El andamiaje de la imagen verde de las constructoras

01/02/2007
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Imaginémonos un anuncio publicitario de una constructora que divulgase realmente su actividad: veríamos una fila extensísima de camiones, excavadoras, cisternas y apisonadoras circulando por una carretera hasta una zona boscosa o una dehesa o hasta lo que desde la ciudad llamamos campo, que es todo aquello que esta fuera de la ciudad. La siguiente imagen sería la de una multitud de hombres de todas las nacionalidades trabajando arduamente, durante largas jornadas, para eliminar cualquier rastro de vegetación, remover la tierra, quitarla hasta formar enormes socavones, acumularla en otro lado, cortar caminos, desviar cauces de ríos... Y, finalmente, veríamos que lo que antes eran las afueras de un municipio o la zona boscosa al pie de una montaña se han convertido en una autopista, unas vías para un tren de alta velocidad, una urbanización o un centro empresarial.

Esta imagen podría ser buena hace 50 años, en pleno paradigma desarrollista, pero ahora no. Y es que, a pesar del sambenito de alarmistas, los grupos ecologistas han conseguido poco a poco que vaya calando la preocupación por el medio ambiente y la sensación de que el modo de vida que tenemos los países del Norte está instalando al resto del mundo en una crisis ambiental muy grave, con el acuciante problema del cambio climático llevándose la palma. El problema está en que si realmente nosotras y nosotros, como habitantes de los países opulentos, actuáramos en consecuencia a estos problemas, los beneficios astronómicos de las compañías se verían muy mermados. Y, en este sentido, el mundo empresarial tiene que ingeniar una manera para que la población y los gobiernos no dejen de consumir productos, servicios e infraestructuras por estos contratiempos ambientales.

La estrategia es hacer ver a los potenciales consumidores que lo que a ellos les preocupa también les preocupa a las empresas, y que además su actividad resuelve sus preocupaciones... aunque no resuelva el problema que da lugar a esas preocupaciones.

La constructora FCC, por un lado, para cumplir con la omnipresente Responsabilidad Corporativa en relación al medio ambiente le dedica la retórica y los medios justos. Así, presenta un apartado en su página web en el que considera como uno de sus grandes retos medioambientales “la conservación de la biodiversidad, para lo cual pone en marcha todos los mecanismos de los que dispone, y evita así que sus actividades impacten irreversiblemente en los entornos en los que opera”. Esta situación se antoja bastante complicada, sobre todo si tenemos en cuenta la alteración ambiental que produce el tipo de megaproyectos en los que la constructora está embarcada: sin ir más lejos, la construcción y explotación, por un período de 30 años, de un túnel sumergido en Coatzacoalcos, en el Estado de Veracruz (México), que tendrá 1.600 m de longitud, de los que 700 estarán bajo el río. O la Autovía de San Antonio en Ibiza o la construcción de nueve tramos de vías de tren de alta velocidad en todo el Estado español. Para terminar, habla de la prioridad en el abastecimiento y saneamiento del agua y propone la privatización de este servicio -a través de su compañía Aqualia- como la forma de gestión sostenible y responsable.

Un paso más en la construcción de una máscara de preocupación ambiental es representada por Ferrovial, que ha generado un portal de internet exclusivo para la venta de imagen verde. En este caso, difunden la profesionalidad corporativa en relación al respeto del medio ambiente, ya que han sido respaldados por la principales instituciones científicas de España. Así, para sus accionistas remarcan que el Dow Jones Sustainability Index les ha seleccionado como uno de los principales referentes mundiales de compañías comprometidas en su actuación con los criterios de sostenibilidad. Para las administraciones que les proporcionan contratos millonarios, muestran su seriedad científica en el área ambiental con el proyecto Talmed, que realizan en colaboración con el Centro de Investigación sobre Desertificación (CIDE) de Valencia, el Centro de Ciencias medioambientales del CSIC y la Universidad Complutense. También promocionan su proyecto Remedinal, que tiene como objetivo la restauración ecológica, aunque nos imaginamos que los 10.000 kilómetros de nuevas autovías, los 30 aeropuertos, los 3.200 kilómetros de oleoductos y gasoductos y las 28 centrales hidroeléctricas construidas por el grupo no son precisamente un acto de respeto ambiental.

Pero el ejemplo más ilustrativo del maquillaje verde que despliegan las constructoras es el de Acciona. Su campaña publicitaria sobre la sostenibilidad arrancó con un anuncio donde se contraponían los mensajes conservacionista y desarrollista hasta la demagogia, para que la actividad de la empresa en el área de construcción y energía quedase en la situación ideal de un desarrollo sostenible compatible con el progreso económico. Una vez pasado este sonado inicio, continúan su mensaje a través de los “desafíos” que contemplan que la “emisión de CO2, calentamiento global, residuos, extinción de especies, ruido y contaminación nos acompañan cada día. ¿Queremos un mundo así? Son muchos los problemas, algunas las alternativas y numerosos los retos: inmobiliario, energías renovables, agua, transportes, residuos, biocombustibles... son sólo algunos. Existen soluciones. ¡Todo un desafío!”

Para Acciona, la solución no es construir menos, y ni pensar en apostar por una reducción del consumo energético. En una apología de la tecnología, dicen que ésta solucionará todos los problemas ambientales... y además les proporcionará un pingüe beneficio. Eso sí, mientras tanto se permite aparecer ante la opinión pública como la gran empresa sostenible, al ser líder mundial en la producción de energía eólica , pero el área de negocio que le proporcionó casi el 60% de sus ventas en 2005 fue la construcción de carreteras . Por último, en su página web muestran que la construcción consume en España más del 40% de los recursos materiales y el 33% de la energía y produce el 50% de las emisiones y deshechos, pero la solución no es dejar de construir -aunque dos millones de casas estén vacías en el país-, la solución es hacer viviendas ecoeficientes. La paradoja de esta moda verde es que se construyan casas bioclimáticas con los últimos avances tecnológicos en ahorro de recursos para una vida confortable, y que además sean utilizadas convenientemente por un banco o una compañía de seguros como fondo de inversión. Nunca habrá estado la especulación tan disfrazada de sostenibilidad ambiental.

Erika González
Observatorio de Multinacionales en América Latina
Asociación Paz con Dignidad

http://www.omal.info/www/article.php3?id_article=632
https://www.alainet.org/es/articulo/119070
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