La creatividad colectiva

Argentina: Un mes de ebullición

19/01/2002
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
El estado de honda conmoción y amplia movilización social que viven desde hace un mes los argentinos, está provocando el nacimiento de nuevas prácticas sociales, ancladas en la participación y la responsabilidad, y alientan el surgimiento de nuevos imaginarios. "Creo, cada vez más, que lo que debemos esperar de la política son éxtasis, momentos de gracia, de comunión, de comunicación, de confraternización, momentos fugaces y sublimes como los grandes momentos de amor, y que son los únicos que dan vida a nuestra vida al embriagarla", sostiene Edgar Morin en su autobiográfico Mis Demonios, al recapitular su experiencia militante. Recordaba así los momentos más intensos, aquellos que vivió durante la Liberación de París, el Mayo del 68 y en la Revolución de los Claveles en Lisboa, que describió como "momentos de ruptura de cadenas y coacciones, de liberación y de fiesta, de alegría colectiva". Esta visión más laica y terrenal de la política, la coloca junto a otras actividades que, como el deporte y la música, consiguen romper las cadenas de la rutina y abren espacios de honda comunión humana. Se producen así, en algunas ocasiones, en tribunas y conciertos, momentos que resultan inolvidables para quienes los vivieron, capaces de instalarse en la memoria y de agigantarse con el paso del tiempo, justamente por la profundidad de la vivencia. Por el contrario, la élite de los partidos consiguió erradicar la pasión de la política, temerosa de que produzca desbordes, pero sobre todo con el secreto afán de reservar esa actividad en manos de una ínfima minoría que se perpetúa en una posición de, y para, los privilegios. Un largo e intenso mes Algo similar a lo que describe Morin parece estar sucediendo en amplios sectores de la sociedad argentina desde la noche del 19 de diciembre, cuando se produjo el primer cacerolazo en respuesta al estado de sitio. Hace justo un mes. Si conseguimos saltar el silencio de los grandes medios, empeñados cada vez más en mostrar sólo lo inocultable, aparece una sociedad en ebullición. Para ello habrá que acercarse a sitios en internet, recién creados, como www.elcacerolazo.org o www.todosjuntos.foros.org, dejar que hablen los que participan en las miles de asamblea que se suceden en todos los barrios, darle la palabra a los motoqueros y, muy en particular, escuchar a los jóvenes y a las mujeres. Un mes después, aquella brutal irrupción de una parte de la sociedad civil parece ir tomando forma. Aunque la participación sigue siendo muy alta, los diferentes espacios comienzan a estabilizarse y articularse. El domingo 13 de enero, se realizó en el Parque Centenario de Buenos Aires el primer encuentro de asambleas barriales. Asistieron unas mil personas que representaban a 25 asambleas, aunque seguramente existen muchas más. Discutieron durante horas al aire libre, sin una "mesa" que dirigiera los debates, sin "orden del día" ni estrados. O sea, sin dirigentes. Sin embargo, se escucharon todos, todos pudieron decir lo que querían, hasta que la lluvia disolvió a los asistentes, que se autoconvocaron para el próximo domingo. Vale la pena echar una mirada a este movimiento. Más que el qué, importa el cómo. Más que las conclusiones o resoluciones, el camino que recorrieron, los pasos que van dando. Lo primero, constatar que nadie los convocó. Se autoconvocaron mediante el "boca a boca", un modo popular de comunicación que exige un cuerpo a cuerpo al que nuestras sociedades están desacostumbradas. Luego constatar que, aunque no existe un patrón común, la mayoría de las asambleas se gestaron a partir de los tres grandes cacerolazos, pero sobre todo luego del primero. ¿Cómo? Como comienzan todos los caceroleos: un vecino empieza a golpear, lo siguen otros y luego otros. Salen primero a las ventanas y balcones; al rato bajan a la calle, siempre de noche, y allí permanecen horas, algunos hasta el amanecer, casi todos hasta las dos o las tres de la madrugada. En general, son tantos que cortan la calle, cantan y bailan. Una periodista de Página 12 asegura que el tono es carnavalesco. Hay quien dice que durante el día la gente hace vida normal, pero durante la noche se vincula con los vecinos. O sea, no encendieron el televisor. Incluso durante el día, muchos vecinos se juntan en las esquinas y hablan, hablan y hablan. Algunas asambleas se realizan durante los cortes de calle; otras empiezan a ser programadas y convocadas por los propios vecinos que están caceroleando o cortando. Lo cierto es que los vecinos se descubren y autodescubren. Allí, en conjunto, son otros. Kelly Pereyra, una psicopedagoga uruguaya con casi treinta años en Buenos Aires, escribe: "La gente descubrió el valor del otro. Nadie puede pelear por alguien que no valora. Nuevamente vemos escenas como la de un joven dándole el asiento a un anciano, hablar con cualquiera en cualquier lado; ya no se piensa que todos tenemos la culpa de todo, sino que se comienzan a asumir responsabilidades". Al parecer, la ruptura de la rutina, juntarse, hablarse, comunicarse, se convierte en un poderoso imán. Es la derrota del aislamiento. La catarsis La pueblada en Casilda, el martes 15, puso en evidencia que con el correr de los días la gente sigue estando muy enojada, quizá más, pero afina la puntería. Los miles de productores rurales arruinados, los jóvenes y las familias enteras que salieron a la calle, un tercio exacto de la población local, tenían claro que el "enemigo" son los bancos y las empresas privatizadas. Por la tarde, luego de la destrucción de las sedes bancarias y de algunos cajeros automáticos, una señora decía ante las cámaras que habían sido muy cuidadosos de no destrozar ningún negocio pequeño o mediano. En Jujuy sucedió algo similar, y así hasta en más de 40 ciudades de todo el país. Pero lo más significativo es lo que sucede a escala micro, ya que refleja más acertadamente los cambios que se están produciendo en la vida cotidiana, en los corazones, los sueños y las cabezas de unos cuantos argentinos. En la gran asamblea de coordinación del Parque Centenario, los vecinos de la asamblea de Villa del Parque pidieron que los delegados que se elijan duren un tiempo en su cargo y sean revocables "para no tener los mismos hábitos de los políticos actuales". Un vecino de la asamblea de Urquiza dijo que "como nadie nos representa somos nosotros los que tenemos que generar una organización distinta para controlar". Otros dijeron que no aceptaban la intromisión de partidos, porque "se busca la conciencia, no el poder". Pero es a través de las propuestas que llevaron las asambleas barriales o las que formularon allí los vecinos, como se puede vislumbrar mejor el carácter de este movimiento, ya que la falta de filtros organizativos permitió la expresión libre de eso que, erróneamente, se llama "la base". De forma muy resumida: - "Hablar del miedo que genera esta situación. Elaborarlo con los vecinos para ir perdiéndolo". - "Hacer compras comunitarias". - "Hacer carteleras en las esquinas denunciando a los comercios que aumentan precios y señalando dónde se consiguen mejores precios. Usar las carteleras como alternativas a los medios de comunicación". - "Escrachar a los bancos de cada barrio pegando volantes". - "Exigir que el impuesto a las petroleras no vaya a los bancos sino a los desocupados". - "Difundir caras y direcciones de funcionarios, jueces y legisladores para comenzar a controlarlos". - "Establecer mecanismos para que las asambleas barriales den mandato revocable a sus representantes y que éste no sea renovable. La idea es horizontalizar todo lo que se pueda y prevenir acuerdos a espaldas del pueblo". - "Realización de acciones pacíficas para no hacer el caldo gordo a los infiltrados". Fugacidad Sabemos, por mil experiencias, que momentos fermentales, de "embriaguez", como el actual en Argentina, no pueden durar en el tiempo. De ahí que Morin conceda que se trata de "momentos fugaces", pero capaces de darle un sentido a nuestra vida. Ciertamente, la situación es dramática. Pero, ¿qué otra cosa que un drama existencial es capaz hoy de sacar al ser humano de la rutina de la privatización de su existencia? Seguramente, harán falta situaciones extremas para que dejemos de hacer zapping como sonámbulos frente al televisor o de lanzarnos como animales encima de las ofertas de los supermercados. En Hecho y por hacer, Cornelius Castoriadis sostenía que una sociedad autónoma sólo puede instaurarse mediante la actividad autónoma de una colectividad. Pero eso supone que "la pasión por la democracia, la libertad y los asuntos comunes a todos, ocupe el lugar de la distracción, el cinismo, el conformismo y la loca carrera por el consumo" (p. 97). La recuperación del espacio público, mediante y para la recuperación de la sociabilidad, fue durante un largo y apretado mes una verdadera brecha en el sistema, una suerte de "línea de fuga" de la dominación y el control. Que miles y miles de personas le roben tiempo al sueño y a las tares y comodidades del hogar para compartir su espacio-tiempo con desconocidos, es toda una revolución en la vida cotidiana que tendrá, a no dudarlo, consecuencias de largo aliento. Y es que los momentos de "comunión" (común-unión) poseen una fuerza mágica, como la de un terremoto. La fugacidad de toda actividad social y política intensa es motivo de preocupación para muchos. Y con razón, porque que la salida autoritaria se vislumbra ya en el horizonte. Sin embargo, la incertidumbre y los riesgos son inevitables, y son el precio a pagar por la creatividad social, como apuntara el filósofo griego, en su obra póstuma, Figuras de lo pensable: "La historia humana es creación. Una vez ésta ha tenido lugar, es posible elucidar algunas de sus características generales o sus contenidos concretos. Pero no podemos ni 'explicar' ni 'predecir' tal creación, pues no está determinada; es, más bien, determinante". * Raúl Zibechi. Artículo publicado en Semanario Brecha
https://www.alainet.org/es/articulo/105561
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS