Estados Unidos con nuevo timonel:

Qué puede esperar América Latina?

26/11/2008
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 438: América Latina en Movimiento No 438-439 06/02/2014

Alrededor de las 11 de la noche del 4 de noviembre, en el discurso en que concedía la elección a su oponente, McCain dejó en claro que Barack Obama sería el próximo presidente de los Estados Unidos.  En ciudades y pueblos de todo el país, millones de personas salieron a las calles en una expresión espontánea de alegría y alivio.  Finalmente, la larga pesadilla de la administración Bush estaba llegando a su fin.

La gran pregunta ahora es, por supuesto, ¿cómo va a gobernar Obama?  Después de dos años de campaña, ¿qué significará realmente la propuesta de "cambio"?  ¿Significará "cambio" en la forma en que los progresistas lo entienden, es decir, el distanciarse de veinte años de las políticas de la era Bush-Clinton?  Estas políticas fueron de desregulación económica, de aumento de la desigualdad y de una política exterior liderada por los “halcones”.  ¿El cambio que Obama promete consistirá en un viraje hacia una mayor inversión en la clase media y hacia una nueva era de los Estados Unidos como una nación pacífica?  ¿O el sentido de "cambio" significará alejarse del bipartidismo y la incompetencia, para dar paso al "centrismo" y al gobierno competente?  Si la designación de Rahm Emmanuel al puesto de Jefe de Gabinete sirve de referencia, sin lugar a dudas el “cambio” que Obama promete quedará como la última opción.

Lo que es evidente es que este nuevo presidente tiene enormes retos por delante.  Obama llega a la presidencia en un momento en el que la reputación internacional de EE.UU. es la peor de nuestra historia, habida cuenta de los escándalos de Guantánamo, de los escándalos de torturas en Abu Ghraib y la "rendición extraordinaria", la suspensión del derecho de hábeas corpus.  Por supuesto, estos escándalos palidecen frente a la gigantesca debacle de la fracasada guerra en Irak y Afganistán.  Si añadimos la escalada de la crisis financiera y la crisis en la economía real, es difícil saber por dónde empezar a reparar los daños causados por la administración saliente.

A pocos días de las elecciones, ya se filtró información que indica que los asesores de transición de Obama habrían compilado una lista de más de doscientas "órdenes ejecutivas" (decretos presidenciales) implementadas por la administración Bush, que el nuevo presidente tiene intención de revocar de inmediato.  Entre ellas, la llamada “global gag rule”, que impide que grupos internacionales de planificación familiar que reciben ayuda proveniente de EE.UU., puedan ofrecer consejería acerca de la disponibilidad del aborto, incluso en los países donde el procedimiento es legal; la que limita a la ciencia tener un papel más importante en la determinación de las políticas sobre el cambio climático; y la relativa al financiamiento federal para la investigación con células madre.

Sin embargo, sus principales esfuerzos se concentrarán en la crisis económica y otras prioridades domésticas, así como en Irak, Afganistán y otros empantanamientos de la política exterior.  ¿Cómo serán las políticas de Obama en estos frentes, y qué se puede esperar de la administración Obama, específicamente para América Latina?

En el frente interno

Cambiar de conductor cuando el auto se dirige a toda velocidad hacia un precipicio, puede ser difícil, pero sin duda preferible a dejar que siga al volante el conductor que lo trajo al filo del acantilado.  Para entender cómo Obama está fijando el curso de una futura política económica, es preciso hacer una rápida revisión de cómo hemos llegado a este punto.  Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal[1] en las administraciones Reagan, Clinton, y Bush, alentó a que la burbuja del mercado de la vivienda se infle a unos indignantes 8 billones de dólares[2].  Los defensores de la desregulación continuaron la agenda de Reagan a través de las administraciones Clinton y Bush, fomentando la experimentación radical en la industria financiera para ampliar "la innovación", sin una regulación adecuada.  Esto condujo a que los "innovadores" securities respaldados por hipotecas, estén sustancialmente sobre-apalancados.  Sin embargo, la burbuja inmobiliaria finalmente empezó a desinflarse, como todas las burbujas lo hacen, lo cual era totalmente previsible, como el economista del CEPR, Dean Baker, lo predijo ya en el año 2002.  Entonces los títulos respaldados por hipotecas perdieron su valor y las masivas pérdidas financieras se multiplicaron, llevándose consigo a varios bancos de inversión.  Debido a la desregulación, la caída de estos bancos también tuvo un enorme impacto sobre la economía real, lo que causó una masiva contracción de los créditos no sólo comerciales, sino también de los de consumo.

Después de que la administración Bush consiguió aterrorizar al Congreso para que éste conceda más de US $ 700 mil millones para un rescate que no contaba con un plan real, el esquizofrénico Secretario del Tesoro[3], Henry Paulson, osciló entre diferentes soluciones: inicialmente dijo que el gobierno necesitaba comprar los activos tóxicos (un plan calificado rotundamente, incluso por economistas convencionales, como una tontería), para luego señalar que el gobierno debería utilizar el dinero para inyectar liquidez en los bancos en problemas.  Pero a los bancos no se les había ordenado utilizar la inyección de efectivo adicional para ofrecer créditos al consumo, por lo que el rescate no está logrando, como se pretendía, resolver la crisis de crédito.  Por último, Paulson anunció que podría aplazar el gasto del resto del dinero para que la nueva administración disponga de él.

Como piezas centrales en su plan para arreglar este desorden, Obama ha designado a Timothy Geithner, actual presidente de la Reserva Federal de Nueva York, como el próximo Secretario del Tesoro; y a Lawrence Summers, Secretario del Tesoro en la administración del presidente Bill Clinton, como Jefe del Consejo Económico Nacional.  Otro ex Secretario del Tesoro de Clinton, Robert Rubin, también está desempeñando un papel importante en la transición.

El problema es que ellos son algunos de los mismos funcionarios que fueron completamente incapaces de prever las dos últimas burbujas especulativas -tanto la burbuja accionaria de 1999, que condujo a la recesión de 2001, y la reciente burbuja inmobiliaria-.  Estos funcionarios no han dado hasta ahora ninguna señal de visualizar la necesidad de una reforma a fondo de la reglamentación financiera.  Como dijo recientemente Noam Chomsky, citando a Dean Baker, el poner a estos tipos a cargo de la crisis financiera es como poner a Osama bin Laden a cargo de la "guerra contra el terrorismo".

Si bien la política monetaria puede seguir siendo un problema grave, Obama parece tener un mejor entendimiento de la política fiscal, en particular sobre la necesidad de un importante paquete de estímulo fiscal para compensar los grandes daños causados por la recesión real.  Si bien Obama aún no ha dado una cifra, se baraja la de $700 mil millones como paquete de estímulo.  Según su discurso radial del 22 de noviembre, este paquete de estímulo servirá como un anticipo de sus propuestas a largo plazo para recortar los impuestos a la clase media, mejorar la infraestructura del país y reducir la dependencia de EE.UU. del petróleo extranjero.

"Vamos a devolverle el empleo a la gente reconstruyendo nuestras carreteras y puentes que se están desmoronando, modernizando las escuelas que están fallando a nuestros niños y construyendo parques eólicos y paneles solares", dijo Obama.  Su énfasis en el “estímulo verde” constituye una bienvenida ruptura con el pasado.  En lugar de poner énfasis en el impacto negativo en la economía estadounidense de los esfuerzos de reducción del consumo petrolero, Obama aprovecha la ola creciente de activismo interno que demanda una mayor inversión pública en combustibles verdaderamente alternativos y sostenibles, y plantea reducir el consumo a través de medidas de conservación, para presentarlo como un estímulo a la economía, como una especie de nuevo "New Deal".  La visión de Obama, como la de muchos activistas de base, sería la de eventualmente crear 2,5 millones nuevos puestos de trabajo, mientras se reduce nuestra adicción al petróleo y nuestra contribución al cambio climático mundial.

Incluso antes de que un nuevo estímulo general sea aprobado, el Congreso debe sancionar, sin embargo, un rescate para las empresas automovilísticas.  Si bien esta idea es un anatema para muchos progresistas, debido a su constante producción de vehículos traga-combustible, el colapso de la industria estadounidense del automóvil podría dejar a 3 millones de personas en el desempleo.  Obama parece dispuesto a ayudar en el salvataje de esta industria, siempre y cuando sus dirigentes elaboren un plan para reorganizarse ellos mismos, que incluyan planes para reducir el consumo de combustible de sus vehículos.

Junto con las principales prioridades de estímulo económico y de independencia energética, la administración Obama le otorga una gran importancia a la solución de la crisis de la atención de la salud en el país.  Si bien la cifra citada con mayor frecuencia es la de 47 millones de personas sin seguro de salud, la realidad es peor.  Esto se debe a que la mayoría de las personas obtiene su seguro a través de su empleador.  En caso de que realmente necesiten usar el seguro, porque se enferman gravemente y no puedan seguir trabajando, son susceptibles de perder no sólo su empleo sino el propio seguro.  Es un hecho ampliamente reconocido que los costos de atención médica en los EE.UU. se están saliendo de control, debido a las ineficiencias creadas por el control privado del sistema de atención sanitaria.  En EE.UU. la gente paga el doble de lo que se paga en otros países desarrollados, y de hecho obtienen peores resultados de salud que en la mayoría de los países desarrollados (e incluso en algunos en desarrollo).

Pasos hacia la cobertura universal son probables en las primeras etapas de una administración Obama, dada la prioridad de esta cuestión durante la campaña, y por el hecho de que nuestro presupuesto nacional está en vías de agotarse con el sistema actual.  Sin embargo, la plena adopción de una atención de la salud pública universal en los EE. UU. sigue siendo poco probable en el corto plazo.

La política exterior

Un examen rápido de la sección "política exterior" del sitio web de Obama sobre la transición, www.change.gov, revela sus prioridades: mayor relevancia para Afganistán y Pakistán; reducción de las amenazas de ataque nuclear; negociaciones diplomáticas con Irán; lograr seguridad energética; seguir apoyando a Israel, y renovar la diplomacia estadounidense.  Este último punto incluye metas más amplias tales como la búsqueda de nuevas alianzas en Asia, la lucha contra la pobreza mundial, y el diálogo con los enemigos tanto como con los amigos.

Este énfasis en la renovación de la cooperación internacional y en la expansión de nuestros esfuerzos diplomáticos constituye un viraje de 180 grados respecto a la belicosidad unilateralista de los últimos ocho años.  El reciente anuncio de la senadora Hillary Clinton como la nueva Secretaria de Estado, con quien Obama debatió en repetidas ocasiones durante la campaña sobre los enfoques de política exterior, otorga señales confusas.  Dado que la senadora Clinton es vista más a menudo como un “halcón”, abundan las especulaciones sobre si ella será capaz de aplicar la visión de Obama, o más bien seguir la suya propia.

Queda por ver, sin embargo, si este cambio servirá para traer a casa las tropas desplegadas en Irak.  El Acuerdo con Irak sobre el Estatus de las Fuerzas (Status of Forces Agreement, SOFA), el cual es controversial en ese país, y que todavía requiere ser aprobado por el parlamento iraquí, ordena una retirada total de los militares estadounidenses de Irak hasta enero del 2012, así como una retirada de tropas de las ciudades, pueblos y aldeas para finales de junio de 2009, entre otras actividades.

También existe el peligro de una agudización de la confrontación con Afganistán y Pakistán, donde se percibe una amenaza mucho más peligrosa que Irak, en términos de la presencia de Al Qaeda.  Obama ha apoyado consistentemente el aumento de tropas en Afganistán, donde la creciente dependencia estadounidense de los sobrevuelos, en lugar de movilizar soldados a pie, ha incrementado el número de bajas civiles.  Si bien la política hacia Irak y Afganistán deja más preguntas que respuestas, al menos en relación con Irán existe la esperanza de que más diplomacia impedirá que EE.UU. abra un "tercer frente".

América Latina: drogas, inmigración y comercio

¿Dónde queda América Latina en el nuevo programa político de la administración de Obama?  Tal vez no es de extrañar que esté notablemente ausente de su agenda.  Si bien los diplomáticos de latinoamericanos pueden lamentar la falta de importancia dada a la región, es en realidad un efecto secundario de su éxito.  Mientras América Latina siga siendo la zona más democrática y pacífica fuera de Europa occidental, seguirá siendo "ignorada" por los altos funcionarios.  La futura Secretaria de Estado, Hilary Clinton, tendrá su agenda llena con temas más espinosos (Israel-Palestina, Irán, Irak, Afganistán, Pakistán, Corea del Norte, etc.) dejando a un Subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental la responsabilidad operativa de la política estadounidense y de la diplomacia en la región.

Sin embargo, el equipo de Obama sí ha esbozado los temas eje de su futura política hacia la región: en materia de drogas, la inmigración y el comercio, así como las relaciones diplomáticas con países específicos.

La política estadounidense en la Región Andina durante mucho tiempo ha estado dominada por la preocupación con la erradicación de la producción de coca (al tiempo que descuida los controles al consumo interno).  Mientras que Obama podría ser menos propenso a poner todos sus huevos en la canasta de la erradicación forzosa, dado el fracaso abismal de esta política, no se ve nada muy innovador en sus prioridades en materia de drogas.  El reciente escándalo de personal militar colombiano que asesinó a civiles para obtener un aumento de primas, ha arrojado una sombra sobre el apoyo incondicional de Bush al régimen de Uribe, por lo que es probable que se enfríe la "relación especial" Colombia-EE.UU.  Al mismo tiempo, es importante recordar que el Vice-presidente electo Biden es uno de los arquitectos del "Plan Colombia".

En cuanto a la inmigración, Obama ha indicado una preferencia por la legalización, una reforma importante que permitiría a los inmigrantes disfrutar de derechos civiles y laborales.  Sin embargo, también ha expresado su apoyo a la expansión de la "seguridad fronteriza", palabra en código para referirse a la continuación de la construcción de "El Muro" entre EE.UU. y México.

El comercio es un área donde probablemente veamos una mayor distancia de la política de Bush, ya que esta elección fue ampliamente vista como un referéndum sobre cuestiones económicas, entre ellas el comercio.  Las recientes elecciones incorporaron un total de 33 nuevos simpatizantes del comercio justo a la Cámara de Representantes y al Senado (que se suman a los 37 de las elecciones de 2006).  Por lo tanto, en el nuevo Congreso habrá mayor representación de las preferencias del público estadounidense por una política comercial que proteja los derechos laborales y ambientales, la salud y la seguridad, entre otras prioridades nacionales.

Obama mismo tiene un historial mixto: votó contra el CAFTA, pero expresó su apoyo por el TLC con Perú, si bien optó por no participar en la votación.  Ha dicho que en términos generales apoya las políticas llamadas de "libre comercio", pero ha expresado preocupación frente a los acuerdos de "libre comercio" que no incluyen protecciones laborales y ambientales.  Si bien Obama se comprometió a "renegociar el TLCAN" durante los debates con Hillary Clinton y John Edwards, este tema bajó de perfil después de las primarias.  Al igual que con muchas otras políticas, dependerá de los activistas del comercio justo exigir el cumplimiento de su promesa de campaña.

En cuanto a los tratados de libre comercio pendientes, Obama ha declarado su oposición al TLC con Colombia en su forma actual, debido a la extrema violencia sufrida por sindicalistas en ese país.  En el pasado expresó su oposición al TLC EE.UU.-Panamá.  Con el nuevo Congreso, es poco probable que estos acuerdos vayan a votación en el corto plazo, sin modificaciones sustanciales.

La diplomacia con América Latina

Si bien América Latina puede ser "menos importante" para EE.UU. de lo que era hace veinte años, EE.UU. también es "menos importante" para América Latina.  En las dos mayores conflagraciones regionales del último año, la incursión colombiana en Ecuador y el conflicto interno en Bolivia, EE.UU. quedó al margen ante la intermediación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR).

En cuanto a la relación de la nueva administración con países específicos, en la primera semana después de la elección, Obama llamó por teléfono al Presidente Lula de Brasil para charlar.  Poco después conversó por teléfono con la Presidenta Michelle Bachelet de Chile y, a continuación, con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner de Argentina.  Este hecho augura un enfoque más pragmático hacia América Latina, y una priorización de los países más grandes e influyentes.  Es una ruptura alentadora con la línea de "estás con nosotros o estás contra nosotros" que establece una división según la política económica, con aliados "pro-USA", como los gobiernos de México, Perú y Colombia, poco importa su expediente en derechos humanos o manejo económico.

Es importante tener en cuenta que la gran mayoría de personas en Washington -incluyendo la mayoría de asesores de Obama sobre América Latina, con la notable excepción quizás del Gobernador de New Mexico, Bill Richardson- no han logrado comprender los cambios trascendentales que se han producido en América Latina en los últimos 5 a 10 años.  Si bien algunos analistas -entre ellos el muy influyente Consejo de Relaciones Exteriores- finalmente han comprendido la necesidad de un cambio dramático en nuestra política fracasada de medio siglo hacia Cuba, siguen viendo a la región a través de una lente de la Guerra Fría, donde operan las divisiones entre la "buena izquierda" y la "mala izquierda".  Esto significa que es probable que veremos una reorganización de las prioridades entre países siguiendo una orientación más racional, así como una reforma de la política de EE.UU. hacia Cuba, que permita las visitas familiares y las remesas.

Sin embargo, es probable que la administración continuará con la política de alejar a Venezuela del resto del continente.  Esta política surgió durante la campaña, lo que no sorprende, dado que los cubano-americanos derechistas en Florida siguen oponiéndose a cualquier relación racional con los Presidentes Chávez y Castro; y siendo que ellos ejercen una influencia sobrevalorada en las elecciones presidenciales, al estar en uno de los mayores estados en disputa.  Lamentablemente, este objetivo muy bien podría orientar gran parte de la política de esta administración hacia la región, en la medida en que busque "contener" la influencia percibida de Venezuela en América Latina y más allá.  Las relaciones entre Venezuela y otros países como Rusia e Irán estarán estrechamente vigiladas y desalentadas.

Esto podría, en cambio, significar que la administración Obama busque mejores relaciones con países como Bolivia, aunque se complica por el hecho de que el procurador de Obama, Greg Craig, también fue abogado del ex presidente boliviano Sánchez de Lozada ("Goni", quien es buscado en Bolivia por supuestamente haber ordenado a los militares disparar sobre manifestantes en la lucha contra el gobierno en 2003, que dejó un saldo de 60 personas muertas).

Es probable que el Congreso desempeñará un papel más amplio para hacer fluidas las relaciones entre la Casa Blanca y los gobiernos de América Latina, y puede ser un espacio clave de aliados, si se cultiva bien la relación.

Por último, EE.UU. seguirá siendo hostil a los foros regionales donde está excluido, como UNASUR, así como a los principales esfuerzos para promover la integración regional como el Banco del Sur.  Es más, es probable que continúen los programas estadounidenses de "apoyo a la democratización" (incluyendo el de US $ 89 millones para un pequeño país como Bolivia, por ejemplo).

Posibles enfoques para América Latina

Los latinoamericanos tienen ciertamente innumerables propuestas para cambiar la política de EE.UU. hacia la región (al igual que nosotros), que van más allá del ámbito de este artículo.  Al revés, sugerir opciones de política para América Latina es siempre una tarea complicada, por todas las razones obvias.  Sin embargo, parece útil, dado la dinámica cambiante, ofrecer algunas reflexiones generales sobre el modo de tratar con los EE.UU. en el nuevo escenario.  La premisa básica es que la región disfruta de una oportunidad única para participar proactivamente en el establecimiento de los términos de nuevas relaciones de una manera positiva, y debería ampliar sus esfuerzos actuales hacia la integración política y económica.

• Esperar y exigir que la nueva administración se relacione con la región como un vecino respetado e igual, y no como patio trasero de EE.UU.  La administración de Obama esperará ser tratado en forma completamente diferente de los gobiernos anteriores.  Es un buen punto de partida; conviene comprometerles a ello.  Habrá oportunidades significativas de relaciones con actores racionales, y con el nuevo Congreso.  Esto también significa que se deba insistir en el cese de la intervención de EE.UU. a través del financiamiento a grupos de oposición.  La USAID y otros programas deben garantizar la plena divulgación y transparencia como un requisito mínimo.

• Asimismo, es importante mantener los esfuerzos para promover la integración política regional, por ejemplo a través de UNASUR.  EE.UU. debe entender que su papel ha cambiado, y que hay nuevas realidades que se basan en las necesidades internas de América Latina.  Además, se debe dar prioridad a la unidad regional.  Las nuevas oportunidades para una relación más estrecha con EE.UU. bajo Obama no deben permitir que la unidad de América Latina se fragmente.

• La resistencia a la expansión de la OMC y los tratados de libre comercio requiere ser fortalecida.  Si bien EE.UU. ha desempeñado durante años la función de "comprador de última instancia", nuestra economía ahora está experimentando una recesión.  Los países demasiado dependientes de las exportaciones a EE.UU. para su crecimiento económico se verán gravemente perjudicados por la recesión en este país, en particular los países del TLCAN y el CAFTA.  La expansión de la OMC limitaría el espacio político para que los países apliquen las políticas necesarias para luchar contra la crisis financiera, alimentaria, y climática.

• Intensificar los esfuerzos hacia la integración económica regional.  Esta es una de las más importantes salvaguardias para que la región no esté excesivamente perjudicada por la sobredependencia del mercado de EE.UU.  Una integración regional ampliada proporcionará la diversidad esencial para la estabilidad económica, y proporcionará incentivos para reducir las tensiones políticas regionales.

• Un fondo monetario regional para estabilizar los flujos financieros debería ser una prioridad fundamental.  Actualmente, el gobierno de EE.UU. está ofreciendo garantías para todo tipo de inversiones, de modo que, si bien la crisis se originó aquí, de hecho los inversores están retirando dinero del Sur (por temor al contagio estadounidense) y poniéndolo en bonos de gobierno de EE.UU.  América Latina no debe ser castigada por los fracasos de la agenda de desregulación de EE.UU.  La mera existencia de un fondo monetario regional negaría la necesidad de ser utilizado, pero proporcionaría estabilidad a los sectores financieros y las monedas en toda la región.

"Esperanza", "cambio" y expectativas

¿Una nueva administración Obama podrá cumplir con las grandes expectativas y esperanzas que albergan los ciudadanos de EE.UU. y en todo el mundo, de un cambio transformador en la política de EE.UU.?  Es poco probable, dado que las expectativas son probablemente demasiado altas.  Sin embargo, podemos esperar algunos cambios significativos: una ruptura con el unilateralismo hacia el multilateralismo; una ruptura con la gobernanza incompetente y corrupta hacia intentos más serios para resolver los problemas, y un retorno general a la comunidad de naciones y el imperio de la ley.  Corresponderá a los movimientos sociales en EE.UU.   garantizar que las promesas se cumplan.  Del mismo modo, los latinoamericanos tienen una oportunidad única: la de trazar la cancha en la que se jugará una nueva relación EE.UU.-América Latina, en esta nueva era.

- Deborah James es Directora de Programas Internacionales del Center for Economic and Policy Research, www.cepr.net, un think tank independiente y no partidista, basado en Washington DC.




[1] Lo que en la mayoría de países se llamaría “director del Banco Central”. 

[2] Esto quiere decir que las casas fueron sobrevaluadas colectivamente a unos 8 billones de dólares por sobre lo que hubieran valido sin la burbuja.

[3] En la mayoría de los países, este cargo se llamaría “Ministro de Finanzas”.

https://www.alainet.org/es/articulo/134344

Publicado en Revista: América Latina en Movimiento No 438-439

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