Reforma agraria o violencia

07/08/2006
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El país no anda bien. En el campo hay desocupación y hambre. Decenas de millares de familias campesinas están desocupadas y no tienen qué comer. En el Occidente, en el Sur y el Oriente es donde la situación es más crítica. Varias son las causas de este fenómeno. Una de ellas es el acelerado crecimiento de la población. Otra, la mala distribución de la tierra. Otra, la pésima distribución del ingreso. Si esta situación persiste la violencia inevitablemente se desatará entre nosotros. La única manera de esquivar este desenlace es ejecutando la Reforma Agraria. Quien piense que el orden de cosas prevaleciente se puede mantener en forma indefinida está equivocado. El hambre y el desempleo son dos fuentes seguras de la desesperación. Además, sin un cambio radical en la tenencia de la tierra Honduras no podrá despegar hacia el desarrollo. De la creciente producción agrícola es de donde podemos obtener los recursos que nos faltan para mejorar nuestras condiciones de vida. Ni los préstamos, ni las donaciones, ni la cooperación internacional pueden hacer que nuestro país cambie si no modernizamos el sector agrícola. Los Estados Unidos nos pueden regalar todo el oro con que cuentan. Europa nos puede suministrar cuanto nos falta en este o en el otro campo. La banca internacional nos puede hacer las facilidades que le solicitemos. Pero si no incorporamos, en forma sostenida y creciente, la tierra a la producción, no habremos asegurado nuestro porvenir. ¿Que no es fácil hacer aquella Reforma? Nadie lo ignora. Pero eso no quiere decir que no hay que realizarla. Los terratenientes han sido protegidos durante toda la historia. Para favorecerlos se ha convertido hasta en fetiche el derecho de propiedad y se ha pervertido el respectivo Registro. Pero nada social y productivamente provechoso han hecho con sus heredades. No advirtieron que desde siempre Honduras más que de propietarios está necesitada de productores. Pasaron por alto que la demanda de bienes y servicios crecería con el aumento de la población y que esta necesidad sólo podría satisfacerse aumentando la producción y la productividad. Por esta inadvertencia es que el país no anda bien y que en el campo hay hambre y desempleo. Quien quiera, pues, evitarle males mayores a nuestra Patria, tiene que llevar a la práctica la Reforma Agraria. De otra manera la violencia será inevitable y el país permanecerá atrapado por el subdesarrollo, la violencia y la dependencia. Lo anterior lo hemos dicho en más de una oportunidad y lo repetimos ahora para que la sangre no ocupe el lugar del sudor honrado de nuestros campesinos ni del trabajo honrado de los millones de necesitados que mal viven en nuestras ciudades, pueblos, aldeas y caseríos. Fuente: Diario La Tribuna 26 de Julio de 2006 http://www.latribuna.hn/105049.html
https://www.alainet.org/es/articulo/116480

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