La crisis pone al descubierto las guerras del petróleo

31/08/2008
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Durante el siglo XX el precio del petróleo se mantenía más o menos estable durante varios años. En los últimos años del mismo siglo y primeros del actual, transcurrían meses entre un precio y el nuevo y últimamente varios cambios de precio ocurren en un sólo día, uno al iniciar la jornada de la bolsa, habitualmente la de Nueva York y Londres, y otro mediada la jornada o a su cierre.

En un mercado petrolero caracterizado por la rigidez de la oferta y la demanda, un movimiento tan oscilatorio en las bolsas no puede responder a la oferta y la demanda. Pero lo paradójico en esto, es que las varias instancias del sistema neoliberal como la mayoría de los grandes medios de información siguen publicando declaraciones, estudios, análisis, etc. apuntando a una supuesta causa principal de la crisis: el desfase entre oferta y demanda, y si algún medio hace referencia a la especulación lo hace como si la especulación fuera una causa secundaria que no sale de su margen habitual. Obviamente no es el capricho el que se esconde detrás de esta lesa contradicción. Razones las habrá, y es lo que vamos a examinar.

La responsabilidad de los especuladores


Aurelio Suárez Montoya en su artículo “La "burbuja" del petróleo y las protestas sociales mundiales” nos ofrece interesantes datos que dejan en claro el papel del capital especulativo en la actual crisis. Explica que el 21 de mayo del 2008, los presidentes de las seis principales transnacionales petroleras de EE.UU. en una comparecencia en el Comité Judicial del Senado de Estados Unidos, para aclarar las razones de la anormal subida del precio de los energéticos aportaron datos significativos. Entre éstos está el dato de que “el 15% del costo de gasolina va para impuestos y sólo el 4% a las ganancias de las compañías”. Si esto es real, la interrogante que surge es sobre el origen de las astronómicas ganancias que obtienen. Y este origen no es otro que la especulación que practican con los “contratos a futuro” del crudo. Como ejemplo; Exxon en 2007 se alzó con 40 mil millones de dólares en utilidades, 3% más que en 2006, e ingresos de 404 mil millones; Chevron consiguió entradas por 220 mil millones y ganó 18.700, el máximo en los últimos cuatro años y 9% más que en 2006; y Esso tuvo en el 2002 una ganancia neta de 12.000 millones de dólares, con el aumento del precio del petróleo sus ganancias treparon en el 2007 a 40.000 millones de dólares.


El economista Philbrook citado por Suárez explica el efecto de la especulación al dirigirse a la compra de contratos a futuro;  En el año 2006, con un precio promedio de 70 dólares el barril, el mundo consumió 29.000 millones de barriles dando un valor de mercado algo superior a 2 millones de millones de dólares. Pero con la compra de los contratos a futuro del crudo, se registró un valor de 8 millones de millones, cuatro veces superior al valor de mercado debido a que los especuladores compran el contrato del crudo cuando vale menos, lo congelan y más tarde lo venden cuando su valor ha subido en los mercados a futuro. Como ejemplo concreto de la especulación habitual de las transnacionales petroleras, Suárez aclara que éstas no actúan directamente en el campo especulativo sino lo hacen a través de operadoras y afirma: “… un fondo financiero, formado por firmas operadoras de empresas petroleras, se valorizó más de un 30% en cinco meses y quienes se concentran en contratos de materias primas a futuro son campeones en las bolsas”.


En este contexto Juan Francisco Coloane en un análisis sobre el tema evidencia que en el año 2005, un momento en que la especulación era notable pero no había alcanzado el nivel frenético de esta primera mitad del año 2008, el volumen de capital productivo circulante en el sistema financiero internacional era de 61 millones de millones de dólares de acuerdo con datos del Banco Mundial,  mientras el capital especulativo (los bonos, los populares “hedge funds” -dineros orientados exclusivamente a la especulación-, así como los fondos de pensiones, seguros y transacciones cambiarias, entre los más notorios) alcanzaba la cifra de 220 millones de millones de dólares de acuerdo con Henry C.K. Lieu en Asia Times. Es decir que el capital especulativo es 3,61veces el capital productivo.


Conviene aclarar un hecho muy importante que pasa desapercibido en los muy descerebrados análisis que abundan sobre el tema, es el referente al hecho de que independientemente del porcentaje, en que la especulación afecte el precio final de los derivados del petróleo, sea este pequeño o grande, al final quién lo paga es el consumidor final. Dado que hoy en día casi nada se puede producir sin algún derivado del petróleo, el hecho implica que cualquier consumidor, no importa si es rico, pobre o superpobre, no importa si vive en EE.UU., Haití, China o Suecia, termina pagando las ganancias de los especuladores de las bolsas del sistema financiero mundial.


Zakaà Mujles Al-Jalidi, en su artículo “Punto de vista económico” nos da la medida diaria de la especulación al afirmar que “el volumen de la producción petrolera es de 85 millones de barriles diarios, en las bolsas, este volumen aumenta a un billón de barriles diarios”.  Nuestro autor apunta a otro factor importante en el aumento del precio del petróleo. Mientras los gobiernos europeos, (junto con el de EE.UU.), reclaman un aumento de la producción de la OPEP, pero practican otro tipo de especulación estatal, que son los elevados impuesto que imponen a los derivados del petróleo y dice “no se puede dejar de tener en cuenta el efecto de los altos impuestos que los gobiernos de países industrializados imponen a los derivados energéticos que oscilan entre un 138% en Francia a un 229% en Inglaterra”. El hecho pone en entredicho los reclamos anti OPEP acusándola de ser la causante del aumento de precios.


Para rematar la función especulativa y como actúa dentro del sistema neoliberal, Michael Krätke arroja luz sobre esta dinámica en su articulo “El mundo cabalga hacia una nueva burbuja especulativa”; “El comercio con materias primas y alimentos titularizados en papel tiene una propiedad que lo hace irresistible para los especuladores. Se necesita harto menos capital propio que en los mercados de acciones. Hasta las estrictas reglas de la comisión de control instituida por el gobierno norteamericano, la CFTC (Commodity Futures Trading Commission), permiten a cualquier especulador comprar un contrato para petróleo crudo sin tener que desembolsar en efectivo más que el 6% del valor de ese contrato. Lo que significa que, para adquirir un barril de crudo en la bolsa petrolífera de Nueva York (NYMEX), sólo necesito unos 10 dólares. Eso atrae a los especuladores en masa. No es por casualidad que todos los grandes inversores –grandes bancos, sobre todo bancos de inversiones, fondos de pensiones, empresas aseguradoras o fondos hedge— estén ahora entrando en tromba en las bolsas de mercancías a término y en el comercio especulativo con títulos en papel de petróleo y otras materias primas. Los mayores jugadores y mayores disparadores de precios en la NYMEX, en la IPE (la International Petroleum Exchange de Londres) y en la ICE (Intercontinental Exchange) son firmas que llevan la batuta en Wall Street, como Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP Morgan Chase, o el Bank of America, la Société Générale francesa y la Deutsche Bank alemana. A todas esas empresas hay que agradecer que, entretanto, simples inversores privados, como el clásico pequeño accionista, se estén subiendo al carro del boom de la especulación con las materias primas. No la OPEP, sino Wall Street domina ahora el negocio del petróleo”.

Las conclusiones a la que llega nuestro articulista parecen tener una lógica aplastante: “Apenas tiene que ver el drástico incremento de precios con costes de producción crecientes o con una demanda real en aumento. La demanda mundial de crudo ha subido desde 2004 poco más de un 1,2% anual; en cambio, el precio del crudo, más de un 250%. ... Los costes de producción de un barril de crudo no montan hoy, aun en las condiciones más adversas –la extracción de crudo de las arenas betuminosas de Alaska—, más de 30 dólares por barril”.


Esta especulación tiene profundas y significativas implicaciones, entre ellas la existencia de una crisis estructural en el sistema económico y financiero que hace muy alta la rentabilidad de capital especulativo como difícil y baja la rentabilidad de capital productivo y este hecho hace aumentar el costo de capital para el sector productivo repercutiendo en la elevación de la inflación, y en el aumento del precio de energéticos y alimentos. De este modo cuando los defensores del sistema neoliberal alegan su no santo sacras reglas de que el mercado, la oferta y la demanda, son los únicos capaces de producir los ajustes necesarios del mercado y que el Estado no debe de intervenir sino para cumplir con su única función de regulador, la respuesta se hace bien clara: este ajuste hecho por el mercado,  la oferta y la demanda, es el ajuste más injusto jamás habido y que el Estado debe de retomar su papel activo tanto el regulador como el productivo y es hora de que el Estado empiece a poner límites a las transnacionales como al capital especulativo.


Juan Francisco Coloane es bien claro al respecto cuando afirma “El petróleo es la última valla que la “revolución económica” privatizadora de los 80, no ha podido salvar. Como recurso estratégico clave, le está devolviendo esa centralidad al Estado que se había extraviado con la globalización y otras medidas para continuar con el ajuste económico”. ¿La oposición en nuestro país será capaz de comprender el por qué de la nacionalización de los hidrocarburos y otros, realizada por el actual gobierno?


Las razones de las guerras petroleras y de las actuales alzas de precios


Aclarada la dinámica de la especulación, el encarecimiento del petróleo y de las materias primas incluidos los alimentos, toca aclarar un cambio estructural que la OPEP produjo en el mercado petrolero desde la década de los 70 del siglo pasado cuando la mayoría de sus miembros, Venezuela en América Latina y las monarquías de la Península Arábiga, entre otros, nacionalizaron sus industrias petroleras dejando un único acceso de las transnacionales a sus enormes reservas: el contrato de prestación de servicio. El hecho, de acuerdo con Ian Rutledge, (Addicted to Oil, Editorial I.B. Tauris & Co. Ltd. 2005) puso fin al dominio casi absoluto de las transnacionales sobre las mayores reservas del mundo. Y desde entonces el objetivo principal de estas transnacionales y de sus gobiernos es volver a dominar estas reservas. De allí viene la guerra sin limite en el tiempo ni escenario geográfico definido que el gobierno de Washington llama la “guerra contra el terrorismo” y los críticos, llaman las “guerras del petróleo”.


En la mencionada comparecencia de las seis transnacionales petroleras más grandes de EE.UU. en el Congreso, las mismas aclararon por un lado que no existe “libre mercado” y por el otro que las transnacionales “controlan sólo el 7% de las reservas mundiales y las empresas estatales (de los países productores) el 75%”.


La no existencia de un “mercado libre” en el sector petrolero, significa que el mercado no se rige por la oferta y la demanda y desbarata las alegaciones de que la falta de oferta petrolera sea la causa del aumento vertiginoso de los precios del petróleo. Mientras su afirmación sobre su control de sólo el 7% de las reservas mundiales frente a las empresas estatales que controlan el 75% de las mismas es una de las señales procedentes últimamente de varias partes que explican tanto los motivos de las guerras del petróleo como de la actual alza vertiginosa del precio del barril que ya sobrepasa los 140 dólares.


En el mencionado artículo de Coloane, se apunta a una de las conclusiones del experto en petróleo, Michael C. Lynch, quien señala que la crisis desnuda “el escenario político para que el sistema económico mundial y financiero absorba lo antes posible las zonas con reservas que no están incorporadas a los activos de capitales futuros. Léase el espacio que va desde Argelia, norte de África, pasando por el Medio Oriente y abarcando el Asia Central, incluyendo Irán: Estados Unidos ya se posiciona en África; China y Japón en la Siberia en complicidad con Rusia; mientras, el Medio Oriente continúa siendo un campo de batalla”.


En este marco de referencia cabe señalar, de acuerdo con el analista Michel Marcos, las dos visitas del Presidente de EE.UU. a Arabia Saudita, la del Vicepresidente Cheney, y la del Secretario del Tesoro Henry Paulson. Todas apuntaban como finalidad declarada, a animar a Arabia Saudita a incrementar su producción petrolera y la de la OPEP como a señalarle la necesidad de que las reservas de la región se abran a la inversión y la tecnología de las transnacionales con el fin de aumentar la producción y tranquilizar los mercados. Paulson fue más preciso haciendo “un llamado al sector petrolero especialmente a los países árabes de abrir sus puertas a las inversiones de las petroleras de EE.UU. y asociarse con estas empresas” Todo esto fue acompañado con el debate sobre leyes de parte del Congreso de Washington que permiten enjuiciar a la OPEP como entidad oligopólica y dentro del ordenamiento jurídico de EE.UU. Las autoridades de Riad después de ciertas reticencias, aceptaron recurrir a este aumento fuera de su cuota dentro de la OPEP. Aunque su postura amenaza romper el consenso de la OPEP, las reacciones de la misma fueron negativas en cuanto a un aumento de la producción de parte del conjunto de la OPEP, pero no al aumento anunciado de parte de Arabia Saudita, debido a que la monarquía de Riad, precisó que frente a cualquier otra demanda concreta de petróleo que traspase el aumento anunciado, responderá satisfaciendo a sus clientes. Esto quiere decir que tanto Arabia Saudita como la OPEP no están a favor de un aumento programado y con plazo largo de tiempo, sino que responderán a cualquier pedido concreto de crudo y por lo tanto no hay ni habrá una oferta menor o mayor respecto a la demanda sino una oferta ajustada a la misma y no a la especulación.


Era obvio para los analistas incluidos los conservadores, que uno de los motivos de la invasión de Iraq era el dominio de la segunda reserva mundial de petróleo ubicada en suelo iraquí, pero casi nadie apuntó que el otro motivo de esta invasión era el uso de esta reserva como herramienta de presión a los países de la OPEP para abrir sus reservas petroleras a las transnacionales tal como lo hizo Ian Rutledge en su ya mencionado libro “Addicted to Oil”.


Transcurridos ya más de cinco años de ocupación de Iraq, por encima de toda la inversión y la participación de las empresas de EE.UU., hasta el momento la producción petrolera de Bagdad, de unos 2,1 millones de barriles diarios no ha alcanzado el nivel que tenía en tiempos de Saddam Husain (2,6 millones). De este modo esta segunda reserva no le sirvió a Washington para la presión deseada y no consiguió que estas reservas petroleras pasen a manos de las transnacionales del ramo. Pero con las señales mencionadas como otras que veremos en este análisis parece que junto con los objetivos especulativos detrás de este desmesurado aumento en el  precio del barril se esconde la preparación del escenario político mencionado por Lynch.


El 11 de junio del 2008, Tony Howard, Director Ejecutivo de British Petroleum presentó el informe anual de su empresa, pero paralelamente al informe hizo declaraciones que coinciden con las del Secretario del Tesoro de EE.UU. Paulson, al expresar su convicción de que “la actual crisis y antes de su profundización sería superada si las zonas ricas en reservas petroleras se abren a la actividad de las transnacionales”. Howard añade más luz sobre los motivos de la ocupación de Iraq al añadir “la necesidad de una eficiente explotación de las reservas iraquíes que además de ser de producción fácil, facilitará la apertura de las reservas de Irán, Kuwait y otros permitiendo mayor producción que posibilite tranquilizar al mercado internacional”.


El 29 de junio se inició, en Madrid, el 19º Encuentro Mundial del Petróleo en el mismo, que sintomáticamente no trató el rol de la especulación en el aumento de precios de los energéticos, el principal ejecutivo de la British Petroleum reiteró el argumento de las transnacionales en sentido de que  la causa del encarecimiento del barril de petróleo es una menor oferta y, la solución, consiste en el acceso de las transnacionales a las reservas nacionalizadas. En esta dirección se pronunciaron los ejecutivos de la Repsol, Royal Dutch Shell, entre otros.


Resumiendo: el escenario está configurado por dos movimientos de las transnacionales y sus gobiernos (no olvidemos que Bush, Cheney y Condoleezza Rice han sido largo tiempo ejecutivos de empresas petroleras). Por un lado, al tiempo de hacer negocios especulativos ganando millones y millones de dólares, van generando un descontento cada vez más amplio en sectores que de repente se encuentran afectados dramáticamente en su propia alimentación diaria y/o en sus puestos de trabajo como el caso de transportistas o pescadores entre tantos. Los grandes medios de información cumplen, tal como lo están haciendo, en canalizar este descontento contra los países productores de petróleo que tienen el recurso nacionalizado, creando estigmas, estereotipos, etc. Ejemplos como Venezuela, Arabia Saudita e Irán son elocuentes al respecto y apuntan a la preparación sicológica del ambiente propicio a sus objetivos.


El otro movimiento de las transnacionales y sus gobiernos se centra en Iraq. Washington está negociando con el gobierno títere de Bagdad un acuerdo de seguridad que le dará las condiciones apropiadas para mantener medio centenar de bases militares en el país pero ya fuera del mandato de las Naciones Unidas. Pero por otro lado aumenta las presiones para que el Parlamento de Bagdad apruebe el Proyecto de una nueva Ley Petrolera se ha alargado ya por más de tres años debido a la fuerte resistencia de amplios sectores de la población a un proyecto de ley que pone en bandeja de oro su riqueza petrolera para regalarla a la transnacionales del ramo. La resistencia es tal que varias fuerzas políticas aliadas de EE.UU. no se atreven a dar su visto bueno a esta nueva ley.


Dos formaciones políticas, las más estrechas aliadas de EE.UU. corrieron en su auxilio, se trata del Gobierno Central de Bagdad y la Autoridad Autónoma del Kurdistan en el norte del país. En el último caso, el del Kurdistan, sus autoridades autónomas, aún sin ley vigente que regule el sector petrolero ya otorgaron concesiones a varias transnacionales y una, hace un par de meses, inició la producción.

Por su lado el Gobierno Central, ya otorgó concesiones a cinco transnacionales, sin ley vigente y sin concurso habitual de licitaciones. El anterior régimen iraquí, había nacionalizado su recurso petrolero hace 36 años expropiando a la “Irak Petroleum Company”. Las concesiones que acaba de dar el Gobierno de Bagdad las ha hecho a Exxon Mobil, Shell, Total y British Petroleum, precisamente los sucesores de aquellas transnacionales que 36 años atrás conformaban la “Irak Petroleum Company”. Más que simbolismo, se trata de los signos reales del proceso de Globalización, del proceso de re-colonización.


Finalmente, cabe señalar que estos son los movimientos presentes en el escenario. El apuntarlos no implica ningún determinismo. El señalar las pretensiones del sistema neoliberal no implica el forzoso o inevitable logro de sus objetivos. Tampoco implica que método y objetivo permanezcan inamovibles y no cambien. Estos son procesos complejos, dónde entran no sólo los planes de las transnacionales, también está la lucha de los movimientos sociales y la resistencia de los pueblos. Al fin y al cabo si EE.UU. con todo su poderío militar, sus inversiones millonarias y sus empresas no ha podido aun, controlar y explotar las riquezas petroleras de Iraq, es gracias a la resistencia de su pueblo.  


Articulo publicado en Petropress Nº 11, agosto 2008. 

https://www.alainet.org/es/articulo/129469
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