Que la tortilla se vuelva

01/01/2008
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Fin de año. Por esos convencionalismos que inventamos, es tiempo de hacer balances. Durante todo el año, los opositores machacaron sobre desajustes económicos, inflación desatada, reducción de oportunidades y contracción de los ingresos. En otros términos: este país está yendo a pique debido, precisamente, a las políticas confiscatorias implementadas por el gobierno de Evo Morales. En consecuencia, dan por sentado que, 2008, será una gestión desastrosa.

Y no es que lo digan dirigentes políticos, cívicos o críticos de café. Lo dice un buen número de analistas expertos. Copio nombres: Juan Cariaga sostiene que 2008 será otro año inflacionario; Armando Méndez vaticina que se acabó el tiempo de la comida barata; Carlos Miranda afirma que será otro año sin industrialización; Rolando Jordán parodia, hablando de la crónica de una crisis anunciada; Herbert Muller dictamina que urge recuperar la inversión en hidrocarburos y minería; Roberto Caserna define que las rentas deben asignarse con planes y proyectos racionales.

Ante tal andanada de presagios, todos censurando las políticas de este gobierno, uno se pone a pensar si no estaremos caminando por un sendero equivocado. Pero, a poco de leer los vaticinios de estos analistas, se cae en la cuenta de que, su crítica, se refiere al hecho de que no estamos siguiendo las recetas que ellos llevaron adelante cuando, sucesivamente, fueron autoridades o consultores de los gobernantes neoliberales.

Constatación

CNN, la cadena internacional que es referente obligada de esa política, da más luces a esta percepción. En su balance económico, reconoce dos cosas: la crisis económica que sufre Estados Unidos no es coyuntural, se prolonga desde hace más de una década y no tiene visos de recuperarse a mediano plazo; al revés, América Latina tiene un crecimiento promedio superior al 5% y la tendencia sigue siendo alcista.

Pero los serios analistas de CNN, a quienes siempre se presenta con títulos ostentosos, hacen una advertencia: en cualquier momento se puede dar vuelta la tortilla: sería bueno que los latinoamericanos guarden sus pesitos y no se entusiasmen mucho con el gasto. Dicho de otro modo: manténganse en sus actuales condiciones de pobreza. Por supuesto, a la pasada, añaden que quienes más cuidado deben tener son los gobiernos que desarrollan políticas renovadoras y, entre otros, mencionan Bolivia.

En poco tiempo, vamos a darnos cuenta que, las instituciones financieras internacionales, comenzarán a desarrollar programas de apoyo a la contracción del gasto público en los llamados “países subdesarrollados” y reajuste de la deuda eterna que nos cobran unas veces con benevolencia y, la mayoría, en forma perentoria.

Los tozudos hechos


Lo que nos dice la realidad, aparece en los mismos medios que se empeñan en presagiar nubarrones. En este 2007 que hoy acaba, la banca privada logró utilidades por 93 millones de dólares. En dos años, así dicen los medios nada sospechosos de afecto al gobierno, se crearon 8.576 empresas y sólo se cerraron 273. El balance es positivo a todas luces.

Pero, por supuesto, hay temas que deben resolverse todavía. Se trata de la corrupción que alcanza a todos los niveles. En minería, por ejemplo, los registros impositivos alcanzan a exportaciones apenas superiores a mil millones de dólares; en cambio, los reportes internacionales indican que Bolivia vende, en los mercados internacionales, más de 2 mil millones. Es tan grave esta evasión que, siendo el primer exportador de minerales de indio, la aduana nacional no tiene ningún registro por la salida de este producto. La exportación ilegal de oro alcanza las dos terceras partes de la producción nacional, si es que no supera ese cálculo. Incluso en estaño, que ha vuelto a tener precios importantes en los mercados internacionales, no hay controles para impedir el contrabando.

Así y todo, los índices de crecimiento nacional son positivamente contundentes. Lo dicen las estadísticas del Banco Central de Bolivia, cuyo presidente tampoco es sospechoso de simpatías con el gobierno.

Las proyecciones


Como no es posible ocultar la bonanza que vive la región, siguiendo el tono de los que pontifican en CNN, nuestros analistas declaran que debemos caminar con cautela, no vaya a ser que mañana seamos víctimas de nuestro entusiasmo. Son capaces de citar la anécdota bíblica de José y sus sueños.

Veamos la alternativa. Una acción es la aconsejada: guardemos el dinero que estamos obteniendo ahora para la época de las vacas flacas. ¿Para qué?, ¿para que puedan comer nuestros hijos? Es que nosotros, ahora, no estamos comiendo. Tres millones de bolivianas y bolivianos deambulan por los más alejados rincones del mundo, pues en Bolivia no tienen opción de vida.

La otra posibilidad es gastar ahora. En un primer momento, hay que acudir con aportes directos para la salud, para la vejez, para la educación, para las obras urgentes. En una segunda etapa, los ingresos deben orientarse a la construcción de los servicios básicos, desde los que le falta a un barrio hasta los que necesita el país en su conjunto; desde desagües y alcantarillas hasta corredores bioceánicos de pavimento, ferrovías, transporte fluvial y aéreo. Requerimos vivienda y vestimenta. Precisamos producción agrícola, ganadera e industrial. Estamos obligados a organizar una defensa cada vez más efectiva contra las inundaciones en los llanos y la sequía en la zona andina.

Gastemos ahora. Necesitamos hacerlo. Guardar reservas, como lo estamos haciendo pues aún nos convence los mentores del neoliberalismo, no nos servirá en el futuro. Las grandes potencias encontrarán los medios de arrebatarnos esas reservas. Lo hicieron con los petrodólares de los países árabes. Solamente construyendo obras y desarrollando nuestra economía ahorraremos positivamente. Y eso requiere de un gran proyecto de inversiones que son urgentes.
https://www.alainet.org/es/articulo/124997

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