El arte de amar

22/02/2011
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Hay temas en los que se da por supuesto que ya lo sabemos casi todo, especialmente aquellos que se han constituido en lugares comunes, es decir, de aparente dominio público. Con facilidad hablamos de Dios, del Pueblo, de la Democracia, de la Fe y del Amor, entre otros. Cuando hablamos de problemas complejos de manera superficial es casi inevitable el abuso, la falsificación y la manipulación tanto de los contenidos como de las prácticas que implican esos valores. En el tema que hoy nos ocupa podemos decir que, por lo general, todo mundo valora el “amor” pero no se piensa en la necesidad de conocer y aprender sobre él. 
 
En 1956 se publicó un libro (en idioma inglés) escrito por uno de los intelectuales más brillantes de la llamada escuela de Francfort: Erich Fromm. El libro en su versión española (1966) se titula “El arte de amar” y sus contenidos después de tantos años siguen siendo actuales, y la razón de ello, no cabe duda, es la profundidad con la que Fromm abordó el tema. Un verdadero bestsellers, más de 25 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo.
 
En dicho libro afirma Fromm, que para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste  en ser amado y no en amar; por tanto, la principal preocupación será cómo ser dignos de amor. Para alcanzar ese objetivo se suelen seguir varios caminos: el atractivo de los hombres para hacerse amar es el éxito económico, político o social; el de las mujeres será su buena condición estética y física. Es decir, se vive en una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante para hacerse amar. El amor no aparece como una facultad (que hay que aprender) sino como una elección del “objeto amoroso” (lo difícil es encontrar el objeto apropiado). Toda nuestra cultura, enfatiza Fromm, está basada en el deseo de comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable.
 
Para superar esa tendencia egocéntrica, Fromm propone el carácter activo del amor que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor, es decir, el que existe entre el hombre y la mujer, de los padres a sus hijos, entre los amigos, al prójimo, a uno mismo, el amor que Dios nos tiene y nuestro amor a Dios. Esos elementos son: el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. Veamos,  brevemente, cómo describe Fromm esos rasgos.   
 
El cuidado: Que el amor implica cuidado es especialmente evidente en el amor de una madre por su hijo. Ninguna declaración de amor por su parte nos parecería sincera si viéramos que descuida al niño, si deja de alimentarlo, de proporcionarle bienestar físico. El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos. Cuando falta tal preocupación activa no hay amor. Leonardo Boff lo ha dicho  de otra forma, “se cuida aquello que se ama y se ama aquello que se cuida”. 
 
La responsabilidad: Suele usarse ese término para denotar un deber, algo impuesto desde el exterior. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Ser responsable significa estar listo y dispuesto a responder. La persona que ama responde a las necesidades (psíquicas, físicas, sociales) del “otro” (individual o colectivo).
 
El respeto: No significa temor y sumisa referencia, sino la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener consciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. Por tanto, el respeto implica la ausencia de explotación, quiero que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que le es propia.
 
El conocimiento: Respetar a una persona sin conocerla, no es posible; el cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guiara el conocimiento. Ahora bien, hay varios niveles de conocimiento. Por ejemplo, puedo saber que una persona está encolerizada, aunque no le demuestre abiertamente; pero puedo llegar a conocerla más profundamente aún; sé que está angustiada, que se siente sola, que se siente culpable. Sé entonces que su cólera no es más que una manifestación de algo más profundo: veo a una persona que sufre, y no simplemente a una persona enojada. El amor implica conocer al otro objetivamente y eso pasa por la experiencia de la amistad, de cercanía y de confianza mutua.
 
En suma, en este libro el autor exhorta a tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte vivir. En consecuencia, si deseamos aprender a amar, es necesario el dominio de la teoría y de la práctica. Cuidado, responsabilidad, respeto, y conocimiento son cuatro actitudes interdependientes que se encuentran en la persona que se ha puesto en el camino de este aprendizaje. Pero esas actitudes, según Fromm, no han de quedarse en un plano puramente individual, reclaman un tipo de sociedad centrada no en el provecho económico depredador y excluyente, sino en el ser humano, cuya calidad de vida ha de medirse no sólo por el acceso a los bienes primordiales, sino también por la superación de las actitudes egocéntricas y el desarrollo de la capacidad de amar. Sin olvidar que el amor es un poder que produce amor, porque como afirmaba Marx: “si amamos sin producir amor, entonces nuestro amor es impotente, es una desgracia”.
 
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Carlos Ayala Ramírez, director de Radio YSUCA (El Salvador)
https://www.alainet.org/es/articulo/147774
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