La vida humana es sagrada

07/10/2001
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Una petición de moderación y un llamado a la acción en un momento de crisis por ocho Laureados del Premio Nobel de la Paz Nos sentimos muy tristes por los trágicos sucesos ocurridos el martes 11 de septiembre en Nueva York y en Washington, D.C. No podemos todavía concebir la magnitud de los hechos, pero queremos expresar nuestro temor que la respuesta sea una escalada de la violencia. Presentamos nuestro más profundo y sentido pésame a las familias y amigos de las víctimas y al pueblo de los Estados Unidos. Nuestras oraciones os acompañan en este difícil periodo de luto y tristeza. Los varios actos de coraje por parte de los equipos de rescate y la generosidad de vuestros conciudadanos son una fuente de inspiración para todos nosotros. El respeto por el carácter sagrado y la inviolabilidad de la vida humana es un principal artículo de fe presente en cada una de las mayores religiones del mundo. Nos sentimos reconfortados por las expresiones espontáneas de solidaridad de millones de hombres y mujeres de buena voluntad, de cualquier origen y de cada continente, como así también por las manifestaciones de los muchos lideres políticos y religiosos de todo el mundo contra este terrible acto de terrorismo. No hay nada que pueda perdonar un hecho que ha costado la vida de miles de inocentes. Los perpetradores de este crimen deben ser identificados y presentados a la justicia. Al mismo tiempo, sabemos que administrar justicia a los responsables no resolverá las cuestiones profundas de las causas del terrorismo cuyas raíces se encuentran en la injusticia social económica y política. En este sentido, somos conscientes que cada día víctimas inocentes sufren y mueren en diferentes partes del mundo, por el crimen de haber nacido en un lugar particular, o bajo una determinada religión, o con un cierto color de piel. En este momento de crisis estamos confrontados a un desafío cuyo resultado pudiera determinar el futuro de este primer siglo del nuevo milenio. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado los primeros diez años del siglo XXI como la Década para la Cultura de la Paz y la No-Violencia para los Niños del Mundo (2001 - 2010). Creemos que ha llegado el momento de poner en práctica esta decisión. Muchos han comparado el ataque al World Trade Centre y al Pentágono con el ataque en Pearl Harbour. Pero no estamos en 1941. En los últimos 60 años hemos aprendido muchas duras lecciones sobre la espiral ascendente de la violencia y se nos ha desorientado con las falsas expectativas de la capacidad del poder militar para resolver los problemas. Lamentablemente, nuestros líderes políticos continúan tomando decisiones que provocan confrontación en lugar de negociación. El resultado ha sido más muerte y destrucción y un mayor sentimiento de miedo, ansiedad y desesperanza en todos nosotros. Por lo tanto, dirigimos un llamado a la comunidad mundial y especialmente al pueblo estadounidense a asumir el desafío que se les presenta en medio de la adversidad. Reconocemos la necesidad de responder rápida y decisivamente a estos terribles actos de terrorismo. Sin embargo, pedimos al gobierno estadounidense de abstenerse de una represalia militar. Todas las acciones deben realizarse conformes a las leyes internacionales y de acuerdo a la Carta de las Naciones Unidas. En cambio, solicitamos a las Naciones Unidas organizar en un futuro cercano: Una conferencia internacional sobre el terrorismo que investigue las causas de su origen, proponga medidas para orientar esas causas y suministre criterios internacionales para garantizar que se cumplan los requisitos de seguridad y que los perpetradores de tales actos sean llevados a la justicia. Un día internacional de conmemoración para todas las víctimas del terrorismo con manifestaciones públicas de solidaridad y programas de educación de la paz y de los principios de la no-violencia en las escuelas y universidades. El terrorismo amenaza los meros principios a los cuales nuestras sociedades aspiran y que se encuentran albergados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La mejor respuesta a aquellos que quisieran debilitar la democracia y las reglas de la ley es la de reafirmar esos mismos valores e instituciones. En conclusión, solicitamos a los gobiernos y a los pueblos del mundo tomar medidas concretas para desarrollar una Cultura de Paz y No-Violencia. La respuesta de los Estados Unidos y sus aliados no debe estar guiada por un deseo ciego de venganza, sino por una determinación renovada para trabajar por un mundo justo y en paz. El único gran mal que debe ser combatido no es uno u otro grupo de personas, sino el miedo y el odio que siguen enraizando en los corazones humanos. Mairead Corrigan Maguire, Premio Nobel de la Paz 1976 Betty Williams, Premio Nobel de la Paz 1976 Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980 Desmond Mpilo Tutu, Premio Nobel de la Paz 1984 The 14th Dalai Lama (Tenzin Gyatso), Premio Nobel de la Paz 1989 Rigoberta Menchu Tum, Premio Nobel de la Paz 1992 Joseph Rotblat, Premio Nobel de la Paz 1995 Jody Williams, Premio Nobel de la Paz 1997
https://www.alainet.org/es/articulo/105370
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