Biocombustibles: un nuevo foco de conflicto

19/04/2007
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El presidente Bush salió a buscar biocombustibles en el mundo, con el fin de enfrentar los altos precios del petróleo y asegurarse un puesto privilegiado en el mercado de nuevos carburantes, donde sin duda pondrá las condiciones de calidad, precios y producción, y de paso beneficiará a varias transnacionales productoras de semillas genéticamente mejoradas.

La decisión del presidente de Estados Unidos no se puede entender como un cambio de posición oficial con relación al calentamiento global o una actitud benévola frente al desastre ecológico del mundo. Los temas ambientales poco le importan al gobierno americano. Su determinación de buscar combustibles de origen vegetal obedece a una lógica política que pretende restarle poder a las naciones productoras de petróleo, la mayoría de ellas contrarias a los intereses del imperio.

Bush ya visitó varias naciones, entre ellas Brasil y Colombia, las cuales serán proveedoras del etanol que Estados Unidos requiere para mover su impresionante parque automotor. Los gobiernos de estos dos países se sintieron halagados de que el coloso les ofreciera un negocio muy rentable. El presidente colombiano Álvaro Uribe anunció que tiene seis millones de hectáreas listas para ponerlas a producir en pro de las energías renovables.

Sin embargo, la rentabilidad de los biocombustibles hay que evaluarla con mucho cuidado desde varios ángulos: ambiental, productivo, social y económico. En el ambiental, hay certeza de que el etanol, por ser de origen vegetal, no afectará el entorno natural, pero sus promotores obvian de manera subrepticia explicar que todo el ciclo mecanizado de procesamiento, refinación y transporte se hace utilizando, en la mayoría de los casos, carbón, originando impactos negativos en la atmósfera y contribuyendo al calentamiento global. Los impactos ambientales son igualmente negativos debido a la homogenización de la producción, para lo cual es necesario utilizar semillas transgénicas, reduciendo dramáticamente la diversidad biológica y haciendo desaparecer muchas especies endógenas, sometiendo de paso a los cultivos a graves amenazas fitosanitarias induciendo el uso indiscriminado de fungicidas y plaguicidas. A los carros poco les importa si la materia prima es el resultado o no de una producción limpia. También hay efectos negativos en la presión que se ejerce sobre los bosques para ampliar el área cultivable, el daño de los suelos y el sobreuso del agua.

En lo productivo, se ha comprobado en Estados Unidos, el segundo productor mundial de biocombustible, que para poder lograr un litro de etanol es necesario utilizar una gran cantidad de materia prima. Por ejemplo, allí se destinaron el año pasado 500 mil toneladas de maíz para producir 90 millones de litros de etanol. Datos como este llevan a la convicción de que “con la cantidad de cereales que se necesitan para llenar el tanque de una camioneta se puede alimentar una persona un año entero”[1] Esta realidad productiva obliga a que se deba recurrir a una agricultura intensiva y homogénea que acabará con la diversidad alimenticia y podría poner en serio riesgo la seguridad alimentaria de los países.

En lo social, el mundo asistirá a un espectáculo deprimente: millones de toneladas de cereales, tubérculos y oleaginosas pasarán en camiones con destino a las refinerías, mientras millones de seres humanos no tendrá qué comer, y los pocos alimentos a los que puedan acceder serán a precios inalcanzables. Hace poco al hablar sobre este tema, un experto economista me refutaba mi teoría sobre los peligros de los biocombustible, señalando que por fin los cultivadores podrán tener un mejor precio por su producción. Pero a él se le olvidó que en sociedades tan pobres como las latinoamericanas no es posible que haya un número significativo de compradores de alimentos costosos. Además, la ineficiencia de las políticas públicas hará que sea imposible controlar el volcamiento de los productores en favor de aquellos cultivos que tienen, por lo menos en teoría, un mercado seguro y abandonarán los renglones de pan coger, que aunque podrían experimentar un aumento de su precio, la experiencia les dirá que no tendrán ventas garantizadas.

En lo económico, es evidente el espejismo que se está vendiendo relacionado con precios muy remunerativos para los campesinos al momento de negociar aquellos cereales que son óptimos para la producción de etanol. Sin embargo, la lógica de la economía enseña que es en los procesos de transformación y comercialización donde se logran los mejores resultados económicos, mientras que los productores de materias primas no tienen la capacidad suficiente para imponer condiciones de intercambio[2]. De otro lado, los economistas públicos tienen la convicción de que se podría originar una revolución de sustitutos para aquellos alimentos que se destinen a los biocombustibles, tal es el caso de la estevia para el azúcar, lo que podría funcionar, pero ¿qué ocurrirá con el trigo, el maíz y la yuca?

Otra consecuencia económica negativa de la producción de biocombustibles se verá en el comportamiento de la inflación. En Colombia, por ejemplo, el maíz tuvo un crecimiento en el precio al consumidor del 125% entre octubre de 2006 y marzo de 2007. Cosa similar ocurrió con la yuca, la papa, la soja y el azúcar, con graves impactos para la dieta de los compradores, especialmente los más pobres. Este comportamiento del mercado fue el causante de que la inflación del primer trimestre de 2007 excediera todos los cálculos de las autoridades económicas colombianas. El fenómeno inflacionario no sólo se produjo por la competencia surgida en el mercado por las leguminosas, gramíneas, liliáceas y tubérculos para utilizarlas como alimentos o energía, sino porque muchas hectáreas que se dedicaban a producir una gran variedad de productos para la alimentación humana y animal, fueron desplazados por sistemas homogéneos e intensivos para garantizar la comida de los carros.

Notas

[1] Silvia Ribeiro, periódico La Jornada de México, marzo de 2007

[2] El Ministro de Agricultura de Colombia dijo en 2006 que el gobierno disminuirá el impuesto a la renta de las plantas de etanol al 15% y no se expresó en el mismo sentido con relación a los productores de la materia prima.

- Humberto Tobón y Tobón es economista y comunicador social., especialista en Finanzas, Ciencia Política y Medio Ambiente.
https://www.alainet.org/es/articulo/120651
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