La formación de la cultura sexual en el Perú contemporáneo

30/06/1997
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La construcción social de la sexualidad se construye a partir de la cultura, el género y la raza. Esto incluye el parentesco, la economía, la regulación social, la intervención política y la cultura de la resistencia. En el tiempo se ha dado diversas lecturas a los mismos fenómenos y a las relaciones entre sexos o al interior del mismo. Esto ha dependido mucho de la necesidad de fuerza de trabajo, del grado de urbanización, de la situación poblacional (plagas, por ejemplo). La moral sexual se construye a partir de estos elementos. Hubo intentos de inculcar nociones religiosas sobre esto en occidente pero han resultado fallidas en el tiempo. El resultado ha sido, no obstante, la internalización de la represión. El señalamiento de prácticas castigadas desde el punto de vista religioso no llevó en absoluto a su desaparición sino a su silencio. Para aquellas culturas que no tuvieron el referente judeo-cristiano de inicio, la llegada de la represión sexual fue una novedad incomprensible frente a la cual hubo una adecuación, desarrollándose así una novedosa cultura de la resistencia que permanece. Dentro de esta, todo es posible siempre y cuando nada sea hablado. Imaginario sexual El esquema represivo religioso ha venido acompañado en el Perú de un imaginario donde la mujer es necesariamente una prostituta potencial y el homosexual un afeminado, pervertido, trasnochado. Lógicamente este imaginario no corresponde a nada más que al temor creado por la represión. En el caso particular del sexo, el temor se construye encima del otro más elemental sobre el poder y la identidad sexual. Es decir que a lo difícil que es el reconocimiento del propio cuerpo y la exploración de una vida sexual y afectiva plena, se sobrepone la represión a la posibilidad de explorar. La cultura sexual depende centralmente de la cultura, raza, sexo y de elementos económicos como el nivel de ingreso. La naturaleza de la visión del sexo y la sexualidad es, en todo caso, distinta, dependiendo de cuán occidentalizada sea la persona. La cultura popular por travesti choca frontalmente, por ejemplo, con la cultura dominante occidental anti travesti. La aceptación de los travestis por las mujeres choca, a su vez, con el rechazo de los mismos por los varones de sectores medios altos y altos. La "peluquera" es un elemento social importante en este sentido. De sexo no se habla, se hace En general, en el Perú, como en otras partes de Latinoamérica de culturas antiguas, de sexo no se habla, se hace. Mientras más occidental la visión del que mira, habla más y hace menos. Surge el divorcio entre lo explicitado y lo ejecutado, la doble moral, la ambivalencia. Esto aparece en todas las encuestas sobre sexualidad. En general, la pasividad es repudiada. Esta se asocia libremente a femineidad en el caso de los varones. La imagen del gay es femenina. La distancia frente a la realidad se cancela. Esto ingresa a formar parte del imaginario nacional que se auna a la de "mujer=puta salvo si es mi madre". Socialmente no es maricón el "macho", solo el afeminado. Cuando no se observan estos roles, así de claramente definidos, es parte de la cultura popular la referencia a "travestis-disfrazados de hombres". Los sectores más europeizados filtran el prejuicio a través de la iglesia y la moralidad, aunque en la última década esto se ha modificado y se observa en estos sectores apertura dentro de las restricciones y limitaciones personales que estos temas necesariamente plantean. Existe una demanda por la claridad de la identidad del otro mientras se guarda la propia en reserva. En las fiestas serranas son frecuentes los actos de sodomía, y también es frecuente entre enlistados serranos que atienden las demandas de caballeros en sus salidas dominicales del cuartel. Se hace pero no se habla. "El homosexual es el que paga" resuelve los problemas que se pueden crear al socio sexual. En este sentido el arcoiris de la sexualidad se expresa con bastante libertad dentro de restricciones del modo como se refiere a lo efectuado. El silencio es la mejor expresión de la amplitud de la práctica y su calificación. "Tener muchos hijos es bueno". La bisexualidad es cultural y atávica, contradiciendo la visión europea donde las categorías heterosexual, homosexual y bisexual son rígidas. Los varones observan a las mujeres como ajenas al sexo mientras se ven a sí mismos como animales sexuales cuya misión es conquistar a la mayor cantidad posible de partners sexuales. Un varón que no copula con mucha frecuencia y de modo muy variado, sencillamente pasa a la categoría de "maricón de una sola mujer" o de dudoso, en el mundo del macho. En el medio homosexual es atípico. Las mujeres aparentemente son más estables y menos ampulosas en su visión de la sexualidad si bien existen lesbianas que repiten la conducta de los varones. La asociación contagia. Una mujer que frecuenta a una prostituta es naturalmente prostituta, salvo que sea monja. La ligereza de cascos de las mujeres es castigada socialmente y valorada inmensamente en el plano individual. La mujer ligera, repudiada por ligera, es deseada por lo mismo, pero esto no debe ser mostrado. Igualmente, la vergüenza sobre la identidad se repudia y se respeta al que se respeta. Esta es una cualidad popular que también se observa en los sectores más europeizados. Finalmente, quizás un rasgo de la cultura peruana y la construcción social de la sexualidad consista en las maneras cómo se erigen las barreras represivas y el modo cómo las personas las evitan para ser ellas mismas, libres, en el mundo de sus afectos. * Oscar Ugarteche: Economista y docente peruano, Presidente del Movimiento Homosexual de Lima -MHOL- * Este documento es parte de La cara Socio-económica del Sida Serie Aportes para el Debate No. 5.
https://www.alainet.org/es/articulo/104805
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