El Consejo de Seguridad votó más sanciones
- Opinión
El Consejo de Seguridad de la ONU sancionó a Irán por cuarta vez. Washington lleva la batuta de estas resoluciones, igual que lo hacía con Irak antes de la ocupación militar de siete años atrás.
Le llevó bastante tiempo al gobierno norteamericano poder sancionar otra vez a Irán, pues este intento data de setiembre del año pasado. Recién logró juntar los votos en el Consejo de Seguridad el 9 de junio y no tuvo unanimidad. De los quince miembros de ese organismo, logró doce votos; Brasil y Turquía lo hicieron en contra de esa moción apoyada por Francia, Reino Unido y Alemania. El Líbano, se abstuvo.
El motivo aparente de la sanción fue que el país persa no había abandonado su programa nuclear, sospechado por Estados Unidos de estar orientado a la fabricación de armas atómicas, aunque sin ninguna prueba de que esa sea la finalidad del programa.
Curioso argumento el estadounidense, teniendo en cuenta que en sus arsenales cuenta con más de 5.000 ojivas nucleares y los misiles para hacerlas llegar a los blancos deseados desde bases de tierra, aviones y submarinos.
Curioso también pues es vox populi –desde que lo destapó el progresista Mordechai Vanunu- que Israel tiene armas atómicas. Los especialistas estiman que guarda entre 100 y 200 armas de ese tipo, pese a lo cual nunca sufrió un registro de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) ni menos aún una módica sanción de las Naciones Unidas.
El doble rasero de la administración Obama y sus socios europeos se patentiza más aún porque el gobierno de Benjamin Netanyahu atacó el 31 de mayo pasado a una flota de paz hacia Gaza, en aguas internacionales. Y la ONU deploró ese acto de guerra sin mencionar concretamente a Israel, exigir una investigación independiente ni adoptar una sanción. Diez días más tarde, el Consejo de Seguridad se sintió en la necesidad y obligación de votar otra tanda de castigo a Teherán.
La resolución llevó el número 1929 y terminó siendo votada también por Rusia y China, lo que implica un baldón para ambos. Aún así, conviene discernir que estos países no comparten cien por ciento la política estadounidense hacia Irán. Beijing hizo notar que las sanciones no incluyen a Irisl, la principal flota iraní internacional, ni a la industria petrolera de Irán, el cuarto país exportador mundial de crudo.
Más aún, suavizando el diferendo que implicó el voto chino en Nueva York, dos días después del mismo el presidente Mahmud Ahmadinejad visitaba la Exposición Mundial de Beijing. Y en la capital china hizo una conferencia de prensa donde calificó a las sanciones internacionales de “papel mojado”. También aventuró que esas medidas pueden terminar beneficiando a su país: “quizá tenga un impacto al acelerar el ritmo de nuestro desarrollo”.
La resolución 1929 congela los activos de 40 compañías y organizaciones iraníes, así como a decenas de líderes, entre ellos Javad Rahiqi, jefe de energía atómica del Centro de Tecnología Nuclear Isfahan. También endurece las inspecciones de barcos y aviones que transporten “cargamento sospechoso”. Mezclando peras con manzanas, impone restricciones a la venta de armas convencionales, aunque Moscú aclaró que los misiles antiaéreos S-300P que vendió a Teherán no entran en la interdicción.
Irán no está solo
La visita de Ahmadinejad a China es un signo de que no ha sido arrinconado internacionalmente como Washington lo había logrado con Saddam Hussein en 2003.
El canciller iraní, Manouchehr Mottaki llegó a Tashkent, capital de Uzbekistán, como observador de la Organización de Cooperación de Shanghai. La entidad agrupa a China, Kazajstán, Rusia, Tayikistán, Uzbekistán y Kirguizistán. En la cumbre iniciada el 10 de junio fueron invitados los cancilleres de India, Irán, Mongolia y Pakistán. Nacida en la ciudad china del mismo nombre, la OCS une a países de Asia preocupados por los planes expansionistas de Estados Unidos y la OTAN.
Otra prueba de que Irán no está solo se vio el 17 de mayo, cuando Ahmadinejad firmó la Declaración de Teherán junto a sus invitados Lula da Silva, de Brasil, y el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan.
Los tres mandatarios acordaron que Teherán enviaría a Turquía 1.200 kilos de uranio poco enriquecido, al 3,5%, y recibiría en un año desde Rusia y Francia 120 kilos de combustible nuclear para su reactor de fines medicinales. Todo con la supervisión de la OIEA y los dos garantes. Esa propuesta fue reclamaba con anterioridad por esa agencia y la ONU.
Sin embargo, al día siguiente de esa Declaración, el 18 de mayo, Hillary Clinton informó que su moción de sanciones tenía el aval de Francia, Reino Unido y Alemania (los dos primeros, miembros permanentes). La jefa del Departamento de Estado cuestionó a los jefes de Estado de Brasil y Turquía, admitiendo “discrepancias muy graves” con ambos en este tópico. No son países menores: Brasil es una de las potencias emergentes del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y Turquía es aliado del imperio y miembro importante de la OTAN.
Desde entonces EE UU quiso que saliera del horno cuanto antes la polémica resolución 1929.
Brasil cuestionó esa política de fuerza hacia Irán. La prensa brasileña destapó la carta de Obama del 20 de abril donde les pedía a Lula y Erdogan una mediación en términos similares a lo firmado con Ahmadinejad el 17 de mayo. Lula manifestó que la votación en el palacio de Cristal neoyorquino era “una victoria pírrica; es un episodio que debilita al Consejo de Seguridad”. Añadió: “la reunión podría haber servido para discutir el desarme de los que tienen armas atómicas”.
Los objetivos de EE UU
Los planes de Obama hacia Irán –como su antecesor George Bush- no han morigerado su agresividad. En la superficie, y “para la tribuna”, argumentan que los persas tienen en marcha un programa militar disimulado tras el biombo de la energía nuclear.
Pero la OIEA durante la gestión del egipcio Mohamed El Baradei –ahora está el japonés Yukiya Amano-, realizó inspecciones en la planta de Natanz, autorizadas por Ahmadinejad, y nunca verificó ni allí ni en otro lugar atisbo de un programa con orientación bélica.
Días atrás el jefe del Pentágono, Robert Gates, sostuvo que el sancionado podía fabricar un arma nuclear en tres años. Aún así, que no es lo que sostiene el país víctima, no se entiende por qué es sancionado ahora, cuando no las tiene. Israel sí las posee, en número importante, no es firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, y sin embargo “tiene coronita”. Nadie lo sanciona…
Todos los países del mundo tienen derecho según ese Tratado a experimentar programas nucleares con fines pacíficos de producción de electricidad o la obtención de productos medicinales. En noviembre del año pasado, Lula da Silva recibió a Ahmadinejad en Brasilia y declaró: “reconocemos el derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear para fines pacíficos con pleno respeto de los acuerdos internacionales; ese es el camino que Brasil viene siguiendo”.
En el curso del corriente mes Argentina anunció que piensa construir una quinta central nuclear, además de Atucha I y II, Embalse y una cuarta que se contrató con Canadá.
En febrero pasado Obama anunció la construcción de dos nuevos reactores en la planta de Burke (Georgia). “Y esto es sólo el comienzo”, aclaró, antes de comentar que en el mundo hay 56 reactores nucleares en construcción, de los que 21 están en China.
¿Por qué Irán no puede enriquecer su uranio o por mediación de Turquía? ¿Por qué no le permiten hacer lo que hacen Brasil, Argentina, Estados Unidos, China, etc?
Sucede que EE UU tiene una larga historia de inquinas contra Irán, donde participó del golpe de Estado contra Mossadegh en 1953. Este había cometido el horrible delito de nacionalizar compañías petroleras. Así impuso la dinastía del Sha Reza Pahlevi, corrupto agente suyo en la región. La Casa Blanca sangró por la herida de la revolución islámica dirigida en enero de 1979 por el ayatolá Ruhollah Jomeini; ese año fue tomada la embajada de Washington en Teherán.
Irán tiene 70 millones de habitantes, petróleo y otras riquezas naturales, avanzadas universidades y calidad de sus científicos, fuerte influencia en el mundo musulmán y un gobierno de fuerte sesgo tercermundista. Si el Egipto de Hosni Mubarak es un modelo de claudicación ante el eje Washington-Tel Aviv, Irán es el ejemplo opuesto. Esta es la verdadera razón por la que el Consejo de Seguridad le dicta tantas sanciones y no pueda descartarse una agresión militar.
Cualquier país que afrontara tantos peligros haría lo posible por defenderse por todos los medios, para no tener que volver a la época del Sha ni que lo conviertan en otro Irak. Menos aún en otro Hiroshima: si de armas atómicas se trata, ya se sabe quién tiene más y dónde las usó.
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