La cita de Seúl terminó sin acuerdos concretos
13/11/2010
- Opinión
El G-20 está muy dividido y Obama tiene serios problemas con China y Alemania
El final de las deliberaciones de los jefes de gobierno del G-20 fue el previsible: con un documento genérico. Se profundiza el aislamiento político de Estados Unidos y los conflictos con varios países.
La V Cumbre de los países nucleados en el G-20 terminó con bastante pena y ninguna gloria. Apenas pudieron emitir un documento largamente elaborado pero que no supera el nivel de palabras vacías. Y no es que los dirigentes mundiales no tuvieran capacidad intelectual para producir algo mejor. La tienen, por supuesto. Pero las diferencias surgidas en estos últimos años, empinadas al calor de la crisis económica, les impidieron llegar a acuerdos que satisfagan a todos y, sobre todo, cumplibles.
Por eso, y pese a haber trabajado mucho tiempo antes, prácticamente desde que en junio culminó la cita de Toronto, y de los esfuerzos hechos en Seúl los días previos a la cumbre, con intervención de cancilleres, etc, sólo alumbró un mediocre documento.
Allí se plantea un pedido a los países para que se “abstengan de manipular sus monedas como vía para mejorar la competitividad de sus exportaciones”. ¿Pero quién manipula? Estados Unidos y los países europeos dicen que China lo hace. Pero China lo niega y junto a la Unión Europea y países emergentes como Brasil, cuestionan la política monetaria y comercial de EE UU.
Por supuesto, el documento de Seúl no menciona con nombre y apellido cuáles serían los países que están manipulando sus monedas. Posiblemente sean todos, aunque el primero del podio es el imperio, con su emisión de 600.000 millones de dólares para comprar bonos del Tesoro.
La prevención del resto de los otros 19 integrantes del grupo, es que esa medida del secretario del Tesoro, Tim Geithner, significará una devaluación del dólar para mejorar el perfil exportador de EE UU, a expensas del resto del mundo. De allí el grito en el cielo que pegaron Hu Jintao, Lula da Silva y Angela Merkel, aún cuando no tengan una total unidad entre sí.
Estos críticos de Barack Obama también alertan que esa inyección de dinero ficticio alentará la inflación en EE UU y sobre todo hará volar esos dólares como “capital golondrina” a otros países. En ese caso pueden engendrarse otras burbujas especulativas financieras como las que reventaron en setiembre de 2008. Y eso sería fatal en un mundo que aún dista de haberse recuperado de esa debacle.
Sobre este punto altamente conflictivo, el de la llamada “guerra de las monedas” o “guerra comercial”, la reunión en Corea del Sur fue un escenario de confrontación entre varios participantes. Cómo sería el ambiente de conflicto que esta vez no hubo tanta diplomacia, tantas fotos, tantas notas para los medios del mundo. El aire se cortaba con un cuchillo.
Obama reivindicó su emisión millonaria. Dijo que su obligación era velar por la economía norteamericana. Y que si ésta se fortalecía, todo el mundo saldría ganando. Tuvo una larga reunión con su colega chino, pero no pudo arrancarle ninguna promesa ni cronograma de revaluar el yuan. Los chinos harán sólo lo que les conviene a ellos, no a Washington. Hu Jintao declaró: “China hace todo lo que puede para manejar su economía y nunca culpa a los otros por sus propios problemas”.
Pura cháchara
Se sabía que la pulseada estadounidense-asiática iba a ser muy dura. Los de ojos rasgados vetaron un párrafo de la declaración final que llamaba a los gobiernos a no demorar la “revalorización de sus monedas”. No se cansaron de decir en Seúl que el Tesoro norteamericano, con la emisión mencionada, hizo unilateralmente lo mismo que critica a los demás: subvaluar el dólar para hacer más competitivas sus ventas al exterior.
Esas mayores exportaciones son una forma de defender los puestos de trabajo en EE UU, bastante vapuleados por la crisis. Hoy, cuando se ha reanudado en pequeña medida el ciclo expansivo, el índice de desempleo (10 por ciento) duplica el existente antes de la caída de Lehman Brothers.
Tratando de emparejar su balanza comercial y su cuenta corriente de pagos, Tim Geithner había alumbrado una propuesta al G-20 que no duró ni un minuto en cancha. Proponía que los países se obligaran a no sobrepasar un índice anual de 4 por ciento de déficit en su balanza de pagos, con lo que apuntaba a poner límites a las ventas mundiales de China y Alemania. Ambos se opusieron, junto a Japón, por lo que la idea fue desechada.
Lo único que pudo lograr el tándem Geithner-Obama fue que la declaración final anunciara que en 2011 se crearía un sistema de “guías indicativas” para medir ese desequilibrio de las cuentas corrientes de los países. Una cosa es una “guía” y otra diferente un “tope legal”; de todas maneras habrá que ver cuándo se aprueban tales guías y cómo se respetan, si se respetan.
Si los países se lanzan al vacío de cuantiosos déficit en su cuenta corriente, entonces será el FMI quien los llame al orden. Como se sabe, ese organismo es un especialista en prevenir desastres, de reconocida habilidad y prestigio. Y los dictámenes que adopte, tampoco corresponde dudar, serán acatados y cumplidos total y absolutamente por todas las partes.
Hablando en serio. La cumbre de Seúl ha fracasado totalmente en poner orden en el comercio mundial y en la relación de las divisas. Del mismo modo ya había fracasado en las cuatro cumbres anteriores, en regular el sistema financiero internacional.
¿Quién puede creer en el párrafo del documento que promete para los próximos meses “un mundo de crecimiento sostenido y equilibrado”?
Lo que muestra la realidad es que en EE UU hay insatisfacción de la población por el alto desempleo, como lo certificó el resultado electoral; que en Reino Unido se enconan las protestas contra el plan de ajuste, el mayor en 60 años, así como en Francia y España; que la deuda amenaza con el default de Irlanda y Portugal, etc. ¿De qué crecimiento hablan esos gobernantes?
¿”Tú también, Angela”?
No se trata del romano Julio César haciendo esa pregunta a Marco Junio Bruto, sino que podría haberla formulado Obama a Angela Merkel.
Es que del enfrentamiento de la Casa Blanca con quienes gobiernan en Beijing, a la vera de la avenida de Tiananmen, se había hablado mucho. Era vox populi, sobre todo luego que China se convirtiera en la tercera economía mundial superando a Alemania y en la segunda potencia exportadora. Y cuando muchos economistas y analistas internacionales coinciden en que Beijing será la capital de la principal economía del mundo en 2025 o antes aún.
La batalla comercial entre Washington y la capital oriental era un clásico que con seguridad estaría en el centro de los debates en Seúl, con pronóstico reservado sobre su evolución posterior. Todo indica que se enconará aún más.
A propósito, este mayor conflicto entre la mayor potencia imperialista y la poblada nación socialista, con todos los riesgos que supone para la situación mundial, es un derivado de la crisis de 2008. Y ratifica el enfoque de que ese año no empezó sólo un problema financiero o bancario sino una crisis económica y política de gran envergadura. Eso era bastante notorio.
En cambio, lo que no estaba tanto en la superficie fue la virulencia de la discusión entre los liderazgos estadounidense y alemán.
Criticando la emisión de 600.000 millones de dólares, Merkel dijo que “eso no se compadece con el libre comercio”.
La respuesta de Obama, sin cortesías, fue que Alemania vivía de las compras norteamericanas. Será muy difícil “volver” a la situación anterior, de acuerdos, entre estas dos potencias que veinte años atrás vivían su luna de miel luego de derribar juntos el Muro de Berlín y la RDA.
Frente a esta situación internacional tan complicada que se vio en Seúl, es clave que los países del Tercer Mundo hagan un análisis objetivo y tomen sus recaudos.
La presidente argentina, presente en ésta cumbre y las cuatro anteriores, dijo que había que tener “un correcto diagnóstico de la enfermedad” porque de lo contrario se puede enfermar aún más al paciente. Fue una verdad de Perogrullo.
Menos acertado fue el tratamiento que propuso la mandataria argentina: “la cooperación internacional con seriedad, responsabilidad y racionalidad es la clave”. Solicitar eso al G-20 es pecar de mucha ingenuidad o, para decirlo suavemente, pedirle peras al olmo. En el seminario donde hizo esa exhortación destinada al vacío, la aplaudieron los ejecutivos de Standard Chartered, Deustche Bank, BNP Paribas, Daewoo Securities, KB Financial Group, Medef, Sumitomo, Umicore, Citigroup y Met Life, como si hubieran llegado recién al mundo y no tuvieran nada que ver con la crisis de 2008.
https://www.alainet.org/es/articulo/145497
Del mismo autor
- ¿Y ahora qué otra fábula van a inventar? 16/07/2018
- AMLO esperanza a México, pero ¿irá a fondo? 09/07/2018
- Entre Martí y Macri la diferencia es mucho más que una letra 05/07/2018
- En Télam, con brutal ajuste, se cumple con el FMI y Clarín 02/07/2018
- Propuesta Tatú, de médicos solidarios en barrios humildes 28/06/2018
- Donald Trump lo hizo de nuevo 25/06/2018
- Un héroe cubano, fidelista, entre nosotros 21/06/2018
- La SIP nunca apunta a la responsabilidad de EE UU 04/06/2018
- 49 años del Cordobazo 31/05/2018
- Sin Posada Carriles, la cloaca de Miami con uno menos 24/05/2018
Clasificado en
Clasificado en:
Crisis Económica
- Geraldina Colotti 07/04/2022
- Julio C. Gambina 07/04/2022
- Rafael Bautista S. 06/04/2022
- Julio Gambina 04/04/2022
- José Ramón Cabañas Rodríguez 01/04/2022