Africa en América: Tambores y gritos de libertad

30/09/1995
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"...resulta que el negro que llega a América aherrojado, encadenado, amontonado en las calas de buques insalubres, que es vendido como mercancía, que es sometido a la condición más baja a la que puede ser sometido un ser humano, resulta que va a ser ése precisamente el germen de la idea de la independencia. Es decir que, con el transcurso del tiempo, va a ser ese paria, va a ser ese hombre situado en el escalón más bajo de la condición humana, quien nos va a dotar nada menos que el concepto de independencia." Así se expresa Alejo Carpentier en "La Cultura de los Pueblos que habitan en las tierras del Mar Caribe", al referirse a las revueltas de los esclavos haitianos en el siglo XVII, precisando que, a diferencia de las concepciones de independencia de los enciclopedistas franceses de mediados del siglo XVIII, referidas básicamente a la libertad individual, "... lo que reclamaban los negros de Haití -precursores en esto de todas nuestras guerras de independencia- era la independencia política, la emancipación total". Trasladados a la fuerza de su Africa natal, los negros llegaron a tierras de América sometidos a los peores escarnios impuestos por el régimen esclavista, para saciar la ilimitada voracidad de los conquistadores cuando ésta se vio amenazada por la casi extinción de la fuerza laboral aborigen debido a la violencia empleada para someter a estos pueblos al yugo colonial. El anhelo de libertad condujo a que estos descendientes de Africa desarrollen múltiples formas de resistencia. En esta línea nacieron los palenques, los quilombos, los mocambos y otras formas de refugio que levantaron en territorios de difícil acceso quienes lograban escapar de los reductos escla-vistas. Estos primeros territorios libres de América, donde constituyeron gobiernos autónomos y les fue posible rescatar y desarrollar sus costumbres y valores culturales y religiosos, pasaron a ser el germen de las rebeliones por la libertad y la independencia. Como consecuencia de estas luchas, la esclavitud terminó por ser abolida, más no así la condición de servidumbre de las comunidades negras. Y es que el racismo quedó intacto en los proyectos de sociedad de las élites dominantes que reemplazaron a los colonizadores. Es decir, con la abolición ca-yeron los grillos y cadenas, pero se forjaron nuevas ataduras ideológicas para mantener de manera menos visible el discrimen racial y el sojuzgamiento económico, social y cultural del negro y de todos quienes fueron sometidos por el orden colonial. Entre esos recursos ideológicos de dominación destaca la lógica del blanqueamiento con la que supuestamente se pretendía cerrar las heridas del desgarramiento que produjo el choque de civilizaciones, pero que en el fondo colocaba a la imagen del blanco europeo como referente civilizatorio y, por ende, como paradigma de la redención y movilidad social. Viejos y nuevos racismos Ha transcurrido más de un siglo de la llamada liberación de los esclavos, sin embargo las estadísticas muestran que los pueblos negros, al igual que los indígenas, continúan engrosando las cifras de los empobrecidos y miserables, de los desempleados, de los desnutridos, de los analfabetos, de los sin tierra y sin techo, de los encarcelados, de los masacrados, de las víctimas de los siniestros grupos de exterminio, etc. Las estadísticas también señalan que los afroamericanos representan una población aproximada de 116'750.000 en todo el continente, un 20% de la población total, mas su presencia pasa prácticamente desapercibida, invisible, en la esferas públicas e institucio-nales y sus aportes son sistemáticamente ignorados o bien desvirtuados o descalificados. Pero eso sí, el menor desliz de uno de sus miembros basta para magnificarlo y alimentar los prejuicios racistas diseminados en la sociedad. En el diario convivir nada difícil resulta constatar que la igualdad reconocida en todas nuestras constituciones se diluye ante una realidad en la que unos son más iguales que otros, donde la justicia funciona de acuerdo al color de la piel y el poder del dinero, haciendo de los derechos ciudadanos un privilegio de pocos. Inequidades que, por lo demás, en los tiempos que corren tienden a acentuarse ante el impacto de las políticas neoliberales adoptadas por los gobiernos de la región. Bajo el orden neoliberal no solo que se ha intensificado la concentración del poder y la riqueza, mientras paralelamente se desmontan los programas de bienestar social y se condena a capas cada vez más amplias de la población a la marginalidad, sino que además se han reactivado los movimientos y políticas racistas. Expresión de este fenómeno son los grupos de exterminio que se han arrogado la te-rrorífica tarea de la "limpieza social y étnica", pues con la modernidad neoliberal los excluidos bien pueden ser "desechables"; como también lo son los intentos por revivir el racismo biológico con argumentos pseudocientíficos para sostener la existencia de una supuesta "raza superior". Un ejemplo de esto es el publicitado libro The Bell Curve, en el que sus autores, Murray y Herrnstein, pretenden demostrar que "los negros son intelectualmente inferiores a los blancos", utilizando pruebas de medición de la inteligencia que han sido cuestionadas desde hace décadas por la comunidad científica. Nadando a contracorriente de un sistema social que les discrimina y excluye, del seno de los pueblos afroamericanos han nacido organizaciones y movimientos de resistencia para reivindicar y hacer valer sus derechos. Entre conquistas y derrotas, acuerdos y disensos internos, sus luchas han contribuido significativamente para que nuestras sociedades se miren en el espejo del racismo; al tiempo que sus gritos libertarios han continuado alimentado el permanente sueño de la humanidad por alcanzar un futuro donde el respeto a la diferencia, la igualdad y la justicia sean una realidad. Una cita histórica La historia libertaria negra registra como una de sus gestas heroicas la lucha librada por el Quilombo de los Palmares, que se estableció en el actual estado de Alagoas del Brasil por el año de 1630, donde los esclavos fugitivos establecieron una comunidad libre y próspera que logró resistir por más de 50 años las constantes ofensivas militares de la Corona portuguesa, hasta que fue doblegada y su líder Zumbi asesinado un 20 de noviembre de 1695. A los trescientos años de la muerte de Zumbi de los Palmares, los pueblos negros se han dado cita en Sao Paulo (Brasil) para celebrar su primer congreso continental, del 21 al 25 de noviembre de 1995, en el cual se proponen intercambiar experiencias y puntos de vista sobre sus luchas, sus procesos organizativos, sus reivindicaciones, etc.; definir acuerdos, mecanismos de coordinación y estrategias comunes; y afianzar la solidaridad entre sí y con los demás sectores marginados y excluidos. La realización de este evento se presenta como un acontecimiento significativo para las luchas democráticas del continente, porque se da en una coyuntura que demanda romper el silencio colectivo ante el acelerado incremento de la exclusión social y la reactivación de viejos y nuevos racismos que está provocando la aplicación de las políticas neoliberales. Pero además, porque se enmarca dentro de la dinámica que se articuló en torno a los 500 años de la invasión española y que, entre otros aspectos, busca afirmar el carácter plurinacional y multicultural de nuestras sociedades. En este sentido, se trata de una ocasión que invita de manera amplia a la reflexión y al debate. Esta cuarta entrega de la serie Aportes para el Debate se ha hecho eco de este implícito llamado, recogiendo en sus páginas reseñas, documentos y testimonios sobre la realidad de los pueblos afroamericanos y varios de los esfuerzos organizativos que han impulsado tanto a nivel continental como en sus respectivas realidades nacionales. * Este documento es parte de "Afroamericanos: Buscando raíces, afirmando identidad", serie Aportes para el Debate No. 4.
https://www.alainet.org/es/articulo/104920
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