Usted es rico?

24/02/2007
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A casi todo el mundo le gustaría ser rico. Ese sueño alimenta loterías, bingos y ciertas iglesias que, a cambio de los menguados recursos de los fieles, prometen prosperidad en la tierra y una confortable eternidad en el cielo. El problema está en que ser rico es, para muchos, una cuestión de suerte, igual que el nacer en una familia de buena posición o que ganar a los dados; para otros es una cuestión de oportunidad, como los corruptos; para unos pocos es fruto de la inteligencia y del trabajo, como el caso de Bill Gates, que abandonó la universidad para entretenerse con la informática en el garaje de su casa y vio rechazada su solicitud de una tarjeta de crédito de la American Express por falta de ingresos suficientes.

Se calcula que la fortuna de la especie humana, sumados ingresos y patrimonios, alcanza hoy unos US$ 133 mil billones. Más de la mitad está en manos de apenas un 2% de la población mundial, o sea de 13 millones de personas, que es como la población de São Paulo. En el otro extremo está la mitad de las personas más pobres, que suman unos 4,000 millones y disponen sólo del 1% de la riqueza del mundo, o sea el equivalente a US$ 133.5 mil millones.

Estos datos son del Instituto Mundial de Investigación Económica del Desarrollo, vinculado a la universidad de la ONU, que funciona en Finlandia.

Si usted tiene un patrimonio superior a US$ 60,000, sepa que forma parte del selecto club del 10% de los más ricos del mundo. Lo cual le permite tratar como colega a Bill Gates, aunque el patrimonio de éste sea el equivalente a todo lo que el Brasil tiene de reserva cambiaria: US$ 80 mil millones. Gates, sin embargo, integra también otro club, exclusivísimo: el que reúne al 1% de adultos (37 millones de personas) con un patrimonio superior a los US$ 500 mil.

Si su patrimonio es de US$ 2,300 considérese feliz, pues usted forma parte de la mitad superior de la escala mundial de la riqueza. La riqueza mundial está concentrada de tal modo en tan pocas manos que, si fuese distribuida equitativamente, a cada habitante del planeta le tocarían US$ 20,500.

Casi el 90% de la fortuna mundial pertenece a los habitantes de los Estados Unidos de América, de Canadá, de Europa, de Japón y de Australia. A pesar de que los Estados Unidos y Canadá tienen apenas el 6% de la población adulta del mundo, les corresponde el 34% del patrimonio familiar total. Casi un tercio de la riqueza del 10% de los más ricos del mundo se concentra en los Estados Unidos. No es por nada que tantos miran a aquel país al igual que las caravanas del desierto divisan un oasis en cada duna de arena…

¿Y el Brasil? Posee apenas el 1.3% de la riqueza mundial, aunque tenga el 2.8% de la población de la tierra. Aquí el 10% de los más ricos tiene un patrimonio equivalente al 1.5% del patrimonio del 10% de los más ricos del mundo. Si se hace la comparación con el 10% de los más pobres del mundo, nuestro país se queda con el 1.9% del patrimonio.

La China no figura entre los más ricos porque el patrimonio medio de su población es modesto y la distribución de los ingresos es equilibrada, según los patrones internacionales. Cuando un país se enriquece se modifica la manera en que su población mantiene su patrimonio. En las naciones emergentes, como el nuestro, los ricos prefieren tenerlo en forma de inmuebles, tierras y terrenos (¡viva el latifundio!). En los de renta media predominan el ahorro y las inversiones financieras. En los más ricos, como los Estados Unidos y el Reino Unido, las fortunas se multiplican a través de acciones e inversiones financieras sofisticadas, el dinero se mantiene en paraísos fiscales o se invierte en los países pobres, ansiosos por atraer capital extranjero. A pesar de todo, una buena noticia para los más pobres: su población está menos endeudada, no por la precaución de las personas, sino porque las instituciones financieras no acostumbran a dar créditos a quienes no tienen ni ingresos ni patrimonio.

La investigación de la ONU demuestra que estamos lejos de la justicia global. El egoísmo (yo primero, después yo y a continuación los demás) encontró en el capitalismo su cultura fértil y expansiva. Lo que es un mal pasó a ser un derecho: el de acumular riqueza en detrimento del bienestar ajeno.

¿Hasta cuándo soportarán los pobres semejante injusticia? En América Latina ya se comienza a esbozar la respuesta: con un 40% de su población condenada a la pobreza y a la miseria, los electores manifestaron este año que prefieren presidentes electoralmente comprometidos con los cambios sociales. Queda por saber si administrativamente responderán a las expectativas o preferirán romper el huevo de la serpiente. (Traducción de J.L.Burguet)

- Frei Betto es escritor, autor de “Trece cuentos diabólicos y una angelical”, entre otros libros.
https://www.alainet.org/es/articulo/119687
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