Por Uribe, Chávez rompió las relaciones con Colombia

24/07/2010
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Después de provocaciones de Uribe, ojalá venga un tiempo más normal con Juan M. Santos.
 
 Los ocho años de gestión de Álvaro Uribe fueron lamentables para las relaciones colombo-venezolanas. Hoy el vínculo está roto. Es posible que se reanude durante el mandato de Juan Manuel Santos.
 
Uribe ya no será presidente el próximo 7 de agosto, cuando desocupe la presidencial Casa de Nariño y entre allí Santos, sucesor del mismo “Partido de la U”. No será una mudanza por propia voluntad, pues Uribe intentó forzar un tercer mandato y había logrado que el parlamento votara una ley para un plebiscito de habilitación (la constitución reformada para darle un segundo mandato no autorizaba la re-reelección). El Tribunal Constitucional lo desairó pues entendió que aquella ley en el Congreso había incurrido en varias violaciones a cuestiones de fondo y de forma.
 
Recién en ese momento Santos sintió que podía ser el candidato oficialista. Había aguardado desde el banco de suplentes, al renunciar un tiempo antes. El ex ministro de Defensa fue uno de los funcionarios de mayor confianza de Uribe, estando involucrado en hechos tan cuestionados como el bombardeo e invasión a territorio ecuatoriano, en marzo de 2008, para asesinar a Raúl Reyes y una veintena de insurgentes de las FARC. Al año siguiente secundó la decisión presidencial de conceder 7 bases militares al Comando Sur de Estados Unidos, pese a la oposición de Unasur.
 
En nombre de esa política conservadora en lo social y proestadounidense en el alineamiento exterior, más la llamada “seguridad democrática” (léase guerra a muerte a las FARC), Santos aplastó en el ballottage a Antanas Mockus, del Partido Verde.
 
Sin embargo, desairando el dicho de que “entre bueyes no hay cornadas”, cuando faltan pocos días para que se produzca el recambio presidencial, han aparecido algunas diferencias entre el presidente que se va y el que viene.
 
El saliente montó una furiosa campaña contra Hugo Chávez, acusándolo de proteger dentro de Venezuela a campamentos guerrilleros de las FARC y el ELN. Tal acusación, en vez de plantearla en términos bilaterales ante el Palacio de Miraflores, fue hecha ante la OEA el 22 de julio. El representante colombiano Luis Hoyos pidió una sesión especial del Consejo Permanente y allá fue, a Washington, a ventilar esa denuncia sin elementos sólidos que la sustenten.
 
Es que la acusación de al menos 5 campamentos rebeldes dentro de Venezuela (el 15 de julio se dijo que eran 28), donde estarían asentados 1.500 guerrilleros, no se desprende de las fotos, testimonios y coordenadas entregadas por Hoyos ante José Miguel Insulza, secretario general de la poco prestigiosa OEA. El denunciante pidió formar una comisión y visitar esos lugares en un plazo menor a un mes, para verificar la veracidad de la acusación. Insulza, que junto a EE UU y Canadá había autorizado la sesión especial, no pudo darle el gusto a Uribe de una inspección in situ. Eso es imposible sin el permiso venezolano.
 
Roy Chaderton, el enviado de Caracas, pidió a Hoyos que le cuente “una de vaqueros” e ironizó con que una comisión internacional debía inspeccionar las 7 bases estadounidenses cedidas por Bogotá.
 
 Ruptura y alineamientos
 
Inmediatamente después de la provocadora denuncia, Chávez declaró rotas las relaciones con Colombia, acusando a Uribe de ser el responsable de esa disociación. “Lo anuncio con una lágrima en el corazón: Venezuela rompe a partir de este momento todas las relaciones con el gobierno de Colombia”, declaró el bolivariano ante los cronistas, en la sede de Miraflores. Casualmente a su lado estaba Diego Maradona, DT del seleccionado de fútbol argentino, invitado a eventos deportivos y amigo del dueño de casa.
 
Según el jefe de Estado bolivariano, Uribe es un enfermo lleno de odio por su país y su persona, que estaría yéndose “al basurero de la historia”. Al hacer el anuncio de ruptura, alertó contra la posibilidad de que aquél montara un seudo campamento rebelde en la zona fronteriza para justificar una agresión a Venezuela. Tratándose de Uribe, todo es posible.
 
¿Hay campamentos de las FARC del lado venezolano? El presidente aludido lo negó de plano y, en todo caso, si hubiera alguno, sería sin su consentimiento ni conocimiento. Cabe puntualizar que buena parte de los 2.200 kilómetros de frontera entre los dos países son pura selva, sin una línea demarcatoria clara. Hay zonas donde en cortas distancias se camina en territorio venezolano, colombiano y aún brasileño.
 
En tren de aclaraciones, el ministro venezolano de Defensa, general Carlos Mata, refutó las recriminaciones colombianas y expresó: “por el contrario, son enormes los esfuerzos realizados por esta institución dirigidos a combatir el contrabando, el narcotráfico, el secuestro y la extorsión en las zonas fronterizas, flagelos derivados de la guerra civil que desde hace años vive el pueblo neogranadino”.
 
El canciller venezolano Nicolás Maduro dio 72 horas al personal diplomático de Colombia para que abandone el país. Su embajador en Bogotá ya estaba en Caracas porque este final se veía venir desde la semana pasada, cuando las autoridades colombianas pidieron la sesión de la OEA.
 
Hasta ahora ningún gobierno salió expresa y públicamente a defender la posición colombiana. La administración Obama lo hizo en forma sesgada cuando el vocero del Departamento de Estado, Philip Crowley expresó: “no creo que romper relaciones o comunicaciones sea el modo adecuado de conseguir ese fin”. Aludía a que ambos países debían trabajar para reducir las sospechas mutuas e implementar sus compromisos bajo “tratados antiterroristas aplicables”.
 
La mayoría de miembros de Unasur tiene más afinidad con Venezuela y algunos lo expresaron sin medias tintas, como Evo Morales. El canciller Maduro pidió una reunión urgente de cancilleres de la entidad a Rafael Correa, su presidente pro-témpore, y allí se podrá apreciar mejor quién es quién. El secretario ejecutivo de Unasur, Néstor Kirchner, en contacto telefónico con Correa y Lula da Silva, decidió viajar el 5 de agosto a las capitales en conflicto.
 
Mayoría de un lado
 
El saliente mandatario de Colombia puede atesorar el aval, medido, de Washington y de presidentes afines como el hondureño Porfirio Lobo, la costarricense Laura Chinchilla y el panameño Ricardo Martinelli, quienes también han entregado bases militares a EE UU y autorizado la llegada de miles de soldados, más aviones y barcos.
 
Sin embargo, Unasur puede ser una vidriera que muestre una mayoría de los países sudamericanos rechazando las provocaciones contra Venezuela.
 
Respecto a Argentina, y sin agotar para nada el espectro, ya se consignó que Maradona estaba al lado de Chávez el día de los anuncios. En cambio, un reputado politólogo del menemismo y reciclado a medias a favor del kirchnerismo, se alineó con Uribe. Carlos Escudé escribió en “Gaceta Ganadera” que las FARC tienen una red de contactos con 400 grupos en siete países. “Que Chávez no haya optado por escudarse en datos como éstos y haya preferido escalar su entredicho con Colombia corrobora lo que muchas otras informaciones sugieren: que es un peligroso desestabilizador regional”, concluyó el ex asesor del canciller de las “relaciones carnales”.
 
Parece obvio cuál apoyo tiene más calado social, si el de Maradona o el Escudé.
 
Uribe tiene un problema extra: su andanada guerrerista no fue acompañada por el presidente electo. Santos declaró desde México, donde se encuentra de gira, que “sobre el tema de las relaciones nuestras con Venezuela, la mejor contribución que podemos hacer es no pronunciarnos”.
 
En función de ese matiz de diferenciación, Chávez dejó una puerta abierta para una futura normalización de relaciones cuando Uribe sea apenas un mal recuerdo en Nariño. Es precisamente lo que el actual mandatario no desea que ocurra. Su idea es “marcar la cancha” a Santos en por lo menos dos grandes asuntos: que no se decline ni un milímetro en su militarista “Seguridad Democrática” y que se mantenga el blanco en Chávez, pintándolo como enemigo de la convivencia regional.
 
No hace falta decir que en estos dos puntos, en particular el segundo, el que estuvo desde 2002 en el poder, sintoniza finamente con los planes estadounidenses.
 
Santos ha sido hasta ahora un discípulo del que se está despidiendo. Cabe suponer que seguirá aplicando esas políticas, aunque la apuesta chavista es que morigere al menos lo relativo a la escalada contra Venezuela.
 
Aunque eventualmente pronto se distienda un tanto la tirantez, está a la vista que Washington está cerrando un cerco contra la república bolivariana desde las 7 bases suyas en Colombia más las existentes en Aruba y Curazao, Honduras (Palmerola), El Salvador (Comalapa), las 4 recientes en Panamá y otras en Costa Rica.
https://www.alainet.org/es/articulo/142994
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