Después de aquel martes: ¿Cambió el mundo o cambiamos nosotros?

17/10/2001
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¿Ya nunca más seremos los mismos después de aquel martes? Otras veces la humanidad se hizo esa pregunta: después de la primera guerra mundial, cuando las naciones que se consideraban las más "civilizadas" de la época -Inglaterra, Alemania, Francia, EE.UU. y otras- se enfrascaron en el más violento conflicto bélico hasta entonces registrado y produjeron millones de muertos. El acelerado -y hasta entonces incuestionado progreso de la ciencia- había sido utilizado con fines de destrucción y conquista imperial. Y se trataba -según se decía entonces- de la última guerra, de la "guerra para acabar con todas las guerras", que iba a demorar poco, y se extendió por cuatro largos años. De nuevo, Auschwitz y el proyecto frío y "científicamente" calculado de exterminio de razas -judía y gitana- consideradas inferiores, hizo que el filósofo alemán Theodor Adorno dijera que no era más posible pensar el mundo y las cosas de la misma manera después de todo aquello que el hombre -en el centro de la "civilización"- había producido. El horror de las escenas de aquel martes nos recordó que la guerra de 1914 inauguró un período de la historia en el cual la gran mayoría de muertes violentas son resultado de hombres matando a hombres -en la criminalidad cotidiana, en el tránsito, pero sobre todo en las guerras. Los dos "libros negros" -del capitalismo y del socialismo- buscan hacer la macabra estadística de las víctimas, pero cualquiera que sea el diagnóstico, fueron víctimas de potencias con pretensiones imperiales y de los desdoblamientos que ellas provocaron, de los cuales las dos guerras mundiales son el ejemplo más flagrante. Antes de aquella fecha, era la naturaleza y sus catástrofes la responsable de la gran mayoría de muertes violentas. Con el control de la naturaleza por el hombre, las causas se transfirieron hacia la historia humana. Cambiamos nosotros y cambió el mundo, aunque más aquellos que éste después de aquel martes. Los Estados Unidos eran la única superpotencia mundial y se encargaron de reafirmar que continúan siéndolo. Las acciones de violencia tienen como respuesta más violencia -verdad tan no sujeta a sofisma alguno como la anterior. Los medios de comunicación estadounidenses dicen como son las cosas y quién es quien para la gran mayoría de la opinión pública mundial. La economía de los Estados Unidos continúa como la referencia dominante en el mundo. ¿Entonces, qué cambio? ¿El mundo se tornó más inseguro? La inseguridad ya era una característica de la vida de la gran mayoría de las personas antes de aquel martes. Inseguridad y miedo de perder el empleo, de ser asaltado, miedo de coger algún virus, de comer comida dañada, miedo de la guerra, miedo de la fuga de capitales y de la desestibilización que provoca. Lo que cambió es que en ningún lugar del mundo ahora se puede considerar protegido, ni en las capitales vencedoras de la globalización -Seattle o Nueva York. Se globalizaron la inseguridad y el miedo. Cambió más el clima del mundo, que el mundo mismo. El mundo no es menos injusto, no excluye menos gente, ni discrimina menos que antes de aquel martes. Al contrario, discrimina más, exige más fuerza en las manos de los poderosos, provoca más inmigraciones, sufrimiento y miseria de los más pobres. Pero el mundo puede cambiar a partir de aquel martes, reflexionando sobre lo que pasó, por qué pasó y lo que hay que hacer para que no vuelva a pasar. Luego que ningún rincón del mundo se puede sentir seguro, podemos pensar que o hay seguridad para todos o no habrá para nadie. De la misma forma que, cuando los Estados Unidos se tornaran víctimas del fugaz capital especulativo -por ejemplo, con una fuga masiva de los capitales japoneses de sus bolsas en retorno a su país de origen-, ellos dejarán de ser beneficiarios de la especulación financiera, para convertirse en víctimas. En ese momento tal vez sea posible establecer un impuesto a ese capital maligno y restablecer un clima de cierta confianza, estabilidad y crecimiento económico en el mundo. Cuando las hasta ahí tranquilas calles de Nueva York no están a salvo de la inseguridad y del miedo, la humanidad tiene una nueva oportunidad de cambiar sus formas de vida, de convivencia y así cambiar el mundo para que sea un lugar seguro y con menos miedo para todos. Desgraciadamente la humanidad no tiene un gobierno. El sistema político internacional es gobernado por algunos países -aún así, uno más que los otros- y es ese sistema concentrado de poder que sigue dominando el mundo después de aquel martes, haciendo que lo que cambia en nosotros sirva hasta aquí poco para cambiar el mundo.
https://www.alainet.org/es/articulo/105359
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