Otra ALCA es posible

05/09/2002
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En estos días, hasta el 7 de septiembre, los brasileños pueden ejercer su ciudadanía, como pocas veces antes, votando, en un plebiscito popular contra el Tratado del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), formulado e implementado por los Estados Unidos de Norteamérica. No se trata de estar simplemente en contra del ALCA sino contra ese tipo de ALCA que se quiere imponer a las Américas. Y ese tipo está sufriendo duras críticas por parte de los grupos más conscientes y éticos de nuestro país, como también de Canadá y de los Estados Unidos, involucrando a las respectivas conferencias de obispos, como la nuestra de Brasil. Solamente un ciego "Erenildo idiota" puede imaginar que se trata de “un ilusionismo fronterizo de mala fe”. Se trata, al contrario, de discutir el contenido que queremos para la inevitable continentalización de las tres Américas, paso necesario para la globalización solidaria de los pueblos dentro de la única Casa Común, la Tierra; globalización entendida positivamente como un nivel más alto de la historia de Gaia y de la propia humanidad. Esa continentalización a través del ALCA quiere ser hecha por el camino más peligroso y perverso que podemos escoger, por el camino del comercio capitalista. Quiere decir, la mercancía, la empresa y el mercado están en el centro. No está en el centro los pueblos, las riquezas no comercializables como las culturas, las grandes tradiciones y sabidurías de nuestros pueblos originarios, la belleza y fecundidad de nuestros ecosistemas, la solidaridad, el altruismo, el respeto a las diferencias y el aprecio a las complementariedades. Basta leer el texto base del Tratado del ALCA para darse cuenta de que estas realidades, substancia humanística, espiritual y ética necesaria para cualquier integración de los pueblos, están totalmente ausentes. Hay nueve grupos que negocian en las diferentes áreas. No existe ningún grupo que estudie los derechos humanos, ningún grupo que se ocupe del trabajo, ningún grupo que considere el medio ambiente. El único ser libre es la mercancía y la inversión. Estas pueden circular como y hacia donde quieran, los ciudadanos no, ellos están confinados a su propio país. Protección total a las inversiones y no a la vida de los ciudadanos y de la naturaleza. Se asume al píe de la letra el capítulo 11 del TLCAN que concede derechos y privilegios a las inversiones, limitando la soberanía de los Estados, incluso cuando intervienen ante perjuicios en la salud pública y daños al medio ambiente. En tales casos, las empresas pueden exigir indemnización por "pérdida de ganancias". Eso es simplemente el fin, la muerte de cualquier sentido de humanidad en nombre de la ganancia material y privada. Al ser aprobada el Tratado del ALCA, como dicen analistas serios, como el brasileño Marcos Arruda y la norteamericana Sarah Anderson, se configurará "la perpetuación de la condición de periferia del sistema hemisférico y de subordinación total de los países y de los pueblos a los intereses de la potencia estadounidense". En nombre de una ética mínima, sin la cual la vida no tiene más sentido, es importante votar NO a ese tipo de ALCA. Otro ALCA es posible, Y ese queremos. Leonardo Boff es teólogo brasileño.
https://www.alainet.org/es/articulo/106342
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