Del genocidio alimentario a la esperanza

11/06/2004
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Permítanme explicarles un par de usos que se les están dando a los pesticidas. Ambos casos corresponden al uso del mismo pesticida propiedad de la empresa Monsanto, que seguramente conocen por la contaminación trasngénica del maíz criollo en estas tierras.. A finales del año 2000 se puso en marcha el Plan Colombia, que con una fuerte financiación de Estados Unidos, dicen que busca la pacificación en Colombia. Aunque en la práctica, sus prioridades son combatir la insurgencia de los grupos guerrilleros y erradicar los cultivos de coca, dejando en segundo término, el verdadero germen del conflicto: las desigualdades sociales de ese país. Al sistema utilizado para la erradicación del cultivo de coca no se le puede clasificar como muy delicado. Las gentes de las zonas afectadas hablaron de fumigaciones diarias con avionetas, desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, con un veneno llamado Roundup que contiene principalmente glisofato, el pesticida al que hacía referencia, propiedad de la corporación estadounidense Monsanto. Mientras que en los Estados Unidos o Europa se aconseja el uso del Roundup en concentración a uno por ciento, por vía terrestre, sobre malezas, con equipo de protección y con viento en calma, en Colombia y Ecuador se usa en concentraciones a 26 por ciento y por vía aérea, sin importar las condiciones meteorológicas y, por supuesto, sin protección.. Los datos sobre las consecuencias en las familias de estas zonas son claros. Según estudios de Acción Ecológica de Ecuador, ciento por ciento de la población ubicada a cinco kilómetros de las zonas de las fumigaciones han visto dañada su salud. Fiebre, diarrea, cefaleas y dermatitis son algunas de las consecuencias de las fumigaciones. Además un reciente estudio del médico Adolfo Maldonado confirma que el total de las 47 mujeres estudiadas presentan lesiones genéticas en 36 por ciento de sus células, con el riesgo que eso les puede suponer. Las economías de estas familias también salen mal paradas: se destruyen sus cultivos de subsistencia y mueren muchos de sus animales de granja. Quizás la previsión del economista Mailer Mattié va bien encaminada: "en estas tierras, probablemente, lo único que podrá cultivarse en adelante serán las semillas transgénicas de Monsanto, resistentes, como se sabe, al glisofato.". El glisofato es el veneno más vendido en el mundo y lo encontramos también como destacado protagonista en el modelo de república monoexportadora de forrajes transgénicos impuesto en Argentina. A principios de los años 90, y sin cesar hasta hoy en día, millones de hectáreas fértiles y diversificadas de la agricultura Argentina se han convertido en campos de cultivo de la Soya Roundup Ready, un cultivo genéticamente modificado de Monsanto al que se le ha introducido resistencia al glisofato. Las consecuencias las describe de forma clara el representante del Grupo de Reflexión Rural de Argentina (GRRA) Jorge Eduardo Rulli: "Inmensos territorios vaciados de sus poblaciones rurales, cientos de pueblos en estado de extinción, cuatrocientos mil pequeños productores arruinados y muchos más endeudados con los bancos debido a la incorporación de nuevos paquetes tecnológicos con gran dependencia de los insumos, semillas, herbicidas de Monsanto y carísimas maquinarias de siembra directa. (...) a la vez que hicieron posible la mayor transferencia de tierras de la historia del país. La concentración de campos y la expulsión de poblaciones sintetizan así el modelo neocolonial impuesto por el proceso globalizador". También muchos de nosotros -sin ser espectadores de excepción como Rulli- pudimos ver por televisión escenas del drama alimentario argentino a finales de 2001. Menos conocida es la reacción asistencialista promovida entonces y conocida como el programa "Soya Solidaria". Plan que se basaba en la donación por parte de los megaproductores de un kilo de soya por tonelada exportada, proponiendo nutrir a la población con esta leguminosa destinada al engorde de cerdos en Europa de manera que se remplazaba la alimentación tradicional, inexistente o inalcanzable para los bolsillos de los exagricultores reconvertidos en pobres de barriadas periféricas. Según el GRRA, más de dos tercios de la población infantil argentina sufre de anemias y carencias de hierro, debido a que muchos niños son alimentados con las mal denominadas leches de soya, que carecen de calcio y de hierro y que además inhíben la asimilación de estos dos nutrientes provenientes de otros alimentos.. Estamos acostumbrados a entender las crisis económicas originadas desde los conflictos bélicos como en la Colombia de las guerrillas y el narcotráfico, o en la Argentina de los años de la dictadura militar o de alta corrupción financiera, pero quizás deberíamos contemplar ahora este capítulo de desestructuración familiar y de crisis social y medioambiental desde la perspectiva de una nueva forma de terrorismo, el "agroterrorismo". Igual dice el profesor V.M. Toledo, uno de los defensores de la agroecología como alternativa al modelo agrobusiness actual: "con muy pocas excepciones, la pretendida modernización se ha convertido para las áreas rurales del mundo en un acontecimiento ecológico y culturalmente distorsionador, puesto que los recursos naturales y las comunidades campesinas han tendido a ser destruidos y remplazados por formas modernas de producción basadas en costes ecológicos, en especialización espacial, productiva y humana, y una producción exclusivamente orientada al mercado" que como vemos en Colombia, Argentina y otros rincones del mundo sólo ensancha la franja de la exclusión.. Si comparten conmigo estos argumentos coincidirán en que poner en el centro de las luchas sociales la recuperación de la soberanía alimentaria de los pueblos, es decir su capacidad de producir y abastecerse con sus propios, característicos y variados alimentos, es altamente subversivo. Es apuntar a uno de los elementos claves de esta globalización capitalista. Apoyar, por ejemplo, tantas iniciativas existentes que hay en marcha en contra de la imposición de las semillas transgénicas es apuntar al talón de Aquiles del buque insignia del capitalismo salvaje. Si se modificaran los modelos agrícolas extensivos y de exportación basados en los paradigmas de la Revolución Verde y de la Revolución Biotecnológica que controlan un puñado de trasnacionales, la humanidad podría mirar hacia delante con más esperanza.. *Gustavo Duch es Director de Veterinarios sin Fronteras-España La Jornada México D.F. Sábado 12 de junio de 2004.
https://www.alainet.org/es/articulo/110149

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