La integración regional en su laberinto

04/12/2006
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Montevideo

Traigo cosas concretas.  El agua de los Andes (para las hidroeléctricas) nunca dejará de caer, pero el gas puede acabarse si es que no les cierran el caño”, dijo el Presidente peruano Alan García durante su visita a Brasil, el 11 de noviembre, ante un grupo de empresarios en Sao Paulo
[1]. De esa manera García le propuso a Brasil que invierta en hidroeléctricas en Perú, como alternativa para reducir su dependencia del gas boliviano o el que pueda traer desde Venezuela a través del futuro Gasoducto del Sur.  “Podemos iluminar todo el nordeste brasileño y darle toda la energía que Manaos necesita, en vez de hacer un gasoducto extraño que vale 20 mil millones de dólares”, dijo al criticar la iniciativa de Hugo Chávez.

García fue más lejos.  Atacó a los que considera socios no responsables de la región, en clara alusión al gobierno de Evo Morales.  “Hay que saber elegir a los socios.  Escoger socios responsables que no cambien las reglas del juego y que tengan sentido de la modernidad.  Hay nuevos socios en el MERCOSUR.  Tal vez sea mejor que Brasil se pase a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) antes de que sea tarde”, afirmó en alusión al ingreso de Venezuela a la alianza que integran Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; y agregó que Perú “no traicionará” las inversiones que haga Brasil en ese país
[2]. Finalmente, llamó a Luiz Inacio Lula da Silva a promover la integración regional desde la CAN y el MERCOSUR.

Parece evidente que con “amigos” como Alan García, la integración regional tendrá enormes dificultades para abrirse paso en una reunión que debería resultar decisiva como la II Cumbre Sudamericana de Naciones, que se realizará en Cochabamba (Bolivia), el 8 y 9 de diciembre.  El Presidente peruano actúa como caballo de Troya de la integración, al buscar petardear uno de sus símbolos más importantes: el Gasoducto del Sur, punto en el que coincide con los intereses de las multinacionales petroleras del primer mundo, entre ellas la española Repsol YPF.  Llama la atención que el ex presidente español Felipe González, pocos días antes del discurso de Alan García, asegurara que el mencionado gasoducto es “una broma” y que no se va a construir.

Intereses cruzados

La coyuntura latinoamericana se caracteriza por una crisis de las alianzas y alineamientos tejidos desde que entró en vigor el Consenso de Washington.  Esta crisis -motivada por el rechazo de los pueblos al modelo neoliberal- ha provocado un cierto “vacío” que se plasma en la ausencia de hegemonías claras en el Continente.  Es cierto que el modelo neoliberal sigue siendo el predominante, pero en lugar del viejo unilateralismo estadounidense se ha instalado un verdadero esquema multipolar: a la presencia de los Estados Unidos, que sigue siendo el primer inversor en el Continente, pero que sufre un evidente retroceso, se superpone la intensa actividad económica y política de la Unión Europea, en particular de España, para ocupar nuevos espacios en América Latina y potenciar de esa manera la acumulación de capital de las empresas españolas.

A lo largo de los años 90, los capitales europeos avanzaron considerablemente en la región: en 1990, entre las 500 principales empresas del Continente había 149 extranjeras, 264 privadas nacionales y 87 estatales.  Para 2000, había 231 empresas extranjeras, 231 privadas nacionales y sólo 38 estatales
[3]. La oleada de privatizaciones y extranjerizaciones fue aprovechada por las empresas europeas que invirtieron el grueso de los 113.900 millones de dólares que fluyeron hacia nuestro Continente entre 1995 y 2000.  El 50% de las inversiones europeas en América Latina en ese período las realizaron empresas españolas (concentradas en los servicios), seguidas de las británicas y francesas, más diversificadas entre los servicios y las manufacturas.

Para las empresas españolas (y por extensión europeas), América Latina es un espacio clave.  Un reciente reportaje del diario El País así lo reconoce: “El 39,9% de los beneficios del BBVA (Banco Bilbao Vizcaya) hasta septiembre procede de sus filiales americanas, incluidas las de Estados Unidos, aunque el propio banco asegura que la aportación estadounidense es \'poco significativa\'.  Sólo en México, el grupo gana más dinero que en España.  El 33% de los beneficios del Santander al cierre del tercer trimestre se centra en la región, con avances en Brasil, México y Chile.  Telefónica atribuye a esta zona una quinta parte de sus beneficios.  Un tercio del resultado de Repsol viene de Argentina, Brasil y Bolivia”
[4]. De modo que los latinoamericanos somos una de las claves de la acumulación del capital europeo, norteamericano y, en el futuro inmediato, también del chino.

Así como el declive estadounidense impulsó a los capitales europeos a interesarse en América Latina, los cambios recientes en la región están impulsando a nuevas fuerzas a competir en este espacio.  Por un lado, aparece el “Brasil potencia”, el Brasil de los capitales paulistas que busca abrirse espacios en el Continente, impulsando un conjunto de obras de infraestructura que benefician sobre todo a sus empresas, como la IIRSA -Integración de la Infraestructura Regional Suramericana-
[5]. Esta es la lógica de empresas brasileñas como Petrobras (petróleo y gas), Odebrecht (construcción), Furnas Centrais Elétricas (electricidad) y el grupo Tedesco Maggi (el mayor exportador de soya de Brasil), entre tantas otras.  Una parte del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva forma parte de este sector que podemos llamar “subimperialista”.

En paralelo, las fuerzas sociales y de izquierda del Continente buscan una integración diferente, de carácter sudamericano, pero sin hegemonías.  Una parte del gobierno de Lula tiende en esta dirección.  Los gobiernos de Evo Morales y Hugo Chávez son los más consecuentes ya que promueven un tipo de integración que no siga las reglas del libre comercio.

Superar los conflictos y el libre comercio

En este fluido y contradictorio escenario, aparecen decenas de conflictos intra-regionales.  El que enfrentan Argentina y Uruguay por las fábricas de celulosa sobre el río Uruguay, es uno de los más graves, junto al que afecta a Bolivia y Brasil por el precio del gas.  A ellos deben sumarse los permanentes roces entre los dos socios “chicos” del MERCOSUR (Paraguay y Uruguay) con los dos “grandes” (Argentina y Brasil), por sus diferentes intereses comerciales y las asimetrías económicas.  Existen, además, problemas entre Bolivia y Paraguay, claramente azuzados por Estados Unidos, por un supuesto rearme del ejército boliviano que amenazaría a Paraguay.  En otros terrenos, y por motivos muy distintos, ha habido problemas entre Venezuela y Perú, entre Ecuador y Colombia, entre Argentina y Chile, y la lista podría prolongarse.  Sin embargo, uno de los conflictos más serios que enfrentó la región está siendo encauzado positivamente: la “guerra comercial” entre Argentina y Brasil, por las asimetrías que provocan los flujos de capital, ha sido tomada en serio por Néstor Kirchner y Lula, quienes están encontrado formas de acotarla y resolverla, pese a las enormes dificultades que presenta.

Hasta el día de hoy, se han visualizado dos formas no contradictorias de profundizar y extender la integración regional.  Por un lado, la ampliación del MERCOSUR que se puso en marcha con la integración de Venezuela y podría seguir avanzando con la posible integración de Bolivia.  Este camino requiere que los grandes países de la región establezcan mecanismos de compensación a los más desfavorecidos.  El segundo camino es la integración energética, impulsada de forma clara por Venezuela, que podría llegar a modificar las relaciones regionales de forma drástica si existiera voluntad política.  En efecto, la explotación de los recursos hidrocarburíferos en nuestro Continente beneficia, en primer lugar, a las multinacionales del sector, y en segundo, a un puñado de personas vinculadas a esas empresas o a empresas que figuran como estatales, pero en realidad no lo son.  Era el caso de PDVSA, hasta el fracasado paro petrolero de 2003, y sigue siendo el de Petrobras.  Lo cierto es que la integración energética puede torcer ese rumbo y hacer que los recursos se queden en nuestro Continente beneficiando a las mayorías.

La próxima Cumbre Sudamericana tendrá en el tema energético uno de sus ejes fuertes, como lo señaló el Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, David Choquehuanca.  En este terreno ha habido importantes avances.  La firma del acuerdo para la provisión de gas boliviano a Argentina a largo plazo, entre Kirchner y Morales, es uno de los más importantes.  Además, Venezuela colabora con Bolivia en la construcción de un gasoducto que abastece de gas al occidente boliviano con financiación de PDVSA; Lula prometió ayudar a Bolivia en la instalación de plantas de biogas, de las que Brasil es uno de los precursores; y se vislumbra la posibilidad de la comercialización de gas entre Bolivia y Chile
[6].

Uno de los problemas a superar es la financiación que requieren los proyectos.  En ese sentido, Bolivia va a proponer en Cochabamba la creación de una Comisión Energética Regional que debería encargarse de velar por el uso racional de los recursos energéticos del Continente y crear “mecanismos regionales para obtener financiamiento local para las necesarias obras de infraestructura e inversiones en petróleo y gas natural”
[7].  Este es uno de los nudos gordianos que la integración debe resolver.  Hasta ahora el debate sobre la energía se limitó al precio del gas que compran Brasil y Argentina a Bolivia.  Falta poner sobre la mesa la utilización de esos recursos con fines estratégicos.  En este sentido, la estrategia sudamericana debe pasar por la soberanía, lo que supone reducir la dependencia del primer mundo, tanto de sus gobiernos como de las multinacionales, para establecer mecanismos equitativos de intercambio que contribuyan a reducir la pobreza y la marginación.  El gas y el petróleo pueden ser mecanismos útiles, siempre y cuando se intente ir más allá de intercambios basados en el libre comercio, que siempre favorecen a los más poderosos.

Raúl Zibechi es miembro del Consejo de Redacción del Semanario Brecha de Montevideo. Docente en la Multidiversidad Franciscana de América Latina.



[1] Agencia EFE, "Alan García le ofrece a Lula alternativas al gas de Bolivia”, Sao Paulo, 11 de noviembre de 2006.

[2] ) La República, Lima, 11 de noviembre de 2006.

[3] Braulio Moro, "Los intereses de las transnacionales europeas en América Latina", Viento Sur No.  79, marzo de 2005.

[4] Claudi Pérez, "Latinoamérica empieza a lucir en los resultados", El País, 12 de noviembre de 2006.

[5] Véase Raúl Zibechi, "IIRSA: la integración a la medida de los mercados", en www.americaspolicy.org

[6] Agencia Periodística del MERCOSUR, 8 de noviembre de 2006.

[7] Idem, 1 de noviembre de 2006.

https://www.alainet.org/es/articulo/121266
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