Crisis: Resultados y oportunidades

04/02/2009
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En momentos en los que el mundo todavía debate sobre si lo peor de la crisis económica está por venir o se superó durante el último cuatrimestre del pasado año; sobre la efectividad que pueda tener el Plan de Rescate Económico del recién estrenado presidente estadounidense Obama para salvar a la mayor economía del mundo, privilegiando la atención a las entidades bancarias y financieras involucradas en el origen de la crisis; y cuando en Guatemala se da a conocer un Plan de Emergencia contra la Crisis Económica que pretende fundamentalmente detener la ampliación del desempleo a partir de un gasto público incierto porque depende de financiamiento externo, tal vez sea oportuno recordar que las crisis económicas son inherentes al propio sistema capitalista, que se dan cíclicamente y que cada cierta cantidad de años hay crisis verdaderamente profundas, que dejan huella en la historia por su cauda de empresas en bancarrota, desempleo y hasta por la cantidad de suicidios de personas desesperadas.

Tal vez las crisis sean momentos adecuados para reflexionar sobre los resultados que nos han dejado siglos de capitalismo y de las alternativas que se vislumbran o se están poniendo en práctica en diversas partes del planeta. Claro que un pequeño artículo como éste no es el instrumento adecuado para abordar semejante tarea, pero puede ser oportuno para expresar algunas ideas al respecto de lo que ocurre en el país.

Para empezar, cabría resaltar que uno de los principales resultados que ha dejado el capitalismo en Guatemala, con crisis o sin ella, es una marcada desigualdad en la distribución de la riqueza. Desde el ángulo que se le vea, la riqueza en Guatemala se concentra: La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de 2006 encontró que el 62% del ingreso nacional se concentra en el 20% de la población de mayores ingresos; el índice de concentración de la tierra es el segundo más alto en Latinoamérica. Por indicadores como ésos, Guatemala es considerado el país con más desigualdades socioeconómicas de la región y un 10% de la población ha migrado a Estados Unidos buscando mejores condiciones de vida.

Desde otro punto de vista, la forma del desarrollo capitalista en el país también ha dejado una cauda de marcado deterioro ambiental. La cobertura forestal que abarca un 42% del territorio nacional se está perdiendo aceleradamente (Según el Instituto Nacional de Bosques, anualmente se pierden 73,148 hectáreas, de las cuales 28,517 se encuentran en áreas protegidas); mientras la falta de regulación para el uso y aprovechamiento del agua provoca que las comunidades rurales no tengan el acceso suficiente para el consumo y para el desarrollo de sus actividades productivas, ya que el uso de este bien para la producción agrícola intensiva y otras actividades extractivas como la minería, limitan su uso o la hacen inaccesible, en algunos casos, a la población rural.

Frente a estas repercusiones que ha tenido el desarrollo capitalista para el país, diversas organizaciones y comunidades, especialmente rurales, buscan alternativas productivas y de intercambio que les permitan superar esos problemas. Las búsquedas se encaminan por sistemas productivos asociativos que permitan una relación armónica con la naturaleza y un desarrollo no sólo económico sino el social, político y cultural de los sujetos.

Una forma de organización y producción que se plantea y se practica (aunque en forma todavía limitada en el país) es la denominada Economía Solidaria. En ella rigen la solidaridad, la cooperación, los lazos de comunidad y ayuda mutua como valores estructuradores de las relaciones sociales. Se considera un proyecto transformador en donde el productor directo tiene autonomía y control sobre las propias condiciones de vida y en donde las condiciones de reproducción ampliada e intercambio están dadas por tendencia a articularse en redes. En ellas la democracia se vive bajo prácticas participativas directas.

Son múltiples los esfuerzos que hacen artesanos y artesanas, campesinos e indígenas de diversas partes del país por desarrollar esfuerzos organizativos y productivos bajo los postulados de la economía solidaria. Desde la Red Kuchub’al, con su búsqueda del uso de recursos locales para satisfacer la seguridad alimentaria y la autosostenibilidad; pasando por Moloj, cuyas integrantes consideran lo político muy ligado a lo económico y ven el acceso a la economía y al mercado como un derecho antes negado a las mujeres; la organización Orcones de Quiché y Alta Verapaz que busca la soberanía alimentaria mediante el fortalecimiento de las capacidades productivas locales; o Ak’ Tenamit que aglutina a cinco comunidades q’eqchi’s dedicadas a la producción de artesanías utilizando recursos locales pero que igualmente impulsa la educación, la salud, el desarrollo comunitario y la incidencia política.

Éstas y muchas otras organizaciones que buscan salir de la marginación que ha sumido al 50% de la población en la pobreza, quizás posean el germen para desarrollar esfuerzos productivos más equitativos, más sustentables ambientalmente, que puedan ser replicados en los sectores comercial e industrial como se ha hecho en países sudamericanos. Esfuerzos organizativos que tal vez no puedan evitar las crisis, pero que quizá nos ayuden a afrontarlas solidariamente frente a la opción del ¡Sálvese quien pueda! que plantea el capitalismo.

Guatemala, 3 de febrero del 2009.

Luis Galicia
Área de Estudios sobre Campesinado
AVANCSO
 

https://www.alainet.org/es/articulo/132189

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