Las ciencias sociales y el derecho a no olvidar

12/12/2006
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

Hablar de la memoria se ha vuelto un punto común de encuentro, un lugar familiar que como todas las familias, tiene miembros más cercanos y queridos y otros con los cuales necesitamos más tiempo para sentirnos cómodos y a gusto.

Hoy hablamos del “derecho a no olvidar”, pero memoria y olvido son dos caras de la misma moneda. ¿Cuál es la memoria y el olvido al que tenemos derecho? Vamos por partes y de la mano de Ireneo Funes[1], el personaje del cuento de Jorge Luis Borges que nos puede ayudar a entender algunos elementos de la “memoria”.

Ireneo Funes era un muchacho, con algunas rarezas como no darse con nadie y saber siempre la hora, como un reloj; por un golpe quedó paralítico, no se movía del catre, era un eterno prisionero. Antes del accidente había sido lo que son todos los cristianos: un ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado.

Diecinueve años había vivido como quien sueña: miraba sin ver, oía sin oír, se olvidaba de todo, de casi todo. Al caer, perdió el conocimiento; cuando lo recobró, el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, y también [recobró] las memorias más antiguas y más triviales, poco después averiguó que estaba tullido. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles. De tantos recuerdos, un día señaló: “Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras”. Funes no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. Le era muy difícil dormir, porque esto es distraerse del mundo y sospecho que no era capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.

Las características de Funes, podrían ser lo que algunos piensan que es la memoria, recordar cada hoja de cada árbol de cada monte, es decir, recordar cada detalle, cada nombre, cada persona. Pero Manuel Cruz[2], nos dice que “algunos han llegado a considerar la memoria como un mero almacén donde se guardan los recuerdos, un repectáculo neutro de nuestras experiencias pasadas. Sin embargo, la memoria debe entenderse más bien como un conjunto de práctica, a través de las cuales los sujetos van elaborando su propia biografía. La memoria no conserva ni almacena, sino que destaca, señaliza, llama la atención: de ahí el tópico de su carácter cualitativo. Es el lápiz que subraya acontecimientos, momentos, personas que nos han hecho ser quienes somos y que han hecho de nuestro mundo lo que es ahora”.


Es evidente, como dice Cruz, que la memoria destaca, resalta y con ello favorece ordenar para dar sentido, dar identidad. Esto funciona así para las personas, y también de forma social, ¿cómo funciona esta cualidad de resaltar que posee la memoria?

Para adentrarnos en este derecho a no olvidar, voy a referirme a manera de ejemplo, al conflicto armado interno en Guatemala. Se ha vuelto común hablar de los 36 años que duró el conflicto. ¿A que nos refiere esta fecha? A los inicios de los años 1960, de las cuales algunos documentos dan cuenta y pocas personas hablan. Si continuamos con la metáfora de la memoria como el resaltador, intentaremos conocer el “olvido”, aquellas regiones opacas de la memoria, sobre las que se habla poco y tal vez como el personaje de Borges antes de quedar tullido, nos demos cuenta que hemos vivido como quien sueña: miramos sin ver, oímos sin oír, nos hemos olvidado de todo, de casi todo.


Revisando los periódicos de la época es posible constatar el clima político de Guatemala a principios de los años 60. Así, estos nos muestran que una serie de bombas de poco poder destructivo estallaron en los alrededores de la Casa Crema y el Palacio Nacional creando un ambiente de zozobra en la capital[3] y estudios posteriores señalan que eran las propias autoridades quienes realizaban estas acciones. Por su parte, en los departamentos, como Retalhuleu aparecieron rótulos incitando a la rebelión, firmados por (Frente Insurreccional Nacional) FIN, incluso en la Gobernación departamental, sin que se pudiera establecer quienes eran los autores[4].

Asimismo, se señalaba y podríamos decir que se acusa en los diarios a catedráticos universitarios de Quetzaltenango, de formar parte del Partido Guatemalteco del Trabajo y de haber asistido al tercer aniversario del triunfo de la Revolución Cubana. En estos se publicaron las cartas de invitación extendidas a los dirigentes estudiantiles y de organizaciones políticas de Los Altos[5].

En enero de 1962 fue asesinado el jefe de la policía judicial, Ranulfo González Ovalle, en la entrada de su casa y para darle seguimiento al caso se nombró a Jorge Córdova Molina, jefe del Departamento de Investigaciones Especiales[6]. Este hecho, al igual que las bombas, con el transcurso del tiempo le ha sido adjudicado al presidente de entonces.


Otro hecho que destaca es la desaparición de varios líderes políticos, los cuales estuvieron detenidos en el primer cuerpo de la policía y posteriormente fueron expatriados, algunos a El Salvador y otros a Costa Rica[7]. En este clima se gestaron las jornadas de marzo y abril de 1962 y simultáneamente se señalan los primeros “brotes subversivos en Bananera[8]”, encabezados por el capitán Yon Sosa y 40 hombres más que lo acompañaban.

Una nota periodística señala que a solamente 80 kilómetros de la capital sobre la carretera al Atlántico se libró en la madrugada del 8 de febrero de 1962, un encuentro entre los rebeldes y un contingente de tropas del regimiento Mariscal Zavala, resultando muerto un soldado y varios heridos, incluyendo al comandante de las fuerzas gubernamentales.


Los vecinos de la Sierra de las Minas despertaron sorprendidos a las dos o tres de la mañana al escuchar un fuerte tiroteo. Pudieron distinguir, el tableteo de las ametralladoras, los disparos de fusiles y estallidos de granadas que hicieron "zumbar" las esquirlas en distintas direcciones[9].


Una patrulla de la tercera zona militar de Zacapa, recorrían el tramo carretero entre los departamentos de Zacapa y el Progreso. En Teculután se informó que dos patrullas del ejército habían hecho contacto con los rebeldes y que como consecuencia habían resultado ocho muertos. La refriega al parecer, fue librada en el cruce de la carretera a Cobán y la ruta al Atlántico. Se notaban en el suelo huellas de tanques militares, pero no se confirmó su existencia.


Un capitán manifestó que debido a la calidad del equipo y la rapidez del armamento que llevaban consigo los rebeldes, hicieron una rápida retirada por las estribaciones de la Sierra de las Minas que colinda con las jurisdicciones de Tulumaje, Tulumajillo y otros lugares.


Por datos recogidos se tuvo conocimiento que los componentes de la guarnición militar de la población de Morales, se unieron al grupo de rebeldes después del asalto de Bananera.


Al mando de los grupos guerrilleros se encontraban siete subtenientes del ejército y un sargento de la policía militar, todos pertenecientes al movimiento armado del 13 de noviembre de 1960. Los mencionados jefes eran los subtenientes Marco Antonio Yong Sosa, Luís Augusto Turcios Lima, Luís Trejo Esquivel, Rodolfo Chacón, Julio Bolaños San Juan, Emilio E. Zaldivar, Benedicto Ramírez Huertas, Ronaldo Pazos Rossal (muerto en acción) y el sargento de la policía militar Antonio García López.


En esa misma fecha, los reporteros pudieron contemplar a pocos kilómetros de la capital, movimiento de pequeñas patrullas armadas del ejército y tanques, las cuales coparon los lugares adyacentes y la aviación hacía infinidad de vuelos de reconocimiento.


En El Progreso, vecinos de la población, refirieron que campesinos de las estribaciones de la sierra de Las Minas y del cauce del Motagua aseguraron a las autoridades que los rebeldes se encontraban perfectamente armados.


Lo amplio del terreno dio oportunidad a los rebeldes a dirigirse en direcciones caprichosas. Los nativos del lugar dicen que bien podía pasarse para Cobán, para Zacapa o Guatemala. Por ello los aviones de la FAG no descansaron tratando de encontrar un rastro que los lleve a la localización del grupo rebelde.

Un año después en 1963[10], en un informe gubernamental se lee que habían estallado 685 bombas en diferentes lugares de la capital y los enfrentamientos continuaban en el oriente del país. El ejercito de Guatemala implementó una ataque con unidades de tierra y aire en el Cerro el Granadillo a 25 Km. al noroeste de la ciudad de Zacapa, los miembros de la brigada militar capitán general Rafael Carrera, con el apoyo de unidades de la fuerza aérea guatemalteca, atacaron a la fuerza guerrillera, que había sido localizada en el lugar mencionado.


Al mismo tiempo se hizo saber que el mando del ejército estaba dispuesto a reprimir con la misma drasticidad cualquier acto similar que tendiera a alterar el orden público y la seguridad del país en cualquier lugar de la republica.

Esta es una pequeña muestra de lo que los diarios de la época reseñaron, no es todo lo escrito, ni quiso serlo, sólo queríamos provocar, alterar ese “dulce” espacio que nos promete el “olvido”.

Por su parte, algunas mujeres de Zacapa y Chiquimula compartieron sus vivencias de infancia y sus reflexiones de adultas sobre la época en cuestión. Las imágenes empiezan a fluir con filas de gente vestida de verde que dormían donde mi mamá y le pedían comida.  Ellos estaban en contra de las autoridades, del gobierno.  Desde mi pueblo era fácil huir para la Sierra de las Minas. Los que estaban con la guerrilla era gente conocida y gente sería, todos eran muy educados. Siembre iban de noche, nunca de día, todo era a oscuras porque en el pueblo no había luz eléctrica, sólo se veía claro en las noches de luna. Ellos hicieron varias reuniones en la aldea y le entregaron armas a la gente que se les unió. Después llegó el ejército y armó a todo el pueblo en contra de la guerrilla. Aparecieron muertas las seis personas del pueblo que se habían unido a la guerrilla, el ejército los mató. Ya después, Arana fue el comandante de la base Rafael Carrera, y allí la cosa cambió para peor.

De esto casi no se habla, ni en la casa, ni con la familia. Fueron tantas las penas que pasaron y tanto lo que sucedió que la gente se olvidó. Yo creo que cuando las cosas son tan tristes, la gente no quiere recordarse de nada.

Por su parte, algunos simpatizantes y otros, miembros de organizaciones guerrilleras, a quienes se les preguntó, qué se decía en su organización sobre el conflicto armado en Oriente, señalaron que: No recuerdan que se haya dicho mucho. Lo poco que se decía es sobre los sobrevivientes de esa época, contaban anécdotas.


Algunos señalaron ciertas razones para que “floreciera el silencio”, El movimiento 13 de noviembre quienes lo habían encabezado eran Turcios, Sosa y Trejo y el principal pecado era ser militares formados en la escuela de las Américas. Sin embargo admiraban a  Yon Sosa y Turcios  como personas pero no como parte del movimiento. En general dentro de la organización no se hablaba de eso.

Hay una relación compleja, nadie se siente heredero de la guerrilla de Oriente porque fue una derrota táctica de la guerrilla, luego porque habían posiciones ideológicas encontradas de cómo impulsar la lucha, si por la teoría de focos guerrilleros o de masa, pero también hay aprendizajes, se revisan errores y a partir de allí se define otra forma de operar. Más que en el Oriente del país, nuestro origen se reconocía en la Revolución de Octubre 44.

Como decíamos al principio, no se trata, como Funes de recordar cada hoja de cada árbol de cada monte, sino de asomarnos a la opacidad de la memoria y ampliar el derecho a no olvidar con lo vivido y apenas señalado en la región del Oriente del país.

¿Qué nos dicen estos olvidos y silencios?  ¿Cómo se produce un vacío tan profundo de una coyuntura que evocando las noticias parecía imposible esconder?  ¿Por qué nos vinculamos con ciertos acontecimientos y los asociamos con nuestro origen?

Hemos dicho que la memoria destaca, señaliza, subraya momentos del pasado, olvida y silencia, pero ¿Cómo? ¿A partir de qué? ¿Por qué ciertas memorias tienen éxito y la gente se adhiere a ellas, aunque no respeten la realidad del pasado? ¿Cómo se configuran los referentes con los cuales  rememoramos e incluso inventamos? ¿Son individuales? ¿Son colectivos? ¿Cuál es el papel de la sociedad?


La memoria es individual, pero está inmersa en un contexto social y siempre es reconfigurada por él.  Maurice Halbwachs insistió en la articulación que existe entre el individuo, el grupo y lo social en la memoria. Para dicho autor la memoria individual esta sustentada en los marcos sociales de la memoria colectiva. Es decir, la memoria de un individuo puede entenderse como una reconstrucción del pasado a partir de los marcos sociales presentes en su grupo, a partir de lo que tiene sentido para el grupo en la actualidad. La noción de marcos sociales, planteada por Halbwachs, hace referencia al medio social, los apoyos o “clavos” que permiten fijar los recuerdos (imágenes, mitos, lugares, formas de reflexionar, lenguaje). A los sistemas de lógica, de sentido, sistemas cronológicos (calendarios) y  topográficos (lugares de memoria, organización espacial) que constituyen una especie de sistema general del pasado que organiza los recuerdos y los olvidos. No se trata de simples puntos de referencia en el tiempo y el espacio, sino de un conjunto de significaciones que son sociales y que están ligadas a la actividad de un grupo.[11]


Halbwachs consideraba que los grupos sociales eran determinantes en la definición de lo que es ‘memorable’ y de lo que no lo es. El autor asignaba un rol preponderante a  la identidad social y grupal por sobre la memoria, así como al colectivo sobre el individuo, aunque sus planteamientos fueron después muy discutidos,  su gran aporte fue el haber establecido el vínculo constitutivo entre memoria individual y memoria colectiva, así como el papel de la memoria en la constitución del orden social y la solidaridad.[12]  Sin embargo dejo abierta la interrogante sobre cómo estos marcos colectivos son configurados y transmitidos.


Para visualizar algunos de estos elementos nos pareció interesante y útil recurrir a algunos ejemplos o casos sobre como ha funcionado la memoria en otras sociedades. Originalmente pensábamos compartir con ustedes tres ejemplos contemporáneos sobre aspectos políticos de la configuración y disputa por la memoria, un caso en Rusia, otro en Burkina Faso (África) y uno en Oaxaca (México). Finalmente decimos retomar solamente el análisis elaborado por María Ferretti[13] sobre los diferentes momentos memoriales impulsados por el gobierno y grupos de poder rusos a partir de la Perestroika[14] hasta la actualidad, Nos pareció que dicho análisis destaca con bastante claridad varios de los elementos que están en juego en las formas como evocamos el pasado. Entrando al caso, la autora identifica tres grandes momentos memoriales a partir de la Perestroika.

El primero es el de la Perestroika (1987-1989), cuando al limitarse la política de censura soviética, se hizo posible un discurso sobre el pasado que retomaba las experiencias más dolorosas de la historia de Rusia en el siglo XX (el estalinismo). En ese momento hubo una especie de despertar de la memoria, en el que las personas se reunían para hablar y relatar sus experiencias espontáneamente. Una de las características de este momento, según Ferretti, fue que la sociedad, el país en su conjunto, se asumió como responsable de lo sucedido y lo importante con esto fue que la colectividad se planteo como sujeto de la historia.  En el seno de la historia oficial soviética había predominado la idea de que todo lo sucedido después de la Revolución de Octubre dependía de las leyes de la Historia y no de la acción humana. Con la nueva perspectiva se transmitía más bien un mensaje afirmando que lo ocurrido no correspondía a un devenir inevitable fuera del alcance del hombre, sino que hubieron alternativas y se tomaron decisiones. Esto a criterio de Ferretti fue esencial para la constitución del ciudadano como un sujeto político y el renacimiento la política.

El segundo momento estuvo marcado por una crítica radical a la Revolución de Octubre, se dijo que ésta había sido realizada por un minúsculo grupo procedente del exterior, los bolcheviques, y con ello el discurso sobre las responsabilidades colectivas de lo ocurrido fue desplazado por una imagen de Rusia como la gran victima. Se estableció una relación causal entre los bolcheviques y el estalinismo, volviendo la idea de que lo ocurrido era inevitable porque respondía a las leyes de la Historia. La Unión Soviética fue identificada como un horrible paréntesis en la historia de Rusia y se elaboró una  imagen  idealizada de la Rusia pre-revolucionaria, presentándola como una sociedad próspera destinada a un camino de grandeza. Esta imagen del pasado ofrecía también una visión del futuro en el contexto de una grave crisis económica y de desmoronamiento del socialismo en toda  Europa del Este. Y tuvo éxito porque permitió reemplazar el pasado verdadero que era causa de dolor.  Además  permitió a los grupos ligados a Yeltsin crear consentimiento y adhesión alrededor suyo, al plantear a Yeltsin, como el heredero de la tradición de Rusia pre-revolucionaria, como la promesa del regreso a ese “gran país”.

Sin embargo la política económica de Yeltsin llevó a una nueva crisis económica en 1993 y con ello la imagen mítica de Rusia pre-revolucionaria como promesa de un futuro de bienestar, perdió su poder de movilización, dando lugar a la nostalgia del periodo comunista. Entonces surge el tercer momento memorial, cuando el poder político trató de recuperar desde un nuevo ángulo el uso político del pasado, reconfigurando una imagen nacionalista que cohesionara, basada en la diferenciación y oposición respecto al Occidente e incorporando fragmentos desarticulados del periodo soviético.

Esta tendencia se fortaleció con la llegada de Putin al poder estatal, quien consolidó el reestablecimiento de estos marcos de memoria, pero con una dirección claramente definida. Se plantea que la educación debe centrarse en la transmisión de una historia que promueva un espíritu patriótico y nacionalista, y se impulsó una política de control de los manuales escolares colocándolos bajo el control de la Academia de Ciencias y del Instituto de Historia Rusa. Este último fue reconstituido como un nuevo núcleo ideológico, desde el que se promueve una historia oficial en la que se presenta a Rusia como un país con un destino particular, distinguiéndola de occidente. A partir de  estos marcos se ha reelaborado la memoria de eventos fundamentales de la historia Rusa, como por ejemplo su interpretación particular sobre la Segunda Guerra Mundial en la que se enfatiza en la memoria de la gran potencia vencedora. Desde estos marcos se justifica también la guerra con Tchechenia.

Este caso nos ayuda a visualizar como la evocación del pasado, es elaborada y promovida desde el estado y grupos con poder político. Mediante  este uso de la memoria y la historia el poder promueve la construcción de una identidad y un consenso en torno suyo, para ello  silencia y/o bloquea la reflexión acerca de las experiencias dolorosas que lo constituyen.  Levanta la reflexión sobre el tipo de memoria, y de historia, que son necesarias para construir la democracia, dejando entrever que ello supone  una memoria en la que nos reconozcamos nosotros como sujetos.

A diferencia de este ejemplo sobre Rusia, los otros casos que queríamos desarrollar aquí (Burkina Faso y Oaxaca) resaltan la vitalidad que los grupos sociales ponen a la reconstrucción y polémica sobre el pasado. E insisten en el papel que la evocación del  pasado cumple en las disputas por el poder y las batallas por derechos sociales y económicos. También muestran el papel que la memoria puede desempeñar  en la revitalización y resguardo de la identidad colectiva de grupos sociales, en conservar y recrear los sentidos comunes.


En este punto y para finalizar nuestra exposición, queremos más bien amarrar algunas ideas y señalar  algunos de los elementos que están en juego en la memoria y en la historia, ya que a través de ambas las sociedades nos relacionamos con nuestros pasados.

El primero de ellos es, que tanto la memoria como la historia son inseparables del presente y de nuestras preocupaciones en él, las experiencias y eventos que recordamos han sido resignificados, reproblematizados, olvidados y silenciados según el contexto social, las necesidades y las estrategias en el presente (los marcos de memoria que nuestro grupo y nuestra sociedad imponen). Parece que en Guatemala una de las estrategias más comunes para lidiar con el pasado ha sido el silencio (el impuesto y el asumido).

Otro elemento muy importante es que la memoria y la historia producen y transmiten una imagen acerca de nosotros mismos: veíamos la oposición entre victima y sujeto (que nos es tan familiar en Guatemala). En este sentido, la memoria no es solo un asunto de reconstrucción u evocación de hechos y datos, sino que es principalmente un asunto de conformación y transmisión de valores y formas de actuar.


Memoria e historia producen y transmiten una imagen de nuestras posibilidades en el presente y en el futuro: retomo el ejemplo de la oposición entre acción humana y ley de la historia de la que hablaba Ferretti. Esta oposición nos ayuda a ver que en la memoria esta en juego la existencia de relatos del devenir social que reconocen las posibilidades de elegir entre diferentes caminos, las alternativas, relatos que dan cuenta de las múltiples voces. O la construcción de un meta-relato que elimina a las personas, la política, las encrucijadas y las otras posibilidades, que se impone como el único futuro posible. A través de nuestra representación del pasado transmitimos una visión del devenir social, un sentido de la historia, que incide en las posibilidades que le damos al presente y al futuro. Cómo diría Cruz, también podríamos preguntarnos, desde nuestra visión de futuro ¿hacia dónde va el pasado?


La historia como proceso social (no como narración del mismo) siempre ha implicado disputas sociales, relaciones y conflictos por el poder. Los resultados de estos conflictos marcan las narraciones que se elaboran del proceso social. Las desigualdades en el ejercicio del  poder en el proceso socio histórico quedan reflejadas en su narración, en el significado que se establece de los eventos históricos.[15] Lo que queremos decir con esto es que solo viendo, contrastando e interrelacionando la variedad de versiones, las diferencias entre ellas, podemos entender el proceso socio-histórico del que dan cuenta, sus implicaciones presentes y sacar aprendizajes del mismo.


Lo que hablamos acerca de las memorias y silencios del conflicto armado en el Oriente de Guatemala es solo un ejemplo de los múltiples vacíos que forman nuestra memoria, que nos interpelan a quienes “trabajamos con el pasado” acerca de lo que dejamos atrás y  lo que retomamos de nuestro pasado.
Cabe  preguntarnos ¿Qué papel jugamos quienes investigamos la historia, quienes nos dedicamos a la sociología, a la antropología, en la conformación de la memoria? ¿Qué tipo de memoria favorecemos? Una memoria que se impone como la única interpretación del pasado. O una memoria basada en el silencio y encubrimiento del pasado. O una memoria que pone en evidencia el conflicto entre las diferentes interpretaciones que siempre surgen de un evento, que trata de asumir el pasado en su complejidad y sus contradicciones. Es lo que P. Ricoeur llamo el trabajo de memoria, una tarea frente al olvido[16]

Con estas reflexiones queremos reconocer el desafío de participar en la formación de memorias que  permitan vernos críticamente como colectivos y como individuos, que nos ayuden a aprender de nuestro pasado y de los caminos optados, y poder situarnos en el presente a partir de estos aprendizajes.OO

- Lizeth Jiménez y María Victoria García, investigadoras del Área de Estudio sobre Historia Local, Ponencia presentada en el X Congreso Centroamericano y I Congreso Nacional de Sociología. Octubre 2006 (http://www.clacso.org.ar/avancso/MVGLJ)



[1] http://www.zap.cl/cuentos/cuento 158.html. Octubre 2006.
[2] Cruz, Manuel. Hacia dónde va el pasado. Barcelona, 2000.
[3] Prensa Libre. 8 de enero 1962. Página 9
[4] Prensa Libre. 18 de enero de 1962. Página 2.
[5] Prensa Libre. 29 de enero de 1962. Segunda sección.
[6] Prensa Libre. 25 de enero de 1962. Página 8
[7] Prensa Libre. 29 de enero de 1962. Página 3
[8] Prensa Libre. 7 de febrero 1962. Segunda sección, página 2
[9] Prensa Libre. 8 de febrero de 1962. Página 2
[10] Prensa Libre. 9 de marzo de 1963. Página 2
[11] Gérard Namer “Postface”, en Maurice Halbwachs [1925] Les cadres sociaux de la mémoire. Albin Michel, Paris 1994
[12] Barbara Mistral. Theories of social remembering. Open University Press, England 2003 págs. 50-56
[13] Aquí presentamos una síntesis de la ponencia: FERRETTI, Maria. Histoire et mémoire en Russie depuis la Perestroïka à aujourd'hui politiques de la mémoire et quête d'identité. Http://www.anamnesis.fl.ulaval.ca/andromeda/ (Séminaire Mémoires historiques d’ici et d’ailleurs Université de Laval/EHESS/   ) Octubre 2005
[14] Reforma política de la antigua Unión Soviética impulsada por Gorbachov a partir de 1987.
[15] Michel-Roplh Trouillot Silencing thePpast. Power and the Production of History. Beacon Press, Boston 1995
[16] P. Ricoeur. La lectura del tiempo pasado : memoria y olvido. UAM Ediciones, España 1999 pág. 101 - 115

https://www.alainet.org/es/articulo/118665?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS