Marcha de las mujeres en Québec.

14/11/2001
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No al ALCA, sí a la vida Por unos días, la apacible y siempre hermosa Québec perdió su tradicional calma. La vieja ciudad, fundada en mil 608, jamás había vivido tal efervescencia por acontecimientos como los acaecidos el pasado abril: la Tercera Cumbre de las Américas, que reunió a los Jefes de Estado de 34 países, con la sola exclusión de Cuba y la Cumbre de los Pueblos. Conocedores de que el asunto medular que abordarían los estadistas, la creación del Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, despertaría la ira de los desposeídos de este hemisferio, las autoridades canadienses decidieron alejar lo más posible del clamor popular a los mandatarios visitantes. Para ello, delimitaron las zonas de operaciones de ambos encuentros con un muro, cuya sola presencia constituyó un insulto a la reconocida hospitalidad quebequense. Muro de la Vergüenza; con ese nombre identificaron aquella división artificial que se erigió en símbolo de la ignominia, del apartheid y, a la vez, en lugar de encuentro, de demandas, de solidaridad entre los pueblos. Cuba también estuvo en Québec A la reunión oficial de presidentes convocados por el de Estados Unidos, y como es costumbre en tales citas, no fue invitado nuestro Comandante en Jefe, quien, de haber asistido, habría unido una vez más su voz de denuncia a la de millones de hombres y mujeres sencillos. Sin embargo, Cuba estuvo presente en la Cumbre de los Pueblos de las Américas. Hasta allá llegaron representantes de algunas organizaciones, entre ellas, la FMC. Precisamente, como miembro del Comité Internacional de Enlace para el Caribe hispanohablante de la Marcha de Mujeres contra la Pobreza y la Violencia, creada en l998, Tamara Columbié vivenció aquellos días de abril, cuando las calles de Québec se convirtieron en tribunas de protesta por la nueva manifestación de anexión imperial. Las mujeres del Continente, agrupadas en esa estructura llamada Marcha contra la Pobreza y la Violencia, cuya primera acción se realizó el l7 de octubre del pasado año. cuando llegaron hasta la sede de las Naciones Unidas, ofrecieron en la ciudad canadiense otra demostración de arrojo. Ellas inundaron las calles, con la energía creadora que las caracteriza, exigiendo reivindicaciones contra la pobreza y el neoliberalismo; protestando por la actitud prepotente del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Québec sirvió de escenario también para comunicar al mundo los sufrimientos en las maquilas, donde obreras y obreros son cruelmente explotados, sin derecho a la sindicalización y a prestaciones sociales, y donde incluso, cada operario debe tener definido con anterioridad hasta los momentos para realizar sus necesidades fisiológicas. Las mujeres reciben, además, otro trato humillante: cada mes deben mostrar a los patronos sus almohadillas sanitarias, como garantía de que menstrúan, de que no existe rastro de embarazo. Junto a estos reclamos, las mujeres del famoso primer mundo, unieron los suyos. Ellas también padecen desempleo, pobreza, falta de seguro social, violencia física y psicológica... La hora de la verdad La Cumbre de los Pueblos sesionó en siete talleres, hasta donde llegó la realidad de las cubanas, hostigadas por el recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos y donde nuestra causa recibió muestras de apoyo y respeto. Pero las mujeres tomaron las calles de Québec; nada las detuvo, su objetivo era llegar al muro, reclamar esa hora de la verdad por la cual aguarda nuestra América. Como es tradicional en eventos de ese tipo, las participantes decidieron tejer redes de solidaridad, allí, en el propio muro que separaba a los gobernantes de sus pueblos, pegaron cosas alegóricas del país que representaban. Las mujeres fueron las primeras en estremecer la apacible ciudad, en una marcha pacífica, pero resuelta. Mezclada en la multitud, una cubana, Tamara Columbié, marchaba por las empinadas calles. En su voz se escuchaban miles, millones de otras voces: marchaba y gritaba: No al ALCA, el ALCA es anexión. Y de pronto, el muro frente a ella y la emoción de descubrir escrito en él por manos anónimas un cartel que decía Viva Cuba Libre. Cada mujer colocó su mensaje sobre el muro. El de Cuba eran tres afiches denunciando al bloqueo. A esa acción siguió otra: una vigilia, prevista hasta las doce de la noche pero que se prolongó hasta la madrugada. En Québec las mujeres condenaron no solo al ALCA, un tratado como muchos otros, el cual puede quedar sin efecto. Lo más importante que ocurrió allí fue que se desnudó de todos sus ropajes el neoliberalismo y sus consecuencias nefastas, una de ellas, es el ALCA. En ese encuentro se analizó la raíz de un problema que agobia a millones de seres. En la Cumbre de los Pueblos las mujeres derrocharon arrojo, pero habrá otras calles por donde marchar en esta lucha incesante de los pueblos por la vida.
https://www.alainet.org/es/articulo/105544

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