De William Walker a George Walker
31/03/2007
- Opinión
El mejor escondite es siempre el resguardo de lo evidente, aquello que por resultar tan obvio a nuestros sentidos pasa de lejos sin que la conciencia o la lógica reparen en ello.
No es sino a través del señalamiento veraz o la denuncia certera que se retrae el efecto de vivir en la desmemoria, hecho que para un pueblo equivale a repetir su propia historia tarde o temprano.
Notando este síntoma en nuestro entorno procedo a rememorar, justamente en días de celebración patria, lo que pocos costarricenses recuerdan: William Walker es ascendiente de George Walker, este último mejor conocido como George W. Bush.
El filibustero viejo es familia del filibustero nuevo, esa es una realidad documentada profusamente por biógrafos e historiadores políticos (vbgr. Graziano, 2004. Editorial Sudamericana).
Esa W que muchos pasan por alto cuando se lee el nombre completo de George W. Bush corresponde a su condición de heredero directo de la oscura dinastía Walker, antecedido en tal "honor" por su padre George Herbert Walker Bush, conocido más a secas como el ex-Presidente George Bush.
El hoy Presidente estadounidense habla bien español y un inglés sureño tan básico como su intelecto unidimensional y maniqueo. La retórica la conoce solo por nombre y la epistemología le suena a palabra rara e impronunciable.
En preconclusión, heredó de su antecesor William, no solo la ambición mercenaria sino la estrechez de mente y la desaprensión espiritual.
William Walker, ya a sus 29 años, se autoproclamó Presidente de la República de Baja California, fundaba así, según el, un país dentro del propio. En esta aventura era la fiebre del oro la que le inspiraba y las ideas esclavistas las que le servían. Pero no tantos pensaban igual y al tiempo lo perseguirían sus propios gobernados, quienes artos de su despótico cuasi dueño lo obligarían finalmente a huir y buscar refugio al Norte, encontrando resguardo solo al alcanzar al ejército Norteamericano que lo salvaría del linchamiento.
Pero esa no sería la única vez que Walker huiría por su vida. Lo que aconteció después, específicamente en 1856, es –o debería serlo- historia un poco más conocida: dos veces tendría que recular. La primera al discurrir marzo en Santa Rosa y la segunda en Rivas apenas un mes después. Los costarricenses, tan humildes como valientes, se ganaron su sitial en la historia jefeados por Juan Rafael Mora y guiados militarmente por José María Cañas, cuya obra ayudaría a culminar el heróico Máximo Blanco, quien de junto a los esfuerzos militares de otros Estados Centroamericanos lograría la rendición en noviembre de 1857 del filibustero cuya historia impía no acabaría ahí, siendo que sus financistas le patrocinaron varias expediciones más, eso sí, no sin antes haberle rendido honores en Nueva Orleans por su "valentía y sacrificio".
Pero no fue William el único Walker huyente. De George Herberth Walker, el expresidente que comandó a principios de los noventas la aventura milico-petrolera "Tormenta del Desierto" se conoce también su historia "valiente". El caso es que en el decurso de la Guerra contra Japón, el joven George pilotaba una aeronave Avenger que había sido modelada especialmente para acuatizar en caso desesperado asegurando el descenso ordenado de sus ocupantes. Así mismo y también por especificaciones del ejército, este tipo de aeronave se diseñó de modo tal que las bombas viajaban en una bodega adentro del avión compartiendo espacio con sus ocupantes. El avión torpedero pilotado por aquel joven que después se convertiría en Presidente fue alcanzado en un día de fragor por la artillería Nipona. El piloto no intentó acuatizar sino que recurrió a su paracaídas abandonando dentro de la nave a los demás ocupantes. Fue el único sobreviviente de aquel episodio que de no ser por los aviones compañeros vecinos nunca se habría contado. Trató él, eso sí, de relatar una historia rosa cuando se candidateo por primera vez a la Presidencia. Su heroica versión sería corregida con furia por varios de los ya viejos testigos, todos excompañeros de campaña en el Mar de Japón.
Las huidas siguieron sucediéndose como parte de la herencia de los Walker, quizá ya no tan calamitosas claro esta. George Walker Bush, el actual Presidente de la potencia, se evitaría la molestia de acudir al "llamado de la patria" y pelear en Vietnam. Como muchos de sus coétaneos hijos de los clanes financiero-petroleros norteamericanos –incluido Bill Clinton-, se ahorraría el viaje a lo que fue un moridero de pobres en que se sumaban por millones los cuerpos putrefactos de ambos bandos.
Toda esta historia ha de ser contada porque como sostenía mi abuelo Luis: "Somos lo que hemos sido". La herencia no es solo material, se hereda la historia de quienes nos anteceden. ¿Se heredarán también los proyectos? ¿Se heredará el cinismo? ¿Y la desvergüenza que se parece tanto al deshonor?
- Pablo Barahona Krüger, Profesor de Teoría del Estado y Filosofía del Derecho, UCR.
No es sino a través del señalamiento veraz o la denuncia certera que se retrae el efecto de vivir en la desmemoria, hecho que para un pueblo equivale a repetir su propia historia tarde o temprano.
Notando este síntoma en nuestro entorno procedo a rememorar, justamente en días de celebración patria, lo que pocos costarricenses recuerdan: William Walker es ascendiente de George Walker, este último mejor conocido como George W. Bush.
El filibustero viejo es familia del filibustero nuevo, esa es una realidad documentada profusamente por biógrafos e historiadores políticos (vbgr. Graziano, 2004. Editorial Sudamericana).
Esa W que muchos pasan por alto cuando se lee el nombre completo de George W. Bush corresponde a su condición de heredero directo de la oscura dinastía Walker, antecedido en tal "honor" por su padre George Herbert Walker Bush, conocido más a secas como el ex-Presidente George Bush.
El hoy Presidente estadounidense habla bien español y un inglés sureño tan básico como su intelecto unidimensional y maniqueo. La retórica la conoce solo por nombre y la epistemología le suena a palabra rara e impronunciable.
En preconclusión, heredó de su antecesor William, no solo la ambición mercenaria sino la estrechez de mente y la desaprensión espiritual.
William Walker, ya a sus 29 años, se autoproclamó Presidente de la República de Baja California, fundaba así, según el, un país dentro del propio. En esta aventura era la fiebre del oro la que le inspiraba y las ideas esclavistas las que le servían. Pero no tantos pensaban igual y al tiempo lo perseguirían sus propios gobernados, quienes artos de su despótico cuasi dueño lo obligarían finalmente a huir y buscar refugio al Norte, encontrando resguardo solo al alcanzar al ejército Norteamericano que lo salvaría del linchamiento.
Pero esa no sería la única vez que Walker huiría por su vida. Lo que aconteció después, específicamente en 1856, es –o debería serlo- historia un poco más conocida: dos veces tendría que recular. La primera al discurrir marzo en Santa Rosa y la segunda en Rivas apenas un mes después. Los costarricenses, tan humildes como valientes, se ganaron su sitial en la historia jefeados por Juan Rafael Mora y guiados militarmente por José María Cañas, cuya obra ayudaría a culminar el heróico Máximo Blanco, quien de junto a los esfuerzos militares de otros Estados Centroamericanos lograría la rendición en noviembre de 1857 del filibustero cuya historia impía no acabaría ahí, siendo que sus financistas le patrocinaron varias expediciones más, eso sí, no sin antes haberle rendido honores en Nueva Orleans por su "valentía y sacrificio".
Pero no fue William el único Walker huyente. De George Herberth Walker, el expresidente que comandó a principios de los noventas la aventura milico-petrolera "Tormenta del Desierto" se conoce también su historia "valiente". El caso es que en el decurso de la Guerra contra Japón, el joven George pilotaba una aeronave Avenger que había sido modelada especialmente para acuatizar en caso desesperado asegurando el descenso ordenado de sus ocupantes. Así mismo y también por especificaciones del ejército, este tipo de aeronave se diseñó de modo tal que las bombas viajaban en una bodega adentro del avión compartiendo espacio con sus ocupantes. El avión torpedero pilotado por aquel joven que después se convertiría en Presidente fue alcanzado en un día de fragor por la artillería Nipona. El piloto no intentó acuatizar sino que recurrió a su paracaídas abandonando dentro de la nave a los demás ocupantes. Fue el único sobreviviente de aquel episodio que de no ser por los aviones compañeros vecinos nunca se habría contado. Trató él, eso sí, de relatar una historia rosa cuando se candidateo por primera vez a la Presidencia. Su heroica versión sería corregida con furia por varios de los ya viejos testigos, todos excompañeros de campaña en el Mar de Japón.
Las huidas siguieron sucediéndose como parte de la herencia de los Walker, quizá ya no tan calamitosas claro esta. George Walker Bush, el actual Presidente de la potencia, se evitaría la molestia de acudir al "llamado de la patria" y pelear en Vietnam. Como muchos de sus coétaneos hijos de los clanes financiero-petroleros norteamericanos –incluido Bill Clinton-, se ahorraría el viaje a lo que fue un moridero de pobres en que se sumaban por millones los cuerpos putrefactos de ambos bandos.
Toda esta historia ha de ser contada porque como sostenía mi abuelo Luis: "Somos lo que hemos sido". La herencia no es solo material, se hereda la historia de quienes nos anteceden. ¿Se heredarán también los proyectos? ¿Se heredará el cinismo? ¿Y la desvergüenza que se parece tanto al deshonor?
- Pablo Barahona Krüger, Profesor de Teoría del Estado y Filosofía del Derecho, UCR.
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