto. Los medios, no informaron sobre la gravedad de esa decisión que dejó sin habla a los trasandinos, pero sobre todo a los campesinos agricultores.
 
El acuerdo que incluye la quinua, convirtió a Monsanto en dueña de todos los vegetales chilenos, que de esa manera acaban de perder soberanía sobre sus semillas. ¿Eso mismo se pretende en Bolivia? El presidente de los productores de oleaginosas acaba de anunciar, en tono de amenaza, que al margen de la soya, los siguientes productos transgénicos a cultivarse, serán el arroz, girasol y caña de azúcar.
 
Podríamos estar a punto de perder nuestras semillas a cambio de una presunta soberanía alimentaria. Es posible que estemos en la puerta de una verdadera privatización de las semillas bolivianas, como acaba de ocurrir en Chile. En Argentina se está desarrollando una verdadera batalla contra estas semillas y sobre todo contra sus productores. En Uruguay, la lucha se estableció contra la intoxicación que provocan los herbicidas utilizados para apoyar las plantaciones de transgénicos.
 
En anuncio de próximas plantaciones transgénicas, me lleva a recordar un reciente escrito de Patricia Molina, quien señala que hay sospechas que en Santa Cruz, ya se está produciendo arroz transgénico. Este alimento no está destinado a la exportación, sino a la mesa de los bolivianos, porque no somos autosuficientes. Se apunta a los pobres, pues es su alimento básico.
 
Señala que recién se aprobó el arroz como subsidio prenatal y de lactancia para los trabajadores, sean éstos empleados públicos y del sector privado. Como el arroz no es originario de Bolivia, presuntamente está permitido su cultivo transgénico.
 
En lo que corresponde a la caña de azúcar, claramente apunta a la producción de agrocombustibles, que impulsa el primer mundo, dada la escasez y alto precio del petróleo. También está claro que los terratenientes no apuntan a la “soberanía alimentaria”, sino a las enormes ganancias económicas.
 
La ley dice se controlará el expendio de alimentos y se etiquetarán al destinarlas al mercado. Entonces los consumidores sabrán diferenciarlos de los orgánicos. Pero en este país plurinacional, donde la mayoría son indios e indígenas, éstos no concurren a los supermercados, sino a las ferias y mercados de barrio. Allí se vende por libra, por cuartilla y por arroba. ¿Estarán las caseras obligadas a etiquetar sus ventas señalando cuáles son transgénicos?
 
Los niños están en riesgo
 
Un millonario terrateniente cruceño, acaba de declarar ante la televisión que el consumo de soya transgénica no produjo que a alguien le salieran ramas por las orejas, como se dice de las semillas tratadas genéticamente.
 
Efectivamente, no ocurrió un caso así, pero los potentes herbicidas que acompañan a los cultivos de esa naturaleza, están ocasionando intoxicaciones entre la población campesina. Un reciente artículo del diario Página/12 de Buenos Aires, señala que los agroquímicos son un riesgo para los niños y sus padres, sobre todo si son campesinos.
 
Una investigación del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) con sede en Mendoza, reporta que casi un cuarto de denuncias por intoxicaciones, son provocadas por agroquímicos. El año pasado se registraron 103 casos de intoxicación por plaguicidas y de ellos 49 ocurrieron en la provincia de Mendoza.
 
En Bolivia, la Confederación Sindical Única de Campesinos (CSUTCB), está en la obligación de advertir a sus sindicatos afiliados a informar sobre intoxicaciones, nacimientos con malformaciones o aparición de cáncer en los chicos. Los vientos permiten que los poderosos plaguicidas se trasladen a muchos kilómetros afectando a cuanta persona encuentren en su camino. El toque de alarma está puesto. Falta reaccionar en defensa de la Pachamama.
https://www.alainet.org/es/articulo/150944
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