Reunión del Grupo de los 20 con pocos acuerdos concretos

En Londres se hablaron maravillas sobre medidas anticrisis pero hay críticas

03/04/2009
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En noviembre pasado hubo una cumbre del G-20 en Washington, este 2 de abril otra en Londres y en setiembre próximo se hará la tercera de la serie. Por ahora las soluciones a la crisis internacional no aparecen.

En las semanas previas a la reunión londinense hubo posiciones diferentes entre quienes concurrirían al debate.

Barack Obama, en sintonía con Gordon Brown, el anfitrión, enfatizaba en que los Estados siguieran aplicando estímulos al consumo y salvando bancos.

La dupla del galo Nicolas Sarkozy y la germana Angela Merkel, en cambio, resistían esa mayor inyección de dinero y reclamaban que se regulara el sistema financiero internacional. Apuntaban contra los paraísos fiscales, suponiendo que ese cambio dependía de una decisión de la Casa Blanca. No andaban errados pues el Citigroup tiene 427 filiales en centros offshore y el Bank of America 311.

Sarkozy por medio de su ministra de Economía, Christine Lagarde, había amagado con abandonar la reunión si no había resultados en cuanto a esos “paraísos”, aunque posteriormente suavizó esa postura.

El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, había pedido “que el señor Brown le diga a Obama que ponga fin a los paraísos fiscales que se encuentran en territorio americano”.

Por su parte el primer ministro checo y presidente de turno de la UE, Mirek Topolanek, había descalificado la intervención estatal auspiciada por Obama diciendo que "son el camino a la ruina".

Quiere decir que entre estadounidenses-británicos, de una parte, y la alianza franco-alemana, por la otra, se estaban sacando chispas en la previa.

Por otro lado, el presidente chino Hu Jintao había planteado, con anuencia de Moscú, la necesidad de reemplazar al dólar como moneda de referencia. El ministro de Hacienda de China, Xie Xuren, pidió que se lleve a cabo una completa reforma del sistema global para diversificar las monedas. Y días antes el gobernador del banco central chino, Zhou Xiaochuan, había abogado por otra moneda de reserva internacional.

Obama y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, reaccionaron en contra de la sugerencia asiática. Completando un terceto, Robert Zoellick, designado por George Bush como titular del  Banco Mundial, presente en Londres, manifestó que “el dólar seguirá siendo la principal moneda de reserva. Un sistema basado en el dólar y la fortaleza del dólar serán cruciales para sacarnos de este pozo”. En cambio el francés Dominique Strauss Khan, director gerente del FMI, acogió con flexibilidad la propuesta china. "Es un asunto muy bueno. La discusión sobre la nueva moneda es absolutamente legítima y tendrá lugar en los meses que vienen", declaró.

Presencias sugestivas

Además de Zoellick y Strauss Khan también fueron parte de la Cumbre Pascal Lamy, titular de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Director del Fondo Monetario Internacional, el Presidente del Foro de Estabilidad Financiera y el Secretario General de la ONU, Ban Ki moon.

Las presencias de esos representantes de la banca internacional, codo a codo con las autoridades políticas del Grupo de los 7 (EE UU, potencias europeas, Canadá y Japón), fueron muy reveladoras de quiénes mantienen la última palabra en estas reuniones. Tienen esa posición dominante no sólo porque representan grandes potencias económicas, políticas y militares, sino también porque actúan como gerentes del capital financiero internacional.

Muchas de esas entidades, hoy con números en rojo y prestigio por el suelo, no se hicieron presentes en Londres, pero en definitiva son los que mandan en fusión con el capital monopolista de la industria y los servicios. Entre esos banqueros y Brown hubo una estrecha alianza cuando éste era ministro de Hacienda de Tony Blair y aplicaba las recetas del Consenso de Washington. No hace falta redundar con la ligazón de Geithner con el mundo financiero y Wall Street. Ni reiterar los negocios comunes de la banca italiana con el magnate de la televisión que saltó a la política por la derecha: Silvio Berlusconi. ¿Quién financia, sino los bancos, las millonarias campañas de esos políticos gobiernan los países más poderosos de la Tierra?

Es en este marco que se deben introducir y analizar los acuerdos de Londres pues la letra fría del documento, más las declaraciones altisonantes de sus partícipes, pueden inducir a engaño.

Se informó que un billón de dólares será inyectado en la economía y comercio internacional, ascendiendo a 5 billones la suma que perseguirá ese objetivo hasta fines de 2010. El FMI tendrá 500.000 millones de dólares más para prestar, mediante una Línea de Crédito Flexible, supuestamente de condiciones menos draconianas que las habituales.

El documento también enumeró la reformulación el sistema financiero internacional, la imposición de más controles, la elección de directores del Fondo por mérito, la publicación de una lista de los “paraísos fiscales”, etc.

Por ahora palabras

Al figurar en el documento de Londres las cosas que querían escuchar casi todos sus participantes, el clima que se creó fue de casi euforia. Obama y Brown consideraron que su política de aumentar los flujos financieros fue aprobada. Merkel y Sarkozy creen que se salieron con la suya al hacerse mención a mayores controles a los paraísos fiscales. Los representantes del G-7 hicieron declaraciones muy entusiastas, calificando el suceso del 2 de abril como “histórico”. Incluso la presidenta argentina evaluó que lo firmado constituye "un gran salto cualitativo". Su fundamento fue que hubo “una fuerte crítica o autocrítica a un sistema que no tenía regulación".

Sin embargo, por ejemplo, la propuesta ruso-china de crear una nueva moneda internacional no fue discutida ni considerada.

Y las “resoluciones” del G-20 (léase enunciados generales de un papel) no contuvieron precisiones de fechas, responsables, objetivos, etc. Algunos puntos del borrador fueron quitados a pedido de Argentina y Brasil, como la necesidad de un “mercado laboral flexible”. Que no esté en la letra no quiere decir que las potencias y organismos financieros internacionales hayan renunciado a la precarización.

Si se analiza la prometida ayuda a los países pobres, ¿qué confianza se puede tener en EE UU y sus socios si han incumplido el destinar el 0,7 por ciento del PBI a tales fines? Entre los comprometidos, sólo Suecia, Holanda y Luxemburgo respetaron esa pauta.

En Buenos Aires algunos neoliberales se hacen muchas ilusiones con lo enunciado a orillas del Támesis. Piensan que el “nuevo” FMI puede prestar hasta 16.000 millones de dólares, aunque entre en la flamante línea de crédito figura un par de requisitos que no se cumplirían: “antecedentes de un acceso estable en términos favorables a los mercados de deuda internacionales”, e “integridad y transparencia en las estadísticas”.

Uno de los apologistas de la ayuda eventual es Juan J. Llach, ex ministro menemista y aliancista, que escribió en “La Nación” una columna titulada “El G-20 puede ser la salida”.

Otros que razonan en la línea de pensamiento washingtoniano son Martín Redrado, titular del Banco Central, y Beatriz Nofal, de la Agencia de Inversiones. El primero disertó ante el CARI, un lobby de las inversiones estadounidenses y europeas, haciendo la propaganda del G-20.

Este espectro supone que es muy bueno para Argentina lo acordado en Londres porque allí se penó el proteccionismo comercial. Esta postura es altamente perversa: no se pueden identificar los subsidios y aranceles de las grandes potencias, con los que adoptan los países en desarrollo. Estos últimos hacen bien en proteger sus mercados internos y el trabajo nacional.

Entre los más críticos del 2 de abril estuvo Hugo Chávez. Desde Irán hizo declaraciones a una radio venezolana: “es una cumbre sin pena ni gloria; los resultados peores de lo que yo esperaba; se duplicarán los fondos al FMI, ¡eso es un verdadero desastre!; ahora menos se van a reformar, porque lo colocan como un héroe salvador cuando es el villano que ha hundido al mundo”.

En repudio al G-20 hubo en Londres tres manifestaciones, con miles de personas que condenaban a Brown y sus aliados. La policía reprimió, detuvo a manifestantes y uno de éstos murió al caer al piso luego de una persecución. Una lástima que la mandataria argentina no condenara este crimen y se quedara del otro lado del mostrador, en el coqueto Centro de Conferencias ExCel (Exibition & Conference Centre London).


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https://www.alainet.org/es/articulo/133144

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