Equilibrar la balanza demográfica

15/03/2007
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  • Opinión
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Entre 5.000 y 6.000 personas obtienen diariamente un permiso para trabajar en Rusia, segundo receptor de inmigrantes del mundo después de EEUU. Esta medida responde a la pérdida de 5,5 millones de seres humanos desde la caída del comunismo. Lo que ha provocado un vuelco en la política migratoria rusa, que hasta hace poco tenía como objetivo proteger sus fronteras de amenazas externas y del terrorismo.

En los últimos 50 días, más de 500.000 extranjeros han obtenido un permiso de residencia en Rusia. Más de 200.000 de estos ciudadanos trabajan hoy de manera legal. Aunque la seguridad obsesione al Kremlin, los políticos tienen frente a sí una oportunidad única de revertir la merma demográfica y atraer una mano de obra capaz de reactivar su economía, una de las más pujantes del mundo junto a las de Brasil, India y China.

El descenso demográfico ruso obedece a la caída de los índices de natalidad en los últimos años y a que las tasas de mortalidad se sitúan en una media de 59 años para los hombres y de 72 para las mujeres.

Esta tendencia coincide con que un tercio de la población mundial tiene menos de 18 años. Según las predicciones de los expertos, 9.000 millones de seres humanos poblarán el mundo en 2050. Si para entonces no aumenta en un 30% la producción de alimentos, se agravará la malnutrición que padecen hoy 2.000 millones de personas y el hambre que asola a casi 1.000 millones. Para lograr ese aumento, la FAO propone duplicar la superficie de tierras arables en el mundo.

Rusia, considerada como uno de los más grandes graneros del mundo, podría convertirse en una esperanza para el futuro de millones de jóvenes que son obligados a emigrar. Estas personas provienen de pueblos cuya explosión demográfica los priva de acceso a la salud, a la educación y al trabajo

Aunque Rusia y China hayan llegado ya a un acuerdo fronterizo, causa de conflictos durante décadas, el gobierno del país soviético intenta animar a su población a habitar la zona fronteriza con el gigante asiático, aunque sin los resultados esperados. Las oportunidades laborales y los recursos se encuentran en las grandes ciudades, a las que llegan, sobre todo, ciudadanos de las ex-repúblicas soviéticas en busca de permisos de trabajo que no les cuesta obtener, salvo en el caso de Turkmenistán y de Georgia.

Aunque Rusia se convierta en el flotador salvavidas de millones de personas en el futuro cercano, la explosión demográfica no dejará de ser la amenaza más grande de la humanidad. Necesitamos incrementar la producción de alimentos en un 30% en menos de 40 años para poder alimentar a la población del planeta. Sin embargo, para reducir la pobreza se necesitan otros cambios. Los alimentos no llegan a muchos lugares del planeta a causa del modelo comercial que mantiene millonarias subvenciones a las exportaciones y a la producción de materias primas en los países del Norte, que además mantienen altos aranceles que impiden a las economías dependientes de las exportaciones agrícolas vendan sus productos.

La pobreza empuja a millones de personas del campo a la ciudad, donde no encuentran las oportunidades educativas y los puestos de trabajo esperados. La explosión demográfica amenaza a los pueblos con los índices más altos de natalidad y los niveles educativos más bajos, sobre todo entre las mujeres. Los estudios demuestran que las comunidades en las que la mujer tiene como mínimo el mismo acceso a las oportunidades educativas y a los puestos de trabajo, la curva demográfica se atenúa de manera considerable. Así ocurre en los países más desarrollados del mundo.

Es preciso celebrar las noticias positivas para no caer en la negatividad ‘irremedista’ y en la cultura de la queja sin propuestas alternativas. Deberíamos tener en cuenta que, al margen de la buena acogida de inmigrantes en Rusia, conviene promover la educación como freno de la explosión demográfica y como motor del desarrollo, como conviene evitar convertir a estas personas en herramientas para activar una economía pujante. Así cayó la URSS.


Carlos Miguélez
Periodista

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias  (CCS), España.


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